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Lectura de Hoy

25-10-2023

Devocional

Devocional: Daniel 10

Los tres últimos capítulos de Daniel se dedican en general a la visión final, la de un mensajero celestial y su revelación (Daniel 10:1—12:13). Este capítulo (Daniel 10) establece el entorno. La fecha es el 537 a.C. El primer grupo de exiliados ya ha regresado a Jerusalén. El recordatorio de que el nombre asignado a Daniel es Beltsasar y la mención de Ciro vinculan este capítulo a 1:7, 21. El escenario incluye varios rasgos extraordinarios:

(1) El mensajero celestial es más radiante que Gabriel y más poderoso que Miguel (únicos ángeles que se nombran en todas las Escrituras) y tiene el poder de fortalecer a Daniel.

(2) Lejos de sentirse entusiasmado por la experiencia, Daniel se siente tan extenuado, tan falto de energía y hasta de palabras y conciencia, que por tres veces el visitante de parte de Dios lo tiene que revivir. Cf. Deuteronomio 5:26Hechos 9:822:11. Según escribe Joyce Baldwin, todo esto “es un recordatorio saludable de la majestad de nuestro Dios y de la condescendencia tan asombrosa de la encarnación”.

(3) Daniel es un hombre al que Dios tiene en alta estima (10:11, 19). El pensamiento es pasmoso. ¿Qué no daría cualquier cristiano serio por un elogio similar? ¿Acaso no nos enseña Jesús que debemos perseguir el: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel!” (Mateo 25:21)?

(4) El retraso de tres semanas (10:12-14) revela conflicto en los lugares celestes. El príncipe de Persia es, al parecer, algún ser angélico vinculado con Persia; de manera similar, el príncipe de Grecia (10.20). Miguel, “uno de los príncipes de primer rango” (10:13) es “vuestro [de Israel] capitán” (10:21). La jerarquía de los seres angelicales no está gobernada por las relaciones de sus contrapartidas terrenales. Así como hay guerra entre el bien y el mal en la tierra, también la hay en el cielo. Del mismo modo que la observación de las personas y los poderes terrenales pueden conducir al incauto a concluir que Dios no tiene realmente el control, el retraso en los movimientos de los ángeles también ha hecho que los imprudentes lleguen a pensar que Dios no controla tampoco el cielo de una forma real, dadas las contingencias evidentes de las que, por lo general, nosotros no somos conscientes. Pero esto es sacar una conclusión que las Escrituras descartan por completo. Nabucodonosor aprendió bien la lección: “Dios hace lo que quiere con los poderes celestiales y con los pueblos de la tierra” (Daniel 4:35, cursivas añadidas). Existe una terrible guerra en marcha, pero ocurre bajo la soberanía de Dios; en su afirmación del completo dominio divino, el texto insiste: “Ninguno de los pueblos de la tierra merece ser tomado en cuenta […]. No hay quien se oponga a su poder” (4:35). Así que hay espacio para el conflicto, para la resolución, para la perseverancia… y para la fe y la confianza completa.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.

Devocional: 1 Timoteo 3

En el Nuevo Testamento, se mencionan dos oficios eclesiales explícitos. Por un lado, hay pastores (palabra que surge del latín), a quienes también se les llama ancianos obispos. Por el otro, hay diáconos. Fue en el siglo II, cuando los obispos se convirtieron en una especie de tercer rango de autoridad eclesial, supervisando a varios pastores/ancianos bajo su cuidado.

De manera que, cuando Pablo esboza brevemente los criterios para ser “obispo” (1 Timoteo 3:1-7), en realidad está supliendo los criterios del pastor. Una breve reflexión sobre algunos de sus puntos nos podría ayudar:

(1) En cierto nivel, las pautas que provee Pablo no son particularmente elevadas o difíciles. No dice nada sobre una educación exclusiva, cierto tipo de personalidad, pertenecer a los sectores aristocráticos de la sociedad o demostrar una capacidad especial de liderazgo. La lista incluye cualidades como no emborracharse, no ser pendenciero y otras parecidas.

(2) Con la excepción de sólo dos de los requisitos, todo lo demás en la lista se le exige también a todos los cristianos. Por ejemplo, si el obispo debe ser “hospitalario” (3:2), lo mismo se le ordena a todos los creyentes en Hebreos 13:2. Si un pastor cristiano no debe ser “dado al vino” (3:3), tampoco debería serlo cualquier otro cristiano. En otras palabras, lo que debe caracterizar en primera instancia a los pastores cristianos es que demuestran los tipos de gracia y señales de madurez que se les ha impuesto a todos los creyentes sin excepción. De manera que el anciano cristiano debe ser un modelo de la vida cristiana. En ese sentido, los requisitos a nivel general son realmente muy altos.

