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Lectura de Hoy
13-07-2024
DEVOCIONAL
Devocional: Josué 18–19
Este (Josué 18-19) es un buen momento para reflexionar sobre los muchos capítulos de Josué que se dedican al reparto de la tierra. (1) Enfocados en la división de la tierra, estos capítulos se centran implícitamente en la tierra misma. Después de todo, la tierra era un componente irreducible de la promesa a Abraham, del pacto del Sinaí, de la liberación de los israelitas de la esclavitud en Egipto. Ahora se distribuye mediante la supervisión providencial de la “suerte”. (2) La conclusión inevitable es que Dios es fiel a sus promesas. Tan sólo dos capítulos más adelante se nos revela explícitamente este punto: “Así fue como el Señor les entregó a los israelitas todo el territorio que había prometido darles a sus antepasados; y el pueblo de Israel se estableció allí. El Señor les dio descanso en todo el territorio, cumpliendo así la promesa hecha años atrás a sus antepasados. Ninguno de sus enemigos pudo hacer frente a los israelitas, pues el Señor entregó en sus manos a cada uno de los que se les oponían. Y ni una sola de las buenas promesas del Señor a favor de Israel dejó de cumplirse, sino que cada una se cumplió al pie de la letra” (Josué 21:43-45). (3) Estos capítulos también nos explican que la entrada en la Tierra Prometida no procedió de una ola de triunfo constante. Anteriormente, Dios había advertido que no se la entregaría toda de un golpe a los israelitas. Ahora, se nos dice varias veces que una u otra tribu no logró desalojar a ciertos cananeos y que permanecieron allí “hasta hoy”. Por ejemplo, “Los descendientes de Judá no pudieron expulsar de la ciudad de Jerusalén a los jebuseos, así que hasta el día de hoy estos viven allí junto con los descendientes de Judá” (15:63; cf. Jueces 1:21). De hecho, Jerusalén fue tomada (Jueces 1:8), pero no todos los jebuseos fueron arrojados. Este tipo de detalle nos ayuda a explicar por qué gran parte de la historia de Israel está saturada de la lucha entre la fidelidad y el sincretismo. (4) Algunos de los elementos en estos capítulos le ponen punto final a ciertos fragmentos anteriores de la narrativa. Por ejemplo, Caleb aparece de nuevo. Él era colega de Josué entre el grupo inicial de los doce espías; ellos dos fueron los únicos que, en Cades Barnea, al acercarse por primera vez a la Tierra Prometida, animaron al pueblo a entrar con valentía y confiar en Dios. En consecuencia, son los únicos de su generación que aún están vivos para ver la Tierra Prometida con sus propios ojos. Y ahora, en Josué 15, Caleb sigue buscando nuevos territorios para conquistar y recibe su herencia. De forma parecida, los capítulos 20 y 21 detallan la designación de ciudades de refugio y los pueblos asignados para los levitas, pasos ordenados por el Código Mosaico. (5) Se avecinan problemas. Las ambigüedades de la situación y la memoria de las últimas advertencias de Moisés le señalan al lector que estas victorias parciales, siendo buenas, no pueden ser la provisión final o máxima de Dios. Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso. |
Devocional: Jeremías 9 |
Una vez más, Jeremías abunda en algunos de los temas que ya ha introducido (Jeremías 9). Por ejemplo, los dos últimos versículos hablan de la circuncisión verdadera y de la falsa (cp. 4:4). Sin embargo, también explora una nueva faceta del pecado del pueblo (9:23-24). Nos detendremos en cuatro elementos presentes en estos versículos: Primero, la raíz de muchos pecados es la engreída autosuficiencia que los lleva a jactarse de su propia sabiduría, fuerza o riqueza (9:23) Esa es una señal de perdición. Se centra en el ego. Peor aún, no es capaz de reconocer que todo lo que tenemos (y de lo que alardeamos) procede de fuentes externas: no escogemos nuestros genes, padres o legado; todo lo que