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Lectura de Hoy

19-07-2024

DEVOCIONAL

Devocional: Hechos 6

Una lectura de Jueces 1 y 2 nos muestra que, por lo visto, tras las victorias iniciales de los israelitas, el ritmo de la conquista varió considerablemente. En muchos casos, las tribus tenían la responsabilidad de controlar sus propios territorios. Sin embargo, con el paso del tiempo y a medida que los israelitas se fortalecían, parece haberse desarrollado una política silente de no exterminar a los cananeos ni echarlos de la tierra, sino subyugarlos o incluso esclavizarlos, hacer de ellos “buscadores de agua y cortadores de madera” y someterlos a trabajos forzados (1:28). 

El resultado inevitable fue que permaneció una gran cantidad de paganismo en el territorio. Y dado que la naturaleza humana es como es, estos dioses falsos, como era de esperar, se convirtieron en una “trampa” para la comunidad del pacto (Jueces 2:3). Ellos rehusaron destruir los altares paganos y el ángel del Señor, enojado por ello, declaró, que si el pueblo no obedecía, él ya no les proveería la ayuda decisiva que les hubiera permitido completar la tarea (¡si hubieran estado dispuestos!). El pueblo gime por la oportunidad perdida, pero ya es muy tarde (2:1-4). Ciertamente, no es que nunca se les hubiera advertido. 

Este es el trasfondo del resto del libro de Jueces. Algunos de sus temas principales se nos detallan en el capítulo 2, siendo gran parte del libro una ejemplificación de los pensamientos que aquí se presentan. 

La idea central, rodeada de tragedia, es el fracaso cíclico de la comunidad del pacto y cómo Dios interviene una y otra vez para rescatarlos. Inicialmente, el pueblo permaneció fiel durante la vida de Josué y de los ancianos que le sobrevivieron (2:6). Pero, para esa época, había surgido una generación totalmente nueva -una que no había visto ningunos de los portentos que Dios había hecho, ni en el éxodo, ni durante los años del desierto, ni en el momento de entrar a la Tierra Prometida- y la fidelidad a Dios fue desapareciendo. Abundaba el sincretismo y el paganismo; el pueblo abandonó al Dios de sus padres y sirvieron a los baales, es decir, a los varios “señores” de los cananeos (2:10-12). El Señor respondió con ira: el pueblo fue sometido a saqueos, contratiempos y derrotas militares a manos de los malvados que les rodeaban. Cuando el pueblo clamó al Señor pidiendo ayuda, les levantó un juez –un líder regional y, a menudo, nacional– que libró al pueblo de la tiranía y les guio hacia la fidelidad al pacto. Y luego comenzó de nuevo el ciclo. Y otra vez. Y otra vez. 

Aquí hay una lección seria. Aún después de épocas de avivamiento espectacular, de reforma o de renovación del pacto, el pueblo de Dios siempre está a sólo una o dos generaciones de la infidelidad, la incredulidad, la idolatría masiva, la desobediencia y la ira. Que Dios nos ayude.   

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: Jeremías 15
Jeremías 15 presenta algunas de las perspectivas más evocadoras de la vida interior y el pensamiento del profeta Jeremías:

(1) Jeremías ha estado intercediendo ante Dios en favor del pueblo del pacto (Jeremías 14). Este pide al profeta que pare porque no escuchará (14:11-12). De hecho, dice ahora que incluso si Moisés y Samuel se presentasen delante de él e intercediesen por el pueblo, no lo salvaría (15:1). Siglos antes, Moisés y Samuel lo habían hecho con éxito por Israel (Éxodo 32:11-14Números 14:13-24Deuteronomio 9:18-2025-291 Samuel 7:5-912:19-25), aunque es importante recordar que también garantizaron la disponibilidad del pueblo a volver al Señor con contrición y renovada obediencia, algo que Jeremías no había sido capaz de lograr. Ahora, Dios le está diciendo que no lo conseguirá: el pueblo irá al cautiverio. La iniquidad y la idolatría durante el reinado de Manasés fueron la gota que colmó el vaso (15:4; véase 2 Reyes 21:10-1523:2624:3).

