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Lectura de Hoy

16-08-2024

DEVOCIONAL

Devocional: 1 Samuel 7–8

Por qué la gente pide algo es al menos tan importante como qué piden.

Esto es muy cierto en numerosas áreas de la vida. Conozco a un ejecutivo en una corporación mediana que convenció a sus jefes para que establecieran un nuevo comité. La razón que dio fue que era necesario para supervisar algunos nuevos desarrollos. Lo que no les dijo fue su verdadero motivo: al cabo de un tiempo, podría usar este comité para eludir a otro comité ya existente que estaba cuestionándole algunos de sus proyectos y se los había retenido. Él vio al nuevo comité como un truco gerencial para evitar que le controlaran y así ascender más rápidamente. Lo que se pudo haber planteado como un mecanismo astuto para darle la vuelta a un obstáculo innecesario en la estructura de la compañía (si les hubiera explicado a sus jefes lo que estaba haciendo) se presentó en términos muy diferentes, porque él no podía decirles honestamente lo que pensaba hacer— sabía que ellos pensaban que el comité establecido estaba realizando un buen trabajo. De ahí el engaño.

No hace falta buscar muy lejos. ¿Cuántas de nuestras propias peticiones—en el hogar, la iglesia, el trabajo o en nuestras oraciones—enmascaran motivos interesados y egoístas?

Este era el problema de Israel al pedir un rey (1 Samuel 8). El problema no era la petición en sí misma. Después de todo, Dios les daría la dinastía davídica. Moisés había previsto la época en que habría un rey (Deute- ronomio 17). El problema era la motivación. Vieron sus altibajos recientes con los cananeos a su alrededor y no percibieron muchas de sus propias faltas e infidelidades. No querían fiarse de la palabra de Dios presentada a través de profetas y jueces ni aprender verdaderamente a obedecer esa palabra. Supusieron que sólo por tener un rey obtendrían estabilidad política. Querían ser como las demás naciones (!), con un rey que les dirigiera en sus escaramuzas militares (8:19-20).

Dios no sólo entiende sus peticiones, sino que percibe y evalúa sus motivaciones. En esta ocasión, sabe que el pueblo no está meramente soltando sus lazos con un profeta como Samuel, sino que se están alejando de Dios (8:7-8). El resultado fue horrendo: recibieron lo que pidieron, acompañado de una terrible gama de nuevos males que no habían adelantado.

Ese, por supuesto, es el error fatal de los planes maquiavélicos. Puede que obtengan algunas ventajas a corto plazo, pero Dios está en su trono. La verdad eventualmente saldrá a la luz, ya sea en esta vida o en la próxima, y además, puede que paguemos un precio terrible, en nuestra familia y cultura, por consecuencias inesperadas administradas por un Dios que ama la integridad de motivaciones.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: Jeremías 44
Hasta donde sabemos, Jeremías 44 contiene la última profecía de Jeremías. La del capítulo siguiente está fechada explícitamente en un periodo anterior, y probablemente el grupo de profecías contra las naciones, que encontramos en los capítulos 46-51, también pertenecen a una época previa. Las palabras que tenemos ante nosotros son la última declaración pública de Jeremías recogida.

No podemos decir que el ministerio de Jeremías acabase de forma destacada. Todos somos llamados a ser fieles; y algunos lo son en tiempos problemáticos y decadentes. No valoremos la labor del profeta según la cantidad de personas que convenció, de desastres de los que advirtió o de avivamientos que experimentó. Debemos hacerlo analizando si fue o no fiel a Dios, si agradó o no al Señor. Con nosotros, es exactamente igual. Dudo que muchos de los que vivimos en Occidente hayamos comprendido la gran influencia que ejerce el síndrome del éxito sobre nuestra vida y la de los demás; en algunas ocasiones porque nos hace estar ávidos de éxito a toda costa, y en otras, porque nos hace sospechar del mismo en todo momento, en una forma de pseudoespiritualidad invertida. No obstante, el éxito no es lo importante; lo es la fidelidad.

Lo que encontramos en este capítulo es una rebelión irreparable. Los judíos de Egipto, tanto los que han descendido allí como los que aparentemente se habían asentado con anterioridad en esa tierra en un intento de escapar de las dificultades que acontecían en su patria, han sustituido los dioses cananeos que adoraban en su casa por las deidades egipcias que les rodean. La manera como interpretan su propia historia es totalmente diferente a la de Jeremías. Se remontan a la época en la que dejaron su adoración pagana (44:17-18): están pensando probablemente en la reforma llevada a cabo por el rey Josías. Los desastres que han caído sobre ellos han tenido lugar desde entonces. Así pues, razonan que deben servir a la Reina del Cielo y otras deidades paganas, y se deciden a hacerlo.

