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17-08-2024

DEVOCIONAL

Devocional: 1 Samuel 9

De vez en cuando, aparece alguien que muestra un potencial excepcio- nal desde su juventud y luego cumple con las expectativas que eso genera. Pero esa no parece ser la norma. ¿Quién hubiera pensado que un descono- cido pintor de Viena se convertiría en el coloso monstruoso que el mundo conoció como Adolfo Hitler? ¿Quién hubiera pensado que un mercero fracasado de Missouri, sin educación universitaria, sería el sucesor de Roosevelt, quien soltó la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, despidió al general Douglas MacArthur y ordenó la integración racial de las fuerzas armadas?

Considera a Saúl (1 Samuel 9). Era benjamita; es decir, de la pequeña tribu que había perdido personas y prestigio en los horribles eventos de Jueces 19-21 (ver meditaciones del 5 al 7 de agosto). Ni siquiera era de un clan principal dentro de esa tribu (9:21). Físicamente, era un joven robusto que trabajaba en el campo en las tareas que su padre le asignaba, sin pretensiones (que sepamos) de gloria ni de poder. De hecho, en el siguiente capítulo la gente tiene que convencerle para que salga de su escondite entre el equipaje y acepte la aclamación que el pueblo quería darle.

Aún no es el momento de detallar todo lo que salió mal—algunas de esas cosas las mencionaré en meditaciones más adelante. Pero cualquiera que tenga al menos un mínimo conocimiento de las Escrituras sabe cuán inestable resultó ser el carácter de Saúl y lo trágico de su fin. ¿Qué debe- mos aprender?

(1) Si nos encontramos en una curva ascendente muy prometedora, debemos proponernos perseverar en las pequeñas marcas de fidelidad y humildad. Un buen inicio no garantiza un buen final.

(2) Si tenemos la responsabilidad de contratar personas, ya sean pastores y otros líderes cristianos o ejecutivos para una corporación, aunque algunos tenemos una visión a largo plazo y hay quienes son más sabios que otros, todos cometemos errores. La sencilla razón es que, aparte de todas las malas decisiones que podamos tomar, una buena se puede convertir en mala (y viceversa) porque la gente cambia.

(3) Podemos concluir que cada organización, sobre todo la iglesia local, necesita algún tipo de mecanismo para deponer de manera piadosa a los líderes que resulten ser malvados o terriblemente inadecuados. Eso no era posible en el Israel antiguo, en relación al rey. En cuanto al liderato del Nuevo Testamento, no sólo se permite, sino que se ordena.

(4) Sólo Dios sabe el final desde el principio. Después de que hayamos ejercitado nuestro mejor juicio, nada es más importante que entregarnos a Dios, buscar agradarle, intentar conformar nuestros juicios a lo que él ha revelado de sí mismo en su Palabra y confiar de manera absoluta en el Único que conoce el final desde el principio.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: Jeremías 46
La soberanía de Dios sobre todas las naciones es un tema común entre los profetas bíblicos. Es algo obvio para todos los que leen estas páginas. Sin embargo, en el mundo antiguo, casi todos los pueblos tenían sus propios dioses. Así pues, cuando iban a la guerra, oraban a ellos; si una nación caía derrotada, sus dioses también. Quedaba claro que no eran tan fuertes como los de los vencedores.
No obstante, el Dios de Israel sigue diciendo que él gobierna sobre todo el universo, sobre todos los pueblos. No es una deidad tribal en el sentido de que pertenezca exclusivamente a los israelitas. Esta es la razón por la que, en muchos capítulos de Isaías y Jeremías, el Señor afirma que él mismo es quien levanta a Asiria y Babilonia para castigar a Israel. En otras palabras, la derrota de este no indica la de Dios. Todo lo contrario: él sigue declarando que, si Israel es derrotado y castigado, es sólo porque él lo ha ordenado, y lo hace utilizando justo a las naciones que Israel teme.
Sin embargo, existen otros factores para tener en cuenta. Dios usa a estas naciones paganas, pero también les exige responsabilidades. Por supuesto, no se puede esperar de ellas una obediencia absoluta a toda la ley de Moisés, pues no forman parte de la comunidad del pacto, pero el Señor las somete a un modelo de decencia y justicia básica. Así pues, después de utilizar a Asiria para castigar al reino norteño de Israel, Dios se vuelve contra ella por su arrogancia (Isaías 10:5ss.; véase la meditación del 12 de mayo). Del mismo modo, algunos de los profetas de Israel pronuncian palabras de juicio y advertencia, a veces de esperanza, contra las naciones vecinas sobre las que su propio Dios es totalmente soberano. Es lo que encontramos en Jeremías 46—51 y otros partes de la Escritura (p. ej., Isaías 13—23; Ezequiel 25—32; Amós 1:3—2:3).
El capítulo que nos ocupa (Jeremías46) comienza la sección más larga con una palabra del Señor relativa a Egipto. La primera parte (46:2-12) detalla su derrota decisiva en la batalla de Carquemis en 605 a.C., a raíz de la cual Babilonia pasó a dominar la región. La segunda parte (46:13-26) anuncia otra derrota más de Egipto ante los babilonios, comandados esta vez por Nabucodonosor. Se refiere con casi toda seguridad al mismo ataque predicho en 43:10, parte de la razón por la que los judíos que permanecieron en Judá no debían descender a Egipto (como hicieron, alrededor de 586). Las Escrituras no recogen este episodio, pero existen inscripciones que prueban que Nabucodonosor invadió Egipto en una expedición de castigo en 568—567.
¿Por qué se incluyó este capítulo en el libro en este momento?