(2) En 15:10, Jeremías desea abiertamente no haber nacido nunca. Toda la nación lucha y contiende con él. Todos lo maldicen, no por haber sido corrupto en los negocios, sino por haber transmitido fielmente la palabra del Señor. Dios lo tranquiliza (15:11-14; el mejor hierro procedía “del norte”, de la zona del Mar Negro, por lo que es una forma de decir que los brazos de Israel no podrán superar los de los babilonios). Sin embargo, este tema está presente en la angustia de Jeremías. Una parte de él quiere justicia, retribución para sus perseguidores (15:15). Esa misma parte se deleita totalmente en las palabras de Dios (15:16a). No obstante, por otro lado, su lealtad a Dios y a sus palabras es precisamente lo que lo aísla del pueblo: “He vivido solo, porque tú estás conmigo y me has llenado de indignación” (15:17b). Algunos de sus enemigos más virulentos eran sus propios familiares (cp. Mateo 10:36). En ocasiones, Jeremías se ve tentado a creer que Dios ha fracasado, como un torrente intermitente (un wadi, 15:18) que a veces fluye con vida y bendición, y otras no proporciona nada.

La respuesta de Dios (15:19-21) es que, si Jeremías demuestra ser totalmente fiel en la comunicación de sus palabras, continuará siendo el portavoz de Dios y quedará preservado de las malvadas maquinaciones de sus enemigos. Sin embargo, un hecho es innegociable: “Que ellos se vuelvan a ti, pero tú no te vuelvas a ellos” (15:19b).

La profunda tensión existente entre la fidelidad a Dios y la separación del propio pueblo es una constante invariable en la actuación de ministros fieles destinados en culturas decadentes.

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com
Jueces 2
El ángel del Señor en Boquim
2 El ángel del Señor subió de Gilgal a Boquim y dijo a los israelitas: «Yo los saqué a ustedes de Egipto y los conduje a la tierra que había prometido a sus padres y les dije: “Jamás quebrantaré Mi pacto con ustedes, 2 y en cuanto a ustedes, no harán pacto con los habitantes de esta tierra; sus altares derribarán”. Pero no me han obedecido. ¿Qué es esto que han hecho? 3 Por lo cual también dije: “No los echaré de delante de ustedes, sino que serán como espinas en su costado, y sus dioses les serán lazo para ustedes”»

.4 Cuando el ángel del Señor habló estas palabras a todos los israelitas, el pueblo alzó su voz y lloró. 5 Y llamaron a aquel lugar Boquim. Y allí ofrecieron sacrificio al Señor.

Muerte de Josué

6 Después que Josué despidió al pueblo, los israelitas fueron cada uno a su heredad para tomar posesión de la tierra. 7 El pueblo sirvió al Señor todos los días de Josué, y todos los días de los ancianos que sobrevivieron a Josué, los cuales habían sido testigos de la gran obra que el Señor había hecho por Israel. 8 Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, murió a la edad de 110 años. 9 Y lo sepultaron en el territorio de su heredad, en Timnat Sera, en la región montañosa de Efraín, al norte del monte Gaas. 10 También toda aquella generación fue reunida a sus padres. Y se levantó otra generación después de ellos que no conocía al Señor, ni la obra que Él había hecho por Israel.

Apostasía de Israel

11 Entonces los israelitas hicieron lo malo ante los ojos del Señor y sirvieron a los Baales. 12 Abandonaron al Señor, el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y siguieron a otros dioses de entre los dioses de los pueblos que estaban a su derredor; se postraron ante ellos y provocaron a ira al Señor. 13 Dejaron al Señor y sirvieron a Baal y a Astarot.

14 La ira del Señor se encendió contra Israel, y los entregó en manos de salteadores que los saquearon. También los vendió en mano de sus enemigos de alrededor, y ya no pudieron hacer frente a sus enemigos. 15 Por dondequiera que iban, la mano del Señor estaba contra ellos para mal, tal como el Señor había dicho y como el Señor les había jurado, y se angustiaron en gran manera.

