Vida Cristiana

Papá, no temas estar presente en la vida de tus hijos.

En Latinoamérica hay muchísimas madres, abuelas, tías y demás mujeres de la familia extendida que se ven obligadas a llenar los espacios gigantescos que dejan los hombres como padres de familia. Ellas hacen su mejor esfuerzo para levantar a casi una generación entera.

Esta generación clama por algo que es parte del mero diseño de Dios para la familia: padres presentes. Este clamor se refleja en las estadísticas abrumadoras que demuestran un aumento de depresión, adicciones y encarcelamiento de las personas que crecen en hogares que carecen de un padre. Este clamor nos asusta. Pero este clamor también es susurrado en las familias donde el padre está físicamente presente, pero espiritual y emocionalmente alejado.

Cuando piensas en las razones por las cuales los padres no están presentes con sus familias, ¿qué se te viene a la mente? La migración, la ambición, la distracción, la adicción y la situación económica son algunas razones que aparentemente explican por qué muchos hijos están creciendo sin la presencia consistente de un padre.

No podemos subestimar los problemas sistémicos en nuestros países y dejar de considerar que muchos padres están ausentes por una combinación de razones y factores. Sin embargo, aunque las razones varían en complejidad, muchas veces se pasa por alto un aspecto muy propio del corazón humano: hay padres que tienen miedo de estar presentes con sus hijos, y las consecuencias de su ausencia son predecibles y devastadoras.

Papá, considerar la paternidad de Dios te puede ayudar a liberarte del temor y a cumplir este rol tan importante en el desarrollo de tus hijos.

El Padre que siempre está presente.

Ante cualquier situación negativa que podríamos analizar, el evangelio está vigente y así lo hace también ante el flagelo de la ausencia paterna. El evangelio sana la herida del abandono con la proclamación de un Padre perfecto y completamente presente (1 Jn 3:1). No existe esperanza fuera de las buenas noticias de Dios en Cristo. Dios está presente en nuestras vidas por medio de Cristo y Su Espíritu.

Podemos ser padres presentes porque nuestro Padre celestial está presente siempre con nosotros

 

Es fácil para un padre estar presente cuando sus hijos ganan premios, son obedientes y exitosos. Pero le cuesta estar presente en los momentos difíciles. No obstante, en el Salmo 23, vemos la manera en que nuestro Padre celestial responde en los momentos menos alegres, cuando Sus hijos caminan por los valles más oscuros y solitarios.

Aunque pase por el valle de sombra de muerte,
No temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo;
Tu vara y Tu cayado me infunden aliento (Sal 23:4).

En medio de los momentos de oscuridad, Dios no ofrece salidas fáciles o la opción de eliminar lo difícil. Sin embargo, con nuestros hijos nosotros muchas veces queremos borrar lo difícil y buscar alguna forma instantánea de aliviar la incomodidad del momento. Cuando no podemos cambiar la situación, muchos preferimos alejarnos para no sentir la incomodidad y el dolor de que no podemos cambiar las circunstancias. Muchos de nosotros preferimos distraernos y evitar lo que nos incomoda y nos volvemos padres distraídos y ocupados, en vez de ser padres presentes.

Pero el dolor y la dificultad no le incomodan a Dios.

En medio de circunstancias difíciles y abrumadoras, nuestro Padre no da respuestas fáciles o recetas mágicas para eliminar las pruebas. Dios tampoco se distrae prestando Su presencia a los hijos más alegres. Él nos ofrece algo mucho mejor y necesario. Él nos ofrece Su presencia. Ante «el valle de sombra de muerte» que Sus hijos están atravesando, el Padre perfecto no llena el silencio y el temor con información sobre lo que viene. Lo que sostiene nuestras almas como hijos, en medio de la tormenta que estemos pasando, es Su misma presencia. Podemos caminar sin temor no porque tengamos todas las respuestas, sino porque Él está con nosotros.

