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05-06-2024

DEVOCIONAL

Devocional: Deuteronomio 9

Si Deuteronomio 8 recuerda a los israelitas que Dios es quien les dio todas sus bendiciones materiales, entre las cuales su capacidad de trabajar y de producir riquezas no es la de menos importancia, Deuteronomio 9 también insiste que será Dios quien les permitirá ocupar la Tierra Prometida y vencer a los que se les opongan. Antes de entrar en combate, los israelitas siguen luchando contra sus temores. Dios les reconforta con palabras repletas de gracia:

Pero tú, entiende bien hoy que el Señor tu Dios avanzará al frente de ti, y que los destruirá como un fuego consumidor y los someterá a tu poder. Tú los expulsarás y los aniquilarás en seguida, tal como el Señor te lo ha prometido” (9:3).

Sin embargo, después de los combates, la tentación con la que tendrán que enfrentarse será muy diferente. En aquel momento serán tentados a creer que, fuesen los que fuesen los miedos que experimentaban previamente, era su superioridad intrínseca lo que les permitió realizar tal hazaña. Por lo tanto, Moisés les advierte:

“Cuando el Señor tu Dios los haya arrojado lejos de ti, no vayas a pensar: ‘El Señor me ha traído hasta aquí, por mi propia justicia, para tomar posesión de esta tierra’. ¡No! El Señor expulsará a esas naciones por la maldad que las caracteriza. De modo que no es por tu justicia ni por tu rectitud por lo que vas a tomar posesión de su tierra. ¡No! La propia maldad de esas naciones hará que el Señor tu Dios las arroje lejos de ti. Así cumplirá lo que juró a tus antepasados Abraham, Isaac y Jacob. Entiende bien que eres un pueblo terco, y que tu justicia y tu rectitud no tienen nada que ver con que el Señor tu Dios te dé en posesión esta buena tierra”. (9:4-6)

Y ¿dónde está la evidencia de aquello? Moisés les recuerda sus tristes rebeldías durante sus años en el desierto, comenzando por el desgraciado incidente con el becerro de oro (9:4-29).

¿Qué podemos aprender nosotros? (1) Aunque la aniquilación de los cananitas nos llena de espanto y bochorno, en un sentido, me atrevo a decir, debemos acostumbrarnos a ello. Forma parte íntegra del mismo fenómeno que el diluvio, que la destrucción de los imperios, y que el mismo infierno. La respuesta más apropiada es la que se aconseja en Lucas 13:1-5: a menos que nos arrepintamos, todos igualmente pereceremos. (2) Es posible llegar a la conclusión que los israelitas vencieron porque los cananitas eran muy malos. Pero lo que no podemos decir es que los cananitas fuesen derrotados porque los israelitas fuesen muy buenos. Dios se comprometía con la obra de mejorar a los israelitas por fidelidad a la alianza que había hecho con ellos. Pero serían necios si, después de sus victorias, pensasen que las merecían. (3)

Nuestras tentaciones, como las de los israelitas, varían según las circunstancias: miedo sin fe en unas circunstancias, orgullo altivo en otras. Sólo un caminar con Dios en lo más íntimo de nuestro ser, nos puede inducir la apropiada autocrítica, para que aborrezcamos tanto un peligro como el otro.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: Isaías 37
Ezequías está fuera de sí (Isaías 37). Ha desobedecido al Señor y desafiado a Asiria. Afortunadamente, en ese momento hace lo correcto: en su desesperación, se vuelve al Señor en oración apasionada e insistente, y al profeta de Dios, Isaías, en busca de dirección e intercesión (37:1-4). Este le comunica rápidamente una palabra visionaria del Señor (37:5-7).

Dios considera que la postura de Senaquerib es profundamente blasfema: ha tratado al Dios viviente como si fuese una deidad pagana local. El Señor promete que el rey asirio escuchará un informe que le obligará a retirarse y, a su debido tiempo, será eliminado en su propia tierra.

La secuencia de los acontecimientos no está muy clara en este punto: no disponemos de la información suficiente. Los versículos siguientes indican que Laquis había demostrado ser más difícil de conquistar de lo que Senaquerib preveía (aunque, finalmente, lo consigue) y que los asirios se habían trasladado a Libna. Estando allí, le informan de que Egipto (el rey de Cus, 37:9) viene hacia ellos para atacar y advierte a Ezequías de que solo se tratará de un respiro temporal. Senaquerib reanudó en breve el asedio de Jerusalén (37:33ss.), por lo que quizás Egipto sólo envió grupos de hostigamiento.

