Vida Cristiana

Creyente, a veces es mejor guardar silencio

«Wendy, las palabras son como el agua, una vez derramada, no podemos recogerla toda».

Recuerdo tantas veces que mi abuela me repitió esta frase durante mi niñez y adolescencia. ¡Cuánta razón tenía! Desde entonces han pasado varios años y confieso que más de una vez he derramado palabras que nunca debí pronunciar. Hubiera sido más sabio guardar silencio.

Mucho se habla sobre si las mujeres pronunciamos más palabras que los hombres en un mismo día y las estadísticas van desde el doble hasta tres veces más. En base a las mujeres que conozco, incluyéndome a mí, coincido en que sí, normalmente hablamos más. El libro de Proverbios, sin embargo, nos insta a todos a hablar menos: «El que mucho habla, mucho yerra; / el que es sabio refrena su lengua» (10:19, NVI).

A Dios le importa nuestro hablar

La Biblia habla mucho sobre nuestras palabras.

Si hacemos una exploración rápida del libro de Proverbios, descubriremos que un gran porcentaje de su contenido se enfoca en nuestro hablar. En los 31 capítulos del libro, la palabra «lengua» aparece 20 veces y «palabras» aparece en 41 ocasiones (si usamos la versión NBLA). Esto, sumado a muchos otros pasajes de la Escritura, nos indica que Dios quiere que prestemos atención a cómo hablamos y al uso que le damos a las palabras.

Santiago también, inspirado por el Señor, escribió lo siguiente: «Si afirmas ser religioso pero no controlas tu lengua, te engañas a ti mismo y tu religión no vale nada» (1:26, NTV). ¡Cuánto peso tienen nuestras palabras! No es cosa de juego ir por la vida dando rienda suelta a nuestra lengua.

Necesitamos aprender a meditar antes de hablar, determinar si es el momento oportuno o si el silencio es la mejor respuesta

 

El Señor Jesús nos hace una seria advertencia: «Les digo lo siguiente: el día del juicio, tendrán que dar cuenta de toda palabra inútil que hayan dicho» (Mt 12:36, NTV). Palabras inútiles, vanas, ociosas, es decir, palabras que no traen nada productivo; pero son palabras que no quedarán sin valor en el aire. Lo cierto es que vivimos en la presencia de Dios, todos los días de nuestra vida. Al hablar, hablamos delante de Él.

En su carta a los efesios, el apóstol Pablo nos da el siguiente mandato: «No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan» (Ef 4:29). Nuestras palabras, si vamos a usarlas, deben contribuir a la edificación de quienes las escuchan, deben ir cubiertas de gracia.

La tentación que tenemos es decir todo lo que pensamos, en todo momento. Olvidamos que nuestro corazón todavía lucha con el pecado y que nuestros pensamientos no siempre son piadosos, no siempre son buenos. Santiago compara la lengua con un fuego:

Así también la lengua es un miembro pequeño, y sin embargo, se jacta de grandes cosas. ¡Pues qué gran bosque se incendia con tan pequeño fuego! También la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad (Stg 3:5-6).

Vivo en un lugar de Miami donde hay bosques de melaleucas. La melaleuca es una planta invasora y en Florida se sembró para ayudar a drenar la zona pantanosa de los Everglades. Sin embargo, como planta invasora que es, se ha convertido en un problema, pues arde muy fácilmente debido al tipo de corteza que tienen estos árboles. Hace un tiempo hubo un incendio en uno de estos bosques. Podía verlo desde mi casa, ¡asustaba! La causa puede haber sido simplemente una chispa proveniente de un vehículo ATV. Definitivamente, una chispa pequeña es suficiente para causar un incendio en un gran bosque. Aquel día se quemaron cientos de acres. Así dice la Palabra que son nuestras palabras muchas veces.

Nuestras palabras no son neutrales. Siempre tienen poder para construir o destruir. Necesitamos aprender a meditar antes de hablar, determinar si es el momento oportuno o si el silencio es la mejor respuesta.

Pongamos guardia a nuestra boca

Hace unos años, mientras leía mi Biblia, mis ojos se detuvieron en este pasaje: «Señor, pon guarda a mi boca; / Vigila la puerta de mis labios» (Sal 141:3). Las releí varias veces y pensé cuán bien entendía a David, el autor. ¡Yo también necesito un centinela, un guardia que me selle los labios y no me deje abrirlos cuando no deba!

