Memorias

La misión de la iglesia

DEFINICIÓN

La misión de la iglesia es la tarea encomendada por Dios para que el pueblo de Dios la cumpla en el mundo.

SUMARIO

Después de definir la terminología, este ensayo explorará la naturaleza de la misión de la iglesia a la luz de la missio Dei (“misión de Dios”, en Latín), el patrón apostólico en el Nuevo Testamento y, en particular, el libro de los Hechos. Evaluará las ideas contemporáneas más amplias de la misión y concluirá con un nuevo énfasis en el enfoque centrado en el evangelio del patrón del Nuevo Testamento.

La misión de la iglesia es la tarea encomendada por Dios para que el pueblo de Dios la cumpla en el mundo. En términos más simples, la misión de la iglesia es la Gran Comisión, lo que Philip Ryken llama “una declaración clara e inequívoca de la misión [de la iglesia] en el mundo”.Nuestra tarea como cuerpo unido de Cristo es hacer discípulos, mediante el testimonio de Jesucristo el Hijo en el poder del Espíritu Santo para la gloria de Dios el Padre.2

Definiendo nuestros términos

Al hablar de la misión de la iglesia, no estamos tratando de enumerar todas las cosas buenas que los cristianos pueden o deben hacer para amar a su prójimo y ser sal y luz en el mundo. El tema que nos ocupa se relaciona con la iglesia como iglesia. ¿Qué debemos ser, colectivamente como institución organizada como pueblo de Dios, si queremos cumplir fielmente sus propósitos para nosotros en el mundo?

Si la palabra “iglesia” es importante, también lo es la palabra “misión”. Si bien “misión” no aparece en la mayoría de las Biblias en inglés, sigue siendo una palabra bíblica. Eckhard Schnabel, quien, con casi 2000 páginas sobre la misión cristiana primitiva y otro ensayo de 500 páginas sobre Pablo el misionero, es probablemente el principal experto mundial en misiones en el Nuevo Testamento, escribe este punto de manera enérgica:

El argumento de que la palabra misión no aparece en el Nuevo Testamento es incorrecto. El verbo Latín “mittere” corresponde al verbo griego apostellein, que aparece 136 veces en el Nuevo Testamento (97 veces en los Evangelios, usado tanto cuando Jesús es “enviado” por Dios, como para los Doce cuando son “enviados” por Jesús).3

Los apóstoles, en el sentido más amplio del término, eran los que habían sido enviados. Este envío es también lo primero que debemos notar en relación con el término misionero. Después de todo, es lo primero que Jesús nota sobre su misión, que fue enviado a proclamar un mensaje de buenas nuevas a los pobres (Lc 4:18). Estar “en misión” o participar en el trabajo misionero sugiere intencionalidad y movimiento.La misión, por lo menos, implica ser enviado de un lugar a otro.

Todo cristiano, si vamos a ser obedientes a la Gran Comisión, debe participar en misiones, pero no todo cristiano es un misionero. Si bien es cierto que todos debemos estar listos para dar una respuesta a la esperanza que tenemos (1 P 3:15) y todos debemos adornar el evangelio con nuestras buenas obras (Tit 2:1), y también debemos todos hacer de nuestra parte para dar a conocer a Cristo (1 Ts 1:82 Ts 3:1), debemos reservar el término “misionero” para aquellos que son enviados intencionalmente de un lugar a otro. Estrictamente hablando, la iglesia no es enviada, sino que envía obreros de entre ella. Nuestra identidad fundamental como iglesia (ekklesia) no es como aquellos que son enviados al mundo con una misión, sino como aquellos que son llamados de las tinieblas a su luz admirable (1 P 2:9).5

La misión de Jesús y la nuestra 

Antes del siglo XVI, “misión” era principalmente una palabra que se usaba en conexión con la Trinidad. El “envío” que los teólogos hablaban era el envío del Hijo por el Padre, y el envío del Espíritu Santo por el Padre y el Hijo. Este es un punto crucial. No entenderemos correctamente la misión de la iglesia sin la convicción de que “el envío de Jesús por el Padre sigue siendo la misión esencial”.6

¿Cuál fue la naturaleza del ministerio de Jesús? Jesús ministró tanto a los cuerpos como a las almas, pero dentro de este ministerio holístico, hizo de la predicación su prioridad. La predicación es la razón por la que salió durante el ministerio público y la razón por la que iba de pueblo en pueblo (Mr 1:38-39). El propósito de su ministerio ungido por el Espíritu era proclamar las buenas nuevas a los pobres (Lc 4:18-19). Vino a llamar a los pecadores al arrepentimiento y la fe (Mr 1:152:17). Aunque Jesús con frecuencia atendía las necesidades físicas de quienes lo rodeaban, no hay un solo ejemplo de Jesús entrando en un pueblo con el propósito de sanar o expulsar demonios. El Hijo del Hombre nunca se aventuró en una gira de curación o exorcismo. Su propósito declarado era buscar y salvar a los perdidos (Lc 19:10).