Debemos aprender dos importantes lecciones. En primer lugar, siempre podemos interpretar la historia de una forma que demuestre casi cualquier cosa que queramos. No quiere decir que no debamos saber nada de la misma, porque el Señor mismo dice al pueblo lo que deberían haber aprendido.

Significa que lo que el pueblo de Dios debe aprender de ella tiene que estar moldeado por la lente de la revelación escrita del Todopoderoso, por su palabra profética, por nuestros votos del pacto. No podemos esperar que los paganos estén siempre de acuerdo con nuestra visión de la historia. En segundo lugar, este capítulo demuestra, en los términos más duros, que no hay esperanza para la raza del pacto, ninguna, fuera de la intervención de la gracia.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
1 Samuel 7–8
El arca en Quiriat Jearim
7 Los hombres vinieron de Quiriat Jearim, tomaron el arca del Señor y la llevaron a la casa de Abinadab en la colina, y consagraron a Eleazar su hijo para que guardara el arca del Señor. 2  Pero pasó mucho tiempo, veinte años, desde el día en que el arca quedó en Quiriat Jearim; y toda la casa de Israel añoraba al Señor.3 Entonces Samuel habló a toda la casa de Israel: «Si es que ustedes se vuelven al Señor con todo su corazón, entonces quiten de entre ustedes los dioses extranjeros y a Astarot, y dirijan su corazón al Señor, y sírvanle solo a Él; y Él los librará de la mano de los filisteos». 

4  Los israelitas quitaron a los Baales y a Astarot, y sirvieron solo al Señor.5 Y Samuel dijo: «Reúnan en Mizpa a todo Israel, y yo oraré al Señor por ustedes». 6  Se reunieron los israelitas en Mizpa, y sacaron agua y la derramaron delante del Señor, ayunaron aquel día y dijeron allí: «Hemos pecado contra el Señor». Y Samuel juzgó a los israelitas en Mizpa. 7  Cuando los filisteos oyeron que los israelitas se habían reunido en Mizpa, los príncipes de los filisteos subieron contra Israel. Cuando oyeron esto los israelitas, tuvieron temor de los filisteos.

8 Entonces los israelitas dijeron a Samuel: «No dejes de clamar al Señor nuestro Dios por nosotros, para que Él nos libre de la mano de los filisteos». 9  Tomó Samuel un cordero de leche y lo ofreció como completo holocausto al Señor; y clamó Samuel al Señor por Israel y el Señor le respondió. 10  Mientras Samuel estaba ofreciendo el holocausto, los filisteos se acercaron para pelear con Israel. Pero el Señor tronó con gran estruendo aquel día contra los filisteos y los confundió, y fueron derrotados delante de Israel. 11  Saliendo de Mizpa los hombres de Israel, persiguieron a los filisteos, hiriéndolos hasta más allá de Bet Car.

Derrota de los filisteos

12 Entonces Samuel tomó una piedra y la colocó entre Mizpa y Sen, y la llamó Ebenezer y dijo: «Hasta aquí nos ha ayudado el Señor». 13  Los filisteos fueron sometidos y no volvieron más dentro de los límites de Israel. Y la mano del Señor estuvo contra los filisteos todos los días de Samuel. 14  Las ciudades que los filisteos habían tomado de Israel fueron restituidas a Israel, desde Ecrón hasta Gat, e Israel libró su territorio de la mano de los filisteos. Y hubo paz entre Israel y los amorreos.

15 Samuel juzgó a Israel todos los días de su vida. 16  Cada año acostumbraba hacer un recorrido por Betel, Gilgal y Mizpa, y juzgaba a Israel en todos estos lugares. 17  Después volvía a Ramá, pues allí estaba su casa, y allí juzgaba a Israel; y edificó allí un altar al Señor.

El pueblo pide rey

8 Cuando Samuel ya era viejo, puso a sus hijos como jueces sobre Israel. 2  El nombre de su primogénito era Joel, y el nombre del segundo, Abías; estos juzgaban en Beerseba. 3  Pero sus hijos no anduvieron en los caminos de su padre, sino que se desviaron tras ganancias deshonestas, aceptaron sobornos y pervirtieron el derecho.