(3) Los dos que son distintos son los siguientes: (a) El pastor cristiano debe ser “capaz de enseñar” (3:2). Esto presupone conocimiento y la habilidad de comunicarlo. Esa es la función distintiva de este oficio. (b) Los pastores cristianos no deben ser recién convertidos (3:6). Obviamente, esto excluye a algunos cristianos. Qué constituye un “recién convertido” sin duda será diferente dependiendo de la edad y madurez de la iglesia, puesto que el criterio es necesariamente relativo a cuán recientemente se convirtieron los demás.

(4) La conexión tan directa entre el hogar y la iglesia (3:4-5) es muy sorprendente. No todos los padres cristianos son elegibles para ser ancianos en la iglesia; no obstante, se presupone que todo padre cristiano tiene funciones de anciano que debe ejercitar en su propio hogar.

(5) Varios de los requisitos están enlazados con la responsabilidad distintiva de este oficio. Si ha de enseñar, el anciano tiene que ser hospitalario, mantener una buena reputación ante los de afuera, no ser pendenciero y estar libre de la atracción del dinero. Un teólogo intelectual sin amor por la gente no servirá


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2013. Usado con permiso.

2 Reyes 6

Eliseo y el hacha perdida

6 Los hijos de los profetas dijeron a Eliseo: «Mire, el lugar en que habitamos con usted es muy estrecho para nosotros. Le rogamos que nos deje ir al Jordán, para que cada uno de nosotros tome de allí una viga, y nos hagamos allí un lugar donde habitar». Y él dijo: «Vayan». Entonces uno dijo: «Le rogamos que consienta ir con sus siervos». Y Eliseo respondió: «Yo iré». Fue, pues, con ellos; y cuando llegaron al Jordán, cortaron árboles. Pero sucedió que cuando uno de ellos estaba derribando un tronco, el hierro del hacha se le cayó al agua; y gritó, y dijo: «¡Ah, señor mío, era prestado!». Entonces el hombre de Dios dijo: «¿Dónde cayó?». Y cuando le mostró el lugar, cortó un palo y lo echó allí, e hizo flotar el hierro. Y Eliseo le dijo: «Tómalo». Y el hombre extendió la mano y lo tomó.

Eliseo y los arameos

El rey de Aram estaba en guerra con Israel; y consultó con sus siervos, diciéndoles: «En tal y tal lugar estará mi campamento». Y el hombre de Dios envió un mensaje al rey de Israel: «Procura no pasar por tal lugar, porque los arameos van a bajar allí». 10 Entonces el rey de Israel envió gente al lugar que el hombre de Dios le había dicho; así que, al prevenirlo él, se cuidó de ir allí, y esto no una ni dos veces. 11 Y se enfureció el corazón del rey de Aram por este hecho; y llamando a sus siervos, les dijo: «¿No me van a revelar quién de los nuestros está a favor del rey de Israel?». 12 Y uno de sus siervos dijo: «No, rey señor mío, sino que Eliseo, el profeta que está en Israel, le dice al rey de Israel las palabras que tú hablas en el interior de tu alcoba». 13 Y él dijo: «Vayan y vean donde está, y enviaré a prenderlo». Y le avisaron: «Él está en Dotán». 14 Entonces envió allá caballos, carros y un gran ejército; y llegaron de noche y cercaron la ciudad.

15 Y cuando el que servía al hombre de Dios se levantó temprano y salió, vio que un ejército con caballos y carros rodeaba la ciudad. Y su criado le dijo: «¡Ah, señor mío! ¿Qué haremos?». 16 Y él respondió: «No temas, porque los que están con nosotros son más que los que están con ellos». 17 Eliseo entonces oró, y dijo: «Oh SEÑOR, te ruego que abras sus ojos para que vea». Y el SEÑOR abrió los ojos del criado, y miró que el monte estaba lleno de caballos y carros de fuego alrededor de Eliseo.

18 Cuando descendieron hacia él los arameos, Eliseo oró al SEÑOR, y dijo: «Te ruego que hieras a esta gente con ceguera». Y Él los hirió con ceguera conforme a la palabra de Eliseo. 19 Entonces Eliseo les dijo: «Este no es el camino, ni es esta la ciudad; síganme y yo los guiaré al hombre que buscan». Y los llevó a Samaria.

20 Cuando llegaron a Samaria, dijo Eliseo: «Oh Señor, abre los ojos de estos para que vean». Y el SEÑOR abrió sus ojos y vieron que estaban en medio de Samaria. 21 Al verlos, el rey de Israel dijo a Eliseo: «¿Los mato, padre mío? ¿Los mato?». 22 Y él respondió: «No los mates. ¿Matarías a los que has tomado cautivos con tu espada y con tu arco? Pon delante de ellos pan y agua para que coman y beban y se vuelvan a su señor». 23 Entonces les preparó un gran banquete; y después que comieron y bebieron, los despidió, y se volvieron a su señor. Y las bandas armadas de arameos no volvieron a entrar más en la tierra de Israel.