En cualquier caso, los desoladores presagios para Jerusalén llevaron a Ezequías a orar (37:14-20), alcanzando en esta oración la cota máxima de la vida de este rey. No se dirige a Dios como si este fuese sólo una deidad tribal. Es el Hacedor del cielo y la tierra, el Creador soberano que es “Dios de todos los reinos de la tierra” y el Todopoderoso Dios de Israel “entronizado sobre los querubines” en el lugar santísimo, el Dios del pacto (37:16). Al final de sus recursos, Ezequías se pone en manos de la misericordia del Señor, no únicamente para que salve a la diminuta nación, sino “para que todos los reinos de la tierra sepan que sólo tú, Señor, eres Dios” (37:20).

Dios contesta a la oración de Ezequías. Por medio del profeta Isaías, pronuncia un oráculo de juicio contra Senaquerib (37:22-29), ofrece una señal tranquilizadora para Ezequías (37:30-32) y estipula que no se permitirá que los asirios tomen Jerusalén (37:33-35). Dios defenderá a la ciudad, no por Ezequías, sino por sí mismo y por su siervo David. Ezequías ora y Dios contesta salvándolo, pero en beneficio de otro.

El resultado se menciona brevemente (37:36-38). La matanza de los soldados pudo haber sido consecuencia de una plaga bubónica ordenada por Dios; se conocen otras catástrofes parecidas a partir de fuentes antiguas. Veinte años más tarde, los hijos de Senaquerib mataron a este en su propio templo, mientras el templo del Señor permaneció inmaculado.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Deuteronomio 9
Dios destruirá a las naciones de Canaán
9 »Oye, Israel: Hoy vas a pasar el Jordán para entrar a desposeer a naciones más grandes y más poderosas que tú, ciudades grandes y fortificadas hasta el cielo, un pueblo grande y alto, los hijos de los anaceos, a quienes conoces y de quienes has oído decir: “¿Quién puede resistir ante los hijos de Anac?”. Comprende, pues, hoy, que es el SEÑOR tu Dios el que pasa delante de ti como fuego consumidor. Él los destruirá y los humillará delante de ti, para que los expulses y los destruyas rápidamente, tal como el SEÑOR te ha dicho.
»No digas en tu corazón cuando el SEÑOR tu Dios los haya echado de delante de ti: “Por mi justicia el SEÑOR me ha hecho entrar para poseer esta tierra”, sino que es a causa de la maldad de estas naciones que el SEÑOR las expulsa de delante de ti. No es por tu justicia ni por la rectitud de tu corazón que vas a poseer su tierra, sino que por la maldad de estas naciones el SEÑOR tu Dios las expulsa de delante de ti, para confirmar el pacto que el SEÑOR juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob. Comprende, pues, que no es por tu justicia que el SEÑOR tu Dios te da esta buena tierra para poseerla, pues eres un pueblo terco.

