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Lectura de Hoy

02-07-2024

DEVOCIONAL

Devocional: Salmos 129–131

¿Desde qué clase de “profundidad” clama el salmista en el Salmo 130:1? En otros salmos, la absoluta desesperanza de la expresión está ligada a “amigos” traicioneros y persecución abierta (Salmo 69) o a enfermedad y añoranza del hogar (Salmos 6, 42). En este caso, sin embargo, lo que ha hundido al salmista en “las profundidades” es el pecado y la culpa: “Si tú, Señor, tomaras en cuenta los pecados, ¿quién, Señor, sería declarado inocente?” (130:3).

Cuatro reflexiones:

Primero, este énfasis en la miseria de la culpa y la necesidad del perdón de Dios nos ofrece un grato contraste con algunos de los salmos que piden venganza, basando esa demanda en una alegación de que el salmista es fundamentalmente justo o recto (ver las meditaciones del 10 y el 24 de abril). Tales alegaciones apenas se pueden tomar de manera absoluta; las personas genuinamente rectas se tornan invariablemente más conscientes de su culpa personal y de su necesidad de perdón que aquéllas que se han vuelto tan viles y duras que no son capaces de detectar su propia vergüenza.

Segundo, se destaca la relación entre el perdón y el temor: “Pero en ti se halla perdón, y por eso debes ser temido” (130:4). Tal vez, en este par de líneas se nos insinúa que, en esta etapa de la historia de la redención, la seguridad del perdón de los pecados no era tan robusta como lo es a este lado de la cruz.

Más importante aún, se presenta el “temor del Señor” no sólo como el resultado del perdón, sino como una de sus metas. Confirma que el “temor del Señor” no se trata tanto de un terror servil o de esclavos (lo cual seguramente disminuiría con el perdón, en vez de aumentar) como de una reverencia santa.

Aun así, esta reverencia tiene un componente de miedo honesto. Cuando los pecadores comienzan a ver la magnitud de su pecado y a experimentar el gozo del perdón, en sus mejores momentos logran entrever lo que pudo haber sido su situación si no se les hubiera perdonado. El perdón engendra el alivio; irónicamente, también genera una reflexión sobria que se convierte en reverencia y temor piadoso, pues nunca más se podrá tomar a la ligera el pecado, ni recibir el perdón livianamente.

Tercero, el salmista entiende que lo que necesita no es perdón en abstracto, sino perdón de Dios– porque lo que él quiere y necesita es reconciliación con Dios, una comunión restaurada con él. Espera en el Señor y confía en sus promesas (130:5). Lo hace como el vigía aguarda el amanecer durante las horas de mayor temor, con la seguridad de que la llegada del alba es inevitable (130:6).

Cuarto, lo más precioso de este salmo es que, a pesar de que faltan siglos para la culminación del plan de redención, no se centra en el mecanismo, sino en Dios. “Así tú, Israel, espera al Señor. Porque en él hay amor inagotable; en él hay plena redención. él mismo redimirá a Israel de todos sus pecados” (130:7-8).

Devocional: Isaías 64
En un capítulo anterior, Isaías escribió: “Vosotros, los que invocáis al Señor, no os deis descanso; ni tampoco lo dejéis descansar, hasta que establezca a Jerusalén y la convierta en la alabanza de la tierra” (Isaías 62:6-7). Ahora, el profeta sigue su propio consejo. Isaías 64 (de forma más exacta, 63:7— 64:12) recoge una de las grandes oraciones intercesoras de las Escrituras.

La primera parte de la oración (63:7-19) comienza con una afirmación de la bondad de Dios, manifestada especialmente en el rescate de Israel en la época de Moisés. Isaías no suaviza el problema: el pueblo se rebeló tan gravemente que Dios mismo pasó a ser su enemigo (63:10). No obstante, ¿a quién podía dirigirse el profeta? Apela a su “compasión y ternura” (63:15), a su fidelidad al pacto como Padre y Redentor de su pueblo (aunque Abraham y Jacob pudiesen querer renegar del mismo, 63:16).
Sin embargo, en el capítulo 64, el profeta pronuncia una de las súplicas más desgarradoras que podemos encontrar en las Santas Escrituras: “¡Ojalá rasgaras los cielos, y descendieras! ¡Las montañas temblarían ante ti!” (64:1). Esta es nuestra única esperanza: no podemos salvarnos a nosotros mismos.