Por supuesto, la misión de Jesús no debe reducirse a una proclamación verbal. Única en su identidad como el Mesías divino, la misión de Jesús era morir de forma sustitutoria por los pecados de su pueblo (Mt 1:21Mr 10:45). Concomitante con este propósito, el ministerio público de Jesús tenía como objetivo la vida eterna que podía llegar al pecador solo a través de la fe en Cristo (Jn 3:16-1714:620:21). Vemos esto en el Evangelio de Marcos, por ejemplo, donde toda la narración se basa en la confesión del centurión en Marcos 15:39, en donde, en cumplimiento de la oración inicial del libro (Mr 1:1), el soldado romano confiesa: “En verdad este hombre era Hijo de Dios”. Guiar a la gente a esta convicción dada por el Espíritu es el propósito del evangelio de Marcos y del ministerio de Jesús. El Mesías ministró tanto a los cuerpos como a las almas e hizo de la predicación su prioridad para que aquellos con oídos para oír pudieran ver su verdadera identidad y seguirlo en la fe.

No es de extrañar, entonces, que los cuatro Evangelios (al igual que Hechos) incluyan alguna versión de la Gran Comisión (Mt 28:16-20Mr 13:1014:9Lc 24:44-49Jn 20:21Hch 1:8). La misión que se le dio al incompetente grupo de discípulos no era una de transformación cultural, aunque eso a menudo vendría como resultado de su mensaje, sino una misión de proclamación del evangelio. Sin duda, la misión cósmica de Dios es más grande que la Gran Comisión, pero es revelador que, si bien a la iglesia no se le ordena participar con Dios en la renovación de todas las cosas —lo que, presumiblemente, incluiría no solo la re-creación, sino también el juicio con fuego— a menudo se nos dice que demos testimonio de aquel que hará todas estas cosas. En resumen, aunque a los discípulos nunca se les dijo que fueran avatares de Cristo, en todas partes se afirma, ya sea de forma explícita o implícita, que debían ser embajadores de Cristo (2 Co 5:20).

¿Una misión demasiado pequeña?

Ningún cristiano está en desacuerdo con la importancia de las instrucciones finales de Jesús a los discípulos, pero muchos eruditos y practicantes de misionología han estado en desacuerdo con la importancia central o dominante de la Gran Comisión. John Stott, por ejemplo, al defender la acción social como socio igualitario del evangelismo sugirió que “le damos a la Gran Comisión un lugar demasiado prominente en nuestro pensamiento cristiano”.De forma similar, Lesslie Newbigin concluyó que “la misión cristiana es, pues, vivir, en toda la vida del mundo entero, la confesión de que Jesús es Señor”.8 La misión de la iglesia, en otras palabras, no puede reducirse a nuestra comprensión tradicional de las misiones.

Hemos visto en los últimos cincuenta años, para citar el título de un libro fundamental, “cambios de paradigma en la teología de la misión”.9 En el corazón de este cambio ha habido una visión mucho más amplia de la misión de la iglesia, una que reformula la identidad de la iglesia como comunidades misionales “llamadas y enviadas para representar el reino de Dios” o como “comunidades de personas comunes que realizan acciones extraordinarias”.10 El papel de la iglesia ya no se define principalmente como embajador o testigo. En cambio, somos colaboradores de Dios en la missio Dei (misión de Dios), co-operadores en la redención y renovación de todas las cosas. Como dice Christopher Wright, “Fundamentalmente, nuestra misión (si está informada y validada bíblicamente) significa nuestra participación comprometida como pueblo de Dios, por invitación y mandato de Dios, en la propia misión de Dios dentro de la historia del mundo de Dios para la redención de la creación de Dios”.11 La tarea de la iglesia en el mundo es asociarse con Dios a medida que él establece shalom y lleva su reinado y gobierno a los pueblos y lugares de la tierra.

La misión de la Iglesia en Hechos

Por muy atractivo que pueda parecer este modelo más nuevo, existen varios problemas con el paradigma missio Dei para la misión de la iglesia. Subestima la Gran Comisión, subestima lo que es central en la misión del Hijo y extiende demasiado nuestro papel en la misión cósmica de Dios en la tierra.

