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Lectura de Hoy

24-07-2024

DEVOCIONAL

Devocional: Hechos 11

Lo que sorprende de Hechos 11:1-18 es la cantidad de espacio que se le dedica a volver a contar la narrativa que ya aparece detallada en Hechos 10, incluso con las mismas palabras. ¿No se trata de un uso inapropiado del espacio de un pergamino? 

Pero Lucas ve esto como un punto de inflexión. Las iglesias de Judea le llaman la atención a Pedro por entrar en la casa de un incircunciso y comer con él (11:3). Pedro relata su experiencia. La visión de la sábana con los animales impuros, su repetición tres veces, las instrucciones del Espíritu de ir con los mensajeros gentiles, el hecho de que seis de los hermanos (judíos) le acompañaron y pudieron corroborar su historia, el descenso del Espíritu de manera que unía este evento a Pentecostés, el enlace de esto con las palabras del Señor Jesús… todo esto lleva a Pedro a una conclusión cuidadosa: “Por tanto, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros al creer en el Señor Jesucristo, ¿quién soy yo para pretender estorbar a Dios?” (11:17).

Ahora algunas observaciones: 

(1) Aunque el argumento de Pedro es convincente (11:18), no significa que todas las implicaciones teológicas quedaron ya resueltas. Esto puede ser buenas noticias para los gentiles y un motivo de regocijo. Pero hay muchas preguntas que aún no han pensado: ¿Tendrán que circuncidarse los gentiles? ¿Estarán sujetos a las leyes kosher de alimentos después de creer en Jesús? Si no, ¿a los judíos se les permitirá abandonar esas leyes o fue Pedro una excepción para una situación particular? ¿Debería haber dos iglesias distintas, una judía y una gentil? ¿Qué deben obedecer los gentiles? ¿Cuál es la relación entre este nuevo pacto y el antiguo? Muchas de estas preguntas se plantean en los siguientes capítulos.

(2) El principal significado de este bautismo del Espíritu es un poco diferente al de Hechos 2. Aquí, la expresión dramática sirve para autentificar este grupo de nuevos conversos ante la iglesia madre en Jerusalén, una función irrelevante en Pentecostés. 

(3) Luego leemos acerca de una propagación amplia, sin planificar, del evangelio entre judíos y gentiles (11:19ss.), lo cual genera más crisis. Ahora, los líderes de Jerusalén tienen que lidiar, no sólo con un individuo o una familia gentil, sino con una iglesia entera que es predominantemente gentil. Muestran gran sabiduría. Bernabé, a quien envían, no ofrece evidencia alguna de tener gran agudeza teológica, pero sí puede ver que esto es obra del Espíritu y enseguida anima a los nuevos conversos a buscar fielmente de Dios, y pronto manda a buscar al mejor maestro de Biblia que conoce para una iglesia de raza mixta como esta (11:25-26). Así es como Saulo de Tarso acaba involucrado en esta gran iglesia. 

    

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: Jeremías 20
El capítulo que nos ocupa (Jeremías 20) presenta una perspectiva de las circunstancias externas de Jeremías en ese momento de su ministerio, y de su confusión interior.

(1) Las circunstancias externas de Jeremías: el sacerdote Pasur hijo de Imer es el “oficial principal” en el templo, presumiblemente el encargado de la seguridad, que sirve bajo el mando del sumo sacerdote.

Las acciones y palabras proféticas que Jeremías comunicó en el capítulo anterior, anunciando la destrucción de Jerusalén y de su templo, se han interpretado como algo cercano a la traición, si no a la blasfemia, más aún cuando Pasur ha estado entre los que “profetizaba mentiras” (20:6), asegurando que Dios nunca dejaría que la ciudad cayese en manos de los paganos (cp. 14:14- 15). Así pues, Pasur ordena arrestar y azotar al profeta, presumiblemente hasta el límite legal de cuarenta azotes (Deuteronomio 25:3, este número se redujo en uno en la época de Pablo para garantizar que no excediese accidentalmente el límite, 2 Corintios 11:24). Jeremías pasa una noche en el cepo, un elemento que provocaba contracturas musculares muy dolorosas. La mañana siguiente, Pasur cambia de opinión y deja ir al profeta. Está equivocado si cree que su indulgencia va a hacerle callar: Jeremías utiliza la ocasión para asignar un nuevo significado al nombre de Pasur, “Terror por todas partes” (20:3-4), otro anuncio pintoresco del juicio que caerá con total seguridad, cuando todas las falsas profecías de Pasur queden expuestas como lo que son.