Nuestras decisiones, nuestros trucos y nuestra religión no bastarán. El propio Dios debe rasgar los cielos y bajar. Isaías no está negando la omnipresencia del Señor; más bien, está diciendo que debe intervenir activamente a favor nuestro para salvarnos, demostrando una vez más su poder, o estaremos perdidos.

No debemos pasar por alto otros tres elementos de la intercesión del profeta. Primero, nadie reconoce más claramente que Isaías que el Dios al que apela es también el Juez al que hemos ofendido. “Pero te enojas si persistimos en desviarnos de ellos. ¿Cómo podremos ser salvos? (64:5), pregunta. Esta es la raíz del problema, y la esperanza. Segundo, Isaías no sólo comprende que el pecado nos aparta de Dios, sino que también se identifica completamente con su pueblo pecador: “Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia” (64:6). Los mayores intercesores han reconocido siempre que muchas cosas los relacionan con el común de los pecadores en lugar de diferenciarlos de ellos. En cualquier caso, no dudemos en suplicar a Dios por aquellos que no lo harán por sí mismos. Tercero, Isaías comprende totalmente que si Dios nos rescata, debe hacerlo a partir de la gracia, de la misericordia, de la compasión, no porque tengamos nada que reclamarle. Eso explica el tono conmovedor de 64:8-12.

¿Cuándo hemos orado por última vez con ese entendimiento y esa pasión?.

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Josué 4
Doce piedras conmemorativas
4 Cuando todo el pueblo acabó de pasar el Jordán, el SEÑOR le dijo a Josué: «Escojan doce hombres del pueblo, uno de cada tribu, y ordénenles: “Tomen doce piedras de aquí, de en medio del Jordán, del lugar donde los pies de los sacerdotes están firmes, y llévenlas con ustedes y colóquenlas en el lugar donde han de pasar la noche”».
Josué llamó a los doce hombres que había señalado de entre los israelitas, uno de cada tribu; y Josué les dijo: «Pasen delante del arca del SEÑOR su Dios al medio del Jordán, y alce cada uno una piedra sobre su hombro, de acuerdo con el número de las tribus de los israelitas. Sea esto una señal entre ustedes, y más tarde cuando sus hijos pregunten: “¿Qué significan estas piedras para ustedes?”, entonces les responderán: “Es que las aguas del Jordán quedaron cortadas delante del arca del pacto del SEÑOR. Cuando esta pasó el Jordán, las aguas del Jordán quedaron cortadas”. Así que estas piedras servirán como recuerdo a los israelitas para siempre».
Así lo hicieron los israelitas, tal como Josué ordenó, y alzaron doce piedras de en medio del Jordán, como el SEÑOR dijo a Josué, según el número de las tribus de los israelitas. Las llevaron consigo al lugar donde acamparon y allí las depositaron. Entonces Josué colocó doce piedras en medio del Jordán, en el lugar donde habían estado los pies de los sacerdotes que llevaban el arca del pacto, y allí permanecen hasta hoy.
10 Porque los sacerdotes que llevaban el arca estuvieron parados en medio del Jordán hasta que se cumpliera todo lo que el SEÑOR había mandado a Josué que dijera al pueblo, de acuerdo con todo lo que Moisés había mandado a Josué. Y el pueblo se apresuró y pasó. 11 Cuando todo el pueblo había acabado de pasar, el arca del SEÑOR y los sacerdotes pasaron delante del pueblo.
12 Los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés pasaron en orden de batalla delante de los israelitas, tal como Moisés les había dicho. 13 Como 40,000 equipados para la guerra, pasaron delante del SEÑOR hacia los llanos de Jericó, listos para la batalla. 14 Aquel día el SEÑOR engrandeció a Josué ante los ojos de todo Israel; y le temieron, tal como habían temido a Moisés todos los días de su vida.
15 Entonces el SEÑOR habló a Josué: 16 «Ordena a los sacerdotes que llevan el arca del testimonio que suban del Jordán». 17 Josué dio órdenes a los sacerdotes y les dijo: «Suban del Jordán». 18 Y cuando los sacerdotes que llevaban el arca del pacto del SEÑOR subieron de en medio del Jordán, y las plantas de los pies de los sacerdotes salieron a tierra seca, las aguas del Jordán volvieron a su lugar y corrieron sobre todas sus riberas como antes.

