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Plantación de iglesias: 5 mitos y verdades

El concepto de plantar iglesias se está volviendo más y más popular. Esto es digno de celebración. Vemos a más personas preocupadas por la misión de la iglesia, la evangelización y el establecimiento de nuevas comunidades de discípulos que proclamen y demuestren el poder del evangelio.

Sin embargo, este crecimiento por la plantación de iglesias también viene acompañado de algunas ideas erradas sobre esta tarea. Hemos visto a personas emprendiendo una nueva plantación, pero parten desde el principio con algún desvío en su entendimiento de qué es la iglesia y cuál es nuestra misión. En otros casos, se hace evidente que los motivos para plantar se desvían de lo que las Escrituras demandan de los ancianos en una iglesia local. 

Estos errores y desvíos en nuestro corazón nacen de mitos que hemos creído erróneamente sobre la plantación de iglesias, algunos de los cuales yo también he creído en algún momento. Estos son los más comunes que conozco y la verdad que debemos conocer sobre ellos para rechazarlos:

Mito #1: “Plantar una iglesia es alquilar un edificio, comprar un equipo de sonido, y convocar a gente a servicios dominicales”.

El entendimiento común de qué es una iglesia suele ser deficiente. Pensamos que la iglesia es solo un evento dominical en un edificio especial y no debería sorprendernos que los que quieren plantar iglesias cometan el mismo error. 

La reunión de la iglesia local en un edificio es importante, pero no es lo único que la iglesia es y hace. La iglesia local está conformada por sus miembros e involucra a un liderazgo: ancianos desarrollados, capaces, con carácter bíblico y habilidades para instruir, liderar y supervisar la iglesia (1 Ti 3:1-8). El concepto bíblico de la iglesia local incluye también una comunidad obediente a las Escrituras (He 10:23-25), cuyo fundamento vemos en todos los pasajes que nos hablan de nuestros deberes los unos a los otros. La iglesia local también incluye la participación en la misión de Dios, específicamente la proclamación del evangelio y hacer nuevos discípulos de Jesús (Mt 28:18-20).

Verdad #1: Plantar una iglesia es reunir a nuevos discípulos de Jesús para juntos obedecer a Dios en todo lo que consiste ser una iglesia en un nuevo lugar.

Mito #2: “Plantar una iglesia es generarle competencia a mi iglesia actual”.

Uno de los impedimentos principales a la plantación de iglesias es ver a otras iglesias como competencias para la nuestra. Además de desalentar a muchos pastores para la plantación de iglesias, esta actitud también confunde el testimonio público de la iglesia. 

Es importante ser claros: solo hay una Iglesia de Jesucristo (Col 1:18), no hay múltiples. Todos los cristianos pertenecen a esa Iglesia con i mayúscula (1 Co 12:27), mientras que las iglesias locales son manifestaciones de esa misma Iglesia. Entonces, cuando alguien pasa de una iglesia local a otra, la Iglesia de Jesucristo no pierde nada en realidad.

Si creemos que plantar iglesias le va a generar competencia a nuestra iglesia local, no es la Iglesia de Jesucristo lo que realmente nos preocupa.

Por debajo de la actitud que mira a otras iglesias como competencia para la nuestra, no suele haber una preocupación genuina por las ovejas de Jesucristo. Más bien, está la tentación constante de proteger nuestro propio reino y no el de Jesús. Todos los líderes somos tentados con esto. Vemos las luces, la plataforma, y el poder que nos ofrece predicar semana a semana y, de repente, terminamos cegados y perdemos de vista nuestra misión verdadera. Como vemos a otras iglesias como nuestra competencia estamos más preocupados por nuestro protagonismo, el tamaño de nuestra iglesia local, nuestra influencia y nuestra voz.

Reconozco que es difícil, pero muy necesario, aceptar que si creemos que plantar iglesias le va a generar competencia a nuestra iglesia local, no es la Iglesia de Jesucristo lo que realmente nos preocupa. Nuestra lealtad no está dirigida a Jesús. Más bien, está dirigida a nosotros mismos y a nuestros pequeños reinos.

