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Lectura de Hoy

15-08-2024

DEVOCIONAL

Devocional: 1 Samuel 5–6

A Dios nunca le hace gracia que se le trate con desdén, ni que ignoren o desafíen sus instrucciones explícitas. Porque, en esos casos, él no sería Dios. Dios es muy capaz de defenderse.

En 1 Samuel 5-6, el relato que se va desarrollando logra ser tan comedido precisamente porque para el lector es tan evidente como para los filisteos, que Dios mismo está detrás de las enfermedades trágicas y las muertes que estaban sufriendo. Las sorpresas co- menzaron con la caída de su dios pez, Dagón. Pronto propagó una plaga de ratas, una epidemia de tumores, el aumento en muertes—y no sólo en la ciudad de Asdod, a donde se llevó originalmente el arca del pacto, sino a otras ciudades a las cuales se transportaba—Gat y Ecrón. Se desató el pánico.

Si bien, todos los fenómenos que experimentaron los filisteos pudieron haber sido naturales, ellos no lo pensaron así, por supuesto; pero aún así, era difícil estar seguros Así que los sacerdotes filisteos inventaron una prueba tan en contra de la naturaleza, que si funcionaba, el pueblo quedaría convencido de que lo que estaban sufriendo provenía de la mano del “Dios de Israel” (6:5, 7-9). Separaron a las vacas de sus becerros y siguieron al lado del carro hasta Bet-Semes, en el lado de Israel: Dios mismo le sigue el juego a sus supersticiones y temores.

Mientras los israelitas se regocijaban por el regreso del arca del pacto, Dios atacó a algunos de los hombres de Bet-Semes e hizo morir a setenta de ellos por haber mirado dentro del arca del Señor (6:19). No hay razón para pensar que esto sucedió instantáneamente. Si uno hubiera echado un vistazo dentro del arca y hubiera caído muerto al instante, los demás no hubieran tenido tantas ganas de hacerlo. No se nos insinúa que una luz consumidora y cegadora surgió de la caja abierta y derritió la piel de la gente, como si fuera una película de Indiana Jones. Más bien, setenta hombres de Bet-semes miraron dentro del arca (lo cual, desde luego, estaba prohibido so pena de muerte) y seguramente vieron lo que había allí: las tablas de piedra (aparentemente, habían desaparecido la vasija de maná viejo y la vara de Aarón que había florecido, tal vez sacados por los filisteos). Luego comenzaron las muertes, todas prematuras, por el medio que fuera, y el único elemento común era que ocurrieron entre los hombres que habían mirado dentro del arca. “El Señor es un Dios santo. ¿Quién podrá presentarse ante él?” preguntó el pueblo (6:20). Esto lo dijeron sin intención de aprender el camino de la santidad, sino para deshacerse del arca, justamente el mismo patrón que se siguió en las ciudades paganas.
Dios no aceptará que se le trate con desprecio, ni permitirá que su pueblo del pacto ignore sus palabras para siempre.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: Salmos 19
El Salmo 19 es una de las piedras preciosas del salterio. Consta de tres partes. La primera se deleita en la revelación de Dios sin palabras en las maravillas del universo (19:1-6); la segunda lo hace en la claridad, perfección y riqueza de la revelación escrita del Señor (19:7-11); después de un versículo de transición (19:11), la tercera parte define la respuesta apropiada del creyente, que debe hacer examen de conciencia y decidirse a obedecer a Dios.

Si el antiguo Israel se vio tentado alguna vez a adorar al orden creado (el sol, la luna y las estrellas), nuestra generación se inclina aún más hacia argumentos oficiales que nos califican como el producto de fuerzas impersonales y ya está. Ambas posturas son abominables. Debido al compromiso filosófico con el naturalismo predominante en nuestra cultura, la poderosa evidencia de una creación inteligente se margina hasta el punto de que ya no se puede ver lo obvio: 

“Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos” (19:1). La paradoja de una declaración sin palabras es deliciosa, así como la visión del discurso incontenible: “Un día cuenta al otro la noticia, una noche a la otra se la hace saber. Sin palabras, sin lenguaje, sin una voz perceptible, por toda la tierra resuena su eco, ¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo!” (19:2-4).

No obstante, el nombre de Dios en el pacto, Jehová (“el Señor” en muchas de nuestras Biblias), aparece siete veces relacionado con esta revelación escrita de sí mismo (19:7-11). Los seis predicamentos (19:7-9) se solapan en cierto modo, pero juntos proyectan una visión de revelación escrita que constituye un adelanto de la exposición aún más completa del Salmo 119.