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
1 Samuel 9
Saúl y Samuel
9 Había un hombre de Benjamín que se llamaba Cis, hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, hijo de un benjamita, un hombre poderoso e influyente.  Tenía un hijo que se llamaba Saúl, joven y bien parecido. No había nadie más bien parecido que él entre los israelitas; de los hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo.  Las asnas de Cis, padre de Saúl, se habían perdido, por lo cual Cis dijo a su hijo Saúl: «Toma ahora contigo uno de los criados, levántate, y ve en busca de las asnas».  Saúl pasó por la región montañosa de Efraín y recorrió la tierra de Salisa, pero no las hallaron. Luego pasaron por la tierra de Saalim, pero no estaban allí. Después atravesaron la tierra de los benjamitas, pero tampoco las encontraron.

Cuando llegaron a la tierra de Zuf, Saúl dijo al criado que estaba con él: «Ven, regresemos, no sea que mi padre deje de preocuparse por las asnas y se angustie por nosotros».  El criado le respondió: «Mira, en esta ciudad hay un hombre de Dios, el cual es tenido en alta estima; todo lo que él dice se cumple sin falta. Vayamos ahora, quizá pueda orientarnos acerca de la jornada que hemos emprendido».  Entonces Saúl dijo a su criado: «Pero, si vamos, ¿qué le llevaremos al hombre? Porque el pan de nuestras alforjas se ha acabado y no hay presente para llevar al hombre de Dios. ¿Qué tenemos?».  Y el criado volvió a responder a Saúl: «Aquí tengo la cuarta parte de un siclo (unos 3 gramos) de plata; se lo daré al hombre de Dios, y él nos indicará nuestro camino».  (Antiguamente en Israel, cuando uno iba a consultar a Dios, decía: «Vengan, vamos al vidente»; porque al que hoy se le llama profeta, antes se le llamaba vidente). 

10  Entonces Saúl dijo a su criado: «Bien dicho; anda, vamos». Y fueron a la ciudad donde estaba el hombre de Dios.
11 Según subían por la cuesta de la ciudad, se encontraron con unas muchachas que salían a sacar agua y les preguntaron: «¿Está aquí el vidente?». 12  Y ellas les respondieron: «Sí, él va delante de ustedes. Apresúrense ahora, pues ha venido a la ciudad porque el pueblo tiene hoy un sacrificio en el lugar alto. 

13  Cuando entren en la ciudad lo encontrarán antes que suba al lugar alto a comer, pues el pueblo no comerá hasta que él llegue, porque él tiene que bendecir el sacrificio; después comerán los convidados. Suban ahora, que lo encontrarán enseguida». 14  Ellos, pues, subieron a la ciudad. Cuando entraban a la ciudad, Samuel salía hacia ellos para subir al lugar alto.
15 Ahora bien, un día antes de la llegada de Saúl, el Señor había revelado esto a Samuel: 16  «Mañana como a esta hora te enviaré un hombre de la tierra de Benjamín, lo ungirás para que sea príncipe sobre Mi pueblo Israel, y él librará a Mi pueblo del dominio de los filisteos. Porque Yo he visto la aflicción de Mi pueblo, pues su clamor ha llegado hasta Mí». 17  Cuando Samuel vio a Saúl, el Señor le dijo: «Este es el hombre de quien te hablé. Él gobernará a Mi pueblo».