Hambre por el sitio de Samaria

24 Pero aconteció que después de esto, Ben Adad, rey de Aram, reunió a todo su ejército, y subió y sitió a Samaria. 25 Y hubo gran hambre en Samaria. La sitiaron de tal modo que la cabeza de un asno se vendía por ochenta siclos (912 gramos) de plata, y medio litro de estiércol de paloma por cinco siclos de plata.

26 Pasando el rey de Israel por la muralla, una mujer le gritó, diciendo: «¡Ayúdeme, oh rey señor mío!». 27 Y él respondió: «Si el SEÑOR no te ayuda, ¿de dónde te podré ayudar? ¿De la era o del lagar?». 28 Y el rey le dijo: «¿Qué te pasa?». Y ella respondió: «Esta mujer me dijo: “Da tu hijo para que lo comamos hoy, y mi hijo lo comeremos mañana”. 29 Así que cocimos a mi hijo y nos lo comimos; y al día siguiente, le dije a ella: “Da tu hijo, para que lo comamos”; pero ella ha escondido a su hijo». 30 Cuando el rey oyó las palabras de la mujer, rasgó sus vestidos y como él pasaba por la muralla, la gente miró, y vio que interiormente, llevaba cilicio sobre su cuerpo. 31 Entonces él dijo: «Así me haga Dios, y aun me añada, si la cabeza de Eliseo, hijo de Safat, se mantiene sobre sus hombros hoy».

32 Eliseo estaba sentado en su casa, y los ancianos estaban sentados con él. El rey envió a un hombre de los que estaban en su presencia; pero antes de que el mensajero llegara a Eliseo, este dijo a los ancianos: «¿Ven cómo este hijo de asesino ha enviado a cortarme la cabeza? Miren, cuando el mensajero llegue, cierren la puerta y manténganla cerrada contra él. ¿No se oye tras él el ruido de los pasos de su señor?». 33 Todavía estaba hablando con ellos, cuando el mensajero descendió a él, y le dijo: «Mira, este mal viene del SEÑOR; ¿por qué he de esperar más en el SEÑOR?».


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1 Timoteo 3

Requisitos para los obispos

3 Palabra fiel es esta: si alguien aspira al cargo de obispo, buena obra desea hacerUn obispo debe ser, pues, irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, de conducta decorosa, hospitalario, apto para enseñar, no dado a la bebida, no pendenciero, sino amable, no contencioso, no avaricioso.

Que gobierne bien su casa, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad; (pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?). No debe ser un recién convertido, no sea que se envanezca y caiga en la condenación en que cayó el diablo. Debe gozar también de una buena reputación entre los de afuera de la iglesia, para que no caiga en descrédito y en el lazo del diablo.

Requisitos para los diáconos

De la misma manera, también los diáconos deben ser dignos, de una sola palabra, no dados al mucho vino, ni amantes de ganancias deshonestas, sino guardando el misterio de la fe con limpia conciencia. 10 Que también estos sean sometidos a prueba primero, y si son irreprensibles, que entonces sirvan como diáconos. 11 De igual manera, las mujeres deben ser dignas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo. 12 Que los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus propias casas. 13 Pues los que han servido bien como diáconos obtienen para sí una posición honrosa y gran confianza en la fe que es en Cristo Jesús.

El misterio de la piedad

14 Te escribo estas cosas, esperando ir a verte pronto, 15 pero en caso que me tarde, te escribo para que sepas cómo debe conducirse uno en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y sostén de la verdad. 16 E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:

Él fue manifestado en la carne, Vindicado en el Espíritu, Contemplado por ángeles, Proclamado entre las naciones, Creído en el mundo, Recibido arriba en gloria.

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Daniel 10

Visión junto al Tigris

10 En el tercer año de Ciro, rey de Persia, un mensaje fue revelado a Daniel, a quien llamaban Beltsasar. El mensaje era verdadero y acerca de un gran conflicto; él comprendió el mensaje y tuvo entendimiento de la visión.

En aquellos días, yo, Daniel, había estado en duelo durante tres semanas completas. No comí manjar delicado ni entró en mi boca carne ni vino, ni usé ungüento alguno, hasta que se cumplieron las tres semanas. Y el día veinticuatro del primer mes, estando yo junto a la orilla del gran río, es decir, el Tigris, alcé los ojos y miré, y había un hombre vestido de lino, cuya cintura estaba ceñida con un cinturón de oro puro de Ufaz. Su cuerpo era como de berilo, su rostro tenía la apariencia de un relámpago, sus ojos eran como antorchas de fuego, sus brazos y pies como el brillo del bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como el estruendo de una multitud.