(2) La confusión interna de Jeremías: si el profeta es valiente de cara al exterior, los siguientes versículos (20:7-18) revelan algo de su angustia personal. Jeremías ha estado prediciendo el juicio durante décadas, pero hasta ese momento no ha llegado. Cada vez es más fácil desacreditarlo y burlarse de él.

La paciencia del Señor se convierte en excusa para el escepticismo (como en 2 Pedro 3:8-9).

Temporalmente, el profeta decide guardar silencio, pero la palabra profética que arde en su interior es tan fuerte que no puede guardarla dentro (20:9). Por tanto, habla y sus antiguos “amigos” le escuchan con condescendencia burlona, esperando que diga algo que les permita denunciar a este necio a las autoridades y ocasionarle problemas (20:10). Jeremías oscila entre una fe brillante y firme, totalmente confiada en que el Señor lo vindicará finalmente (20:11-13), y una desesperación debilitadora que desea abiertamente no haber nacido nunca y que se regodea en una autocompasión entendible (20:14-18).

Es posible que algunos siervos del Señor nunca hayan experimentado semejantes altibajos, pero son muy pocos. Ciertamente, quienes sirven en lugares difíciles se ven casi invariablemente reflejados de algún grado en las experiencias de Jeremías. Oremos por los líderes cristianos, especialmente por aquellos cuya labor se desarrolla en terrenos complicados y profundamente desalentadores.

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Jueces 7
El ejército de Gedeón reducido
7 Jerobaal , es decir, Gedeón, se levantó temprano y todo el pueblo que estaba con él, y acamparon junto a la fuente de Harod. El campamento de Madián estaba al norte de ellos, cerca de la colina de More, en el valle.
Y el Señor dijo a Gedeón: «El pueblo que está contigo es demasiado numeroso para que Yo entregue a Madián en sus manos; no sea que Israel se vuelva orgulloso, y diga: “Mi propia fortaleza me ha librado”. Ahora pues, proclama a oídos del pueblo: “Cualquiera que tenga miedo y tiemble, que regrese y se vaya del monte Galaad”». Y 22,000 personas regresaron, pero quedaron 10,000.

4 Entonces el Señor dijo a Gedeón: «Todavía el pueblo es demasiado numeroso. Hazlos bajar al agua y allí te los probaré. Y será que de quien Yo te diga: “Este irá contigo”, ese irá contigo. Pero todo aquel de quien Yo te diga: “Este no irá contigo”, ese no irá». 5 E hizo bajar el pueblo al agua. Y el Señor dijo a Gedeón: «Pondrás a un lado a todo aquel que lame el agua con su lengua, como lame el perro, y a todo el que se arrodilla para beber». 6 Y fue el número de los que lamieron, poniendo la mano a su boca, 300 hombres. Pero todo el resto del pueblo se arrodilló para beber.

7 El Señor dijo entonces a Gedeón: «Los salvaré con los 300 hombres que lamieron el agua y entregaré a los madianitas en tus manos. Que todos los demás del pueblo se vayan, cada uno a su casa». 8 Y los 300 hombres tomaron en sus manos las provisiones del pueblo y sus trompetas. Y Gedeón envió a todos los demás hombres de Israel, cada uno a su tienda, pero retuvo a los 300 hombres. El campamento de Madián le quedaba abajo en el valle.

9 Aquella misma noche, el Señor le dijo a Gedeón: «Levántate, desciende contra el campamento porque lo he entregado en tus manos. 10 Pero si tienes temor de descender, baja al campamento con tu criado Fura, 11 y oirás lo que dicen. Entonces tus manos serán fortalecidas para descender contra el campamento». Y descendió con su criado Fura hasta los puestos avanzados del ejército que estaban en el campamento. 12 Los madianitas, los amalecitas y todos los hijos del oriente estaban recostados en el valle, numerosos como langostas; y sus camellos eran innumerables, tan numerosos como la arena a la orilla del mar.