18 Entonces Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta y le dijo: «Le ruego que me enseñe dónde está la casa del vidente». 19  Respondió Samuel a Saúl: «Yo soy el vidente. Sube delante de mí al lugar alto, pues hoy comerás conmigo, y por la mañana te dejaré ir y te declararé todo lo que está en tu corazón. 20  En cuanto a tus asnas que se perdieron hace tres días, no te preocupes por ellas pues han sido halladas. Y ¿para quién es todo lo deseable en Israel? ¿No es para ti y para toda la casa de tu padre?». 21  Saúl respondió: «¿No soy yo benjamita, de la más pequeña de las tribus de Israel, y no es mi familia la menos importante de todas las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué, pues, me habla de esta manera?».

22 Entonces Samuel tomó a Saúl y a su criado, los llevó a la sala y les dio un lugar a la cabecera de los invitados, que eran unos treinta hombres. 23  Y Samuel dijo al cocinero: «Trae la porción que te di, de la cual te dije: “Ponla aparte”». 24  Entonces el cocinero alzó el pernil con lo que estaba en él y lo colocó delante de Saúl. Y Samuel dijo: «Esto es lo que estaba reservado. Ponlo delante de ti y come, porque ha sido guardado para ti hasta el momento señalado, ya que dije: He invitado al pueblo». Y Saúl comió con Samuel aquel día.

25 Cuando descendieron del lugar alto a la ciudad, Samuel habló con Saúl en el terrado. 26  Se levantaron temprano, y al romper el alba Samuel llamó a Saúl en el terrado y le dijo: «Levántate, para que yo te despida». Saúl se levantó, y ambos, Saúl y Samuel, salieron a la calle. 27  Mientras descendían a las afueras de la ciudad, Samuel dijo a Saúl: «Dile al criado que pase delante de nosotros y siga, pero tú quédate para que yo te declare la palabra de Dios»

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Romanos 7
LIBRO QUINTO
Analogía tomada del matrimonio
7¿Acaso ignoran, hermanos, (pues hablo a los que conocen la ley), que la ley tiene jurisdicción sobre una persona mientras vive? 2  Pues la mujer casada está ligada por la ley a su marido mientras él vive; pero si su marido muere, queda libre de la ley en cuanto al marido. 3  Así que, mientras vive su marido, será llamada adúltera si ella se une a otro hombre; pero si su marido muere, está libre de la ley, de modo que no es adúltera aunque se una a otro hombre.

4 Por tanto, hermanos míos, también a ustedes se les hizo morir a la ley por medio del cuerpo de Cristo, para que sean unidos a otro, a Aquel que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. 5  Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas despertadas por la ley, actuaban en los miembros de nuestro cuerpo a fin de llevar fruto para muerte. 6  Pero ahora hemos quedado libres de la ley, habiendo muerto a lo que nos ataba, de modo que sirvamos en la novedad del Espíritu y no en el arcaísmo de la letra.7  ¿Qué diremos entonces? ¿Es pecado la ley? ¡De ningún modo! Al contrario, yo no hubiera llegado a conocer el pecado si no hubiera sido por medio de la ley. Porque yo no hubiera sabido lo que es la codicia, si la ley no hubiera dicho: «No codiciaras». 

8  Pero el pecado, aprovechándose del mandamiento, produjo en mí toda clase de codicia. Porque aparte de la ley el pecado está muerto.9  En un tiempo yo vivía sin la ley, pero al venir el mandamiento, el pecado revivió, y yo morí; 10  y este mandamiento, que era para vida, a mí me resultó para muerte; 11  porque el pecado, aprovechándose del mandamiento, me engañó, y por medio de él me mató. 

12  Así que la ley es santa, y el mandamiento es santo, justo y bueno.13  ¿Entonces lo que es bueno vino a ser causa de muerte para mí? ¡De ningún modo! Al contrario, fue el pecado, a fin de mostrarse que es pecado al producir mi muerte por medio de lo que es bueno, para que por medio del mandamiento el pecado llegue a ser en extremo pecaminoso. 14  Porque sabemos que la ley es espiritual, pero yo soy carnal, vendido a la esclavitud del pecado.15  Porque lo que hago, no lo entiendo. Porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago. 