La rebelión de Israel en Horeb

»Acuérdate; no olvides cómo provocaste a ira al SEÑOR tu Dios en el desierto; desde el día en que saliste de la tierra de Egipto hasta que ustedes llegaron a este lugar, han sido rebeldes contra el SEÑOR. Hasta en Horeb provocaron a ira al SEÑOR, y el SEÑOR se enojó tanto contra ustedes que estuvo a punto de destruirlos. Cuando subí al monte para recibir las tablas de piedra, las tablas del pacto que el SEÑOR había hecho con ustedes, me quedé en el monte cuarenta días y cuarenta noches; no comí pan ni bebí agua. 10 El SEÑOR me dio las dos tablas de piedra escritas por el dedo de Dios; y en ellas estaban todas las palabras que el SEÑOR les había dicho en el monte, de en medio del fuego, el día de la asamblea.
11 »Y aconteció después de cuarenta días y cuarenta noches, que el SEÑOR me dio las dos tablas de piedra, las tablas del pacto. 12 Entonces el SEÑOR me dijo: “Levántate; baja aprisa de aquí, porque tu pueblo que sacaste de Egipto se ha corrompido. Pronto se han apartado del camino que Yo les había ordenado; se han hecho un ídolo de fundición”. 13 También el SEÑOR me habló y dijo: “He visto a este pueblo, y en verdad es un pueblo terco. 14 Déjame que los destruya y borre su nombre de debajo del cielo; y de ti haré una nación más grande y más poderosa que ellos”. 15 Y volví, y descendí del monte mientras el monte ardía en fuego, y las dos tablas del pacto estaban en mis dos manos. 16 Y vi que en verdad ustedes habían pecado contra el SEÑOR su Dios. Se habían hecho un becerro de fundición; pronto se habían apartado del camino que el SEÑOR les había ordenado. 17 Tomé las dos tablas, las arrojé de mis manos y las hice pedazos delante de ustedes.
18 »Entonces me postré delante del SEÑOR como al principio, por cuarenta días y cuarenta noches; no comí pan ni bebí agua, a causa de todo el pecado que habían cometido al hacer lo malo ante los ojos del SEÑOR, provocando así Su ira. 19 Porque temí la ira y el furor con que el SEÑOR estaba enojado contra ustedes para destruirlos, pero el SEÑOR me escuchó también esta vez. 20 El SEÑOR se enojó tanto con Aarón que quiso destruirlo; y también intercedí por Aarón al mismo tiempo. 21 Y tomé el objeto del pecado de ustedes, el becerro que se habían hecho, y lo quemé en el fuego, y lo hice pedazos, desmenuzándolo hasta que quedó tan fino como el polvo; y eché su polvo al arroyo que bajaba del monte.
22 »Nuevamente, en Tabera, en Masah y en Kibrot Hataava, provocaron a ira al SEÑOR. 23 Y cuando el SEÑOR los envió de Cades Barnea, diciendo: “Suban y tomen posesión de la tierra que Yo les he dado”, entonces se rebelaron contra la orden del SEÑOR su Dios; no le creyeron, ni escucharon Su voz. 24 Ustedes han sido rebeldes al SEÑOR desde el día en que los conocí.

Oración de Moisés por Israel

25 »Entonces me postré delante del SEÑOR los cuarenta días y cuarenta noches, lo cual hice porque el SEÑOR había dicho que los iba a destruir. 26 Oré al SEÑOR, y dije: “Oh Señor Dios, no destruyas a Tu pueblo, a Tu heredad, que Tú has redimido con Tu grandeza, que Tú has sacado de Egipto con mano fuerte. 27 Acuérdate de Tus siervos Abraham, Isaac y Jacob; no mires la dureza de este pueblo ni su maldad ni su pecado. 28 De otra manera los de la tierra de donde Tú nos sacaste dirán: ‘Por cuanto el SEÑOR no pudo hacerlos entrar en la tierra que les había prometido y porque los aborreció, los sacó para hacerlos morir en el desierto’. 29 Sin embargo, ellos son Tu pueblo, Tu heredad, a quien Tú has sacado con Tu gran poder y Tu brazo extendido”.

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Salmos 92-93
LIBRO CUARTO
Alabanza por la bondad del SEÑOR
Salmo. Cántico para el día de reposo.
92 Bueno es dar gracias al SEÑOR, Y cantar alabanzas a Tu nombre, oh Altísimo;  Anunciar por la mañana Tu bondad, Y Tu fidelidad por las noches, Con laúd de diez cuerdas y con el arpa, Con la música sonora de la lira. Porque Tú, oh SEÑOR, me has alegrado con Tus obras, Cantaré con gozo ante las obras de Tus manos.
¡Qué grandes son Tus obras, oh SEÑOR, Cuán profundos Tus pensamientos! El hombre torpe no tiene conocimiento, Y el necio no entiende esto: Que cuando los impíos brotaron como la hierba, Y florecieron todos los que hacían iniquidad, Solo fue para ser destruidos para siempre. Pero Tú, oh SEÑOR, excelso eres eternamente. Porque Tus enemigos, SEÑOR, Porque Tus enemigos perecerán; Serán esparcidos todos los que hacen iniquidad.
10 Pero Tú has exaltado mi poder como el del búfalo; He sido ungido con aceite fresco. 11 Mis ojos satisfechos han mirado a los que me acechaban, Y oyen mis oídos de los malhechores que se levantan contra mí. 12 El justo florecerá como la palma, Crecerá como cedro en el Líbano. 13 Plantados en la casa del SEÑOR, Florecerán en los atrios de nuestro Dios. 14 Aun en la vejez darán fruto; Estarán vigorosos y muy verdes, 15 Para anunciar cuán recto es el SEÑOR; Él es mi Roca, y que en Él no hay injusticia.

