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Lectura de Hoy

11-07-2024

DEVOCIONAL

Devocional: Salmos 146–147

El Salmo 146 ha inspirado himnos en muchos idiomas. Isaac Watts (1674-1748) escribió uno basándose principalmente en este salmo. Ese himno aún se canta mucho en el Reino Unido; lamentablemente, casi no se le conoce en América del Norte. Por tanto, vale la pena reproducirlo aquí como la meditación de hoy: 

Alabaré a mi Hacedor mientras haya aliento en mí;
y cuando mi voz se pierda en la muerte,

la alabanza ocupará mis más nobles facultades.
Mis días de alabanza jamás pasarán,
mientras duren la vida, el pensamiento y el ser,
o perdure la inmortalidad. 


¡Dichoso el hombre cuya esperanza reposa
en el Dios de Israel! Él hizo los cielos,
la tierra y el mar, con todo lo que en ellos hay.
Su verdad por siempre permanece segura;
él salva al oprimido, alimenta al pobre,
y ninguno hallará hueca su promesa. 


El Señor da vista a los ciegos;
el Señor apoya a la mente moribunda;
envía paz a la conciencia cargada
ayuda al extranjero angustiado,
a la viuda y al huérfano,
y les otorga a los prisioneros dulce libertad. 


Le alabaré mientras me preste aliento;
y cuando se pierda mi voz en la muerte,
la alabanza ocupará mis más nobles facultades.
Mis días de alabanza jamás pasarán,
mientras duren la vida, el pensamiento y el ser,
o perdure la inmortalidad
.
Devocional: Jeremías 7
Este discurso del templo (Jeremías 7), dirigido en prosa a las personas que pasaban por las puertas “para adorar al SEÑOR” (7:2), es famoso por su gran insistencia en que ningún ritual, institución o edificio puede proteger a los culpables de la ira de Dios. Pensar de otra forma es caer en una ridícula superstición. Destacamos algunas notas:

(1) La simple recitación repetitiva de temas piadosos como “el templo del Señor” o “Jesús es el Señor” no sirve para nada. Dios exige renovación moral, repudiar a los dioses falsos, justicia y generosidad (7:6-8). El derramamiento de sangre inocente (7:6) puede referirse a ejecuciones judiciales, porque sabemos que se llevaron a cabo (26:23, bajo Joacim).

(2) Lo más ofensivo sobre todas las cosas es la hipocresía total. El pueblo robaba, asesinaba, cometía adulterio y perjurio, ofreciendo su adoración a dioses falsos, y después participaba en la adoración del templo, pidiendo refugio como si las murallas del templo pudiesen salvarlos del juicio del Señor (7:9-11). Cuando leemos las estadísticas modernas sobre robos (p. ej., defraudar en los impuestos) y adulterio, tanto fuera de la iglesia como dentro de ella, es difícil creer que nos encontremos una situación demasiado diferente. Puede que no reivindiquemos el santuario del recinto del templo, pero de alguna forma creemos que nuestra mínima observancia cristiana significa que seguimos siendo “buenas personas” y que, por tanto, estamos a salvo del juicio que cae sobre las demás naciones.

(3) Puede llegar el día, como ocurrió en la época de Jeremías, en que la oración intercesora en favor de esas personas esté prohibida por el propio Dios (7:16). Es lo mismo que decir que es demasiado tarde.

(4) Incluso así, Dios quiere que Jeremías diga todas estas cosas al pueblo. Quizás lo extremo de la amenaza dará lugar a la reflexión y alentará al arrepentimiento, pero no: “Tú les dirás todas estas cosas, pero no te escucharán. Los llamarás, pero no te responderán. Entonces les dirás: ‘Esta es la nación que no ha obedecido la voz del Señor su Dios, ni ha aceptado su corrección. La verdad ha muerto, ha sido arrancada de su boca’”. Aunque se escribió para describir a los habitantes de Judá en el siglo VI a. C., es difícil imaginar otro pasaje que refleje con más precisión la cultura occidental, incluyendo gran parte de la iglesia. De hecho, en la actualidad “la verdad ha muerto”, no solo en el sentido de que la integridad se encuentre en horas bajas, sino como consecuencia de las sensibilidades posmodernas que encuentran complicado ver de qué va toda esta cuestión: dicha cuestión es ¿Todos estos llamamientos al arrepentimiento están motivados por presiones sociológicas, o por un Ser divino que dice realmente la verdad objetiva? Si lo primero es cierto, nos estamos precipitando hacia la perdición.