Plantar iglesias es buscar que nuestro Señor sea alabado más ampliamente por más personas. Esta es la forma principal en la que los discípulos de Jesús participaron en la expansión del evangelio. El libro de Hechos está dedicado a contar cómo los apóstoles buscaron cumplir con la misión dada por Jesús y plantaron iglesias. No hicieron esto buscando protagonismo, ni para tener “sus iglesias” personales, sino para ver a más personas confesar la fe en Jesús, adorarle y participar en Su misión.

Verdad #2: Plantar iglesias es ver a la Iglesia de Jesucristo crecer, aún si “nuestra iglesia” no crece.

Mito #3: “No debemos plantar más iglesias porque ya hay demasiadas”. 

Este es quizás el mito más común que escucho. Hay algunos lugares en América Latina que ya tienen muchas iglesias. Por eso cuando hablamos con otras personas sobre la plantación de Iglesia Reforma en Guatemala, muchos nos dijeron: “¿OTRA IGLESIA?”

Tengo dos inquietudes con este mito. La primera es: ¿Cómo sabemos cuántas iglesias realmente son demasiadas o suficientes? A la hora de definir cuántas iglesias son suficientes, pocos tienen una respuesta contundente. Mientras haya incrédulos en nuestros países, siempre habrá necesidad de nuevas iglesias. 

Mi segunda inquietud es que muchas personas lamentan la plantación de nuevas iglesias porque tienen una idea deficiente de lo que es la iglesia (mira de nuevo el mito #1). Si creemos que una iglesia es solo un edificio nuevo con una experiencia religiosa dominical y que, en el peor de los casos, existe para exprimir las ofrendas de la gente para que el pastor pueda tener una vida más cómoda… ¡Por supuesto que no queremos más de esas iglesias!

Cuando tenemos verdaderas iglesias que proclaman el evangelio y procuran el bienestar de su prójimo, esto es de provecho para nuestras ciudades.

Pero si plantar una iglesia es reunir a nuevos discípulos de Jesús que amen a Dios sobre todas las cosas, proclamen el evangelio, y amen y sirvan a su prójimo como a sí mismos, entonces lo mejor que podríamos hacer por nuestras ciudades es llenarlas de Iglesias. De hecho, cuando tenemos verdaderas iglesias que proclaman el evangelio y procuran el bienestar de su prójimo, esto es de provecho para nuestras ciudades (Jer. 29:4-9). 

Verdad #3: Siempre hay necesidad de plantar nuevas iglesias.

Mito #4: “Plantaré una iglesia para que la iglesia sea como me gusta”.

A Dios debemos complacer con nuestras iglesias. Sin embargo, vivir en una época consumista nos lleva a creer que la iglesia existe para satisfacer nuestros deseos. Así reducimos a la iglesia a un proveedor de servicios religiosos y, cuando no nos gustan los servicios que nos presta, amenazamos con plantar otra. Lamentablemente, quienes estamos en el ministerio también podemos tener esa actitud equivocada.

Muchos líderes piensan que si pudieran plantar una iglesia, por fin podrían tener una iglesia como a ellos les gustaría. Piensan que cantarán la música que más les gusta, predicarán de una forma distinta y organizarán a la iglesia de una forma más amigable. Algunos quieren plantar una iglesia que sea más orgánica y otros para que sea más “profesional”.

Ninguno de nosotros carece de preferencias de este tipo y ellas no son malas en sí mismas.  Sin embargo, al enfocarnos tanto en las preferencias, solemos estar jugando con las dinámicas de una organización o un evento y no realmente plantando una iglesia. A menudo nuestras preferencias están más enfocadas en cuestiones secundarias, relacionadas con las experiencia que la gente tendrá en la reunión dominical, y no en lo que Dios realmente demandó de la iglesia como asuntos de primera importancia (cp. Éx 20:3-61 P 2:9-10).

Si vas a plantar una iglesia según tus caprichos, te sorprenderás de cuán poca gente comparte tus gustos.