tenemos lo hemos conseguido en función de los demás, de la salud, de regalos, de apoyos y situaciones, mil factores sobre los que tenemos muy poco control y que, a este lado de la caída, no tenemos derecho a reclamar. Lo peor de todo es que las personas engreídas y autosuficientes no dan lugar a las prioridades al margen de ellos mismos; no dejan espacio a Dios, porque ellos son su propio dios. Segundo, no hay nada más importante para los seres humanos en el universo que conocer al Señor (9:24a). Él es Dios, no nosotros; él es el Creador, no nosotros; él reina en su providencia, no nosotros. Él existe por sí mismo y dependemos de él. Él mora en la eternidad, mientras nosotros estamos limitados en nuestro pequeño segmento del tiempo. Él es totalmente santo y glorioso, nosotros estamos tremendamente contaminados por lo impuro y sometidos al juicio. Sin embargo, ¡podemos conocer al Señor! Esto es lo único de lo que verdaderamente podemos “jactarnos”. ¿Dudaremos de ello dentro de doscientos o dos billones de años? Tercero, aquel al que conocemos es Jehová, que actúa “en la tierra con amor, con derecho y justicia” (9:24b). “Amor” es el del pacto, su misericordia, vinculada a su total fiabilidad, una virtud que contrasta asombrosamente con la volubilidad del pueblo que se rebela contra él. Cuarto, Pablo entiende que estos versículos se pueden aplicar de forma universal cuando hace alusión a ellos y los cita en parte en 1 Corintios 1:26- 31: “No sois muchos de vosotros sabios, según criterios meramente humanos; ni sois muchos poderosos, ni muchos de noble cuna”, el tipo de cosas de las que alardeaban los corintios. Encontramos el concepto “sabios/sabiduría” en ambos contextos; Pablo no interpreta “poderosos” en términos de fuerza física, sino de influencia política y social; los de “noble cuna” son los ricos, pues en el mundo preindustrial ambas cosas iban de la mano. Sin embargo, si nuestra verdadera sabiduría está en Cristo, “es decir, nuestra justificación, santificación y redención” (1 Co. 1:30), entonces, “si alguien ha de gloriarse, que se gloríe en el Señor” (1:31). Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com |
Josué 18–19 |
División del resto del territorio |
19 La segunda suerte tocó a Simeón, a la tribu de los hijos de Simeón conforme a sus familias, y su heredad estaba en medio de la heredad de los hijos de Judá. 2 Y les correspondió por heredad: Beerseba, Seba, Molada, 3 Hazar Sual, Bala, Ezem, 4 Eltolad, Betul, Horma, 5 Siclag, Bet Marcabot, Hazar Susa, 6 Bet Lebaot y Saruhén; trece ciudades con sus aldeas; 7 Aín, Rimón, Eter y Asán; cuatro ciudades con sus aldeas; 8 y todas las aldeas que estaban alrededor de estas ciudades hasta Baalat Beer, Ramat del Neguev. Esta fue la heredad de la tribu de los hijos de Simeón conforme a sus familias. 9 La heredad de los hijos de Simeón se tomó de la porción de los hijos de Judá, porque la porción de los hijos de Judá era demasiado grande para ellos. Los hijos de Simeón recibieron, pues, heredad en medio de la heredad de Judá. Territorio de Zabulón 10 La tercera suerte tocó a los hijos de Zabulón conforme a sus familias. El territorio de su heredad llegaba hasta Sarid. 11 Y su límite subía hacia el occidente hasta Marala, tocaba a Dabeset y llegaba hasta el arroyo que está frente a Jocneam. 12 Luego doblaba desde Sarid al oriente hacia la salida del sol hasta el límite de Quislot Tabor, seguía hasta Daberat y subía hasta Jafía. 13 Desde allí continuaba al oriente hacia la salida del sol hasta Gat Hefer a Ita Cazín, y seguía hasta Rimón rodeando a Nea. 14 Y por el lado norte el límite la rodeaba hasta Hanatón y terminaba en el valle del Jefte Él. 15 También estaban incluidas Catat, Naalal, Simrón, Idala y Belén; doce ciudades con sus aldeas. 16 Esta fue la heredad de los hijos de Zabulón conforme a sus familias; estas ciudades con sus aldeas. Territorio de Isacar 17 La cuarta suerte tocó a Isacar, a los hijos de Isacar conforme a sus familias. 