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Josué 14–15
14 Estos son los territorios que los israelitas recibieron como heredad en la tierra de Canaán, los cuales les repartieron como heredad el sacerdote Eleazar y Josué, hijo de Nun, y las cabezas de familias de las tribus de los israelitas. Repartieron por suerte su heredad a las nueve tribus y a la media tribu, tal como el Señor había ordenado por medio de Moisés.
Pues Moisés había dado la heredad de las dos tribus y de la media tribu al otro lado del Jordán; pero no dio heredad entre ellos a los levitas. Porque los hijos de José eran dos tribus, Manasés y Efraín. Ellos no dieron a los levitas ninguna porción en su tierra, sino ciudades donde habitar, con sus tierras de pasto para sus ganados y para sus posesiones. Tal como el Señor había ordenado a Moisés, así hicieron los israelitas, y repartieron la tierra.

La heredad de Caleb

Entonces los hijos de Judá vinieron a Josué en Gilgal, y Caleb, hijo de Jefone el cenezeo, le dijo: «Tú sabes lo que el Señor dijo a Moisés, hombre de Dios, acerca de ti y de mí en Cades Barnea. Yo tenía cuarenta años cuando Moisés, siervo del Señor, me envió de Cades Barnea a reconocer la tierra, y le informé como yo lo sentía en mi corazón. Sin embargo, mis hermanos que subieron conmigo, hicieron atemorizar el corazón del pueblo. Pero yo seguí plenamente al Señor mi Dios. Y aquel día Moisés juró y dijo: “Ciertamente, la tierra que ha pisado tu pie será herencia tuya y de tus hijos para siempre, porque has seguido plenamente al Señor mi Dios”. 10 El Señor me ha permitido vivir, tal como prometió, estos cuarenta y cinco años, desde el día en que el Señor habló estas palabras a Moisés, cuando Israel caminaba en el desierto; así que ahora tengo ochenta y cinco años. 11 Todavía estoy tan fuerte como el día en que Moisés me envió. Como era entonces mi fuerza, así es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar. 12 Ahora pues, dame esta región montañosa de la cual el Señor habló aquel día, porque tú oíste aquel día que allí había anaceos con grandes ciudades fortificadas. Tal vez el Señor esté conmigo y los expulsaré como el Señor ha dicho».
13 Y Josué lo bendijo, y dio Hebrón por heredad a Caleb, hijo de Jefone. 14 Por tanto, Hebrón vino a ser hasta hoy heredad de Caleb, hijo de Jefone el cenezeo, porque siguió plenamente al Señor, Dios de Israel. 15 Y el nombre de Hebrón antes era Quiriat Arba. Pues Arba era el hombre más grande entre los anaceos. Entonces la tierra descansó de la guerra.