16 Entonces el Señor levantó jueces que los libraron de la mano de los que los saqueaban. 17 Sin embargo, no escucharon a sus jueces, porque se prostituyeron siguiendo a otros dioses, y se postraron ante ellos. Se apartaron pronto del camino en que sus padres habían andado en obediencia a los mandamientos del Señor. No hicieron como sus padres. 18 Cuando el Señor les levantaba jueces, el Señor estaba con el juez y los libraba de mano de sus enemigos todos los días del juez. Porque el Señor se compadecía por sus gemidos a causa de los que los oprimían y afligían. 19 Pero cuando moría el juez, ellos volvían atrás y se corrompían aún más que sus padres, siguiendo a otros dioses, sirviéndoles e inclinándose ante ellos. No dejaban sus costumbres ni su camino obstinado.

20 Entonces se encendió la ira del Señor contra Israel, y dijo: «Por cuanto esta nación ha quebrantado Mi pacto que ordené a sus padres, y no ha escuchado Mi voz, 21 tampoco Yo volveré a expulsar de delante de ellos a ninguna de las naciones que Josué dejó cuando murió, 22 para probar por medio de ellas a Israel, a ver si guardan o no el camino del Señor, y andan en él como lo hicieron sus padres». 23 Así pues, el Señor permitió que aquellas naciones se quedaran allí, sin expulsarlas enseguida, ni las entregó en manos de Josué.

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Hechos 6
LIBRO QUINTO
Elección de siete diáconos
6 Por aquellos días, al multiplicarse el número de los discípulos, surgió una queja de parte de los judíos helenistas en contra de los judíos nativos, porque sus viudas eran desatendidas en la distribución diaria de los alimentos.
Entonces los doce convocaron a la congregación de los discípulos, y dijeron: «No es conveniente que nosotros descuidemos la palabra de Dios para servir mesas. Por tanto, hermanos, escojan de entre ustedes siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes podamos encargar esta tarea. Y nosotros nos entregaremos a la oración y al ministerio de la palabra».
Lo propuesto tuvo la aprobación de toda la congregación, y escogieron a Esteban, un hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás, un prosélito de Antioquía. A estos los presentaron ante los apóstoles, y después de orar, pusieron sus manos sobre ellos.
Y la palabra de Dios crecía, y el número de los discípulos se multiplicaba en gran manera en Jerusalén, y muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.

Arresto de Esteban y su defensa

Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo. Pero algunos de la sinagoga llamada de los Libertos, incluyendo tanto cireneos como alejandrinos, y algunos de Cilicia y de Asia, se levantaron y discutían con Esteban. 10 Pero no podían resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.
11 Entonces, en secreto persuadieron a algunos hombres para que dijeran: «Le hemos oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios». 12 Y alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y cayendo sobre él, lo arrestaron y lo trajeron al Concilio. 13 Presentaron testigos falsos que dijeron: «Este hombre continuamente habla en contra de este lugar santo y de la ley; 14 porque le hemos oído decir que este Nazareno, Jesús, destruirá este lugar, y cambiará las tradiciones que Moisés nos dejó».
15 Y al fijar la mirada en él, todos los que estaban sentados en el Concilio vieron su rostro como el rostro de un ángel.

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Jeremías 15
Dios rechaza a su pueblo

15 Entonces el Señor me dijo: «Aunque Moisés y Samuel se presentaran ante Mí, Mi corazón no estaría con este pueblo. Échalos de Mi presencia, y que se vayan. 2 Y cuando te digan: “¿Adónde iremos?”, les responderás: “Así dice el Señor:‘Los destinados para la muerte, a la muerte;

Los destinados para la espada, a la espada;
Los destinados para el hambre, al hambre,
Y los destinados para el cautiverio, al cautiverio’”.

3 Y enviaré sobre ellos cuatro clases de males», declara el Señor: «la espada para matar, los perros para despedazar, y las aves del cielo y las bestias de la tierra para devorar y destruir. 4 Y los haré motivo de espanto para todos los reinos de la tierra, a causa de Manasés, hijo de Ezequías, rey de Judá, por lo que hizo en Jerusalén.