18 Su territorio llegaba hasta Jezreel e incluía Quesulot, Sunem, 19 Hafaraim, Sihón, Anaharat, 20 Rabit, Quisión, Abez, 21 Remet, En Ganim, En Hada y Bet Pases. 22 Y el límite llegaba hasta Tabor, Sahazima y Bet Semes y terminaba en el Jordán; dieciséis ciudades con sus aldeas. 23 Esta fue la heredad de la tribu de los hijos de Isacar conforme a sus familias; estas ciudades con sus aldeas. Territorio de Aser 24 La quinta suerte tocó a la tribu de los hijos de Aser conforme a sus familias. 25 Su territorio fue: Helcat, Halí, Betén, Acsaf, 26 Alamelec, Amad y Miseal. Su límite al occidente llegaba hasta el monte Carmelo y hasta Sihor Libnat. 27 Y doblaba hacia el oriente hasta Bet Dagón, y llegaba hasta Zabulón y hacia el norte al valle del Jefte Él hasta Bet Emec y Neiel. Entonces continuaba hacia el norte hasta Cabul, 28 Hebrón, Rehob, Hamón y Caná, hasta la gran Sidón. 29 Después el límite doblaba hacia Ramá y la ciudad fortificada de Tiro; entonces el límite doblaba hacia Hosa y terminaba en el mar por la región de Aczib. 30 También estaban incluidas Uma, Afec y Rehob; veintidós ciudades con sus aldeas. 31 Esta fue la heredad de la tribu de los hijos de Aser conforme a sus familias; estas ciudades con sus aldeas. Territorio de Neftalí 32 La sexta suerte tocó a los hijos de Neftalí; a los hijos de Neftalí conforme a sus familias. 33 Y su límite era desde Helef, desde la encina de Saananim, Adami Neceb y Jabneel hasta Lacum; y terminaba en el Jordán. 34 Entonces el límite doblaba al occidente hacia Aznot Tabor, y de allí seguía a Hucoc; alcanzaba a Zabulón en el sur, tocaba a Aser en el occidente y a Judá en el Jordán hacia el oriente. 35 Y las ciudades fortificadas eran Sidim, Zer, Hamat, Racat, Cineret, 36 Adama, Ramá, Hazor, 37 Cedes, Edrei, En Hazor, 38 Irón, Migdal Él, Horem, Bet Anat y Bet Semes; diecinueve ciudades con sus aldeas. 39 Esta fue la heredad de la tribu de los hijos de Neftalí conforme a sus familias; estas ciudades con sus aldeas. Territorio de Dan 40 La séptima suerte tocó a la tribu de los hijos de Dan conforme a sus familias. 41 Y el territorio de su herencia fue: Zora, Estaol, Irsemes, 42 Saalabín, Ajalón, Jetla, 43 Elón, Timnat, Ecrón, 44 Elteque, Gibetón, Baalat, 45 Jehúd, Bene Berac, Gat Rimón, 46 Mejarcón y Racón, con el territorio junto a Jope. 47 Pero el territorio de los hijos de Dan continuaba más allá de estas. Porque los hijos de Dan subieron y lucharon contra Lesem y la capturaron. La hirieron a filo de espada, la poseyeron y se establecieron en ella; y a Lesem la llamaron Dan, según el nombre de Dan su padre. 48 Esta fue la heredad de la tribu de los hijos de Dan conforme a sus familias; estas ciudades con sus aldeas. 49 Cuando terminaron de repartir la tierra en heredad según sus límites, los israelitas dieron heredad en medio de ellos a Josué, hijo de Nun. 50 De acuerdo con el mandato del SEÑOR le dieron la ciudad que él pidió, Timnat Sera, en la región montañosa de Efraín. Y él reconstruyó la ciudad y se estableció en ella. 51 Estas fueron las heredades que el sacerdote Eleazar, Josué, hijo de Nun, y los jefes de las casas de las tribus de los israelitas repartieron por suertes en Silo, en presencia del SEÑOR, a la entrada de la tienda de reunión. Así terminaron de repartir la tierra. Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com |
Salmos 149–150 |
Alabe Israel al Señor |
