Vida Cristiana

Cómo la prueba del malvavisco puede ayudarte a huir de la pornografía

Estaba escuchando un antiguo programa de la Radio Pública Nacional (RPN) en mi auto, cuando Celeste Kidd —profesora de psicología de la Universidad de California en Berkeley— mencionó la conocida «prueba del malvavisco». La conversación me recordó la forma en que la Biblia habla de la lucha contra el pecado, y me di cuenta de que ella había tropezado con una verdad que podría ayudar a hombres y mujeres en su lucha contra la pornografía.

Siempre somos más fuertes en nuestra lucha contra el pecado cuando vemos cómo este intercambia la bondad de Dios por algo mucho menos satisfactorio.

Los malvaviscos y la confianza

La prueba del malvavisco fue un experimento psicológico de los años sesenta que medía la gratificación postergada en los niños. Un grupo de niños resistió la tentación de comerse un malvavisco, mientras que el otro grupo no pudo. El estudio concluyó que el primer grupo tendría más éxito en la vida, mientras que los otros tendrían dificultades para tener éxito.

La prueba no está exenta de problemas metodológicos, pero sus «conclusiones» son tan influyentes que probablemente moldeen tu forma de pensar sobre lo que eres capaz o no de hacer de forma innata. Por ejemplo, ¿alguna vez has dicho: «Parece que no puedo evitarlo»?

Somos más fuertes en nuestra lucha contra el pecado cuando vemos cómo este intercambia la bondad de Dios por algo mucho menos satisfactorio

 

En el programa, la profesora Kidd expuso la hipótesis de que los niños pueden tomar decisiones razonables cuando confían en que su entorno es estable. Con esta premisa, cambió el estudio del malvavisco en aspectos clave. Los investigadores de Kidd dijeron a dos grupos de niños que si esperaban para comerse el malvavisco, recibirían materiales de arte cuando los investigadores volvieran a la sala de pruebas. Tras una espera moderada, los investigadores volvieron para decir a los niños que podían comerse el malvavisco, pero solo dieron los materiales al grupo A. El grupo B nunca los recibió. Entonces concluyeron esa ronda.

En la siguiente ronda, ambos grupos se sentaron frente a un malvavisco y se les dijo que los investigadores se retiraban para buscar un segundo malvavisco. Se prometió a los niños ambos malvaviscos si esperaban a que regresara el investigador. Como era de esperar, los niños del grupo B no confiaban en que los investigadores volverían, pero los del grupo A sí.

La profesora Kidd llegó a la conclusión de que los niños pueden retrasar la gratificación inmediata a cambio de una recompensa futura en el contexto de una relación de confianza.

Nuestra confianza en la bondad de Dios

No es tan diferente en la lucha contra el pecado. Al igual que con la mentira de Satanás en el jardín, y comparable a la versión de Kidd de la prueba del malvavisco, la duda está en el corazón de toda tentación. Es la duda ante la bondad de Dios. La tentación de creer que la transgresión dará una satisfacción que Dios no puede dar.

Cada uno de nosotros ha sido creado con el deseo de disfrutar del placer sexual. Forma parte del diseño benevolente de Dios para proporcionarnos bienestar, satisfacción y procreación en el matrimonio. Pero confiar en ese diseño es difícil cuando el mundo pone constantes malvaviscos en tu cara y te tienta a pensar que los materiales de arte nunca llegarán.

Nunca antes en la historia de la humanidad hubo una disponibilidad tan constante de imágenes pornográficas. A pesar de las graves consecuencias fisiológicas, cada día son más las personas que caen en el hábito de la pornografía.

Pero podemos confiar en Dios. Todos Sus mandamientos éticos, incluidos los de evitar la porneia, se dan en el contexto de una relación de amor y confianza. Dios no hace exigencias arbitrarias o innecesarias. Como dice el salmista:

El temor del SEÑOR es limpio, que permanece para siempre;
Los juicios del SEÑOR son verdaderos, todos ellos justos;
Deseables más que el oro; sí, más que mucho oro fino,
Más dulces que la miel y que el destilar del panal.
Además, Tu siervo es amonestado por ellos;
En guardarlos hay gran recompensa (Sal 19:9-11).