Las piedras erigidas en Gilgal

19 El pueblo subió del Jordán el día diez del mes primero y acamparon en Gilgal al lado oriental de Jericó. 20 Y aquellas doce piedras que habían sacado del Jordán, Josué las erigió en Gilgal.
21 Entonces habló a los israelitas: «Cuando sus hijos pregunten a sus padres el día de mañana: “¿Qué significan estas piedras?”, 22 ustedes se lo explicarán a sus hijos y les dirán: “Israel cruzó este Jordán en tierra seca”. 23 Porque el SEÑOR su Dios secó las aguas del Jordán delante de ustedes hasta que pasaron, tal como el SEÑOR su Dios había hecho al Mar Rojo, el cual Él secó delante de nosotros hasta que pasamos, 24 para que todos los pueblos de la tierra conozcan que la mano del SEÑOR es poderosa, a fin de que ustedes teman al SEÑOR su Dios para siempre».

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Salmos 129–131
LIBRO QUINTO
Plegaria por la caída de los enemigos de Sión
Cántico de ascenso gradual.
129 «Muchas veces me han perseguido desde mi juventud», Que lo diga ahora Israel. «Muchas veces me han perseguido desde mi juventud, Pero no han prevalecido contra mí. Sobre mis espaldas araron los aradores; Alargaron sus surcos». El SEÑOR es justo; Ha cortado las ataduras de los impíos.
Sean avergonzados y vueltos atrás Todos los que odian a Sión. Que sean como la hierba en los techos, Que se seca antes de crecer; Con la cual el segador no llena su mano, Ni el recogedor de gavillas sus brazos. Que no digan los que pasan: «La bendición del SEÑOR sea sobre ustedes; Los bendecimos en el nombre del SEÑOR».

Clamor de un pecador
Cántico de ascenso gradual.


130 Desde lo más profundo, oh SEÑOR, he clamado a Ti. ¡Señor, oye mi voz! Estén atentos Tus oídos A la voz de mis súplicas. SEÑOR, si Tú tuvieras en cuenta las iniquidades, ¿Quién, oh Señor, podría permanecer? Pero en Ti hay perdón, Para que seas temido.
Espero en el SEÑOR; en Él espera mi alma, Y en Su palabra tengo mi esperanza. Mi alma espera al Señor Más que los centinelas a la mañana; Sí, más que los centinelas a la mañana. Oh Israel, espera en el SEÑOR, Porque en el SEÑOR hay misericordia, Y en Él hay abundante redención; Él redimirá a Israel De todas sus iniquidades.

Humilde confianza en Dios
Cántico de ascenso gradual; de David.


131 SEÑOR, mi corazón no es soberbio, ni mis ojos altivos; No ando tras las grandezas, Ni en cosas demasiado difíciles para mí; Sino que he calmado y acallado mi alma; Como un niño destetado en el regazo de su madre, Como un niño destetado está mi alma dentro de mí. Espera, oh Israel, en el SEÑOR, Desde ahora y para siempre.