Territorio de Judá

15La parte que tocó en suerte a la tribu de los hijos de Judá conforme a sus familias, llegaba hasta la frontera de Edom, hacia el sur, hasta el desierto de Zin al extremo sur. Su límite al sur se extendía desde el extremo del Mar Salado, desde la bahía que da hacia el sur, y seguía por el sur hacia la subida de Acrabim y continuaba hasta Zin. Entonces subía por el lado sur de Cades Barnea hasta Hezrón, y subía hasta Adar y volvía a Carca. Después pasaba por Asmón y seguía hasta el torrente de Egipto. Y el límite terminaba en el Mar Mediterráneo. Este será el límite sur para ustedes.
El límite oriental era el Mar Salado hasta la desembocadura del Jordán. El límite por el lado norte era desde la bahía del mar en la desembocadura del Jordán. Entonces el límite subía hasta Bet Hogla y seguía al norte de Bet Arabá y subía hasta la piedra de Bohán, hijo de Rubén. El límite subía hasta Debir desde el valle de Acor, y volvía hacia el norte, hacia Gilgal que está frente a la subida de Adumín, al sur del valle, y seguía hasta las aguas de En Semes y terminaba en En Rogel.
Después el límite subía por el valle de Ben Hinom hasta la ladera del jebuseo al sur, es decir, Jerusalén, y subía hasta la cumbre del monte que está frente al valle de Hinom hacia el occidente, que está al extremo del valle de Refaim hacia el norte. Desde la cumbre del monte el límite doblaba hacia la fuente de las aguas de Neftoa, y seguía hasta las ciudades del monte Efrón, girando hacia Baala, es decir, Quiriat Jearim. 10 De Baala el límite giraba hacia el occidente, hasta el monte Seir, y continuaba hasta la ladera del monte Jearim al norte, es decir, Quesalón, y bajaba a Bet Semes, y continuaba por Timna. 11 El límite seguía hacia el norte por el lado de Ecrón, girando hacia Sicrón, y continuaba hasta el monte Baala, seguía hasta Jabneel y terminaba en el mar. 12 El límite occidental era el Mar Grande, es decir, su costa. Este es el límite alrededor de los hijos de Judá conforme a sus familias.
13 Y Josué dio a Caleb, hijo de Jefone, una porción entre los hijos de Judá, según el mandato del Señor a Josué, es decir, Quiriat Arba, siendo Arba el padre de Anac, es decir, Hebrón. 14 Caleb expulsó de allí a los tres hijos de Anac: Sesai, Ahimán y Talmai, hijos de Anac. 15 De allí subió contra los habitantes de Debir (el nombre de Debir antes era Quiriat Séfer).
16 Y Caleb dijo: «Al que ataque a Quiriat Séfer y la tome, yo le daré a mi hija Acsa por mujer». 17 Otoniel, hijo de Quenaz, hermano de Caleb, la tomó, y él le dio a su hija Acsa por mujer.
18 Y cuando ella vino a él, este la persuadió a que pidiera un campo a su padre. Ella entonces se bajó del asno, y Caleb le dijo: «¿Qué quieres?».19  «Dame una bendición», respondió ella; «ya que me has dado la tierra del Neguev, dame también fuentes de agua». Y él le dio las fuentes de las regiones altas y las fuentes de las regiones bajas.

