Vida Cristiana

Salmo 36: Nuestra maldad y la misericordia de Dios

“Tu misericordia, oh Señor, se extiende hasta los cielos,
Tu fidelidad, hasta el firmamento” (Salmo 36:5).

En los primeros versículos del salmo 36 vemos reflexionar a David sobre la maldad del corazón impío. A veces podemos creer que la descripción que él presenta no tiene nada que ver con nosotros, pero en realidad sí. El apóstol Pablo cita el primer versículo de este salmo para resumir la condición pecadora de toda la raza humana (Ro. 3:18). A los ojos del Señor, todos hemos pecado por vivir sin temor delante de Él. Por eso merecemos Su juicio sobre nosotros. Estas son las malas noticias de la Biblia.

Pero sabemos que eso no es todo lo que enseña la Palabra de Dios. Si nuestro pecado es inmenso, la misericordia de Dios es más inmensa aún, como nos recuerda este salmo. De hecho, Dios siempre nos trata en esta vida mucho mejor de lo que merecemos. Toda dificultad que atravesamos en este lado de la eternidad es pequeña en comparación a lo que merecemos por nuestro egoísmo, orgullo y rebelión ante Dios.

La bondad de Dios no termina allí, sino que es más grande aún. No solo nos preserva en esta vida mucho más de lo que merecemos, sino que también nos permite acercarnos a Él para gozar de satisfacción y comunión con Él. Como dice el salmo: “¡Cuán preciosa es, oh Dios, Tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se refugian a la sombra de tus alas. Se sacian de la abundancia de tu casa, y les das a beber del río de tus delicias. Porque en ti está la fuente de la vida, en tu luz vemos la luz” (vv. 7-9).

Cuando pensamos en esto, podemos ver que hay una seria tensión en este salmo. ¿Cómo puede Dios darnos a beber del torrente de sus delicias, siendo nosotros pecadores, y aun así ser justo? El resto de la historia bíblica explica la solución a esta tensión. Incluso en nuestros momentos de mayor dolor, podemos beber del manantial de la vida a pesar de nuestro pecado porque el Hijo de Dios pagó el precio de nuestra redención (2 Co. 5:18-21). Podemos ser saciados de la grosura de la casa de Dios porque Su Hijo abrió la puerta para nosotros. Podemos ver que la misericordia de Dios llega hasta los cielos, y mucho más arriba, porque Él envío a Su Hijo a descender a la tierra para que gocemos Su perdón.

Estas son las buenas noticias de la Biblia. Si creemos el evangelio, sabemos que ninguna de nuestras circunstancias adversas se debe al abandono de Dios porque Jesús fue abandonado en una cruz en nuestro lugar. Así podemos vivir con esperanza y gozar de Su bondad, sabiendo que no solo somos tratados mejor de lo que merecemos hoy, sino que llegará el día en que disfrutaremos, por gracia, plenamente la gloria y alegría en Dios que solo el Hijo merece. Medita en esta verdad y deja que te sostenga en medio de la dificultad.

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