Y solo yo, Daniel, vi la visión. Los hombres que estaban conmigo no vieron la visión, pero un gran terror cayó sobre ellos y huyeron a esconderse. Me quedé solo viendo esta gran visión. No me quedaron fuerzas, y mi rostro se demudó, desfigurándose, sin retener yo fuerza alguna. Pero oí el sonido de sus palabras, y al oír el sonido de sus palabras, caí en un sueño profundo sobre mi rostro, con mi rostro en tierra.

10 Entonces, una mano me tocó, y me hizo temblar sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos. 11 «Daniel, hombre muy estimado, entiende las palabras que te voy a decir y ponte en pie, porque ahora he sido enviado a ti», me dijo. Cuando él me dijo estas palabras, me puse en pie temblando.

12 Entonces me dijo: «No temas, Daniel, porque desde el primer día en que te propusiste en tu corazón entender y humillarte delante de tu Dios, fueron oídas tus palabras, y a causa de tus palabras he venido. 13 Pero el príncipe del reino de Persia se me opuso por veintiún días, pero Miguel, uno de los primeros príncipes, vino en mi ayuda, ya que yo había sido dejado allí con los reyes de Persia. 14 Y he venido para darte a conocer lo que sucederá a tu pueblo al final de los días, porque la visión es para días aún lejanos».

15 Cuando habló conmigo estas palabras, volví mi rostro a tierra y enmudecí. 16 Y uno semejante a un hombre tocó mis labios. Entonces abrí mi boca y hablé, y dije al que estaba delante de mí: «Señor mío, a causa de la visión me ha invadido la angustia y me he quedado sin fuerzas. 17 ¿Cómo podrá, pues, este siervo de mi señor hablar con uno como mi señor? Porque a mí en este momento no me queda fuerza alguna, ni tampoco me queda aliento».

18 Entonces el que tenía semejanza de hombre me tocó otra vez y me fortaleció, 19 y me dijo: «No temas, hombre muy estimado. La paz sea contigo. Sé fuerte y aliéntate». Cuando habló conmigo, recobré las fuerzas, y dije: «Hable mi señor, porque me has fortalecido».

20 Entonces él dijo: «¿Sabes por qué he venido a ti? Ahora vuelvo para luchar contra el príncipe de Persia, y cuando yo termine, el príncipe de Grecia vendrá. 21 Sin embargo, te declararé lo que está inscrito en el libro de la verdad, pero no hay nadie que se mantenga firme a mi lado contra estas fuerzas, sino Miguel, el príncipe de ustedes.

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Salmo 119:1–24

Meditaciones sobre la palabra de Dios

Alef.

119 ¡Cuán bienaventurados son los de camino perfecto, Los que andan en la ley del SEÑOR! ¡Cuán bienaventurados son los que guardan Sus testimonios, Y con todo el corazón lo buscan! No cometen iniquidad, Sino que andan en Sus caminos. Tú has ordenado Tus preceptos, Para que los guardemos con diligencia. ¡Ojalá mis caminos sean afirmados Para guardar Tus estatutos! Entonces no seré avergonzado, Al considerar todos Tus mandamientos. Con rectitud de corazón te daré gracias, Al aprender Tus justos juicios. Tus estatutos guardaré; No me dejes en completo desamparo.

Bet.

¿Cómo puede el joven guardar puro su camino? Guardando Tu palabra. 10 Con todo mi corazón te he buscado; No dejes que me desvíe de Tus mandamientos. 11 En mi corazón he atesorado Tu palabra, Para no pecar contra Ti. 12 Bendito Tú, oh SEÑOR; Enséñame Tus estatutos. 13 He contado con mis labios De todas las ordenanzas de Tu boca. 14 Me he gozado en el camino de Tus testimonios, Más que en todas las riquezas. 15 Meditaré en Tus preceptos, Y consideraré Tus caminos. 16 Me deleitaré en Tus estatutos, Y no olvidaré Tu palabra.

Guímel.

17 Favorece a Tu siervo, Para que viva y guarde Tu palabra. 18 Abre mis ojos, para que vea Las maravillas de Tu ley. 19 Peregrino soy en la tierra, No escondas de mí Tus mandamientos. 20 Quebrantada está mi alma anhelando Tus ordenanzas en todo tiempo. 21 Tú reprendes a los soberbios, los malditos, Que se desvían de Tus mandamientos. 22 Quita de mí el oprobio y el desprecio, Porque yo guardo Tus testimonios. 23 Aunque los príncipes se sienten y hablen contra mí, Tu siervo medita en Tus estatutos. 24 También Tus testimonios son mi deleite; Ellos son mis consejeros.


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