Las ciudades de Judá

20 Esta es la heredad de la tribu de los hijos de Judá conforme a sus familias.
21 Las ciudades al extremo de la tribu de los hijos de Judá, hacia la frontera de Edom en el sur, fueron: Cabseel, Edar, Jagur, 22 Cina, Dimona, Adada, 23 Cedes, Hazor, Itnán, 24 Zif, Telem, Bealot, 25 Hazor Hadata, Queriot Hezrón, es decir, Hazor, 26 Amam, Sema, Molada, 27 Hazar Gada, Hesmón, Bet Pelet, 28 Hazar Sual, Beerseba, Bizotia, 29 Baala, Iim, Esem, 30 Eltolad, Quesil, Horma, 31 Siclag, Madmana, Sansana, 32 Lebaot, Silhim, Aín y Rimón; en total veintinueve ciudades con sus aldeas.
33 En las tierras bajas: Estaol, Zora, Asena, 34 Zanoa, En Ganim, Tapúa, Enam, 35 Jarmut, Adulam, Soco, Azeca, 36 Saaraim, Aditaim, Gedera y Gederotaim; catorce ciudades con sus aldeas.
37 Zenán, Hadasa, Migdal Gad, 38 Dileán, Mizpa, Jocteel, 39 Laquis, Boscat, Eglón, 40 Cabón, Lahmam, Quitlis, 41 Gederot, Bet Dagón, Naama y Maceda; dieciséis ciudades con sus aldeas.
42 Libna, Eter, Asán, 43 Jifta, Asena, Nezib, 44 Keila, Aczib y Maresa; nueve ciudades con sus aldeas.
45 Ecrón con sus pueblos y sus aldeas; 46 desde Ecrón hasta el mar, todas las que estaban cerca de Asdod, con sus aldeas.
47 Asdod, sus pueblos y sus aldeas; Gaza, sus pueblos y sus aldeas; hasta el torrente de Egipto y el Mar Grande y sus costas.
48 Y en la región montañosa: Samir, Jatir, Soco, 49 Dana, Quiriat Sana, es decir, Debir, 50 Anab, Estemoa, Anim, 51 Gosén, Holón y Gilo; once ciudades con sus aldeas.
52 Arab, Duma, Esán, 53 Janum, Bet Tapúa, Afeca, 54 Humta, Quiriat Arba, es decir, Hebrón, y Sior; nueve ciudades con sus aldeas.
55 Maón, Carmel, Zif, Juta, 56 Jezreel, Jocdeam, Zanoa, 57 Caín, Guibeá y Timna; diez ciudades con sus aldeas.
58 Halhul, Bet Sur, Gedor, 59 Maarat, Bet Anot y Eltecón; seis ciudades con sus aldeas.
60 Quiriat Baal, es decir, Quiriat Jearim, y Rabá; dos ciudades con sus aldeas.
61 En el desierto: Bet Arabá, Midín, Secaca, 62 Nibsán, la Ciudad de la Sal y Engadi; seis ciudades con sus aldeas.
63 Pero a los jebuseos, habitantes de Jerusalén, los hijos de Judá no pudieron expulsarlos; por tanto, los jebuseos habitan hasta hoy en Jerusalén con los hijos de Judá.

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Salmos 146–147
LIBRO QUINTO
El SEÑOR, verdadero ayudador
146 ¡Aleluya! Oh alma mía, alaba al SEÑOR. Alabaré al SEÑOR mientras yo viva; Cantaré alabanzas a mi DIOS mientras yo exista. No confíen ustedes en príncipes, Ni en hijo de hombre en quien no hay salvación. Su espíritu exhala, él vuelve a la tierra; En ese mismo día perecen sus pensamientos. Bienaventurado aquel cuya ayuda es el DIOS de Jacob, Cuya esperanza está en el SEÑOR su DIOS, Que hizo los cielos y la tierra, El mar y todo lo que en ellos hay; Que guarda la verdad para siempre; Que hace justicia a los oprimidos, Y da pan a los hambrientos. El SEÑOR pone en libertad a los cautivos.
El SEÑOR abre los ojos a los ciegos, El SEÑOR levanta a los caídos, El SEÑOR ama a los justos. El SEÑOR protege a los extranjeros, Sostiene al huérfano y a la viuda, Pero frustra el camino a los impíos. 10 El SEÑOR reinará para siempre, Tu DIOS, oh Sión, por todas las generaciones. ¡Aleluya!

Alabanza por la restauración y prosperidad de Jerusalén

147¡Aleluya! Porque bueno es cantar alabanzas a nuestro DIOS, Porque agradable y apropiada es la alabanza. El SEÑOR edifica a Jerusalén; Congrega a los dispersos de Israel; Sana a los quebrantados de corazón Y venda sus heridas. Cuenta el número de las estrellas, Y a todas ellas les pone nombre. Grande es nuestro SEÑOR, y muy poderoso; Su entendimiento es infinito. El SEÑOR sostiene al afligido Pero humilla a los impíos hasta la tierra.
Canten al SEÑOR con acción de gracias; Canten alabanzas con la lira a nuestro DIOS, El que cubre de nubes los cielos, El que provee lluvia para la tierra, El que hace brotar la hierba en los montes. Él da su alimento al ganado Y a la cría de los cuervos cuando chillan. 10 No se deleita en la fuerza del caballo, Ni se complace en las piernas ágiles del hombre. 11 El SEÑOR favorece a los que le temen, A los que esperan en Su misericordia.
12 ¡Alaba al SEÑOR, oh Jerusalén! ¡Alaba a tu DIOS, oh Sión! 13 Porque Él ha reforzado los cerrojos de tus puertas; Ha bendecido a tus hijos dentro de ti. 14 Él hace la paz en tus fronteras; Te sacia con lo mejor del trigo. 15 Envía Sus órdenes a la tierra; Su palabra corre velozmente. 16 Manda la nieve como lana; Esparce la escarcha cual ceniza. 17 Arroja Su hielo como migas de pan; ¿Quién puede resistir ante Su frío? 18 Envía Su palabra y los derrite; Hace soplar Su viento y el agua corre. 19 Declara Su palabra a Jacob, Y Sus estatutos y Sus ordenanzas a Israel. 20 No ha hecho así con ninguna otra nación; Y en cuanto a Sus ordenanzas, no las han conocido. ¡Aleluya!
Jeremías 7
La adoración verdadera