Uno de los rasgos sorprendentes de estas seis afirmaciones es que varias de ellas no son meramente abstractas. El texto no sólo dice algo acerca de las palabras de Dios, sino también de su función en la vida de aquellos que las absorben y obedecen. Por ejemplo:

 “El mandato del SEÑOR es digno de confianza” (19:7). Así es, pero el salmista no deja las cosas ahí. Precisamente por ello, hace sabios a los simples. De nuevo: “Los preceptos del Señor son rectos” (19:8), una reflexión reforzada en el siguiente versículo: “Las sentencias del Señor son verdaderas: todas ellas son justas” (19:9).

Por esta razón, alegran el corazón (19:8): estamos siguiendo los justos preceptos y ordenanzas del Señor, que nunca se corrompen ni son manipuladores.

Estas dos esferas de revelación exigen algo más que sobrecogimiento frente al poder trascendente o que un deleite en el Dios personal que nos habla. Requieren ambas cosas simultáneamente. De hecho, nuestra respuesta debe ser arrepentimiento y fe, y una oración ferviente, en la cual pidamos al Señor que purifique nuestro interior, ayudándonos a que nuestras palabras y meditaciones sean agradables a sus ojos (19:12-14).

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
1 Samuel 5–6
El arca en manos de los filisteos
5Los filisteos tomaron el arca de Dios y la llevaron de Ebenezer a Asdod.  Entonces los filisteos tomaron el arca de Dios y la introdujeron en el templo de Dagón, y la pusieron junto a Dagón.  A la mañana siguiente, cuando los de Asdod se levantaron temprano, vieron que Dagón había caído rostro en tierra delante del arca del Señor. Así que tomaron a Dagón y lo pusieron otra vez en su lugar. 

 Pero al levantarse temprano al día siguiente, otra vez Dagón había caído rostro en tierra delante del arca del Señor. Y la cabeza de Dagón y las dos palmas de sus manos estaban cortadas sobre el umbral; solo el tronco le quedaba a Dagón.  Por tanto, hasta hoy, ni los sacerdotes de Dagón ni ninguno de los que entran en el templo de Dagón, pisan el umbral de Dagón en Asdod.

Y la mano del Señor se hizo pesada sobre los de Asdod, y los desoló y los hirió con tumores, tanto a Asdod como a sus territorios.  Cuando los hombres de Asdod vieron lo que les sucedía, dijeron: «El arca del Dios de Israel no debe quedar con nosotros, pues su mano es dura sobre nosotros y sobre Dagón nuestro dios». 

 Así que enviaron a buscar e hicieron venir a todos los príncipes de los filisteos, y les dijeron: «¿Qué haremos con el arca del Dios de Israel?». «Que se traslade el arca del Dios de Israel a Gat», respondieron ellos. Y trasladaron el arca del Dios de Israel.  Pero después que la habían trasladado, la mano del Señor estuvo contra la ciudad causando gran confusión; e hirió a los hombres de la ciudad, desde el menor hasta el mayor, saliéndoles tumores. 

10  Entonces enviaron el arca de Dios a Ecrón. Y sucedió que cuando el arca de Dios llegó a Ecrón, los ecronitas clamaron y dijeron: «Han traído el arca del Dios de Israel hasta nosotros para matarnos a nosotros y a nuestro pueblo».

11 Por tanto, mandaron reunir a todos los príncipes de los filisteos, y les dijeron: «Saquen de aquí el arca del Dios de Israel, y que vuelva a su sitio, para que no nos mate a nosotros y a nuestro pueblo». Porque había un pánico mortal por toda la ciudad; la mano de Dios se hizo muy pesada allí. 12  Y los hombres que no murieron fueron heridos con tumores, y el clamor de la ciudad subió hasta el cielo.

Los filisteos devuelven el arca

6 El arca del Señor había estado siete meses en la tierra de los filisteos. 2  Entonces los filisteos llamaron a los sacerdotes y a los adivinos y les preguntaron: «¿Qué haremos con el arca del Señor? Dígannos cómo la hemos de enviar a su lugar». 3  Y ellos contestaron: «Si envían el arca del Dios de Israel, no la envíen vacía; sino que ciertamente devolverán a Dios una ofrenda por la culpa. Entonces serán sanados y sabrán por qué Su mano no se ha apartado de ustedes».

4 Y los filisteos preguntaron: «¿Cuál será la ofrenda por la culpa que le hemos de devolver?». Y ellos dijeron: «Cinco tumores de oro y cinco ratones de oro conforme al número de los príncipes de los filisteos, porque la misma plaga estuvo sobre todos ustedes y sobre sus príncipes. 5  Harán, pues, semejanzas de sus tumores, y semejanzas de sus ratones que asolan la tierra, y darán gloria al Dios de Israel. Tal vez Él alivie Su mano de sobre ustedes, de sobre sus dioses y de sobre su tierra. 6  ¿Por qué entonces endurecen sus corazones, como endurecieron sus corazones los egipcios y Faraón? Cuando Él los trató severamente, ¿no dejaron ir al pueblo, y ellos se fueron?7 »Ahora pues, tomen y preparen un carro nuevo y dos vacas con crías sobre las cuales no se haya puesto ningún yugo. Aten las vacas al carro y lleven sus becerros a casa, lejos de ellas. 