Además de todo esto, el nuevo modelo tiene dificultades para explicar el patrón de misión en los primeros días de la iglesia. Hechos es la historia inspirada de la misión de la iglesia. Este segundo volumen de Lucas describe aquello que se envió a hacer a los comisionados al final del primer volumen (Lc 24:47-48). Si el Evangelio de Lucas fue el libro de todo lo que Jesús comenzó a hacer y enseñar (1:1), entonces Hechos debe ser el registro de todo lo que Jesús continúa haciendo y enseñando.

Podríamos mirar casi cualquier capítulo de Hechos para comprender mejor la misión de la iglesia, pero Hch 14 es especialmente instructivo, los versículos 21-23 en particular. Al comienzo de Hch 13, la iglesia de Antioquía, impulsada por el Espíritu Santo, apartó a Pablo y Bernabé “para la obra a la que los he llamado” (v. 2). Esta no es la primera vez que se predicará el evangelio a los incrédulos en Hechos, ni tampoco es la primera obra del evangelio que harán Pablo y Bernabé. Pero es la primera vez que vemos a una iglesia enviando de manera intencional obreros cristianos con una misión a otro lugar.

Pablo y Bernabé viajaron a Chipre, luego a Antioquía de Pisidia, luego a Iconio, luego a Listra, luego a Derbe, y de allí de regreso a través de Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia, y luego a Perge, y de regreso a Antioquía en Siria. La sección final de Hechos 14 no es solo un buen resumen de la obra misional de Pablo, es el tipo de información que Pablo habría compartido con la iglesia en Antioquía cuando regresó (v. 27). Estos versículos son como la presentación en PowerPoint que Pablo y Bernabé compartieron con la iglesia que los envió. “Así es como vimos a Dios obrando. Aquí está lo que hicimos y en donde lo hicimos”. En otras palabras, si algún versículo nos va a dar una descripción concisa de qué se trataba la misión en la iglesia primitiva, son versículos como estos al final de Hch 14.

Hechos 14:21-23 nos presenta las tres columnas de la misión de la iglesia. A través de la obra misionera del apóstol Pablo, la iglesia primitiva se propuso como meta hacer:

  • Nuevos convertidos: “Después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos” (v. 21).
  • Nuevas comunidades: “Después que les designaron ancianos en cada iglesia” (v. 23).
  • Iglesias nutridas: “fortaleciendo los ánimos de los discípulos, exhortándolos a que perseveraran en la fe” (v. 22).

Si los apóstoles están destinados a ser el modelo de la iglesia para la misión, entonces debemos esperar que nuestros misioneros se involucren en estas actividades y oren por ellos con ese fin. El objetivo del trabajo misionero es ganar nuevos conversos, establecer a estos jóvenes discípulos en la fe e incorporarlos a una iglesia local.12

La definición de Schnabel de la obra misionera suena igual:

  • “Los misioneros comunican la noticia de Jesús el Mesías y Salvador a las personas que no han escuchado o aceptado esta noticia”.
  • “Los misioneros comunican una nueva forma de vida que reemplaza, al menos parcialmente, las normas sociales y los patrones de comportamiento de la sociedad en la que los nuevos creyentes se han convertido”.
  • “Los misioneros integran a los nuevos creyentes en una nueva comunidad”.13

Evangelismo, discipulado, plantación de iglesias: eso es lo que la iglesia en Antioquía envió a hacer a Pablo y Bernabé, y estos deben ser los objetivos de toda obra misionera. Los misioneros pueden apuntar a uno de estos componentes más que a los otros dos, pero los tres deben estar presentes en la estrategia general de misión de la iglesia.

Mantener lo principal como lo principal

Como ocurre con casi todas las doctrinas cristianas, hay zanjas a ambos lados del camino cuando se trata de definir la misión de la iglesia. Por un lado, queremos evitar el peligro de hacer nuestra misión demasiado pequeña. Algunos cristianos bien intencionados actúan como si la conversión fuera lo único que cuenta. Pusieron todos sus esfuerzos en llegar al campo lo más rápido posible, hablar con la mayor cantidad de personas posible y luego irse lo antes posible. La misión se convierte en sinónimo de proclamación del evangelio por primera vez. Claramente, Pablo no practicó el evangelismo blitzkrieg (del alemán “relámpago”), ni estaba motivado por un anhelo impaciente por números para informar en casa.

Por otro lado, queremos evitar el peligro de ampliar nuestra misión. Algunos cristianos bien intencionados actúan como si todo contara como misión. Pusieron todos sus esfuerzos en mejorar sus habilidades laborales, cavar pozos, establecer centros médicos, establecer excelentes escuelas y trabajar para obtener mejores cosechas; todo lo cual puede ser una maravillosa expresión de amor cristiano, pero tienen poca semejanza con lo que vemos en la misión que Pablo y Bernabé fueron enviados a cumplir en Hechos.