La majestad del SEÑOR

93 El SEÑOR reina, vestido está de majestad; El SEÑOR se ha vestido y ceñido de poder; Ciertamente el mundo está bien afirmado, será inconmovible. Desde la antigüedad está establecido Tu trono; Tú eres desde la eternidad.
Los torrentes han alzado, oh SEÑOR, Los torrentes han alzado su voz; Los torrentes alzan sus batientes olas. Más que el fragor de muchas aguas, Más que las poderosas olas del mar, Es poderoso el SEÑOR en las alturas. Tus testimonios son muy fidedignos; La santidad conviene a Tu casa, Eternamente, oh SEÑOR.

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Isaías 37
Ezequías y el profeta Isaías

37 Cuando el rey Ezequías oyó esto rasgó sus vestidos, se cubrió de cilicio y entró en la casa del SEÑOR. Entonces envío a Eliaquim, mayordomo de la casa real, con el escriba Sebna y los ancianos de los sacerdotes, cubiertos de cilicio, al profeta Isaías, hijo de Amoz. Y ellos le dijeron: «Así dice Ezequías: “Este día es día de angustia, de reprensión y de desprecio, pues hijos están para nacer, pero no hay fuerzas para dar a luz. Tal vez el SEÑOR tu Dios oirá las palabras del Rabsaces, a quien su señor, el rey de Asiria, ha enviado para injuriar al Dios vivo, y lo reprenderá por las palabras que el SEÑOR tu Dios ha oído. Eleva, pues, una oración por el remanente que aún queda”»
.Cuando llegaron los siervos del rey Ezequías ante Isaías, este les dijo: «Así dirán a su señor: “Así dice el SEÑOR: ‘No temas por las palabras que has oído, con las que los siervos del rey de Asiria me han blasfemado. Voy a poner en él un espíritu, oirá un rumor y se volverá a su tierra; y en su tierra lo haré caer a espada’”».
Entonces el Rabsaces volvió y halló al rey de Asiria peleando contra Libna, pues había oído que el rey había partido de Laquis. les oyó decir acerca de Tirhaca, rey de Cus: «Ha salido a pelear contra ti», y cuando lo oyó, Senaquerib envió mensajeros a Ezequías, diciendo: 10 «Así dirán a Ezequías, rey de Judá: “No te engañe tu Dios en quien tú confías, diciendo: ‘Jerusalén no será entregada en mano del rey de Asiria’. 11 Tú has oído lo que los reyes de Asiria han hecho a todas las naciones, destruyéndolas por completo, ¿y serás tú librado? 12 ¿Acaso los libraron los dioses de las naciones que mis padres destruyeron, es decir, Gozán, Harán, Resef y a los hijos de Edén que estaban en Telasar? 13 ¿Dónde está el rey de Hamat, el rey de Arfad, el rey de la ciudad de Sefarvaim, de Hena y de Iva?”».
14 Entonces Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y la leyó. Después subió a la casa del SEÑOR y la extendió delante del SEÑOR. 15 Y Ezequías oró al SEÑOR, y dijo: 16 «Oh SEÑOR de los ejércitos, Dios de Israel, que estás sobre los querubines, solo Tú eres Dios de todos los reinos de la tierra. Tú hiciste los cielos y la tierra. 17 Inclina, oh SEÑOR, Tu oído y escucha; abre, oh SEÑOR, Tus ojos y mira; escucha todas las palabras que Senaquerib ha enviado para injuriar al Dios vivo.
18 »En verdad, oh SEÑOR, los reyes de Asiria han asolado todas las naciones y sus tierras, 19 y han echado sus dioses al fuego, porque no eran dioses, sino obra de manos de hombre, de madera y piedra; por eso los han destruido. 20 Y ahora, SEÑOR, Dios nuestro, líbranos de su mano para que todos los reinos de la tierra sepan que solo Tú, oh SEÑOR, eres Dios».
21 Entonces Isaías, hijo de Amoz, envió a decir a Ezequías: «Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: “Por cuanto me has rogado acerca de Senaquerib, rey de Asiria, 22 esta es la palabra que el SEÑOR ha hablado contra él:
‘Te ha despreciado y se ha burlado de ti La virgen hija de Sión; Ha movido la cabeza a tus espaldas La hija de Jerusalén. 23 -’¿A quién has injuriado y blasfemado? ¿Y contra quién has alzado la voz Y levantado con orgullo tus ojos? ¡Contra el Santo de Israel! 24 -’Por mano de tus siervos has injuriado al Señor, Y has dicho: “Con mis numerosos carros Yo subí a las cumbres de los montes, A las partes más lejanas del Líbano, Y corté sus altos cedros y sus mejores cipreses. Iré a su más alta cima, a su más frondoso bosque. 25 Yo cavé pozos y bebí aguas, Y sequé con la planta de mis pies Todos los ríos de Egipto”. 26 -’¿No has oído? Hace mucho tiempo que lo hice, Desde la antigüedad lo había planeado. Ahora he hecho que suceda, Para que conviertas las ciudades fortificadas En montones de ruinas. 27 -’Sus habitantes, faltos de fuerzas, Fueron desalentados y humillados. Vinieron a ser como la vegetación del campo Y como la hierba verde, Como la hierba en los techos que se quema Antes de que haya crecido. 28 -’Pero conozco tu sentarte, Tu salir y tu entrar, Y tu furor contra Mí. 29 -’A causa de tu furor contra Mí, Y porque tu arrogancia ha subido hasta Mis oídos, Pondré, pues, Mi garfio en tu nariz Y Mi freno en tu boca, Y te haré volver por el camino por donde viniste.
30 ’Entonces esta será la señal para ti, Ezequías: Este año ustedes comerán lo que crezca espontáneamente; el segundo año lo que nazca de por sí, y en el tercer año siembren, sieguen, planten viñas y coman su fruto. 31 El remanente de la casa de Judá que se salve, echará de nuevo raíces por debajo y dará fruto por arriba. 32 Porque de Jerusalén saldrá un remanente, y del monte Sión sobrevivientes. El celo del SEÑOR de los ejércitos hará esto’”».
33 «Por tanto, así dice el SEÑOR acerca del rey de Asiria: “Él no entrará en esta ciudad ni lanzará allí flecha alguna; tampoco vendrá delante de ella con escudo ni levantará terraplén contra ella. 34 Por el camino que vino, por él se volverá, y no entrará en esta ciudad”, declara el SEÑOR. 35 “Porque defenderé esta ciudad para salvarla por amor a Mí mismo y por amor a Mi siervo David”».