8  Tomen el arca del Señor y colóquenla en el carro; y pongan en una caja a su lado los objetos de oro que le entregarán como ofrenda por la culpa. Luego, déjenla ir, y que se vaya. 9  Y observen bien: si sube por el camino de su territorio a Bet Semes, entonces Él nos ha hecho este gran mal. Pero si no, entonces sabremos que no fue Su mano la que nos hirió; nos sucedió por casualidad».10 Entonces los hombres lo hicieron así. Tomaron dos vacas con crías, las ataron al carro y encerraron sus becerros en casa. 11  Colocaron el arca del Señor en el carro, y la caja con los ratones de oro y las semejanzas de sus tumores. 

12  Y las vacas tomaron el camino recto en dirección a Bet Semes. Iban por el camino, mugiendo mientras iban, y no se desviaron ni a la derecha ni a la izquierda. Los príncipes de los filisteos las siguieron hasta el límite de Bet Semes. 13  El pueblo de Bet Semes estaba segando el trigo en el valle, y alzaron sus ojos y, al ver el arca, se alegraron al verla.14 El carro llegó al campo de Josué el Bet Semita y se detuvo allí donde había una gran piedra; y ellos partieron la madera del carro y ofrecieron las vacas en holocausto al Señor. 15  Los levitas bajaron el arca del Señor y la caja que estaba con ella, en la cual estaban los objetos de oro, y las colocaron sobre la piedra grande. Entonces los hombres de Bet Semes ofrecieron holocaustos e hicieron sacrificios aquel día al Señor. 

16  Cuando los cinco príncipes de los filisteos vieron esto, regresaron a Ecrón el mismo día.17 Estos son los tumores de oro que los filisteos entregaron como ofrenda por la culpa al Señor: uno por Asdod, uno por Gaza, uno por Ascalón, uno por Gat y uno por Ecrón; 18  y ratones de oro conforme al número de todas las ciudades de los filisteos que pertenecían a los cinco príncipes, tanto de ciudades fortificadas como de aldeas sin murallas. La piedra grande sobre la cual colocaron el arca del Señor es testigo hasta el día de hoy en el campo de Josué el Bet Semita.19 El Señor hirió a los hombres de Bet Semes porque habían mirado dentro del arca del Señor. De todo el pueblo hirió a 50,070 hombres, y el pueblo lloró porque el Señor había herido al pueblo con gran mortandad. 

20  Y los hombres de Bet Semes dijeron: «¿Quién puede estar delante del Señor, este Dios santo? ¿Y a quién subirá al alejarse de nosotros?». 21  Entonces enviaron mensajeros a los habitantes de Quiriat Jearim y les dijeron: «Los filisteos han devuelto el arca del Señor; desciendan, y llévenla con ustedes»

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Romanos 5
LIBRO QUINTO
Resultados de la justificación
5Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, 2  por medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.3  Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; 4  y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza. 

5  Y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado.6 Porque mientras aún éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos. 7  Porque difícilmente habrá alguien que muera por un justo, aunque tal vez alguno se atreva a morir por el bueno. 8  Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.9 Entonces mucho más, habiendo sido ahora justificados por Su sangre, seremos salvos de la ira de Dios por medio de Él. 

10  Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de Su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por Su vida. 11  Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien ahora hemos recibido la reconciliación.

Adán y Cristo comparados

12 Por tanto, tal como el pecado entró en el mundo por medio de un hombre, y por medio del pecado la muerte, así también la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos pecaron. 13  Pues antes de la ley había pecado en el mundo, pero el pecado no se toma en cuenta cuando no hay ley. 14  Sin embargo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun sobre los que no habían pecado con una transgresión semejante a la de Adán, el cual es figura de Aquel que había de venir.15 Pero no sucede con la dádiva como con la transgresión. Porque si por la transgresión de uno murieron los muchos, mucho más, la gracia de Dios y el don por la gracia de un Hombre, Jesucristo, abundaron para los muchos. 

16  Tampoco sucede con el don como con lo que vino por medio de aquel que pecó; porque ciertamente el juicio surgió a causa de una transgresión, resultando en condenación; pero la dádiva surgió a causa de muchas transgresiones resultando en justificación. 17  Porque si por la transgresión de un hombre, por este reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por medio de un Hombre, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.18 Así pues, tal como por una transgresión resultó la condenación de todos los hombres, así también por un acto de justicia resultó la justificación de vida para todos los hombres. 19  Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de Uno los muchos serán constituidos justos.