La narrativa bíblica nos revela cómo debe lucir la paternidad realmente. Como hijos del Padre perfecto, encontramos en Dios nuestro Padre la inspiración necesaria y el modelo perfecto para vivir con nuestros hijos terrenales y mantenernos verdaderamente presentes en sus vidas.

Papá, evalúa qué hay detrás de tu temor.

Los padres que viven como aprendices de Cristo se arman con un entendimiento de su identidad como hijos del Padre eterno para brillar en medio de una sociedad desesperanzada. Aunque el mundo ve la presencia del padre como una ventaja social, los hijos de Dios debemos entender la importancia de la paternidad presente como una expresión de nuestra fe.

Aún así, como padre confieso que muchas veces me enfoco en evitar que mis hijos tengan que caminar por los valles difíciles. Respondo a sus temores con consuelos de humo, quizá más para apaciguar mi propia incomodidad. No quiero ver que mis hijos sufran, entonces hago mi mejor esfuerzo para llevarlos a la siguiente etapa de sus vidas, la cual asumo que será más fácil para todos. Pero nuestro Padre celestial no opera de esa manera. Siendo amor perfecto, Él vence el temor con Su mera presencia.

¿Qué pasa si decidimos estar presentes con nuestros hijos en el dolor, el aburrimiento y la cotidianidad? Seremos padres que se parecen más a Dios

 

Si lo que me obstaculiza como padre para estar presente en la vida de mis hijos es el temor, una pregunta coherente sería: «¿De qué tengo miedo?». Podríamos profundizar en esa pregunta y hallar ciertas respuestas, pero la Palabra de Dios nos invita a ir un poco más profundo. La pregunta correcta para un padre cristiano sería entonces: ¿porque tengo temor si Dios está conmigo? 

La razón por la cual evito a mis hijos y me distraigo en el trabajo, en mis pasatiempos y en las redes sociales se reduce al temor que tengo. Temo que no tengo el control y que el sufrimiento de mis hijos señala mis deficiencias como padre. En otras palabras, ser un padre presente requiere que el amor perfecto de Dios venza mis temores más profundos.

Seguramente vemos tantos padres ausentes en las familias porque ellos tienen temor. Yo muchas veces soy uno de ellos. Pero ¿qué pasa si decidimos estar presentes con nuestros hijos en el dolor, el aburrimiento y la cotidianidad? Seremos padres que se parecen más a Dios.

Cualquiera que sea la razón que uses para no estar presente en las vidas de tus hijos, te animo a comenzar analizando primero qué hay en lo profundo de tu corazón, para luego llegar a lo práctico. En lo profundo, pregúntate: ¿cómo ves a Dios como tu Padre? ¿De qué tienes temor, lo cual te dificulta estar presente con tus hijos? ¿Por qué buscas distraerte cuando debes estar presente, en especial si estás convencido de que imitamos a Dios al estar presentes en nuestras familias?

Llegando a lo práctico, te animaría a revisar cuánto tiempo pasas viendo tu teléfono en los momentos que tienes para estar con tus hijos. Haz la misma pregunta con los límites que tienes en el trabajo o cualquier otra distracción que puedas tener. El clamor de esta generación por una paternidad presente se alinea con el mandato de Dios de no distraernos y decidir permanecer en donde Él quiere que estemos, incluso cuando nuestra carne quiere huir.

Podemos ser padres presentes porque nuestro Padre celestial está siempre presente con nosotros.



David McCormick
 es el Director Ejecutivo de la Alianza Cristiana para los Huérfanos, y padre de cuatro hijos: tres biológicos y uno del corazón. Siendo psicólogo graduado en Canadá, se ha especializado en el apego, estilos de crianza, trauma y liderazgo parental. David ha dedicado su vida a la niñez y adolescencia en estado de vulnerabilidad, trabajando para que cada uno de ellos pueda contar con una familia permanente y amorosa.

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