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Los reformadores no fueron innovadores

Martín Lutero era un hombre medieval con una lengua tan afilada como la espada de un caballero. Hacia el final de su vida, blandió su espada para cortar de raíz la acusación que quizá más odiaba: la acusación de que la Reforma era una secta desviada y una herejía innovadora, una clara ruptura con la catolicidad (o universalidad) de la iglesia.

El aguijón de esa acusación, lanzada por el duque Enrique de Braunschweig, dolió porque el reformador había pasado sus mejores años demostrando lo contrario.

Lutero llamó al duque Hanswurst, o «Johnny Salchicha», el nombre alemán de un payaso cómico de feria que llevaba una gorda salchicha alemana en el cinturón. En 1541, Lutero escribió contra la acusación de Enrique, diciendo que era tan ridícula como el payaso. Pero Lutero escribió con toda la seriedad de un hombre que lucha por su vida contra el Diablo.

Enrique y la iglesia romana afirmaron que los reformadores «se han apartado de la santa iglesia y han establecido una nueva iglesia». Lutero dijo de Roma: «Nosotros somos la verdadera iglesia, porque nosotros venimos de la iglesia antigua y hemos permanecido en ella». En un momento de ironía, Lutero dio la vuelta a la acusación: «Pero ustedes se han alejado de nosotros y se han convertido en una nueva iglesia opuesta a nosotros».

La marca de la catolicidad: Los credos

Para manifestar su catolicidad (conformidad con la iglesia universal), Lutero propuso una prueba tras otra, cada una de las cuales demostraba por qué la Reforma se alineaba con el Credo niceno: «Creemos en una sola iglesia, santa, católica y apostólica». Lutero citó el Credo niceno (y nombró el Credo de los apóstoles) para situar la Reforma dentro de la ortodoxia de su tradición confesional. El principio de sola Scriptura no obstaculizó en modo alguno el mandato de Lutero. Ordenó a las iglesias de la Reforma que creyeran, cantaran y confesaran los credos.

"Lutero: ‘Nosotros somos la verdadera iglesia, porque nosotros venimos de la iglesia antigua y hemos permanecido en ella’"

En su primera polémica con los radicales, el joven Lutero dijo que se habían tragado al Espíritu, con plumas y todo, al oponer el Espíritu a la Palabra. Ahora, el Lutero mayor lanza la misma advertencia, pero teniendo en cuenta los credos: creer en Dios es creer que Su Espíritu no exhaló su último aliento en Pentecostés, sino que guio a Su iglesia hacia una verdadera confesión de la fe, que fue transmitida a la comunión de los santos. «De ahí que pertenezcamos a la iglesia antigua y seamos uno con ella. Por lo tanto, tampoco en este asunto hay razón para que los papistas nos llamen herejes o una iglesia nueva, pues quien cree como la iglesia antigua y tiene cosas en común con ella, pertenece a la iglesia antigua».

Los reformadores, concluyó Lutero, no estaban en absoluto excluidos de la comunión de los santos (communio sanctorum), esa noción agustiniana y medieval de los elegidos de Dios.

Si las iglesias de la Reforma son «la verdadera y antigua iglesia, un solo cuerpo y una sola comunión de los santos con la santa iglesia cristiana universal», entonces ¿quiénes son los innovadores y la secta que traiciona la herencia católica?

La catolicidad contra el papado

Lutero dio a Hanswurst una respuesta directa porque Hanswurst había atacado sin rodeos a Lutero utilizando la autoridad del papado en Roma. Para demostrar su osada pretensión de catolicidad, Lutero reclutó doce doctrinas papales que chocan con la iglesia «católica»: desde las indulgencias hasta las peregrinaciones, desde la transubstanciación hasta las llaves del papado sobre el dominio secular.

Cuando las pruebas de Lutero se apilaban junto a las de Roma, los reformadores confiaban en que su fe era antigua y la otra una vanguardia eclesiástica. Nadie insistió tanto en la autoridad final de la Palabra de Dios y nadie fue tan agresivo en su condena del papado como Lutero. Nunca ocultó su apoyo al cambio. Sin embargo, en la mente del mismo Lutero, su llamado a la reforma no era un llamado a algo moderno. Su visión de la renovación era católica. Puede que persista el debate sobre el éxito de esa visión, pero no debería existir debate alguno sobre sus objetivos declarados. En palabras de Lutero: «Así hemos demostrado que somos la verdadera y antigua iglesia, un solo cuerpo y una sola comunión de santos con la santa iglesia cristiana universal».

Si los protestantes de hoy desean ser fieles a la historia de su propio génesis, deberían escuchar a uno de los herederos de la Reforma, Abraham Kuyper: «Una iglesia que no está dispuesta a ser católica no es una iglesia, porque Cristo no es el Salvador de una nación, sino del mundo… Por lo tanto, no podemos, sin faltar a nuestros propios principios, abandonar el honorable título de “católica” como si fuera una posesión especial de la iglesia romana».

¿Qué define al protestantismo verdadero?

¿Qué define una verdadera adhesión al protestantismo? Ser protestante es ser católico, pero no romano.

¿Por qué es esto importante? Porque si se tiene en cuenta la percepción de los reformadores, la historia de la Reforma no es la historia de una salida rebelde de la iglesia católica, sino la historia de una renovación. La Reforma no debería definirse según sus críticos, sino en sus propios términos, como un movimiento de catolicidad. Los reformadores no cortaron el árbol con un hacha, ni lo arrojaron al fuego y plantaron uno nuevo. El árbol seguía siendo el mismo; ellos simplemente podaron sus ramas salvajes.

"La historia de la Reforma no es la historia de una salida rebelde de la iglesia católica, sino la historia de una renovación"

Con demasiada frecuencia, los estudiosos de la Reforma culpan a los reformadores del cisma y el secularismo. Otros celebran la Reforma como una revolución, como si los reformadores pretendieron una clara ruptura de la gran tradición que les precedió, queriendo comenzar una iglesia nueva que de otro modo se habría perdido desde los apóstoles. Por desgracia, ambas interpretaciones han monopolizado la conversación.

Cuando invocamos las voces de los propios reformadores (como hago en mi libro The Reformation as Renewal [La Reforma como renovación]), ¿qué oímos? Un coro constante, todos cantando una melodía similar: la Reforma fue un intento por renovar la fe cristiana, no sustituirla. Los reformadores se veían a sí mismos en continuidad no solo con los Padres de la iglesia, sino también con los principales escolásticos medievales. Estaban decididos a recuperar la santa iglesia católica y apostólica.

Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.

Matthew Barrett es profesor de Teología Cristiana en el Midwestern Baptist Theological Seminary, redactor jefe de Credo y presentador del Credo Podcast. Es director del Centro de Teología Clásica y autor del premiado Simply Trinity. Su nuevo libro se titula The Reformation as Renewal. Actualmente está escribiendo una teología sistemática con Baker Academic.

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