149 ¡Aleluya! Canten al Señor un cántico nuevo, Y Su alabanza en la congregación de los santos. 2 Alégrese Israel en su Creador; Regocíjense los hijos de Sión en su Rey. 3 Alaben Su nombre con danza; Y canten a Él alabanza con pandero y lira. 4 Porque el Señor se deleita en Su pueblo; Adornará de salvación a los afligidos. 5 Regocíjense de gloria los santos; Canten con gozo sobre sus camas. 6 Sean las alabanzas de Dios en su boca, Y una espada de dos filos en su mano, 7 Para ejecutar venganza en las naciones Y castigo en los pueblos; 8 Para atar a sus reyes con cadenas Y a sus nobles con grillos de hierro; 9 Para ejecutar en ellos el juicio decretado: Esto es gloria para todos Sus santos. ¡Aleluya! Salmo de alabanza 150 ¡Aleluya! Alaben a Dios en Su santuario; Alábenlo en Su majestuoso firmamento. 2 Alaben a Dios por Sus hechos poderosos; Alábenlo según la excelencia de Su grandeza. 3 Alaben a Dios con sonido de trompeta; Alábenlo con arpa y lira. 4 Alaben a Dios con pandero y danza; Alábenlo con instrumentos de cuerda y flauta. 5 Alaben a Dios con címbalos sonoros; Alábenlo con címbalos resonantes. 6 Todo lo que respira alabe al Señor. ¡Aleluya! Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com |
Jeremías 9 |
9 Quién me diera que mi cabeza se hiciera agua, Y mis ojos fuente de lágrimas, Para que yo llorara día y noche Por los muertos de la hija de mi pueblo. 2 Quién me diera en el desierto Un albergue de caminantes, Para dejar a mi pueblo Y alejarme de ellos. Porque todos ellos son adúlteros, Una asamblea de traidores. 3 «Tensan su lengua como su arco; La mentira y no la verdad prevalece en la tierra; Porque de mal en mal proceden, Y a Mí no me conocen», declara el SEÑOR. 4 «Guárdese cada uno de su prójimo, Y no confíe en ningún hermano; Porque todo hermano obra con engaño, Y todo prójimo anda calumniando. 5 Cada uno engaña a su prójimo, Y no habla la verdad, Han enseñado sus lenguas a hablar mentiras; Se afanan por cometer iniquidad. 6 Tu morada está en medio del engaño; Por causa del engaño rehúsan conocerme», declara el SEÑOR. 7 Por tanto, así dice el SEÑOR de los ejércitos: «Los refinaré y los probaré, Porque ¿qué más puedo hacer con la hija de Mi pueblo? 8 Saeta mortífera es su lengua, Engaño habla; Con su boca habla cada uno de paz a su prójimo, Pero dentro de sí le tiende emboscada. 9 Por estas cosas ¿no los castigaré?», declara el SEÑOR. «De una nación como esta ¿No se vengará Mi alma? Amenaza de ruina y destierro 10 »Alcen por los montes lloro y lamentación, Y una elegía por los pastos del desierto, Porque han sido desolados; nadie pasa por ellos, Ni se oye el bramido del ganado; Desde las aves del cielo hasta las bestias han huido, se han ido. 11 Haré de Jerusalén un montón de ruinas, Una guarida de chacales, Y de las ciudades de Judá una desolación, sin habitante». 12 ¿Quién es el hombre sabio que entienda esto? ¿A quién ha hablado la boca del SEÑOR que pueda declararlo? ¿Por qué está arruinado el país, desolado como un desierto sin que nadie pase por él? 13 El SEÑOR respondió: «Porque han abandonado Mi ley que puse delante de ellos, y no han obedecido Mi voz ni andado conforme a ella, 14 sino que han andado tras la terquedad de sus corazones y tras los Baales, tal como sus padres les enseñaron». 15 Por tanto, así dice el SEÑOR de los ejércitos, el Dios de Israel: «Yo daré de comer ajenjo a este pueblo y le daré a beber agua envenenada. 16 Los esparciré entre naciones que ni ellos ni sus padres conocieron, y enviaré tras ellos la espada hasta aniquilarlos». 17 Así dice el SEÑOR de los ejércitos: «Consideren, llamen a las plañideras, que vengan; Envíen por las más hábiles, que vengan, 18 Que se apresuren y eleven una lamentación por nosotros, Para que derramen lágrimas nuestros ojos Y fluya agua de nuestros párpados. 19 Porque voz de lamentación se oye desde Sión: “¡Cómo hemos sido arrasados! En gran manera estamos avergonzados, Pues tenemos que abandonar la tierra, Porque han derribado nuestras moradas”». 20 Oigan, pues, mujeres, la palabra del SEÑOR, Y reciba el oído de ustedes la palabra de Su boca; Enseñen la lamentación a sus hijas Y la endecha cada una a su vecina. 21 Porque la muerte ha subido por nuestras ventanas, Ha entrado en nuestros palacios, Exterminando a los niños de las calles, A los jóvenes de las plazas. 