Lamentablemente, esto no es posible en el sentido literal de la frase. Por un lado, al igual que el salmista, necesitamos clamar por la ayuda del Señor. Por el otro, tenemos la esperanza de que el Espíritu Santo que habita en el creyente produce dominio propio (Gá 5:23). ¡En esto tampoco estamos solos ni dependemos de nuestra propia fuerza!

Pienso en nuestro uso de las redes sociales y el teléfono. Todos solemos tener una opinión acerca de cualquier asunto, pero eso no significa que debamos expresar nuestra opinión acerca de todo públicamente. No es imprescindible decir lo que estamos pensando. Callar es una muestra de prudencia y sabiduría en muchas ocasiones.

Hay momentos en que las palabras sobran, pero podemos callar. Nuestro Salvador puso un centinela en sus labios y por eso podemos hacer lo mismo

 

Otra vez la Escritura nos aconseja: «El hombre prudente guarda silencio» (Pr 11:12b). No necesitamos ser quien diga la última palabra siempre. Ese deseo puede provenir de un corazón cautivado por el orgullo que se rehúsa a actuar con humildad. Sin embargo, muchas veces debemos ceder el derecho «de ganar» porque entendemos que es más sabio simplemente guardar silencio.

Hay momentos en los que las palabras sobran. Cuando alguien sufre porque enfrenta la pérdida de un ser querido, recibió un diagnóstico terminal, el cónyuge le presenta una carta de divorcio… En momentos así, el silencio y el abrazo pueden ser una mejor respuesta. Ya llegará la oportunidad de expresar palabras de aliento, quizá consejo. El autor de Eclesiastés lo dijo con claridad: «[Hay] tiempo de callar, y tiempo de hablar» (Ec 3:7). La sabiduría está en saber cuándo hablar y cuándo simplemente estar presente en silencio.

Pienso también en aquellas situaciones en las que recibimos un trato injusto, una calumnia y, por defecto, queremos defendernos, a como dé lugar. ¡He estado ahí y probablemente tú también! No digo que sea fácil o que no duela. Sin embargo, no nos toca a nosotros buscar venganza (Ro 12:19), sino que podemos descansar en la gracia futura de un Dios que hará justicia a Sus hijos.

Podemos callar. Podemos esperar en el Señor y no ceder a la tentación de responder con palabras hirientes o difamatorias, incluso si tenemos la razón…. ¡especialmente si ese es el caso! Las palabras del apóstol Pedro nos exhortan:

Pues también Cristo sufrió por ustedes, dejándoles ejemplo para que sigan Sus pasos, el cual no cometió pecado, ni engaño alguno se halló en Su boca; y quien cuando lo ultrajaban, no respondía ultrajando. Cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba a Aquel que juzga con justicia (1 P 2:21-23).

Jesús guardó silencio

Sí, Aquel que tiene el poder para crear todo un universo solo mediante Su palabra, guardó silencio porque confiaba en la obra del Dios justo. Nuestro Salvador puso un centinela en Sus labios y por eso hoy podemos hacer lo mismo.

En un mundo que vive en una constante guerra de insultos, palabras hirientes, tuits acusadores cargados de ironía y sarcasmo, comentarios en Instagram o Facebook que olvidan que el receptor es una persona portadora de la imagen de Dios a quien debe amar, los creyentes estamos llamados a obrar con humildad, sabiduría y prudencia. Y eso implica entender que en muchos momentos lo mejor será guardar silencio.

Wendy Bello es de origen cubano, pero radica en los Estados Unidos. Es una activa conferencista y maestra de la Biblia; autora de varios libros, entre ellos, Más allá de mi lista de oraciónDignoUn corazón nuevo y Una mujer sabia. Colabora en el ministerio de mujeres de su iglesia local y también con otros ministerios como Lifeway Mujeres, Coalición por el Evangelio y Aviva Nuestros Corazones. Wendy está casada con Abel y tienen dos hijos. Ella cuenta con una Maestría en Estudios Teológicos de Southern Baptist Theological Seminary. Puedes encontrarla en wendybello.com o en las redes como @wendybelloblog.

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