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Isaías 64
64 ¡Oh, si rasgaras los cielos y descendieras! Si los montes se estremecieran ante Tu presencia (Como el fuego enciende el matorral, como el fuego hace hervir el agua), Para dar a conocer Tu nombre a Tus adversarios, Para que ante Tu presencia tiemblen las naciones! Cuando hiciste cosas terribles que no esperábamos, Y descendiste, los montes se estremecieron ante Tu presencia. Desde la antigüedad no habían escuchado ni puesto atención, Ni el ojo había visto a un Dios fuera de Ti Que obrara a favor del que esperaba en Él. Sales al encuentro del que se regocija en practicar la justicia, De los que se acuerdan de Ti en Tus caminos. Pero te enojaste porque pecamos; Continuamos en los pecados por mucho tiempo, ¿Y seremos salvos? Todos nosotros somos como el inmundo, Y como trapo de inmundicia todas nuestras obras justas. Todos nos marchitamos como una hoja, Y nuestras iniquidades, como el viento, nos arrastran. Y no hay quien invoque Tu nombre, Quien se despierte para agarrarse de Ti. Porque has escondido Tu rostro de nosotros Y nos has entregado al poder de nuestras iniquidades.
Pero ahora, oh SEÑOR, Tú eres nuestro Padre, Nosotros el barro, y Tú nuestro alfarero; Obra de Tus manos somos todos nosotros. No te enojes en exceso, oh SEÑOR, Ni para siempre te acuerdes de la iniquidad. Mira, te rogamos, todos nosotros somos Tu pueblo. 10 Tus ciudades santas se han vuelto un desierto; Sión se ha convertido en un desierto, Jerusalén en una desolación. 11 Nuestra casa santa y hermosa Donde te alababan nuestros padres, Ha sido quemada por el fuego Y todas nuestras cosas preciosas se han convertido en ruinas. 12 ¿Te detendrás ante estas cosas, oh SEÑOR? ¿Guardarás silencio y nos afligirás sin medida?

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Mateo 12
Jesús, Señor del día de reposo
12 Por aquel tiempo Jesús pasó por entre los sembrados en el día de reposo; Sus discípulos tuvieron hambre, y empezaron a arrancar espigas y a comer. Cuando los fariseos lo vieron, dijeron: «Mira, Tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el día de reposo».
Pero Él les contestó: «¿No han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la casa de Dios y comieron los panes consagrados, que no les era lícito comer, ni a él ni a los que estaban con él, sino solo a los sacerdotes? ¿O no han leído en la ley, que en los días de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo y están sin culpa? Pues les digo que algo mayor que el templo está aquí. Pero si ustedes hubieran sabido lo que esto significa: “MISERICORDIA QUIERO Y NO SACRIFICIO”, no hubieran condenado a los inocentes. Porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo».

Jesús sana al hombre de la mano seca

Pasando de allí, entró en la sinagoga de ellos. 10 allí estaba un hombre que tenía una mano seca. Y para poder acusar a Jesús, le preguntaron: «¿Es lícito sanar en el día de reposo?».
11 Y Él les respondió: «¿Qué hombre habrá de ustedes que tenga una sola oveja, si esta se le cae en un hoyo en el día de reposo, no le echa mano y la saca? 12 Pues, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Por tanto, es lícito hacer bien en el día de reposo».
13 Entonces Jesús dijo* al hombre: «Extiende tu mano». Y él la extendió, y le fue restaurada, sana como la otra. 14 Pero cuando los fariseos salieron, hicieron planes contra Él, para ver cómo lo podrían destruir.

Jesús, el siervo escogido

15 Pero Jesús, sabiéndolo, se retiró de allí. Y muchos lo siguieron, y los sanó a todos. 16 Y les advirtió que no revelaran quién era Él; 17 para que se cumpliera lo que fue dicho por medio del profeta Isaías, cuando dijo:
18 «ESTE ES MI SIERVO, A QUIEN HE ESCOGIDO; MI AMADO EN QUIEN SE AGRADA MI ALMA; SOBRE ÉL PONDRÉ MI ESPÍRITU, Y A LAS NACIONES PROCLAMARÁ JUSTICIA. 19 NO CONTENDERÁ, NI GRITARÁ, NI HABRÁ QUIEN EN LAS CALLES OIGA SU VOZ. 20 NO QUEBRARÁ LA CAÑA CASCADA, NI APAGARÁ LA MECHA QUE HUMEA, HASTA QUE LLEVE A LA VICTORIA LA JUSTICIA. 21 Y EN SU NOMBRE LAS NACIONES PONDRÁN SU ESPERANZA».

