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Lectura de Hoy

12-07-2024

DEVOCIONAL

Devocional: Salmos 148

Los cinco salmos de cierre empiezan con una misma palabra en Hebreo: “Aleluya”, la cual significa “Alabad al Señor”. Este salmo (Salmo 148) se destaca por la cantidad y la diversidad de seres y cosas en el universo que unen a la creación entera en alabanza. Los primeros seis versículos empiezan con ángeles y van mencionando a una serie de participantes sin conciencia que están en los cielos; los próximos seis versículos—reflejos de los primeros seis—comienzan con los participantes sin consciencia que están en la tierra y va ascendiendo hasta llegar a los seres humanos (148:7-12). Los últimos dos versículos (148:13-14) retratan al pueblo que tiene pacto con él. Algunas notas: 

(1) Siempre ha habido gente que dirige su afecto y adoración a los ángeles (Colosenses 2:18, por ejemplo), a pesar de que los ángeles son siervos juntamente con nosotros (Apocalipsis 22:8-9). Otros piensan tontamente que su destino está controlado por los astros, a pesar de que estos no son otra cosa que creación de Dios. Tanto los ángeles como las estrellas—unos con consciencia y los otros sin ella—dan testimonio de la grandeza de Dios; en ese sentido, se unen a nosotros en adoración (148:2-3). 

(2) La frase “altísimos cielos” literalmente significa “cielos de los cielos”, una manera de expresar el superlativo. La expresión “las aguas que estáis sobre los cielos” es una manera poética en hebreo de referirse a la lluvia (148:4). Ya sea que uno piense en “los cielos” como la esfera en la cual se condensa la lluvia de la atmósfera, o como la morada del Dios Todopoderoso, no hay nada que no haya sido creado: “porque él dio una orden y todo fue creado” (148:5). De manera que no hay nada que no testifique acerca del Dios Creador. 

(3) Los moradores de los océanos, la precipitación variada que riega la tierra, la furia de las tormentas desencadenadas, la majestad y belleza de las montañas y colinas, la espectacular diversidad y color y belleza de la flora y la fauna, el casi inimaginable despliegue de las aves; todos ellos dan testimonio, de manera silenciosa pero poderosa, de la bondad y grandeza de Dios. Como parte de esa creación, los seres humanos, en toda la diversidad de sus clasificaciones y etapas de vida, se unen a este coro universal de alabanza (148:11-12), no meramente porque él es más grande que nosotros, sino porque, no importa cuán enaltecido nos imaginemos que es su glorioso esplendor, es más exaltado aún, más alto que todos y todo lo creado (148:13). 

(4) Este Dios tan inimaginablemente grande no sólo ha llamado a su propio pueblo, sino que ha levantado para ellos un “cuerno” (símbolo de rey), la alabanza de todos sus fieles (148:14). Puesto que vivimos a este lado de la encarnación, muerte y resurrección de Jesús, sabemos quién es realmente el máximo Rey del linaje Davídico. Así, nuestra alabanza se une a la del resto del universo con intensidad especial y gratitud.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: Jeremías 8
En cada etapa de la descripción que Jeremías hace de la rebelión del pueblo de Dios, se reiteran algunas facetas de su pecado, otras se perfeccionan y se introducen algunas nuevas. Hoy, nos centraremos en dos de estas últimas (Jeremías 8).

En primer lugar, Jeremías se centra en la negativa del pueblo a aprender de sus errores y arrepentirse, algo totalmente antinatural. La presentación del argumento gira en torno a un juego de palabras: el término hebreo para “volverse” o “arrepentirse” es el mismo que se traduce “regresar”. El sentido es que, habitualmente, alguien que se “desvía”, es decir, que comete un error, finalmente vuelve, aprendiendo de la experiencia. Sin embargo, Israel siempre se desvía (8:4) y nunca aprende de las amargas consecuencias de sus actos. Esto se debe a que aman su pecado, “se aferran al engaño, y no quieren volver” al Señor (8:5). “Nadie se arrepiente de su maldad; nadie reconoce el mal que ha hecho” (8:6).

