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05-04-2024

DEVOCIONAL

Devocional: Salmo 9

Al comienzo del experimento estadounidense de la democracia, los padres fundadores adoptaron una serie de posiciones que, hoy día aceptadas por poca gente, estaban enraizadas en su herencia judeocristiana. No quiero decir con esto que todos los padres fundadores fuesen cristianos. Muchos de ellos no lo eran; más bien eran meros deístas. Sin embargo, entre las verdades bíblicas que daban por sentadas estaba el hecho de que los seres humanos no son buenos por naturaleza, y que reside en todos ellos una enorme potencia para el mal.

Por esta razón, cuando los padres construyeron su sistema político, nunca invocaron “la sabiduría del pueblo americano” ni ninguno de los eslóganes de este tipo que son tan frecuentes en la actualidad. Francamente, estaban algo inquietos ante la perspectiva de conceder demasiado poder a las masas. Por esto no había ninguna elección presidencial directa: había un “colegio” intermediario. Sólo los hombres blancos, dueños de una propiedad, tenían derecho al voto. Aún así, el poder de las diferentes ramas del gobierno quedaba limitado por un sistema de “equilibrios”, puesto que, para los Padres, la demagogia populista era tan aterradora como la monarquía absolutista (como vimos en relación con otro tema en la lectura del 20 de enero).

Sin duda, una de las grandes ventajas de cualquier sistema democrático auténtico (el término auténtico presupone una oposición viable, libertad de la prensa y un proceso electoral sin corrupción) es que ofrece a las masas la posibilidad de deshacerse de aquellos líderes que les hayan decepcionado. En este aspecto, la democracia sigue funcionando: el gobierno debe estar sujeto al consentimiento de los gobernados.

No obstante, esta herencia primitiva queda tan disipada hoy día, que los políticos de todos los partidos no cesan de apelar a la sabiduría del pueblo. Manipulados por los medios de comunicación, votando con sus carteras, apoyando a intereses partidarios o cuestiones monotemáticas, el electorado de EE.UU. y de otras democracias occidentales no muestra muchas señales de sabiduría transcendentales. Peor aún, estamos bajo el espejismo (e incluso lo fomentamos) de que todo irá bien mientas haya muchos votos.

Nuestro sistema de gobierno se ha convertido en una nueva Torre de Babel: lo consideramos inexpugnable. El Imperio Soviético ha caído en picado; otras naciones se desploman, se balcanizan, son destruidas por la guerra, por el genocidio tribal, por la pobreza demoledora, por la corrupción endémica, o por ideologías marxistas u otras ¡No así nosotros! Nosotros somos una democracia, “el gobierno por el pueblo”.

No deberíamos despreciar en absoluto el bien relativo que constituye vivir en un país con un nivel de renta per cápita relativamente alto, un gobierno estable y un cierto nivel de responsabilidad pública ante el electorado. Pero estos bienes no son garantía alguna de justicia a ojos de Dios. “El Señor reina por siempre; para emitir juicio ha establecido su trono. Juzgará al mundo con justicia; gobernará a los pueblos con equidad”. (Salmo 9:7-8).

Escuchemos la voz de las Escrituras: “¡Levántate, Señor! No dejes que el hombre prevalezca; ¡haz que las naciones comparezcan ante ti! Infúndeles terror, Señor; ¡que los pueblos sepan que son simples mortales!” (Salmo 9:19-20).

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: 1 Tesalonicenses 2
Pablo escribe a los tesalonicenses: “Nosotros, hermanos, después de estar separados de vosotros por algún tiempo, en lo físico pero no en lo espiritual, con ferviente anhelo hicimos todo lo humanamente posible por ir a veros. Sí, deseábamos visitaros; yo mismo, Pablo, más de una vez intenté ir, pero Satanás nos lo impidió” (1 Tesalonicenses 2:17-18cursivas añadidas).

Otros pasajes de las Escrituras atestiguan la obra entorpecedora de Satanás y sus subordinados. En Daniel 10:13, por ejemplo, el “príncipe de Persia” es, con casi total seguridad, un ángel maligno que retrasa la respuesta a la oración de Daniel tres semanas, y lo hubiese hecho más tiempo a no ser por la intervención de Miguel.