4 Entonces se reunieron todos los ancianos de Israel y fueron a Samuel en Ramá, 5  y le dijeron: «Mira, has envejecido y tus hijos no andan en tus caminos. Ahora pues, danos un rey para que nos juzgue, como todas las naciones». 6  Pero fue desagradable a los ojos de Samuel que dijeran: «Danos un rey que nos juzgue». Y Samuel oró al Señor.7 Y el Señor dijo a Samuel: «Escucha la voz del pueblo en cuanto a todo lo que te digan, pues no te han desechado a ti, sino que me han desechado a Mí para que Yo no sea rey sobre ellos. 

8  Así como todas las obras que han hecho desde el día en que los saqué de Egipto hasta hoy, abandonándome y sirviendo a otros dioses, así lo están haciendo contigo también. 9  Ahora pues, oye su voz. Sin embargo, les advertirás solemnemente y les harás saber el proceder del rey que reinará sobre ellos».10 Entonces Samuel habló todas las palabras del Señor al pueblo que le había pedido rey. 11  Y dijo: «Así será el proceder del rey que reinará sobre ustedes: tomará a sus hijos, los pondrá a su servicio en sus carros y entre su gente de a caballo, y correrán delante de sus carros reales. 

12  El rey nombrará para su servicio jefes de mil y de cincuenta, y a otros para labrar sus campos y recoger sus cosechas, y hacer sus armas de guerra y pertrechos para sus carros. 13  También tomará a sus hijas para perfumistas, cocineras y panaderas.14 »Les tomará lo mejor de sus campos, de sus viñedos y de sus olivares y se los dará a sus siervos. 15  De su grano y de sus viñas tomará el diezmo, para darlo a sus oficiales y a sus siervos. 

16  Les tomará también sus siervos y sus siervas, sus mejores jóvenes y sus asnos, y los usará para su servicio. 17  De sus rebaños tomará el diezmo, y ustedes mismos vendrán a ser sus siervos. 18  Ese día clamarán por causa de su rey a quien escogieron para ustedes, pero el Señor no les responderá en ese día».19 No obstante, el pueblo rehusó oír la voz de Samuel, y dijeron: «No, sino que habrá rey sobre nosotros, 20  a fin de que seamos como todas las naciones, para que nuestro rey nos juzgue, salga delante de nosotros y dirija nuestras batallas». 

21  Después que Samuel escuchó todas las palabras del pueblo, las repitió a oídos del Señor. 22  Y el Señor dijo a Samuel: «Escúchalos y nómbrales un rey». Entonces Samuel dijo a los hombres de Israel: «Váyase cada uno a su ciudad»

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com
Romanos 6
LIBRO QUINTO
Muertos al pecado
6¿Qué diremos, entonces? ¿Continuaremos en pecado para que la gracia abunde?  ¡De ningún modo! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?  ¿O no saben ustedes que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte?
Por tanto, hemos sido sepultados con Él por medio del bautismo para muerte, a fin de que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.  Porque si hemos sido unidos a Cristo en la semejanza de Su muerte, ciertamente lo seremos también en la semejanza de Su resurrección.

Sabemos esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo, para que nuestro cuerpo de pecado fuera destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado;  porque el que ha muerto, ha sido libertado del pecado.

Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él,  sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, no volverá a morir; la muerte ya no tiene dominio sobre Él. 10  Porque en cuanto a que Él murió, murió al pecado de una vez para siempre; pero en cuanto Él vive, vive para Dios. 11  Así también ustedes, considérense muertos para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús.

Siervos, no del pecado, sino de la justicia

12 Por tanto, no reine el pecado en su cuerpo mortal para que ustedes no obedezcan a sus lujurias; 13  ni presenten los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de iniquidad, sino preséntense ustedes mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y sus miembros a Dios como instrumentos de justicia. 14  Porque el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, pues no están bajo la ley sino bajo la gracia.

Libertados del pecado

15 ¿Entonces qué? ¿Pecaremos porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ningún modo! 16  ¿No saben ustedes que cuando se presentan como esclavos a alguien para obedecerle, son esclavos de aquel a quien obedecen, ya sea del pecado para muerte, o de la obediencia para justicia? 17  Pero gracias a Dios, que aunque ustedes eran esclavos del pecado, se hicieron obedientes de corazón a aquella forma de doctrina a la que fueron entregados, 18  y habiendo sido libertados del pecado, ustedes se han hecho siervos de la justicia.