Muerte de Senaquerib

36 Y salió el ángel del SEÑOR e hirió a 185,000 en el campamento de los asirios. Cuando los demás se levantaron por la mañana, vieron que todos eran cadáveres. 37 Entonces Senaquerib, rey de Asiria, partió y regresó a su tierra, y habitó en Nínive. 38 Y mientras él adoraba en la casa de su dios Nisroc, sus hijos Adramelec y Sarezaer lo mataron a espada y huyeron a la tierra de Ararat. Y su hijo Esar Hadón reinó en su lugar.

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Apocalipsis 7
Los 144,000 sellados
7 Después de esto, vi a cuatro ángeles de pie en los cuatro extremos de la tierra, que detenían los cuatro vientos de la tierra, para que no soplara viento alguno, ni sobre la tierra ni sobre el mar ni sobre ningún árbol. También vi a otro ángel que subía de donde sale el sol y que tenía el sello del Dios vivo. Y gritó a gran voz a los cuatro ángeles a quienes se les había concedido hacer daño a la tierra y al mar: «No hagan daño, ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que hayamos puesto un sello en la frente a los siervos de nuestro Dios».
Oí el número de los que fueron sellados: 144,000 sellados de todas las tribus de los israelitas. De la tribu de Judá fueron sellados 12,000; de la tribu de Rubén, 12,000; de la tribu de Gad, 12,000; de la tribu de Aser, 12,000; de la tribu de Neftalí, 12,000; de la tribu de Manasés, 12,000; de la tribu de Simeón, 12,000; de la tribu de Leví, 12,000; de la tribu de Isacar, 12,000; de la tribu de Zabulón, 12,000; de la tribu de José, 12,000 y de la tribu de Benjamín fueron sellados 12,000.

Los redimidos de todas las naciones

Después de esto miré, y vi una gran multitud, que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos, y lenguas, de pie delante del trono y delante del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las manos. 10 Clamaban a gran voz:

«La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero».
11 Todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono y alrededor de los ancianos y de los cuatro seres vivientes. Estos cayeron sobre sus rostros delante del trono y adoraron a Dios,
12 diciendo:

«¡Amén! La bendición, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, el honor, el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén».
13 Uno de los ancianos habló diciéndome: «Estos que están vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?». 14 Y le respondí: «Señor mío, usted lo sabe». Y él me dijo: «Estos son los que vienen de la gran tribulación, y han lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. 15 Por eso están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en Su templo; y Aquel que está sentado en el trono extenderá Su tabernáculo sobre ellos. 16 Ya no tendrán hambre ni sed, ni el sol les hará daño, ni ningún calor abrasador, 17 pues el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a manantiales de aguas de vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos».

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