13 Cuando Gedeón llegó allí, un hombre estaba contando un sueño a su amigo: «Escuchen, tuve un sueño. Un pan de cebada iba rodando hasta el campamento de Madián, y llegó hasta la tienda y la golpeó de manera que cayó, y la volcó de arriba abajo y la tienda quedó extendida». 14 Su amigo le respondió: «Esto no es otra cosa que la espada de Gedeón, hijo de Joás, varón de Israel. Dios ha entregado en su mano a Madián y a todo el campamento».

15 Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, se inclinó y adoró. Volvió al campamento de Israel, y dijo: «Levántense, porque el Señor ha entregado en manos de ustedes el campamento de Madián». 16 Y dividió los 300 hombres en tres compañías, y puso trompetas y cántaros vacíos en las manos de todos ellos, con antorchas dentro de los cántaros. 17 «Mírenme», les dijo, «y hagan lo mismo que yo. Y cuando yo llegue a las afueras del campamento, como yo haga, así harán ustedes. 18 Cuando yo y todos los que estén conmigo toquemos la trompeta, entonces también ustedes tocarán las trompetas alrededor de todo el campamento, y digan: “Por el Señor y por Gedeón”».

Derrota de los madianitas

19 Gedeón llegó con los 100 hombres que estaban con él a las afueras del campamento, al principio de la guardia de medianoche, cuando apenas habían apostado la guardia. Entonces tocaron las trompetas y rompieron los cántaros que tenían en las manos. 20 Cuando las tres compañías tocaron las trompetas, rompieron los cántaros, y sosteniendo las antorchas en la mano izquierda y las trompetas en la mano derecha para tocarlas, gritaron: «¡La espada del Señor y de Gedeón!». 21 Cada uno se mantuvo en su lugar alrededor del campamento; y todo el ejército de los madianitas echó a correr gritando mientras huían.

22 Cuando tocaron las 300 trompetas, el Señor puso la espada del uno contra el otro por todo el campamento; y el ejército huyó hasta Bet Sita, en dirección de Zerera, hasta la orilla de Abel Mehola, junto a Tabat. 23 Y los hombres de Israel se reunieron, de Neftalí, de Aser y de todo Manasés, y persiguieron a los madianitas.

24 Gedeón envió mensajeros por toda la región montañosa de Efraín y dijo: «Desciendan contra Madián y tomen los vados antes que ellos, hasta Bet Bara y el Jordán». Y todos los hombres de Efraín se reunieron y tomaron los vados hasta Bet Bara y el Jordán. 25 Y capturaron a los dos jefes de Madián, Oreb y Zeeb. Mataron a Oreb en la peña de Oreb y mataron a Zeeb en el lagar de Zeeb, cuando perseguían a Madián, y le llevaron a Gedeón las cabezas de Oreb y Zeeb, del otro lado del Jordán.

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Hechos 11
LIBRO QUINTO
Informe de Pedro
11 Los apóstoles y los hermanos que estaban por toda Judea oyeron que también los gentiles habían recibido la palabra de Dios. 2 Cuando Pedro subió a Jerusalén, los que eran de la circuncisión le reprocharon: 3 «Tú entraste en casa de incircuncisos y comiste con ellos».

4 Entonces Pedro comenzó a explicarles en orden lo sucedido: 5 «Estaba yo en la ciudad de Jope orando, y vi en éxtasis una visión: un objeto semejante a un gran lienzo que descendía, bajado del cielo por las cuatro puntas, y vino hasta mí. 6 Cuando fijé mis ojos en él y lo observaba, vi cuadrúpedos terrestres, fieras, reptiles y aves del cielo. 7 También oí una voz que me decía: “Levántate Pedro, mata y come”. 8 Pero yo dije: “De ninguna manera, Señor, porque nada impuro o inmundo ha entrado jamás en mi boca”. 9 Pero una voz del cielo respondió por segunda vez: “Lo que Dios ha limpiado, no lo llames tú impuro”. 10 Esto sucedió tres veces, y todo volvió a ser llevado arriba al cielo.