22 Así declara el SEÑOR: «Los cadáveres de los hombres caerán Como estiércol sobre la superficie del campo, Y como gavillas tras el segador Sin haber quien las recoja». 23 Así dice el SEÑOR: «No se gloríe el sabio de su sabiduría, Ni se gloríe el poderoso de su poder, Ni el rico se gloríe de su riqueza; 24 Pero si alguien se gloría, gloríese de esto: De que me entiende y me conoce, Pues Yo soy el SEÑOR que hago misericordia, Derecho y justicia en la tierra, Porque en estas cosas me complazco», declara el SEÑOR. 25 «Ciertamente vienen días», declara el SEÑOR, «en que castigaré a todo el que esté circuncidado solo en la carne: 26 a Egipto, Judá, Amón, Moab y a todos los que se rapan las sienes, a los que habitan en el desierto. Porque todas las naciones son incircuncisas, y toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón» Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com |
Mateo 23 |
Jesús acusa a escribas y fariseos |
23 Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: 2 En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. 3 Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen. 4 Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. 5 Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos; 6 y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, 7 y las salutaciones en las plazas, y que los hombres los llamen: Rabí, Rabí. 8 Pero vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos. 9 Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. 10 Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo. 11 El que es el mayor de vosotros, sea vuestro siervo. 12 Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido. 13 Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando. 14 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación. 15 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros. 16 ¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor. 17 ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro? 18 También decís: Si alguno jura por el altar, no es nada; pero si alguno jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor. 19 ¡Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? 20 Pues el que jura por el altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él; 21 y el que jura por el templo, jura por él, y por el que lo habita; 22 y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por aquel que está sentado en él. 23 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. 24 ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello! 25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. 26 ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio. 27 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. 28 Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad. 29 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, 30 y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas. 31 Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas. 32 ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres! 33 ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno? 34 Por tanto, he aquí yo os envío profetas y sabios y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis, y a otros azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad; 35 para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que se ha derramado sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo hasta la sangre de Zacarías hijo de Berequías, a quien matasteis entre el templo y el altar. 36 De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación. Lamento de Jesús sobre Jerusalén 37 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! 38 He aquí vuestra casa os es dejada desierta. 39 Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor. Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com |