Algunos han utilizado pasajes como este como prueba de que Dios es finito, de que la guerra bíblica entre el bien y el mal se libra entre un Dios bueno finito y un malvado Satanás también finito. Cuando las personas sufren desgracias, es obra de este, y el Señor tiene muy poco que ver con ello; sólo puede oponerse, aunque de forma no muy satisfactoria en este ejemplo.

Sin embargo, el Dios de la Biblia no es finito ni tan limitado. Si lo fuese, el libro de Job no tendría ningún sentido (como hemos comprobado recientemente). El propio apóstol Pablo puede justificar sus retrasos de forma distinta a “Satanás nos lo impidió”. Por ejemplo, dice a los corintios: “Esta vez no quiero veros solo de paso; más bien, espero permanecer algún tiempo con vosotros, si el Señor así lo permite” (1 Corintios 16:7, cursivas añadidas; véase la meditación del 1 de marzo), y no es un caso aislado. El Señor Jesús habla de un tiempo de destrucción tan terrible que “si no se acortaran esos días, nadie sobreviviría” (Mateo 24:22, cursivas añadidas). Eso realmente no puede significar más que Dios interviene para acortar esos días, lo que implica a su vez que tiene poder para hacerlo.

La pregunta que surge es por qué no lo ha hecho antes. Estrictamente hablando, la respuesta no se revela. Sin duda, esta se encuentra entrelazada con otros temas bíblicos: Dios permite en ocasiones que el mal siga su curso, o parte del mismo, para poner de manifiesto su degradación; él es paciente y deja mucho tiempo para el arrepentimiento; puede tener sus propias razones, en gran parte secretas, como en el libro de Job, pero él es siempre Dios y su soberanía nunca se trunca.