20 La ley se introdujo para que abundara la transgresión, pero donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia, 21  para que así como el pecado reinó en la muerte, así también la gracia reine por medio de la justicia para vida eterna, mediante Jesucristo nuestro Señor.

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Jeremías 43
Huida del pueblo a Egipto

43Pero tan pronto como Jeremías terminó de hablar a todo el pueblo todas las palabras del Señor su Dios, es decir, todas estas palabras con las cuales el Señor su Dios le había enviado, 2  Azarías, hijo de Osaías, y Johanán, hijo de Carea, y todos los hombres arrogantes dijeron a Jeremías: «Es mentira lo que dices. El Señor nuestro Dios no te ha enviado a decir: “No deben entrar en Egipto para residir allí”; 3  sino que Baruc, hijo de Nerías, te provoca contra nosotros para entregarnos en mano de los caldeos, a fin de que nos maten o nos deporten a Babilonia».

4 Así que Johanán, hijo de Carea, ni ninguno de los jefes de las tropas, ni nadie del pueblo, obedecieron la voz del Señor, de quedarse en la tierra de Judá, 5  sino que Johanán, hijo de Carea, y todos los jefes de las tropas, tomaron a todo el remanente de Judá que había vuelto de todas las naciones a las cuales habían sido dispersados, para residir en la tierra de Judá: 6  a hombres, mujeres y niños, a las hijas del rey y a toda persona que Nabuzaradán, capitán de la guardia, había dejado con Gedalías, hijo de Ahicam y nieto de Safán, y también al profeta Jeremías y a Baruc, hijo de Nerías, 7  y entraron en la tierra de Egipto (pues no escucharon la voz del Señor) y llegaron hasta Tafnes.

8 Entonces vino la palabra del Señor a Jeremías en Tafnes: 9  «Toma en tus manos piedras grandes y escóndelas en la mezcla en la terraza de ladrillo que está a la entrada del palacio de Faraón en Tafnes, a vista de los judíos, 10  y diles: “Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: ‘Voy a enviar que traigan a Nabucodonosor, rey de Babilonia, siervo Mío, y pondré su trono sobre estas piedras que he escondido, y él extenderá su pabellón sobre ellas. 11  Vendrá y herirá la tierra de Egipto; los que sean para la muerte, a la muerte, los que para el cautiverio, al cautiverio, y los que para la espada, a la espada. 

12  Prenderá fuego a los templos de los dioses de Egipto, los quemará y se llevará cautivos a sus ídolos. Y se envolverá de la tierra de Egipto como el pastor se envuelve con su capa, y saldrá de allí en paz. 13  También quebrará los obeliscos de Heliópolis, que está en la tierra de Egipto, y prenderá fuego a los templos de los dioses de Egipto’”».

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Salmos 19
Las obras y la palabra de DiosPara el director del coro.
Salmo de David.
19Los cielos proclaman la gloria de Dios,
Y el firmamento anuncia la obra de Sus manos.
2  Un día transmite el mensaje al otro día,
Y una noche a la otra noche revela sabiduría.
3  No hay mensaje, no hay palabras;
No se oye su voz.

4  Pero por toda la tierra salió su voz,
Y hasta los confines del mundo sus palabras.
En ellos Dios puso una tienda para el sol,
5  Y este, como un esposo que sale de su alcoba,
Se regocija como hombre fuerte al correr su carrera.
6  De un extremo de los cielos es su salida,
Y su curso hasta el otro extremo de ellos;
Y no hay nada que se esconda de su calor.

7 La ley del Señor es perfecta, que restaura el alma;
El testimonio del Señor es seguro, que hace sabio al sencillo.
8  Los preceptos del Señor son rectos, que alegran el corazón;
El mandamiento del Señor es puro, que alumbra los ojos.
9  El temor del Señor es limpio, que permanece para siempre;
Los juicios del Señor son verdaderos, todos ellos justos;
10  Deseables más que el oro; sí, más que mucho oro fino,
Más dulces que la miel y que el destilar del panal.

11  Además, Tu siervo es amonestado por ellos;
En guardarlos hay gran recompensa.
12  ¿Quién puede discernir sus propios errores?
Absuélveme de los que me son ocultos.
13  Guarda también a Tu siervo de pecados de soberbia;
Que no se enseñoreen de mí.
Entonces seré íntegro,
Y seré absuelto de gran transgresión.
14  Sean gratas las palabras de mi boca
y la meditación de mi corazón delante de Ti,
Oh Señor, roca mía y Redentor mío.

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