9 »En aquel momento se aparecieron tres hombres delante de la casa donde estábamos, los cuales habían sido enviados a mí desde Cesarea. 12 Y el Espíritu Santo me dijo que fuera con ellos sin dudar. Estos seis hermanos fueron también conmigo y entramos en la casa de aquel hombre. 13 Y él nos contó cómo había visto al ángel de pie en su casa, el cual le dijo: “Envía unos hombres a Jope y haz traer a Simón, que también se llama Pedro, 14 quien te dirá palabras por las cuales serás salvo, tú y toda tu casa”.

15 »Cuando comencé a hablar, el Espíritu Santo descendió sobre ellos, tal como lo hizo sobre nosotros al principio. 16 Entonces me acordé de las palabras del Señor, cuando dijo: “Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”. 17 Por tanto, si Dios les dio a ellos el mismo don que también nos dio a nosotros después de creer en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poder impedírselo a Dios?».

18 Al oír esto se calmaron, y glorificaron a Dios, diciendo: «Así que también a los gentiles ha concedido Dios el arrepentimiento que conduce a la vida».

La iglesia en Antioquía

19 Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que sobrevino después de la muerte de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando la palabra a nadie, sino solo a los judíos. 20 Pero había algunos de ellos, hombres de Chipre y de Cirene, los cuales al llegar a Antioquía, hablaban también a los griegos, predicando el evangelio del Señor Jesús. 21 La mano del Señor estaba con ellos, y gran número que creyó se convirtió al Señor.

22 La noticia de esto llegó a oídos de la iglesia de Jerusalén y enviaron a Bernabé a Antioquía, 23 el cual, cuando vino y vio la gracia de Dios, se regocijó y animaba a todos para que con corazón firme permanecieran fieles al Señor; 24 porque era un hombre bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor.

25 Bernabé salió rumbo a Tarso para buscar a Saulo; 26 y cuando lo encontró, lo trajo a Antioquía. Y se reunieron con la iglesia por todo un año, y enseñaban a las multitudes; y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía.

27 Por aquellos días unos profetas descendieron de Jerusalén a Antioquía. 28 Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu Santo, que ciertamente habría una gran hambre en toda la tierra. Y esto ocurrió durante el reinado del emperador Claudio.

29 Los discípulos, conforme a lo que cada uno tenía, determinaron enviar una ayuda a los hermanos que habitaban en Judea. 30 Y así lo hicieron, mandándola a los ancianos por mano de Bernabé y de Saulo.

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Jeremías 20
Profecía contra Pasur

20 Cuando el sacerdote Pasur, hijo de Imer, que era el oficial principal en la casa del Señor, oyó a Jeremías profetizar estas cosas, 2 hizo azotar al profeta Jeremías y lo puso en el cepo que estaba en la parte superior de la puerta de Benjamín, la cual conducía a la casa del Señor. 3 Al día siguiente, cuando Pasur soltó a Jeremías del cepo, Jeremías le dijo: «No es Pasur el nombre con que el Señor te llama ahora, sino Magor Misabib. 4 Porque así dice el Señor: “Te voy a convertir en terror para ti mismo y para todos tus amigos; ellos caerán por la espada de tus enemigos, y tus ojos lo verán. Entregaré a todo Judá en manos del rey de Babilonia, y él los llevará como desterrados a Babilonia y los matará a espada. 5 También entregaré toda la riqueza de esta ciudad, todos sus productos y todas las cosas de gran valor, aun todos los tesoros de los reyes de Judá, los entregaré en manos de sus enemigos, que los saquearán, los tomarán y se los llevarán a Babilonia. 6 Y tú, Pasur, con todos los moradores de tu casa, irás al cautiverio y entrarás en Babilonia; allí morirás y allí serás enterrado, tú y todos tus amigos a quienes has profetizado falsamente”».