5 »Porque, ¿quién se compadecerá de ti, oh Jerusalén?
¿Quién llorará por ti,
O quién se apartará de su camino para preguntar por tu bienestar?
6 Tú me has dejado», declara el Señor,
«Sigues retrocediendo.
Extenderé, pues, Mi mano contra ti y te destruiré;
Estoy cansado de compadecerme.
7 Los aventaré con el bieldo
En las puertas del país;
Los privaré de hijos, destruiré a Mi pueblo,
Pues no se arrepintieron de sus caminos.
8 Haré que sus viudas sean más numerosas
Que la arena de los mares.
Traeré contra la madre de sus jóvenes,
Al destructor en pleno mediodía;
De repente traeré sobre ella
Angustia y pavor.
9 Languidece la que dio a luz siete hijos;
Exhala su alma.
Se puso su sol siendo aún de día,
Ha sido avergonzada y humillada.
A sus sobrevivientes los entregaré a la espada
Delante de sus enemigos», declara el Señor.

Lamento de Jeremías y respuesta de Dios

10 ¡Ay de mí, madre mía, porque me diste a luz
Como hombre de contienda y hombre de discordia para toda la tierra!
No he prestado ni me han prestado,
Sin embargo, todos me maldicen.

11 El Señor dijo:«Ciertamente te libraré para bien;
Ciertamente haré que el enemigo te suplique
En tiempo de calamidad y en tiempo de angustia.12 »¿Puede alguien destrozar el hierro,
El hierro del norte, o el bronce?
13 Tus riquezas y tus tesoros
Entregaré al saqueo, sin costo alguno,
Por todos tus pecados
En todas tus fronteras.
14 Entonces haré que tus enemigos te lleven
A una tierra que no conoces;
Porque un fuego se ha encendido en Mi ira
Que sobre ustedes arderá».

15 Tú que lo sabes, oh Señor,
Acuérdate de mí, atiéndeme,
Y véngame de mis perseguidores.
Conforme a Tu paciencia, no dejes que sea yo arrebatado;
Sabes que por Ti sufro oprobio.
16 Cuando se presentaban Tus palabras, yo las comía;
Tus palabras eran para mí el gozo y la alegría de mi corazón,
Porque se me llamaba por Tu nombre,
Oh Señor, Dios de los ejércitos.

17 No me senté en la asamblea de los que se divierten, ni me regocijé.
A causa de Tu mano, solitario me senté,
Porque de indignación me llenaste.
18 ¿Por qué es mi dolor perpetuo
Y mi herida incurable, que rehúsa sanar?
¿Serás en verdad para mí como corriente engañosa,
Como aguas en las que no se puede confiar?19 Entonces dijo así el Señor:«Si vuelves, Yo te restauraré,
En Mi presencia estarás;
Si apartas lo precioso de lo vil,
Serás Mi portavoz.
Que se vuelvan ellos a ti,
Pero tú no te vuelvas a ellos.
20 Y te pondré para este pueblo
Por muralla de bronce invencible;
Lucharán contra ti,
Pero no te vencerán,
Porque Yo estoy contigo para salvarte
Y librarte», declara el Señor.
21 «Te libraré de la mano de los malos,
Y te redimiré de la garra de los violentos».

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Marcos 1
Predicación de Juan el Bautista
1 Principio del evangelio de Jesucristo el Mesías, Hijo de Dios.
2 Como está escrito en el profeta Isaías:

«He aquí, Yo envío Mi mensajero delante de Ti,
El cual preparará Tu camino.
3 Voz del que clama en el desierto:
“Preparen el camino del Señor,
Hagan derechas Sus sendas”».

4 Juan el Bautista apareció en el desierto predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de pecados. 5 Acudía a él toda la región de Judea, y toda la gente de Jerusalén, y confesando sus pecados, eran bautizados por él en el río Jordán. 6 Juan estaba vestido de pelo de camello, tenía un cinto de cuero a la cintura, y comía langostas y miel silvestre. 7 Y predicaba, diciendo: «Tras mí viene Uno que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de inclinarme y desatar la correa de Sus sandalias. 8 Yo los bauticé a ustedes con agua, pero Él los bautizará con el Espíritu Santo».