Jesús y Beelzebú

22 Entonces trajeron a Jesús un endemoniado ciego y mudo, y lo sanó, de manera que el mudo hablaba y veía. 23 Todas las multitudes estaban asombradas, y decían: «¿Acaso no es este el Hijo de David?». 24 Pero cuando los fariseos lo oyeron, dijeron: «Este no expulsa los demonios sino por Beelzebú, el príncipe de los demonios».
25 Conociendo Jesús sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no se mantendrá en pie. 26 Si Satanás expulsa a Satanás, está dividido contra sí mismo; ¿cómo puede entonces mantenerse en pie su reino? 27 Y si Yo expulso los demonios por Beelzebú, ¿por quién los expulsan los hijos de ustedes? Por tanto, ellos serán sus jueces. 28 Pero si Yo expulso los demonios por el Espíritu de Dios, entonces el reino de Dios ha llegado a ustedes. 29 ¿O cómo puede alguien entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata? Y entonces saqueará su casa. 30 El que no está a favor Mío, está contra Mí; y el que no recoge a Mi lado, desparrama.
31 »Por eso les digo, que todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonada. 32 Y a cualquiera que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el venidero.
33 »O hagan ustedes bueno el árbol y bueno su fruto, o hagan malo el árbol y malo su fruto; porque por el fruto se conoce el árbol. 34 ¡Camada de víboras! ¿Cómo pueden hablar cosas buenas siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. 35 El hombre bueno de su buen tesoro saca cosas buenas; y el hombre malo de su mal tesoro saca cosas malas. 36 Pero Yo les digo que de toda palabra vana que hablen los hombres, darán cuenta de ella en el día del juicio. 37 Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado».

Escribas y fariseos demandan señal

38 Entonces algunos de los escribas y fariseos dijeron a Jesús: «Maestro, queremos ver una señal de parte Tuya».
39 Pero Él respondió: «Una generación perversa y adúltera demanda señal, y ninguna señal se le dará, sino la señal de Jonás el profeta; 40 porque como ESTUVO JONÁS EN EL VIENTRE DEL MONSTRUO MARINO TRES DÍAS Y TRES NOCHES, así estará el Hijo del Hombre tres días y tres noches en el corazón de la tierra. 41 Los hombres de Nínive se levantarán con esta generación en el juicio y la condenarán, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás; y miren, algo más grande que Jonás está aquí. 42 La Reina del Sur se levantará con esta generación en el juicio y la condenará, porque ella vino desde los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón; y miren, algo más grande que Salomón está aquí.
43 »Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, pasa por lugares áridos buscando descanso y no lo halla. 44 Entonces dice: “Volveré a mi casa de donde salí”; y cuando llega, la encuentra desocupada, barrida y arreglada. 45 Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus más depravados que él, y entrando, moran allí; y el estado final de aquel hombre resulta peor que el primero. Así será también con esta generación perversa».

La madre y los hermanos de Jesús

46 Mientras Jesús aún estaba hablando a la multitud, Su madre y Sus hermanos estaban afuera, deseando hablar con Él. 47 Y alguien le dijo: «Tu madre y Tus hermanos están afuera y te quieren hablar». 48 Pero Jesús respondió al que le informó: «¿Quién es Mi madre, y quiénes son Mis hermanos?».
49 Y extendiendo la mano hacia Sus discípulos, dijo: «¡Miren, aquí están Mi madre y Mis hermanos! 50 Porque cualquiera que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos, ese es Mi hermano y Mi hermana y Mi madre».

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