Lamento del profeta

7 Me persuadiste, oh Señor, y quedé persuadido;
Fuiste más fuerte que yo y prevaleciste.
He sido el hazmerreír cada día;
Todos se burlan de mí.
8 Porque cada vez que hablo, grito;
Proclamo: ¡Violencia, destrucción!
Pues la palabra del Señor ha venido a ser para mí
Oprobio y escarnio cada día.
9 Pero si digo: «No lo recordaré
Ni hablaré más en Su nombre»,
Esto se convierte dentro de mí como fuego ardiente
Encerrado en mis huesos.
Hago esfuerzos por contenerlo,
Y no puedo.
10 Porque he oído las murmuraciones de muchos:
«¡Terror por todas partes!
¡Denúncienlo, vamos a denunciarlo!».
Todos mis amigos de confianza,
Esperando mi caída, dicen:
«Tal vez será persuadido, prevaleceremos contra él
Y tomaremos nuestra venganza contra él».
11 Pero el Señor está conmigo como campeón temible;
Por tanto, mis perseguidores tropezarán y no prevalecerán.
Quedarán muy avergonzados, pues no triunfaron,
Tendrán afrenta perpetua que nunca será olvidada.
12 Oh Señor de los ejércitos, que pruebas al justo,
Que ves las entrañas y el corazón,
Vea yo Tu venganza sobre ellos,
Pues a Ti he encomendado mi causa.
13 Canten al Señor, alaben al Señor,
Porque ha librado el alma del pobre
De manos de los malvados.

14 Maldito el día en que nací;
El día en que mi madre me dio a luz no sea bendito.
15 Maldito el hombre que dio la noticia
A mi padre, diciéndole:
«¡Te ha nacido un hijo varón!»,
Haciéndolo muy feliz.
16 Sea ese hombre como las ciudades
Que el Señor destruyó sin piedad;
Oiga gritos de mañana
Y alaridos al mediodía,
17 Porque no me mató en el vientre
Para que mi madre hubiera sido mi sepultura,
Y su vientre embarazado para siempre.
18 ¿Por qué salí del vientre
Para ver pena y aflicción,
Y que acaben en vergüenza mis días?

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Marcos 6
Jesús enseña en Nazaret

6 Jesús se marchó de allí y llegó* a Su pueblo, y Sus discípulos lo siguieron*. Cuando llegó el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos que escuchaban se asombraban, diciendo: «¿Dónde obtuvo Este tales cosas, y cuál es esta sabiduría que le ha sido dada, y estos milagros que hace con Sus manos? ¿No es Este el carpintero, el hijo de María, y hermano de Jacobo, José, Judas y Simón? ¿No están Sus hermanas aquí con nosotros?». Y se escandalizaban a causa de Él. Y Jesús les dijo: «No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y entre sus parientes y en su casa».
Y no pudo hacer allí ningún milagro; solo sanó a unos pocos enfermos sobre los cuales puso Sus manos. 

Estaba maravillado de la incredulidad de ellos.

Y recorría las aldeas de alrededor enseñando.

Jesús envía a los doce

7 Entonces Jesús llamó* a los doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos; 8 y les ordenó que no llevaran nada para el camino, sino solo un bordón; ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinto; 9 sino calzados con sandalias. «No lleven dos túnicas», les dijo. 10 Y añadió: «Dondequiera que entren en una casa, quédense en ella hasta que salgan de la población. 11 En cualquier lugar que no los reciban ni los escuchen, al salir de allí, sacúdanse el polvo de la planta de los pies en testimonio contra ellos».

12 Saliendo los doce, predicaban que todos se arrepintieran. 13 También echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban.

Muerte de Juan el Bautista

14 El rey Herodes se enteró de esto, pues el nombre de Jesús se había hecho célebre, y la gente decía: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos, por eso es que estos poderes milagrosos actúan en él». 15 Pero otros decían: «Es Elías». Y decían otros: «Es un profeta, como uno de los profetas antiguos». 16 Al oír esto, Herodes decía: «Juan, a quien yo decapité, ha resucitado». 17 Porque Herodes mismo había enviado a prender a Juan y lo había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, mujer de su hermano Felipe, pues Herodes se había casado con ella. 18 Y Juan le decía a Herodes: «No te es lícito tener la mujer de tu hermano».