29 Córtate el cabello y tíralo, Y entona una endecha en las alturas desoladas; Porque el SEÑOR ha desechado y abandonado A la generación objeto de Su furor”.
30 Porque los hijos de Judá han hecho lo que es malo ante Mis ojos», declara el SEÑOR, «han puesto sus abominaciones en la casa que es llamada por Mi nombre, profanándola. 31 Y han edificado los lugares altos de Tofet, que está en el valle de Ben Hinom, para quemar a sus hijos y a sus hijas en el fuego, lo cual Yo no mandé, ni me pasó por la mente». 32 «Por tanto, vienen días», declara el SEÑOR, «cuando no se dirá más Tofet, ni valle de Ben Hinom, sino el valle de la Matanza; porque enterrarán en Tofet por no haber otro lugar. 33 Y los cadáveres de este pueblo servirán de comida para las aves del cielo y para las bestias de la tierra, sin que nadie las espante. 34 Entonces haré cesar de las ciudades de Judá y de las calles de Jerusalén la voz de gozo y la voz de alegría, la voz del novio y la voz de la novia; porque la tierra quedará desolada».

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Mateo 21
La entrada triunfal
21 Cuando se acercaron a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús entonces envió a dos discípulos, diciéndoles: «Vayan a la aldea que está enfrente de ustedes, y enseguida encontrarán un asna atada y un pollino con ella; desátenla y tráiganlos a Mí. Y si alguien les dice algo, digan: “El Señor los necesita”; y enseguida los enviará». Esto sucedió para que se cumpliera lo que fue dicho por medio del profeta, cuando dijo:
«Digan a la hija de Sión: “Mira, tu Rey viene a ti, Humilde y montado en un asna, Y en un pollino, hijo de bestia de carga”».
Entonces fueron los discípulos e hicieron tal como Jesús les había mandado, y trajeron el asna y el pollino. Pusieron sobre ellos sus mantos y Jesús se sentó encima. La mayoría de la multitud tendió sus mantos en el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino. Y las multitudes que iban delante de Él y las que iban detrás, gritaban:
«¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito Aquel que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!».
10 Cuando Jesús entró en Jerusalén, toda la ciudad se agitó, y decían: «¿Quién es Este?». 11 Y las multitudes contestaban: «Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea».

Jesús echa a los mercaderes del templo

12 Jesús entró en el templo y echó fuera a todos los que compraban y vendían en el templo. También volcó las mesas de los que cambiaban el dinero y los asientos de los que vendían las palomas. 13 Y les dijo*: «Escrito está, “Mi casa será llamada casa de oración”, pero ustedes la están haciendo cueva de ladrones».
14 En el templo se acercaron a Él los ciegos y los cojos, y los sanó. 15 Pero cuando los principales sacerdotes y los escribas vieron las maravillas que había hecho, y a los muchachos que gritaban en el templo y decían: «¡Hosanna al Hijo de David!», se indignaron. 16 Y le dijeron: «¿Oyes lo que estos dicen?». Y Jesús les respondió*: «Sí, ¿nunca han leído: “De la boca de los pequeños y de los niños de pecho te has preparado alabanza?”». 17 Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, y se hospedó allí.