A final de cuentas, cuando nuestros métodos supuestamente atractivos forman el núcleo central de la plantación, terminamos excluyendo a todas las personas a quienes no les agrada nuestro método. Si vas a plantar una iglesia según tus caprichos, te sorprenderás de cuán poca gente comparte tus gustos. Adicionalmente, la gente terminaría congregándose en la iglesia primeramente por sus gustos y no por su mensaje.

Pero cuando lo central en nuestras iglesias es el mensaje del evangelio y nos mantenemos fieles a una familia local de creyentes aun cuando no nos gustan tantos algunos métodos, demostramos precisamente la unidad que hay en el Espíritu (Col 3:12-14). Eso testifica del poder del evangelio que supera cualquier gusto que podamos tener. 

Verdad #4: Somos llamados a plantar iglesias para que ellas puedan ser como a Dios le gusta.

Mito #5: “Los métodos que usamos no importan. Mientras el mensaje sea correcto y la iglesia crezca, somos exitosos”.

No quisiera dar a entender por el mito anterior que los métodos o forma de conducirnos no importan. Al contrario, importan mucho. De la misma manera en que nuestras obras como cristianos deben ser coherentes con la fe que proclamamos, nuestros métodos como iglesia deben ser coherentes con el mensaje que predicamos.

Muchas iglesias, sin darse cuenta, aplican métodos incoherentes con su mensaje:

  • Proclamamos un mensaje de gracia y misericordia, pero en nuestro trato con la gente empleamos la ley y la culpa.

  • Proclamamos que la iglesia es una familia, pero en nuestros métodos la tratamos más como clientes.

  • Proclamamos que Dios da el crecimiento de la iglesia, pero exigimos que el staff genere crecimiento en sus ministerios.

  • Proclamamos que Dios ama a los débiles, vulnerables, pobres, quebrantados, pero le damos preferencia a los fuertes, sabios y ricos (Stg 2:1-4).

  • Proclamamos lo importante que es la misión de la iglesia, pero entre semana nadie hace nada por conocer a sus vecinos porque siempre están ocupados en la iglesia.

  • Proclamamos lo destructivo que es el pecado, pero le tenemos miedo a la confrontación amorosa a los hermanos en Cristo.

  • Proclamamos lo importante que es la verdad y transparencia, pero pasamos mucho de nuestro tiempo en politiquería eclesiástica y solo chismeando de otros.

Mis hermanos, ¡esto no debe ser así! A Dios le importan nuestros métodos tanto como nuestro mensaje (1 Co 10:31). Por tanto, es imperativo que cada iglesia no solo evalúe su doctrina, sino también sus métodos y forma de conducirse a la luz de su doctrina. Nuestros métodos siempre están respaldando o subvirtiendo el mensaje que predicamos.

Lo sé por experiencia. No comparto estos mitos porque tengo las respuestas a ellos, sino más bien porque los creí y viví sus resultados funestos y los he combatido en mi propio ministerio. Toda iglesia lucha con estas confusiones, porque incluso en nuestra nobleza y ambición por cumplir con la misión seguimos siendo personas quebrantadas, rebeldes, y propensas a la idolatría. Pero al final de todo, cuando vemos para atrás y celebramos la fidelidad de Dios en nuestras iglesias, y vemos la perseverancia de la Iglesia de Jesucristo, no nos queda otra opción que darle gloria a Él, quien nos ha mantenido fieles a pesar de nuestra tendencia a caer en estos mitos.

Oremos para que Él nos ayude en nuestra misión.

Verdad #5: Nuestro métodos importan mucho y necesitamos depender del Señor en la plantación de iglesias.

<strong>Justin Burkholder</strong>

Justin Burkholder es miembro del concilio de Coalición por el Evangelio. Junto a su esposa sirven como misioneros en Guatemala con TEAM (The Evangelical Alliance Mission). Sirve como uno de los pastores en Iglesia Reforma y como Director de México y Centro América para TEAM. Es el autor de Sobre la Roca: un modelo para iglesias que plantan iglesias. Tienen tres hijas. Puedes seguirlo en Twitter o visitar su blog.

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