19 Herodías le tenía rencor y deseaba matarlo, pero no podía, 20 porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo mantenía protegido. Cuando le oía se quedaba muy perplejo, pero le gustaba escucharlo.

21 Llegó un día oportuno, cuando Herodes, siendo su cumpleaños, ofreció un banquete a sus nobles y comandantes y a los principales de Galilea; 22 y cuando la hija de Herodías entró y danzó, agradó a Herodes y a los que se sentaban a la mesa con él; y el rey dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré».23 Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino». 24 Ella salió y dijo a su madre: «¿Qué pediré?». «La cabeza de Juan el Bautista», le respondió ella. 25 Enseguida ella se presentó apresuradamente ante el rey con su petición, diciendo: «Quiero que me des ahora mismo la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja».

26 Aunque el rey se puso muy triste, sin embargo a causa de sus juramentos y de los que se sentaban con él a la mesa, no quiso contradecirla. 27 Al instante el rey envió a un verdugo y le ordenó que trajera la cabeza de Juan. Y él fue y lo decapitó en la cárcel, 28 y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. 29 Cuando los discípulos de Juan oyeron esto, fueron y se llevaron el cuerpo y le dieron sepultura.

Alimentación de los cinco mil

30 Los apóstoles se reunieron* con Jesús, y le informaron sobre todo lo que habían hecho y enseñado. 31 Y Él les dijo*: «Vengan, apártense de los demás a un lugar solitario y descansen un poco». Porque había muchos que iban y venían, y ellos no tenían tiempo ni siquiera para comer. 32 Y se fueron en la barca a un lugar solitario, apartado. 33 Pero la gente los vio salir, y muchos los reconocieron y juntos corrieron allá a pie de todas las ciudades, y llegaron antes que ellos.

34 Al desembarcar, Jesús vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas. 35 Y cuando ya era muy tarde, Sus discípulos se acercaron a Él, diciendo: «El lugar está desierto y ya es muy tarde; 36 despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y se compren algo de comer».

37 «Denles ustedes de comer», les contestó Jesús. Y ellos le dijeron*: «¿Quieres que vayamos y compremos 200 denarios de pan y les demos de comer?». 38 Jesús les dijo*: «¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan y vean». Y cuando se cercioraron le dijeron*: «Cinco panes y dos peces».

39 Y les mandó que todos se recostaran por grupos sobre la hierba verde. 40 Y se recostaron por grupos de cien y de cincuenta. 41 Entonces Él tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, los bendijo; partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran; también repartió los dos peces entre todos.

42 Todos comieron y se saciaron. 43 Recogieron doce cestas llenas de los pedazos, y también de los peces. 44 Los que comieron los panes eran 5,000 hombres.

Jesús anda sobre el mar

45 Enseguida Jesús hizo que Sus discípulos subieran a la barca y fueran delante de Él al otro lado, a Betsaida, mientras Él despedía a la multitud. 46 Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar. 47 Al anochecer, la barca estaba en medio del mar, y Él estaba solo en tierra. 48 Y al verlos remar fatigados, porque el viento les era contrario, como a la cuarta vigilia de la noche, fue* hacia ellos andando sobre el mar, y quería pasarlos de largo.

49 Pero cuando ellos lo vieron andando sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar; 50 porque todos lo vieron y se turbaron. Pero enseguida Él habló con ellos y les dijo*: «¡Tengan ánimo; soy Yo, no teman!». 51 Subió con ellos a la barca, y el viento se calmó; y ellos estaban asombrados en gran manera, 52 porque no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba embotada.

Jesús en Genesaret

53 Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret, y atracaron en la orilla. 54 Cuando salieron de la barca, la gente enseguida reconoció a Jesús, 55 y recorrieron apresuradamente toda aquella región, y comenzaron a traer a los enfermos en sus camillas adonde oían decir que Él estaba. 56 Dondequiera que Él entraba en aldeas, ciudades o campos, ponían a los enfermos en las plazas, y le rogaban que les permitiera tocar siquiera el borde de Su manto; y todos los que lo tocaban quedaban curados.

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