16  Y si lo que no quiero hacer, eso hago, estoy de acuerdo con la ley, reconociendo que es buena. 17  Así que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí.18  Porque yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno. Porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. 19  Pues no hago el bien que deseo, sino el mal que no quiero, eso practico. 

20  Y si lo que no quiero hacer, eso hago, ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que habita en mí.21  Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí. 22  Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, 23  pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros.

24  ¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? 25  Gracias a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que yo mismo, por un lado, con la mente sirvo a la ley de Dios, pero por el otro, con la carne, a la ley del pecado.

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Jeremías 46
Profecía sobre Egipto

46 Lo que vino como palabra del Señor al profeta Jeremías acerca de las naciones. 2  A Egipto, acerca del ejército de Faraón Necao, rey de Egipto, que estaba junto al Río Éufrates en Carquemis, al cual derrotó Nabucodonosor, rey de Babilonia, en el año cuarto de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá:

3  «¡Preparen escudo y broquel,
Y avancen hacia la batalla!
4  ¡Aparejen los caballos,
Monten los corceles!
¡Preséntense con los cascos puestos!
¡Tengan bruñidas las lanzas,
Vístanse las corazas!

5  ¿Pero qué es lo que veo?
Están aterrados,
Retroceden,
Y sus valientes están derrotados.
En la huida buscan refugio
Sin mirar atrás.
Hay terror por todas partes»,
Declara el Señor.
6  Que no pueda huir el ligero,
Ni escapar el poderoso.
En el norte, junto al Río Éufrates,
Han tropezado y caído.

7  ¿Quién es este que sube como el Nilo,
Cuyas aguas se agitan como ríos?
8  Es Egipto que sube como el Nilo,
Cuyas aguas se agitan como ríos,
Y ha dicho: «Subiré y cubriré esa tierra;
Ciertamente destruiré la ciudad y sus habitantes».
9  Suban, caballos, y corran furiosos, carros,
Para que avancen los poderosos:
Etiopía y Put, que manejan escudo,
Y los de Lud, que manejan y entesan el arco.

10  Pero aquel día es para el Señor, Dios de los ejércitos,
Día de venganza, para vengarse de Sus enemigos;
La espada devorará y se saciará
Y se empapará con su sangre;
Pues habrá una matanza para el Señor, Dios de los ejércitos,
En la tierra del norte, junto al Río Éufrates.
11  Sube a Galaad y consigue bálsamo,
Virgen, hija de Egipto.
En vano has multiplicado los remedios;
No hay curación para ti.
12  Han oído las naciones de tu afrenta,
Y tu clamor llena la tierra;
Porque guerrero con guerrero ha tropezado,

Y a una han caído ambos.13  Palabra que el Señor habló al profeta Jeremías acerca de la venida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, para herir la tierra de Egipto:

14  «Anuncien en Egipto y háganlo oír en Migdol,
Háganlo oír también en Menfis y en Tafnes;
Digan: “Ponte en pie y prepárate,
Porque la espada ha devorado a los que te rodean”.
15  ¿Por qué han quedado postrados tus valientes?
No se mantienen en pie porque el Señor los ha derribado.
16  Han tropezado muchas veces;
En verdad, han caído uno sobre otro.
Entonces dijeron: “Levántate y volvamos
A nuestro pueblo y a nuestra tierra natal,
Ante la espada opresora”.

17  Allí gritaron: “Faraón, rey de Egipto, es solo un gran ruido;
Ha dejado pasar el tiempo señalado”.
18  Vivo Yo», declara el Rey
Cuyo nombre es el Señor de los ejércitos,
«Que ciertamente como se destaca el Tabor entre los montes,
O el Carmelo junto al mar, así será el que ha de venir.
19  Prepara tu equipaje para el destierro,
Hija que moras en Egipto,
Porque Menfis será convertida en desolación,
Incendiada y despoblada.

20  Novilla hermosa es Egipto,
Pero un tábano del norte viene; ya está al venir.
21  También sus mercenarios en medio de ella
Son como becerros engordados;
Porque también ellos se han vuelto atrás,
Y a una han huido, no resistieron;
Porque el día de su ruina ha venido sobre ellos,
La hora de su castigo.

22  Se oye su sonido como el de una serpiente,
Pues el enemigo avanza como un ejército.
Vienen contra ella con hachas, como leñadores.
23  Talan su bosque», declara el Señor,
«Aunque sea impenetrable,
Aunque sean más numerosos que las langostas,
Innumerables.