Sin denigrar el buen trabajo que los cristianos hacen como sal y luz en el mundo, debemos concluir de Hch 14, y del Nuevo Testamento de manera más amplia, que la misión de la iglesia es más específica que la de la gente común que realiza acciones extraordinarias. Como argumenta Schnabel, aquellos que exigen una “‘revolución’ en nuestra comprensión de la misión —lejos del enfoque misionero tradicional en ganar gente a la fe en Jesucristo, concentrándose más bien en una comprensión ‘holística’ de las afirmaciones de Jesús”— lo hacen sin una fuerte evidencia de apoyo.14 Vemos una y otra vez en los viajes misioneros de Pablo, y nuevamente en sus cartas, que la obra central a la que fue llamado fue la proclamación verbal de Jesucristo como Salvador y Señor (Ro 10:14-1715:181 Co 15:1-211Col 1:28). Pablo vio su identidad como apóstol, como uno de los enviados, en términos de ser apartado para el evangelio de Dios (Ro 1:1). Es por eso que en Hch 14:27 el resumen singular de su obra misionera recién completada es que Dios había abierto una puerta de fe a los gentiles. Su objetivo como misionero era la conversión de judíos y paganos, la transformación de sus corazones y mentes y la incorporación de estos nuevos creyentes en una iglesia madura y debidamente constituida. Lo que Pablo pretendía lograr como misionero en el primer siglo es una descripción adecuada de la misión de la iglesia para cada siglo.

NOTAS AL PIE

1Phillip Graham Ryken, City on a Hill: Reclaiming the Biblical Pattern for the Church (Chicago: Moody, 2003), 129.

2O, para decirlo con más detalle, “La misión de la iglesia es ir al mundo y hacer discípulos declarando el evangelio de Jesucristo en el poder del Espíritu y reuniendo a estos discípulos en iglesias para que adoren al Señor y obedezcan sus mandamientos ahora y en la eternidad, para la gloria de Dios Padre”. Kevin DeYoung and Greg Gilbert, What Is the Mission of the Church? Making Sense of Social Justice, Shalom, and the Great Commission (Wheaton, IL: Crossway, 2001), 62.

3Echkard J. Schnabel, Paul the Missionary: Realities, Strategy and Method (Downers Grove, IL: IVP Academic, 2008), 27-28.

4Ibid., 27.

5Cf. Eckhard J. Schnabel: “[Lucas] nunca caracteriza a 'la iglesia' como una institución que es 'enviada' para cumplir la voluntad de Dios. Lucas informa que una congregación local 'envía' predicadores y maestros designados como 'misioneros' a otras regiones (véase Hechos 13: 1-4), pero la iglesia en sí no se presenta como 'enviada' ”(Early Christian Mission, 2 Vols. [Downers Grove, IL: InterVarsity, 2002], 2: 1580).

6Andreas J. Köstenberger and Peter T. O’Brien, Salvation to the Ends of the Earth: A Biblical Theology of Mission (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2001), 265.

7John R.W. Stott, Christian Mission in the Modern World: What the Church Should Be Doing Now! (Downers Grove, IL: InterVarsity, 1975), 29.

8Lesslie Newbigin, The Open Secret: An Introduction to the Theology of Mission (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1994), 17.

9David J. Bosch, Transforming Mission: Paradigm Shifts in Theology of Mission (Maryknoll, NY: Orbis, 1991).

10Darrell Guder, ed., Missional Church: A Vision for the Sending of the Church in North America (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 1998), 77-109; James F. Engel and William A. Dyrness, Changing the Mind of Missions (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2000), 89.

11Christopher J.H. Wright, The Mission of God: Unlocking the Bible’s Grand Narrative (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2006), 22-23. En un libro posterior, Wright explica, “cuando hablo de misión, estoy pensando en todo lo que Dios está haciendo en su gran propósito para toda la creación y todo lo que nos llama a hacer en cooperación con ese propósito”. (The Mission of God’s People: A Biblical Theology of the Church’s Mission [Grand Rapids, MI: Zondervan, 2010], 25).

12Vea P.T. O’Brien, Gospel and Mission in the Writings of Paul: An Exegetical and Theological Analysis (Grand Rapids, MI: Baker Books, 1995, 43).

13Schnabel, Paul the Missionary, 28. Cf. Schnabel, Early Christian Mission, 1:11.

14Schnabel, Early Christian Mission, 2: 1580-81.


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