Pablo admite con franqueza que Satanás le detuvo; en otro escenario, podría hablar del mismo acontecimiento en términos del permiso del Señor. Ninguna de las opciones le avergüenza, ni tampoco debe avergonzarnos. Daniel puede hablar de un retraso de tres semanas; en otros pasajes, menciona la soberanía sin medida de Dios (p. ej., Daniel 4:34-35). Para él, ambas cosas son compatibles.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Levítico 8
Consagración de Aarón y de sus hijos
8 Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: «Toma a Aarón y con él a sus hijos, y las vestiduras, el aceite de la unción, el novillo de la ofrenda por el pecado, los dos carneros y la cesta de los panes sin levadura; y reúne a toda la congregación a la entrada de la tienda de reunión». Moisés hizo tal como el SEÑOR le ordenó, y cuando la congregación se había reunido a la entrada de la tienda de reunión, Moisés dijo a la congregación: «Esto es lo que el SEÑOR ha ordenado hacer».
Entonces Moisés hizo que Aarón y sus hijos se acercaran, y los lavó con agua. Puso sobre él la túnica, lo ciñó con el cinturón y lo vistió con el manto; luego le puso el efod, y lo ciñó con el cinto tejido del efod, con el cual se lo ató. Después le puso el pectoral, y dentro del pectoral puso el Urim y el Tumim. Puso también la tiara sobre su cabeza, y sobre la tiara, al frente, puso la lámina de oro, la diadema santa, tal como el SEÑOR había ordenado a Moisés.
10 Entonces Moisés tomó el aceite de la unción y ungió el tabernáculo y todo lo que en él había, y los consagró. 11 Con el aceite roció el altar siete veces y ungió el altar y todos sus utensilios, así como la pila y su base, para consagrarlos. 12 Después derramó del aceite de la unción sobre la cabeza de Aarón y lo ungió, para consagrarlo.
13 Luego Moisés hizo que los hijos de Aarón se acercaran y los vistió con túnicas, los ciñó con cinturones, y les ajustó las tiaras tal como el SEÑOR había ordenado a Moisés.
14 Entonces trajo el novillo de la ofrenda por el pecado, y Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza del novillo de la ofrenda por el pecado. 15 Después Moisés lo degolló y tomó la sangre y con su dedo puso parte de ella en los cuernos del altar por todos los lados, y purificó el altar. Luego derramó el resto de la sangre al pie del altar y lo consagró, para hacer expiación por él.
16 Tomó también toda la grasa que había en las entrañas y el lóbulo del hígado, y los dos riñones con su grasa, y Moisés los quemó sobre el altar. 17 Pero el novillo, con su piel, su carne y su estiércol, lo quemó en el fuego fuera del campamento, tal como el SEÑOR había mandado a Moisés.
18 Entonces presentó el carnero del holocausto, y Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza del carnero. 19 Y Moisés lo degolló y roció la sangre sobre el altar, por todos los lados. 20 Cuando había cortado el carnero en pedazos, Moisés quemó la cabeza, los pedazos y el sebo. 21 Después de lavar las entrañas y las patas con agua, Moisés quemó todo el carnero sobre el altar. Fue holocausto de aroma agradable; fue ofrenda encendida para el SEÑOR, tal como el SEÑOR había ordenado a Moisés.
22 Luego presentó el segundo carnero, el carnero de la consagración, y Aarón y sus hijos pusieron sus manos sobre la cabeza del carnero. 23 Moisés lo degolló y tomó de la sangre y la puso en el lóbulo de la oreja derecha de Aarón, en el pulgar de su mano derecha y en el pulgar de su pie derecho. 24 Hizo también que se acercaran los hijos de Aarón; y Moisés puso sangre en el lóbulo de la oreja derecha de ellos, en el pulgar de su mano derecha y en el pulgar de su pie derecho. Entonces Moisés roció el resto de la sangre sobre el altar, por todos los lados. 25 Después tomó la grasa y la cola gorda, y toda la grasa que estaba en las entrañas, el lóbulo del hígado, los dos riñones con su grasa y la pierna derecha. 26 Y de la cesta de los panes sin levadura que estaba delante del SEÑOR, tomó una torta sin levadura, una torta de pan mezclada con aceite y un hojaldre, y los puso sobre las porciones de grasa y sobre la pierna derecha. 27 Entonces lo puso todo en las manos de Aarón y en las manos de sus hijos, y lo presentó como una ofrenda mecida delante del SEÑOR.
28 Después Moisés tomó todo esto de las manos de ellos y lo quemó en el altar con el holocausto. Fue una ofrenda de consagración como aroma agradable, ofrenda encendida para el SEÑOR. 29 Moisés tomó también el pecho y lo presentó como ofrenda mecida delante del SEÑOR; era la porción del carnero de la consagración que pertenecía a Moisés, tal como el SEÑOR le había ordenado.
30 Moisés tomó del aceite de la unción y de la sangre que estaba sobre el altar, y roció a Aarón y sus vestiduras, y a sus hijos y las vestiduras de sus hijos; y consagró a Aarón y sus vestiduras, y a sus hijos y las vestiduras de sus hijos con él.
31 Entonces Moisés dijo a Aarón y a sus hijos: «Cuezan la carne a la entrada de la tienda de reunión, y cómanla allí junto con el pan que está en la cesta de la ofrenda de consagración, tal como lo he ordenado, diciendo: “Aarón y sus hijos lo comerán”. 32 El resto de la carne y del pan ustedes lo quemarán en el fuego. 33 Y no saldrán de la entrada de la tienda de reunión por siete días, hasta que termine el tiempo de su consagración; porque por siete días serán consagrados. 34 El SEÑOR ha mandado hacer tal como se ha hecho hoy, para hacer expiación a favor de ustedes. 35 Además, permanecerán a la entrada de la tienda de reunión día y noche por siete días, y guardarán la ordenanza del SEÑOR para que no mueran, porque así se me ha ordenado». 36 Y Aarón y sus hijos hicieron todas las cosas que el SEÑOR había ordenado por medio de Moisés.