Aquellos que leen el Antiguo Testamento por primera vez se preguntan en ocasiones cómo se puede ser tan torpe y no aprender después de los múltiples ciclos de rebelión y castigo. Las ratas introducidas en un laberinto aprenden a adaptarse a los estímulos externos; hasta cierto punto, los niños bien educados aprenden a adecuarse a las expectativas culturales y esconden sus peores instintos. ¿Por qué no aprende Judá de la historia del reino norteño? ¿O incluso de su propia historia cuadriculada?

Aunque se puede mejorar la conducta con formación, la historia bíblica demuestra que el problema tiene relación con la naturaleza humana. Somos una raza caída. Los pecadores pecarán. Credos, pactos, votos y liturgia pueden domesticar a la bestia durante un tiempo, pero no lograrán cambiar para siempre lo que somos. La historia de Israel pone de manifiesto este concepto, no porque los israelitas sean la peor de las razas, sino porque son humanos, y caídos. Ni siquiera las personas privilegiadas, escogidas y agraciadas como ellos conseguirán escapar de la espiral negativa. ¡Qué ingenuos somos si creemos que nosotros sí podemos!

En segundo lugar, muchos de estos individuos no solo creen neciamente que son “sabios” porque “la ley del SEÑOR nos apoya” (8:8, tema común en los profetas), sino que, en este caso, el problema se agrava por “la pluma engañosa de los escribas” que “la ha falsificado” (8:8). Esta es la primera referencia a los “escribas” como clase en el Antiguo Testamento. Las personas que cumplen con la obligación de estudiar, preservar y exponer las Escrituras, las utilizan de forma errónea. Quizás toman elementos que les gustan y los combinan como les interesa, ignorando el todo; quizás elaboran inteligentes técnicas que hacen que la ley diga lo que sus presuposiciones y teología exigen. ¿Suena familiar? Repasemos la meditación del 4 de julio.

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Josué 16–17
Territorio de Efraín
17 Esta fue la suerte que le tocó a la tribu de Manasés, porque él era el primogénito de José: a Maquir, primogénito de Manasés, padre de Galaad, por cuanto era hombre de guerra, se le otorgó Galaad y Basán. También echaron suertes para el resto de los hijos de Manasés conforme a sus familias: para los hijos de Abiezer, para los hijos de Helec, para los hijos de Asriel, para los hijos de Siquem, para los hijos de Hefer y para los hijos de Semida. Estos eran los descendientes varones de Manasés, hijo de José, conforme a sus familias.
Sin embargo, Zelofehad, hijo de Hefer, hijo de Galaad, hijo de Maquir, hijo de Manasés, no tenía hijos, sino solo hijas. Estos son los nombres de sus hijas: Maala, Noa, Hogla, Milca y Tirsa. Ellas vinieron delante del sacerdote Eleazar, delante de Josué, hijo de Nun, y delante de los principales y les dijeron: «El SEÑOR mandó a Moisés que nos diera una heredad entre nuestros hermanos». Así que según el mandato del SEÑOR, Josué les dio heredad entre los hermanos de su padre.
A Manasés le tocaron diez porciones, además de la tierra de Galaad y Basán que está al otro lado del Jordán, porque las hijas de Manasés recibieron heredad entre sus hijos. Y la tierra de Galaad perteneció al resto de los hijos de Manasés.
El límite de Manasés se extendía desde Aser hasta Micmetat, que estaba al oriente de Siquem. Entonces el límite iba hacia el sur hasta los habitantes de En Tapúa. La tierra de Tapúa pertenecía a Manasés, pero Tapúa en la frontera con Manasés pertenecía a los hijos de Efraín. El límite descendía hasta el arroyo de Caná, hacia el sur del arroyo (estas ciudades pertenecían a Efraín entre las ciudades de Manasés). El límite de Manasés estaba al lado norte del arroyo, y terminaba en el mar.
10 El lado sur pertenecía a Efraín, el lado norte a Manasés y el mar era su límite. Lindaban con Aser al norte y con Isacar al oriente. 11 En Isacar y en Aser, Manasés tenía Bet Seán y sus aldeas, Ibleam y sus aldeas, los habitantes de Dor y sus aldeas, los habitantes de Endor y sus aldeas, los habitantes de Taanac y sus aldeas, y los habitantes de Meguido y sus aldeas. La tercera es Náfet. 12 Pero los hijos de Manasés no pudieron tomar posesión de estas ciudades, porque los cananeos persistieron en habitar en esa tierra. 13 Pero cuando los israelitas se hicieron fuertes, sometieron a los cananeos a trabajos forzados, aunque no los expulsaron totalmente.
14 Entonces los hijos de José hablaron a Josué: «¿Por qué me has dado solo una suerte y una porción como heredad, siendo yo un pueblo numeroso que hasta ahora el SEÑOR ha bendecido?».
15 Josué les dijo: «Si son pueblo tan numeroso, suban al bosque y limpien un lugar para ustedes allí en la tierra de los ferezeos y los refaítas, ya que la región montañosa de Efraín es muy estrecha para ustedes».
16 Los hijos de José le respondieron: «La región montañosa no es suficiente para nosotros, y todos los cananeos que viven en la tierra del valle tienen carros de hierro, tanto los que están en Bet Seán y sus aldeas, como los que están en el valle de Jezreel».
17 Pero Josué dijo a la casa de José, a las tribus de Efraín a Manasés: «Eres un pueblo numeroso y tienes gran poder. No te tocará solo una suerte, 18 sino que la región montañosa será tuya. Porque aunque es bosque, la desmontarás, y será tuya hasta sus límites más lejanos. Porque expulsarás a los cananeos, aunque tengan carros de hierro y aunque sean fuertes».