24  Es avergonzada la hija de Egipto,
Es entregada al poder del pueblo del norte».25  Dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: «Voy a castigar a Amón de Tebas, a Faraón y a Egipto junto con sus dioses y sus reyes; a Faraón y a los que en él confían. 26  Y los entregaré en manos de los que buscan su vida, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en manos de su siervo. Pero después será habitado como en los días de antaño», declara el Señor.27  «Pero tú no temas, siervo Mío Jacob,

Ni te atemorices, Israel;
Porque te salvaré de lugar remoto,
Y a tu descendencia de la tierra de su cautiverio.
Y volverá Jacob, y estará tranquilo
Y seguro, y nadie lo atemorizará.
28  Tú no temas, siervo Mío Jacob», declara el Señor,
«Porque Yo estoy contigo;
Pues acabaré con todas las naciones
Adonde te he expulsado,
Pero no acabaré contigo,
Sino que te castigaré con justicia,
Pero de ninguna manera te dejaré sin castigo».

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Salmos 22
Grito de angustia y canto de alabanzaPara el director del coro; sobre Ajelet Hasahar.
Salmo de David.
22 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor?
2  Dios mío, de día clamo y no respondes;
Y de noche, pero no hay para mí reposo.
3  Sin embargo, Tú eres santo,
Que habitas entre las alabanzas de Israel.

4  En Ti confiaron nuestros padres;
Confiaron, y Tú los libraste.
5  A Ti clamaron, y fueron librados;
En Ti confiaron, y no fueron decepcionados.6  Pero yo soy gusano, y no hombre;
Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo.
7  Todos los que me ven, de mí se burlan;
Hacen muecas con los labios, menean la cabeza, diciendo:

8  Que se encomiende al Señor; que Él lo libre;
Que Él lo rescate, puesto que en Él se deleita.9  Porque Tú me sacaste del seno materno;
Me hiciste confiar estando a los pechos de mi madre.
10  A Ti fui entregado desde mi nacimiento;
Desde el vientre de mi madre Tú eres mi Dios.
11  No estés lejos de mí, porque la angustia está cerca,
Pues no hay nadie que ayude.

12  Muchos toros me han rodeado;
Toros fuertes de Basán me han cercado.
13  Ávidos abren su boca contra mí,
Como un león que despedaza y ruge.
14  Soy derramado como agua,
Y todos mis huesos están descoyuntados;
Mi corazón es como cera;
Se derrite en medio de mis entrañas.

15  Como un tiesto se ha secado mi vigor,
Y la lengua se me pega al paladar;
Me has puesto en el polvo de la muerte.
16  Porque perros me han rodeado;
Me ha cercado cuadrilla de malhechores;
Me horadaron las manos y los pies.
17  Puedo contar todos mis huesos;
Ellos me miran, me observan.

18  Se reparten entre sí mis vestidos,
Y sobre mi ropa echan suertes.19  Pero Tú, oh Señor, no estés lejos;
Fuerza mía, apresúrate a socorrerme.
20  Libra mi alma de la espada,
Mi única vida de las garras del perro.
21  Sálvame de la boca del león
Y de los cuernos de los búfalos; respóndeme.

22  Hablaré de Tu nombre a mis hermanos;
En medio de la congregación te alabaré.
23  Los que temen al Señor, alábenlo;
Descendencia toda de Jacob, glorifíquenlo,
Témanlo, descendencia toda de Israel.
24  Porque Él no ha despreciado ni aborrecido la aflicción del angustiado,
Ni le ha escondido Su rostro;
Sino que cuando clamó al Señor, lo escuchó.

25  De Ti viene mi alabanza en la gran congregación;
Mis votos cumpliré delante de los que le temen.
26  Los pobres comerán y se saciarán;
Los que buscan al Señor, lo alabarán.
¡Viva para siempre el corazón de ustedes!
27  Todos los términos de la tierra se acordarán y se volverán al Señor,
Y todas las familias de las naciones adorarán delante de Ti.

28  Porque del Señor es el reino,
Y Él gobierna las naciones.
29  Todos los grandes de la tierra comerán y adorarán;
Se postrarán ante Él todos los que descienden al polvo,
Aun aquel que no puede conservar viva su alma.
30  La posteridad le servirá;
Esto se dirá del Señor hasta la generación venidera.
31  Vendrán y anunciarán Su justicia;
A un pueblo por nacer, anunciarán que Él ha hecho esto.

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