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com
Salmos 9
LIBRO PRIMERO
Salmo de acción de gracias por la justicia de Dios
Para el director del coro; sobre Mut Laben. Salmo de David.
9 Daré gracias al SEÑOR con todo mi corazón;
Todas Tus maravillas contaré.
En Ti me alegraré y me regocijaré;
Cantaré alabanzas a Tu nombre, oh Altísimo.
Cuando mis enemigos retroceden,
Tropiezan y perecen delante de Ti.
Porque Tú has mantenido mi derecho y mi causa;
Te sientas en el trono juzgando con justicia.
Has reprendido a las naciones, has destruido al impío,
Has borrado su nombre para siempre.
El enemigo ha llegado a su fin en desolación eterna,
Y Tú has destruido sus ciudades;
Su recuerdo ha perecido con ellas.
Pero el SEÑOR permanece para siempre;
Ha establecido Su trono para juicio,
Y juzgará al mundo con justicia;
Con equidad ejecutará juicio sobre los pueblos.
El SEÑOR será también baluarte para el oprimido,
Baluarte en tiempos de angustia.
10 En Ti pondrán su confianza los que conocen Tu nombre,
Porque Tú, oh SEÑOR, no abandonas a los que te buscan.
11 Canten alabanzas al SEÑOR, que mora en Sión;
Proclamen entre los pueblos Sus proezas.
12 Porque el que pide cuentas de la sangre derramada, se acuerda de ellos;
No olvida el clamor de los afligidos.
13 Oh SEÑOR, ten piedad de mí;
Mira mi aflicción por causa de los que me aborrecen,
Tú que me levantas de las puertas de la muerte;
14 Para que yo cuente todas Tus alabanzas,
Para que en las puertas de la hija de Sión
Me regocije en Tu salvación.
15 Las naciones se han hundido en el foso que hicieron;
En la red que escondieron, su propio pie quedó prendido.
16 El SEÑOR se ha dado a conocer;
Ha ejecutado juicio.
El impío es atrapado en la obra de sus propias manos.         (Higaion, Selah)
17 Los impíos volverán al Seol,
O sea, todas las naciones que se olvidan de Dios.
18 Pues el necesitado no será olvidado para siempre,
Ni la esperanza de los afligidos perecerá eternamente.
19 Levántate, oh SEÑOR; no prevalezca el hombre;
Sean juzgadas las naciones delante de Ti.
20 Pon temor en ellas, oh SEÑOR;
Aprendan las naciones que no son más que hombres.          (Selah)

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Proverbios 23
23 Cuando te sientes a comer con un gobernante,
Considera bien lo que está delante de ti,
Y pon cuchillo a tu garganta
Si eres hombre de mucho apetito.
No desees sus manjares,
Porque es alimento engañoso.
No te fatigues en adquirir riquezas,
Deja de pensar en ellas.
Cuando pones tus ojos en ella, ya no está.
Porque la riqueza ciertamente se hace alas
Como águila que vuela hacia los cielos.
No comas el pan del egoísta,
Ni desees sus manjares;
Pues como piensa dentro de sí, así es él.
Él te dice: «Come y bebe»,
Pero su corazón no está contigo.
Vomitarás el bocado que has comido,
Y malgastarás tus cumplidos.
No hables a oídos del necio,
Porque despreciará la sabiduría de tus palabras.
10 No muevas el lindero antiguo,
Ni entres en la heredad de los huérfanos,
11 Porque su Redentor es fuerte;
Él defenderá su causa contra ti.
12 Aplica tu corazón a la instrucción
Y tus oídos a las palabras del conocimiento.
13 No escatimes la disciplina del niño;
Aunque lo castigues con vara, no morirá.
14 Lo castigarás con vara,
Y librarás su alma del Seol.
15 Hijo mío, si tu corazón es sabio,
Mi corazón también se me alegrará;
16 Y se regocijarán mis entrañas
Cuando tus labios hablen lo que es recto.
17 No envidie tu corazón a los pecadores,
Antes vive siempre en el temor del SEÑOR.
18 Porque ciertamente hay un futuro,
Y tu esperanza no será cortada.
19 Escucha, hijo mío, y sé sabio,
Y dirige tu corazón por el buen camino.
20 No estés con los bebedores de vino,
Ni con los comilones de carne,
21 Porque el borracho y el glotón se empobrecerán,
Y la vagancia se vestirá de harapos.
22 Escucha a tu padre, que te engendró,
Y no desprecies a tu madre cuando envejezca.
23 Compra la verdad y no la vendas,
Adquiere sabiduría, instrucción e inteligencia.
24 El padre del justo se regocijará en gran manera,
Y el que engendra un sabio se alegrará en él.
25 Alégrense tu padre y tu madre,
Y regocíjese la que te dio a luz.
26 Dame, hijo mío, tu corazón,
Y que tus ojos se deleiten en mis caminos.
27 Porque fosa profunda es la ramera
Y pozo angosto es la mujer desconocida.
28 Ciertamente ella acecha como ladrón,
Y multiplica los infieles entre los hombres.
29 ¿De quién son los ayes? ¿De quién las tristezas?
¿De quién las luchas? ¿De quién las quejas?
¿De quién las heridas sin causa?
¿De quién los ojos enrojecidos?
30 De los que se demoran mucho con el vino,
De los que van en busca de vinos mezclados.
31 No mires al vino cuando rojea,
Cuando resplandece en la copa;
Entra suavemente,
32 Pero al final muerde como serpiente,
Y pica como víbora.
33 Tus ojos verán cosas extrañas,
Y tu corazón proferirá perversidades.
34 Y serás como el que se acuesta en medio del mar,
O como el que se acuesta en lo alto de un mástil.
35 Y dirás: «Me hirieron, pero no me dolió;
Me golpearon, pero no lo sentí.
Cuando despierte,
Volveré a buscar más».