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Salmos 148
LIBRO QUINTO
Alabe la creación al SEÑOR
148 ¡Aleluya! Alaben al SEÑOR desde los cielos; Alábenlo en las alturas. Alábenlo, todos Sus ángeles; Alábenlo, todos Sus ejércitos. Alábenlo, sol y luna; Alábenlo, todas las estrellas luminosas. Alábenlo, cielos de los cielos, Y las aguas que están sobre los cielos. Alaben ellos el nombre del SEÑOR, Pues Él ordenó y fueron creados; Los estableció eternamente y para siempre, Les dio ley que no pasará.
Alaben al SEÑOR desde la tierra, Monstruos marinos y todos los abismos; Fuego y granizo, nieve y bruma; Viento tempestuoso que cumple Su palabra; Los montes y todas las colinas; árboles frutales y todos los cedros; 10 Las fieras y todo el ganado; Reptiles y aves que vuelan; 11 Reyes de la tierra y todos los pueblos; Príncipes y todos los jueces de la tierra; 12 Jóvenes y también vírgenes; Los ancianos junto con los niños.
13 Alaben ellos el nombre del SEÑOR, Porque solo Su nombre es exaltado; Su gloria es sobre tierra y cielos. 14 Él ha exaltado el poder de Su pueblo, Alabanza para todos Sus santos, Para los israelitas, pueblo a Él cercano. ¡Aleluya!