Bautismo y tentación de Jesús

9 Sucedió que en aquellos días Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. 10 Inmediatamente, al salir del agua, vio que los cielos se abrían, y que el Espíritu descendía sobre Él como una paloma; 11 y vino una voz de los cielos, que decía: «Tú eres Mi Hijo amado, en Ti me he complacido».12 Enseguida el Espíritu lo impulsó* a ir al desierto. 13 Y estuvo en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; y estaba entre las fieras, y los ángeles le servían.

Jesús principia su ministerio

14 Después que Juan había sido encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio de Dios. 15 «El tiempo se ha cumplido», decía, «y el reino de Dios se ha acercado; arrepiéntanse y crean en el evangelio».

Llamamiento de los primeros discípulos

16 Mientras caminaba junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, hermano de Simón, echando una red en el mar, porque eran pescadores. 17 Y Jesús les dijo: «Vengan conmigo, y Yo haré que ustedes sean pescadores de hombres». 18 Dejando al instante las redes, ellos lo siguieron.19 Yendo un poco más adelante, Jesús vio a Jacobo, el hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, los cuales estaban también en la barca, remendando las redes. 20 Al instante los llamó; y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron con Jesús.

Jesús enseña en Capernaúm

21 Entraron* en Capernaúm; y enseguida, en el día de reposo, Jesús entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. 22 Y se admiraban de Su enseñanza; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.23 En ese momento estaba en la sinagoga de ellos un hombre con un espíritu inmundo, el cual comenzó a gritar: 24 «¿Qué tienes que ver con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quien Tú eres: el Santo de Dios». 25 Jesús lo reprendió, diciendo: «¡Cállate, y sal de él!».26 Entonces el espíritu inmundo, causándole convulsiones al hombre, gritó a gran voz y salió de él. 27 Y todos se asombraron de tal manera que discutían entre sí, diciendo: «¿Qué es esto? ¡Una enseñanza nueva con autoridad! Él manda aun a los espíritus inmundos y le obedecen».28 Enseguida Su fama se extendió por todas partes, por toda la región alrededor de Galilea.

Jesús sana a la suegra de Simón y a muchos otros

29 Inmediatamente después de haber salido de la sinagoga, fueron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan. 30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y enseguida hablaron* a Jesús de ella. 31 Él se le acercó, y tomándola de la mano la levantó, y la fiebre la dejó; y ella les servía.32 A la caída de la tarde, después de la puesta del sol, trajeron a Jesús todos los que estaban enfermos y los endemoniados. 33 Toda la ciudad se había amontonado a la puerta. 34 Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y expulsó muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque ellos sabían quién era Él.

Jesús recorre Galilea

35 Levantándose muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, Jesús salió y fue a un lugar solitario, y allí oraba. 36 Simón y sus compañeros salieron a buscar a Jesús. 37 Lo encontraron y le dijeron*: «Todos te buscan».38 Jesús les respondió*: «Vamos a otro lugar, a los pueblos vecinos, para que Yo predique también allí, porque para eso he venido». 39 Y fue por toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando demonios.

Curación de un leproso

40 Un leproso vino* rogando a Jesús, y arrodillándose, le dijo: «Si quieres, puedes limpiarme». 41 Movido a compasión, extendiendo Jesús la mano, lo tocó y le dijo*: «Quiero; sé limpio».42 Al instante la lepra lo dejó y quedó limpio. 43 Entonces Jesús lo despidió enseguida amonestándole severamente: 44 «Mira», le dijo*, «no digas nada a nadie, sino ve, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu limpieza lo que Moisés ordenó, para testimonio a ellos».

45 Pero él, en cuanto salió comenzó a proclamarlo abiertamente y a divulgar el hecho, a tal punto que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera en lugares despoblados; y venían a Él de todas partes.

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