La higuera estéril

18 Por la mañana, cuando regresaba a la ciudad, Jesús tuvo hambre. 19 Y al ver una higuera junto al camino, se acercó a ella, pero no halló nada en ella sino solo hojas, y le dijo*: «Nunca jamás brote fruto de ti». Y al instante se secó la higuera. 20 Los discípulos se maravillaron al ver esto, y decían: «¿Cómo es que la higuera se secó al instante?».
21 Jesús les respondió: «En verdad les digo que si tienen fe y no dudan, no solo harán lo de la higuera, sino que aun si dicen a este monte: “Quítate y échate al mar”, así sucederá. 22 Y todo lo que pidan en oración, creyendo, lo recibirán».

La autoridad de Jesús puesta en duda

23 Cuando Jesús llegó al templo, los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se acercaron a Él mientras enseñaba, diciendo: «¿Con qué autoridad haces estas cosas, y quién te dio esta autoridad?».
24 Y Jesús les respondió: «Yo también les haré una pregunta, que si me la contestan, Yo también les diré con qué autoridad hago estas cosas.25 ¿De dónde era el bautismo de Juan, del cielo o de los hombres?». Y ellos discutían entre sí, diciendo: «Si decimos: “Del cielo”, Él nos dirá: “Entonces, ¿por qué no le creyeron?”. 26 Y si decimos: “De los hombres”, tememos a la multitud; porque todos tienen a Juan por profeta».
27 Y respondieron a Jesús: «No lo sabemos». Él a su vez les dijo: «Tampoco Yo les diré con qué autoridad hago estas cosas.
28 »Pero, ¿qué les parece? Un hombre tenía dos hijos, y llegándose al primero, le dijo: “Hijo, ve, trabaja hoy en la viña”. 29 Y él respondió: “No quiero”; pero después, arrepentido, fue. 30 Llegándose al otro, le dijo lo mismo; y este respondió: “Yo iré, señor”; pero no fue.31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?». «El primero», respondieron* ellos. Jesús les dijo*: «En verdad les digo que los recaudadores de impuestos y las rameras entran en el reino de Dios antes que ustedes. 32 Porque Juan vino a ustedes en camino de justicia y no le creyeron, pero los recaudadores de impuestos y las rameras le creyeron; y ustedes, viendo esto, ni siquiera se arrepintieron después para creerle.

Parábola de los labradores malvados

33 »Escuchen otra parábola. Había una vez un hacendado que plantó una viña y la cercó con un muro, y cavó en ella un lagar y edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se fue de viaje. 34 Cuando se acercó el tiempo de la cosecha, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos. 35 Pero los labradores, tomando a los siervos, a uno lo golpearon, a otro lo mataron y a otro lo apedrearon. 36 Volvió a mandar otro grupo de siervos, mayor que el primero; y les hicieron lo mismo.
37 »Finalmente les envió a su hijo, diciendo: “Respetarán a mi hijo”. 38 Pero cuando los labradores vieron al hijo, dijeron entre sí: “Este es el heredero; vengan, matémoslo y apoderémonos de su heredad”. 39 Y echándole mano, lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. 40 Cuando venga, pues, el dueño de la viña, ¿qué hará a esos labradores?».
41 Ellos respondieron*: «Llevará a esos miserables a un fin lamentable, y arrendará la viña a otros labradores que le paguen los frutos a su tiempo». 42 Jesús les dijo*: «¿Nunca leyeron en las Escrituras:
“La piedra que desecharon los constructores, Esa, en piedra angular se ha convertido; Esto fue hecho de parte del Señor, Y es maravilloso a nuestros ojos”?
43 Por eso les digo que el reino de Dios les será quitado a ustedes y será dado a una nación que produzca los frutos del reino. 44 Y el que caiga sobre esta piedra será hecho pedazos; pero sobre quien ella caiga, lo esparcirá como polvo».
45 Al oír las parábolas de Jesús los principales sacerdotes y los fariseos, comprendieron que Él hablaba de ellos. 46 Y cuando procuraron prender a Jesús, tuvieron miedo de la multitud, porque ellos lo tenían por profeta.

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