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Jeremías 8
8 «En aquel tiempo», declara el Señor, «sacarán de sus tumbas los huesos de los reyes de Judá, los huesos de sus príncipes, los huesos de los sacerdotes, los huesos de los profetas y los huesos de los habitantes de Jerusalén; los esparcirán al sol, a la luna y a todo el ejército del cielo, a quienes amaron y sirvieron, y a quienes siguieron, a quienes buscaron y adoraron. No serán recogidos ni enterrados; serán como estiércol sobre la superficie de la tierra. La muerte será escogida en lugar de la vida por todo el remanente que quede de este linaje malvado, los que queden en todos los lugares adonde los he arrojado», declara el Señor de los ejércitos. «Y les dirás: “Así dice el Señor:
‘Los que caen ¿no se levantan? El que se desvía ¿no se arrepiente? -’¿Por qué entonces este pueblo, Jerusalén, Se ha desviado en continua apostasía? Se aferran al engaño, Rehúsan volver. -’He escuchado y oído, Han hablado lo que no es recto; Ninguno se arrepiente de su maldad, Diciendo: “¿Qué he hecho?”. Cada cual vuelve a su carrera, Como caballo que se lanza en la batalla. -’Aun la cigüeña en el cielo Conoce sus estaciones, Y la tórtola, la golondrina y la grulla Guardan la época de sus migraciones; Pero Mi pueblo no conoce La ordenanza del Señor.
’¿Cómo pueden decir: “Somos sabios, Y la ley del Señor está con nosotros”, Cuando la ha cambiado en mentira La pluma mentirosa de los escribas? -’Los sabios son avergonzados, Están abatidos y atrapados; Ellos han desechado la palabra del Señor, ¿Y qué clase de sabiduría tienen? 10 -’Por tanto, daré sus mujeres a otros, Y sus campos a nuevos dueños; Porque desde el menor hasta el mayor Todos ellos codician ganancias; Desde el profeta hasta el sacerdote Todos practican el engaño. 11 -’Curan a la ligera el quebranto de la hija de Mi pueblo, Diciendo: “Paz, paz”, Pero no hay paz. 12 -’¿Se han avergonzado de la abominación que han cometido? Ciertamente no se han avergonzado, Tampoco han sabido ruborizarse. Por tanto caerán entre los que caigan, En la hora de su castigo serán derribados’, dice el Señor.
13 ‘Ciertamente los destruiré’, declara el Señor; ‘No habrá uvas en la vid, Ni higos en la higuera, Y la hoja se marchitará; Lo que les he dado, les será quitado’”». 14 ¿Por qué estamos aún sentados? Congréguense, y entremos en las ciudades fortificadas, Y perezcamos allí, Pues el Señor nuestro Dios nos hace perecer Y nos ha dado a beber agua envenenada, Porque hemos pecado contra el Señor. 15 Esperábamos paz, pero no vino ningún bien; Tiempo de curación, pero sobrevino terror. 16 Desde Dan se oye el resoplido de sus caballos; Al sonido de los relinchos de sus corceles, Tiembla toda la tierra; Vienen y devoran la tierra y cuanto hay en ella, La ciudad y los que en ella habitan. 17 «Porque Yo envío contra ustedes serpientes, áspides contra los cuales no hay encantamiento, Y los morderán», declara el Señor.

Lamento sobre Sión

18 Mi tristeza no tiene remedio, Mi corazón desfallece en mí. 19 La voz del clamor de la hija de mi pueblo desde una tierra lejana es esta: «¿No está el Señor en Sión? ¿No está su rey en ella?». «¿Por qué me han provocado con sus imágenes talladas, con ídolos extranjeros?». 20 «Pasó la siega, terminó el verano, Y nosotros no hemos sido salvados». 21 Por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo estoy quebrantado; Ando enlutado, el espanto se ha apoderado de mí. 22 ¿No hay bálsamo en Galaad? ¿No hay médico allí? ¿Por qué, pues, no se ha restablecido la salud de la hija de mi pueblo?

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Mateo 22
Parábola del banquete de bodas
22 Respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo: El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo; y envió a sus siervos a llamar a los convidados a las bodas; mas estos no quisieron venir. Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas. Mas ellos, sin hacer caso, se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios; y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron. Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad. Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos. Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis. 10 Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados.
11 Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. 12 Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció. 13 Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. 14 Porque muchos son llamados, y pocos escogidos.

La cuestión del tributo

15 Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderle en alguna palabra. 16 Y le enviaron los discípulos de ellos con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres. 17 Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no? 18 Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas? 19 Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario. 20 Entonces les dijo: ¿De quién es esta imagen, y la inscripción? 21 Le dijeron: De César. Y les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. 22 Oyendo esto, se maravillaron, y dejándole, se fueron.

La pregunta sobre la resurrección

23 Aquel día vinieron a él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, 24 diciendo: Maestro, Moisés dijo: Si alguno muriere sin hijos, su hermano se casará con su mujer, y levantará descendencia a su hermano. 25 Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos; el primero se casó, y murió; y no teniendo descendencia, dejó su mujer a su hermano. 26 De la misma manera también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo. 27 Y después de todos murió también la mujer. 28 En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será ella mujer, ya que todos la tuvieron?
29 Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios. 30 Porque en la resurrección ni se casarán ni se darán en casamiento, sino serán como los ángeles de Dios en el cielo. 31 Pero respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: 32 Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. 33 Oyendo esto la gente, se admiraba de su doctrina.

El gran mandamiento

34 Entonces los fariseos, oyendo que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una. 35 Y uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó por tentarle, diciendo: 36 Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? 37 Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 40 De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

¿De quién es hijo el Cristo?

41 Y estando juntos los fariseos, Jesús les preguntó, 42 diciendo: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David. 43 Él les dijo: ¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor, diciendo:
44 Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?
45 Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo? 46 Y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.

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