La lucha contra la pornografía empieza con ganancias, no con pérdidas

Podemos confiar en Dios porque nos ama y quiere nuestro bien. Estoy convencido de que muchos cristianos pierden la lucha contra la pornografía porque nos centramos en el malvavisco que tenemos delante en lugar de centrarnos en la gloria prometida que nos espera. Nos centramos demasiado en el placer sexual momentáneo que perdemos cuando resistimos la tentación, en lugar de lo que ganamos con la obediencia. Cuando solo nos centramos en lo que no debemos hacer, nuestros ojos se cierran a la bondad de Dios.

Pero la Biblia no plantea la lucha contra el pecado como una pérdida. La forma de ganar la guerra contra la pornografía —o contra cualquier pecado— es centrarse en la ganancia.

El autor de Hebreos nos dice que Moisés prefirió «ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los placeres temporales del pecado. Consideró como mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa» (He 11:25-26). Moisés había llegado a saber que podía confiar en que el Dios vivo y verdadero era bueno y, en consecuencia, podía alejarse de los placeres transitorios de Egipto y abrazar el sufrimiento temporal en aras de la recompensa eterna con Dios.

Pablo escribió algo parecido a los colosenses. No se retrajo a la hora de decirles lo que no debían hacer. Sí, debían «desechar» los comportamientos, ambiciones y deseos pecaminosos que habían aprendido de su cultura pagana (Col 3:9). Pero también debían «vestirse» de la vida de Cristo y considerar esto como una gran ganancia (v. 10).

Pablo les aseguró: «Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces ustedes también serán manifestados con Él en gloria» (Col 3:4). Recordó a los colosenses que ya estaban unidos a Cristo. Ya habían probado y visto que el Señor es bueno (Sal 34:8). Habían visto que se podía confiar en Dios, y Pablo sabía que eso debía inspirarles a renunciar a las cosas terrenales y disfrutar de Cristo.

Ganancia incluso ahora

Combatir la pornografía no se trata solamente de ganancias futuras. La obra completa de Jesucristo en la cruz nos permite luchar contra el pecado para obtener ganancias ahora.

Parte de la obra de Cristo consistió en desarmar el poder del pecado —sí, incluso la seducción de la pornografía— para que podamos resistir los deseos pecaminosos (Col 2:15). La firmeza de Cristo ante el sufrimiento le hace capaz de «compadecerse de nuestras flaquezas» (He 4:15).

Al caminar en el poder del Espíritu, empezamos a ver la bondad de los mandatos de Dios y anhelar las cosas que le producen gozo

 

Amigos, Jesús sabe lo que cuesta la lucha contra el pecado. Debido a que Él conoce la lucha, está deseoso de dar misericordia y gracia a los que se acercan a Su trono (He 4:16). Los que están unidos a Cristo reciben en sí mismos el mismo Espíritu que sostuvo a Jesús en Su ministerio terrenal. Al caminar en el poder del Espíritu, empezamos a ver la bondad de los mandatos de Dios y anhelar las cosas que le producen gozo.

La cruz de Cristo mata a nuestro viejo yo con sus deseos y nos da una vida nueva con nuevos deseos y alegrías. Seguimos luchando contra esos viejos deseos, pero lo hacemos desde un lugar de victoria de Cristo en nosotros, viendo aún más la misericordia y la bondad de Dios.

El estudio de la profesora Kidd ve esta profunda verdad a través de una ventana empañada. Somos más fuertes en nuestra lucha contra la pornografía cuando la vemos como el malvavisco insatisfactorio, triste y solitario que es. Ganamos la lucha por la santidad cuando fijamos nuestros ojos en el carácter de Cristo y en las promesas que ya sabemos que Él cumplirá.

La Biblia nos recuerda una y otra vez que Dios es bueno para que no hagamos el mismo trueque que hicieron nuestros primeros padres. Porque Dios es bueno, podemos decidir no cambiar la eternidad por lo temporal, el buen diseño por el uso torcido, o la ganancia por la pérdida.


Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.

Zach Carter es el pastor principal de Redeemer Church en Huntsville, Alabama, y editor de Cloud of Witnesses: A Treasury of Prayers and Petitions Through the Ages [Nube de Testigos: Tesoro de oraciones y peticiones a través de los Tiempos]. Él y su esposa, Morgan, tienen dos hijos.

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