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1 Tesalonicenses 2
Comportamiento de Pablo como ministro de Jesucristo

2 Porque ustedes mismos saben, hermanos, que nuestra visita a ustedes no fue en vano, sino que después de haber sufrido y sido maltratados en Filipos, como saben, tuvimos el valor, confiados en nuestro Dios, de hablarles el evangelio de Dios en medio de mucha oposición. Pues nuestra exhortación no procede de error ni de impureza ni es con engaño, sino que así como hemos sido aprobados por Dios para que se nos confiara el evangelio, así hablamos, no como agradando a los hombres, sino a Dios que examina nuestros corazones. Porque como saben, nunca fuimos a ustedes con palabras lisonjeras, ni con pretexto para sacar provecho. Dios es testigo. Tampoco buscamos gloria de los hombres, ni de ustedes ni de otros, aunque como apóstoles de Cristo hubiéramos podido imponer nuestra autoridad.
Más bien demostramos ser benignos entre ustedes, como una madre que cría con ternura a sus propios hijos. Teniendo así un gran afecto por ustedes, nos hemos complacido en impartirles no solo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas, pues llegaron a ser muy amados para nosotros. Porque recuerdan, hermanos, nuestros trabajos y fatigas, cómo, trabajando de día y de noche para no ser carga a ninguno de ustedes, les proclamamos el evangelio de Dios.
10 Ustedes son testigos, y también Dios, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con ustedes los creyentes. 11 Saben además de qué manera los exhortábamos, alentábamos e implorábamos a cada uno de ustedes, como un padre lo haría con sus propios hijos, 12 para que anduvieran como es digno del Dios que los ha llamado a Su reino y a Su gloria.

Pablo da gracias por los tesalonicenses

13 Por esto también nosotros sin cesar damos gracias a Dios de que cuando recibieron la palabra de Dios que oyeron de nosotros, la aceptaron no como la palabra de hombres, sino como lo que realmente es, la palabra de Dios, la cual también hace su obra en ustedes los que creen. 14 Pues ustedes, hermanos, llegaron a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea, porque también ustedes padecieron los mismos sufrimientos a manos de sus propios compatriotas, tal como ellos padecieron a manos de los judíos.
15 Estos mataron tanto al Señor Jesús como a los profetas, y a nosotros nos expulsaron, y no agradan a Dios sino que son contrarios a todos los hombres, 16 impidiéndonos hablar a los gentiles para que se salven, con el resultado de que siempre llenan la medida de sus pecados. Pero la ira de Dios ha venido sobre ellos hasta el extremo.
17 Pero nosotros, hermanos, separados de ustedes por breve tiempo, en persona pero no en espíritu, estábamos muy ansiosos, con profundo deseo de ir a verlos. 18 Ya que queríamos ir a ustedes, al menos yo, Pablo, más de una vez; pero Satanás nos lo ha impedido. 19 Porque ¿quién es nuestra esperanza o gozo o corona de gloria? ¿No lo son ustedes en la presencia de nuestro Señor Jesús en Su venida? 20 Pues ustedes son nuestra gloria y nuestro gozo.
   
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