MinisterioMinisterio de Jóvenes

Dejar de ir a la iglesia es autoboicot espiritual

El descanso es una necesidad física de nuestros cuerpos. Si una persona es privada de esta necesidad, eso se transforma en una tortura. Si alguien se autoimpone abandonar el descanso, estará causando un perjuicio a su salud.

De forma similar, un cristiano boicotea su propia vida y salud espiritual cuando deja de asistir a la iglesia porque, para un verdadero hijo de Dios, congregarse es una necesidad. Por eso el autor de Hebreos manda:

Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca (He 10:24-25).

Efectos del alejamiento voluntario

Considero que, tal como la persona que se autoimpone no dormir, un cristiano que no asiste a la iglesia se autoimpone una forma del último eslabón de la disciplina eclesiástica, que Jonathan Leeman define como «el proceso de corregir el pecado en la vida de la congregación y sus miembros». Esta disciplina se debe ejercer de manera ordenada, de acuerdo con las palabras de Jesús:

Si tu hermano peca, ve y repréndelo a solas; si te escucha, has ganado a tu hermano. Pero si no te escucha, lleva contigo a uno o a dos más, para que toda palabra sea confirmada por boca de dos o tres testigos. Y si rehúsa escucharlos, dilo a la iglesia; y si también rehúsa escuchar a la iglesia, sea para ti como el gentil y el recaudador de impuestos (Mt 18:15-17).

El último eslabón de este proceso consiste en apartar al pecador no arrepentido de la congregación: «Expulsen al malvado que está entre ustedes» (1 Co 5:13). Por eso digo que cuando un creyente decide dejar de asistir regularmente a su iglesia local, es como si se aplicara a sí mismo este alejamiento disciplinario y sus consecuencias. Esto es una especie dañina de «autodisciplina» que socava su vida espiritual en vez de llamarlo al arrepentimiento (como busca la disciplina real y bíblica).

Un cristiano boicotea su propia salud espiritual cuando deja de asistir a la iglesia porque, para un verdadero hijo de Dios, congregarse es una necesidad

 

¿Cuáles son los efectos de este alejamiento voluntario? El creyente deja de tener acceso a los recursos y medios que Dios planeó para sostener su vida espiritual, como la comunión con los hermanos, la oración y la adoración corporativa, la predicación congregacional, el servicio a la familia de la fe, el beneficio de los dones espirituales, la gracia de ofrendar, entre muchas otras formas en las que Dios obra en la iglesia para el crecimiento de cada miembro. En otras palabras, esta disciplina autoimpuesta se transforma en un autoboicot espiritual.

Un creyente que entiende las consecuencias de sus actos y aún así insiste en no congregarse de manera regular, ¿qué está evidenciando? Falta de interés en su propio crecimiento y en el crecimiento de su iglesia, lo que al final habla de falta de amor por Cristo y sus hermanos.

El cristiano que deja de asistir también deja de servir, deja de practicar los mandamientos de «unos a otros», deja de obedecer la Palabra y a sus ancianos y, si en la iglesia hay un pacto de miembros, entonces también estará faltando a su palabra y compromiso. De este modo, pierde credibilidad para estimular a otros a la fidelidad, al amor y a las buenas obras.

El creyente que deja de asistir también pierde de vista el pronto regreso de Cristo y decae en su esperanza futura. Ese enfriamiento puede tener graves consecuencias para su vida, porque un cristiano que se aísla está dándole lugar al diablo para que lo tiente (1 P 5:8Ef 4:27).

Abandonar la iglesia es abandonar a Dios

Aunque un verdadero creyente puede cometer el error de dejar de congregarse por diversos motivos, en muchos casos su falta de asistencia es evidencia de algo más grave: incredulidad.

Tengan cuidado, hermanos, no sea que en alguno de ustedes haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo. Antes, exhórtense los unos a los otros cada día, mientras todavía se dice: «Hoy»; no sea que alguno de ustedes sea endurecido por el engaño del pecado (He 3:12-13, énfasis añadido).

Crear una mala costumbre casi nunca requiere esfuerzo en una persona que no ha sido transformada, porque viene de la carne y simplemente fluye de su naturaleza, ya que es hijo de desobediencia. La práctica de cualquier pecado, como lo es la falta de asistencia regular a la iglesia, es contraria a la fe obediente que se expresa a través del amor abnegado.

Cuando una persona abandona la iglesia, también está abandonando a Dios y Su voluntad. La inasistencia regular a la iglesia reemplaza a Dios por el amor a las cosas de este mundo, es decir, demuestra idolatría. Los verdaderos creyentes debemos guardarnos de la idolatría (1 Jn 15:21).

La inasistencia regular a la iglesia reemplaza a Dios por el amor a las cosas de este mundo, es decir, demuestra idolatría

 

El pasaje bíblico del inicio, que nos anima a no dejar de congregarnos (He 10:24-25), es parte de una carta dirigida a un grupo de personas que se encontraban en una encrucijada espiritual. Eran judíos convertidos al cristianismo y que estaban tentados a regresar a vivir bajo el antiguo pacto y abandonar la iglesia de Dios. Esa deserción los ponía en dirección a la apostasía fatal. No era simplemente faltar a la reunión de la iglesia, sino posiblemente no ir al cielo, y por eso el autor de la carta advierte:

Porque si continuamos pecando deliberadamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio alguno por los pecados, sino cierta horrenda expectación de juicio, y la furia de un fuego que ha de consumir a los adversarios (He 10:26-27)

En muchos casos, la disciplina de Dios es necesaria para Sus hijos, «Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo» (He 12:6). Pero cuando nos autoimponemos una (falsa) disciplina y no queremos ir a la iglesia por una decisión tomada de forma egoísta y aislada, estamos atentando contra nuestra salud espiritual. Por eso, aquellos que somos salvos debemos estar persuadidos de cosas mejores y mostrar solicitud hasta el final, con fe y paciencia (He 6:9-12), sin abandonar a Cristo ni a Su cuerpo, que es la iglesia.


Dardo Leandi es pastor de la Iglesia Bautista Misionera – Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Argentina) y miembro del consejo de Ante Su Palabra, una alianza entre iglesias y hermanos de Argentina para promover la sana doctrina.

Acerca del Autor

0.00 avg. rating (0% score) - 0 votes
Mostrar Más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Back to top button