19 Hablo en términos humanos, por causa de la debilidad de su carne. Porque de la manera que ustedes presentaron sus miembros como esclavos a la impureza y a la iniquidad, para iniquidad, así ahora presenten sus miembros como esclavos a la justicia, para santificación. 20  Porque cuando ustedes eran esclavos del pecado, eran libres en cuanto a la justicia.21 ¿Qué fruto tenían entonces en aquellas cosas de las cuales ahora se avergüenzan? Porque el fin de esas cosas es muerte. 

22  Pero ahora, habiendo sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tienen por su fruto la santificación, y como resultado la vida eterna. 23  Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro

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Jeremías 44
Profecía de Jeremías a los judíos en Egipto

44 La palabra que vino a Jeremías para todos los judíos que moraban en la tierra de Egipto, los que moraban en Migdol, en Tafnes, en Menfis y en la tierra de Patros: 2  «Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: “Ustedes han visto toda la calamidad que he traído sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá, y que hoy están en ruinas y que en ellas no hay morador alguno, 3  a causa de la maldad que ellos cometieron para provocarme a ira, quemando constantemente sacrificios y sirviendo a otros dioses que no habían conocido, ni ellos, ni ustedes, ni sus padres. 

4  Con todo, les envié a todos Mis siervos los profetas repetidas veces, diciéndoles: ‘No hagan ahora esta cosa abominable que Yo aborrezco’. 5  Pero no escucharon ni prestaron atención para apartarse de su maldad, para dejar de quemar sacrificios a otros dioses. 6  Por tanto, se derramó Mi ira y Mi furor y ardió en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, que fueron convertidas en ruinas y en desolación, como lo están hoy.

7 ”Ahora pues, así dice el Señor Dios de los ejércitos, el Dios de Israel: ‘¿Por qué ustedes se hacen un daño tan grande a sí mismos cortando de entre ustedes a hombre y mujer, niño y lactante de en medio de Judá, sin que les quede remanente, 8  provocándome a ira con la obra de sus manos, quemando sacrificios a otros dioses en la tierra de Egipto, adonde han entrado a residir, de modo que sean exterminados y vengan a ser maldición y oprobio entre todas las naciones de la tierra? 9  ¿Han olvidado las maldades de sus padres, las maldades de los reyes de Judá y las maldades de sus mujeres, las propias maldades de ustedes y las maldades de sus mujeres, que cometieron en la tierra de Judá y en las calles de Jerusalén? 10  Pero hasta hoy no se han humillado, ni han temido, ni han andado en Mi ley ni en Mis estatutos que puse delante de ustedes y delante de sus padres’”.

11 »Por tanto, así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: “Yo volveré el rostro contra ustedes para mal, y para destruir a todo Judá. 12  Quitaré el remanente de Judá que ha decidido entrar en la tierra de Egipto para residir allí, y serán acabados en la tierra de Egipto; caerán a espada, por el hambre serán acabados. Tanto el pequeño como el grande morirán a espada y de hambre. Serán motivo de maldición, de horror, de imprecación y de oprobio. 13  Castigaré a los que moran en la tierra de Egipto, como he castigado a Jerusalén, con espada, con hambre y con pestilencia. 

14  Así que no quedará quien escape ni quien sobreviva del remanente de Judá que ha entrado en la tierra de Egipto para residir allí, para luego volver a la tierra de Judá a la cual anhelan volver a fin de morar allí, porque ninguno volverá, excepto unos pocos fugitivos”».15 Entonces todos los hombres que sabían que sus mujeres quemaban sacrificios a otros dioses, junto con todas las mujeres que estaban presentes, una gran multitud, y todo el pueblo que moraba en la tierra de Egipto, en Patros, respondieron a Jeremías: 16  «En cuanto al mensaje que nos has hablado en el nombre del Señor, no vamos a escucharte, 17  sino que ciertamente cumpliremos toda palabra que ha salido de nuestra boca, y quemaremos sacrificios a la reina del cielo, derramándole libaciones, como hacíamos nosotros, nuestros padres, nuestros reyes y nuestros príncipes en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. Entonces teníamos bastante alimento, prosperábamos y no veíamos mal alguno. 

18  Pero desde que dejamos de quemar sacrificios a la reina del cielo y de derramarle libaciones, carecemos de todo, y por la espada y por el hambre hemos sido acabados». 19  Y las mujeres dijeron: «Cuando nosotras quemábamos sacrificios a la reina del cielo y le derramábamos libaciones, ¿acaso no sabían nuestros maridos que le hacíamos tortas con su imagen y le derramábamos libaciones?».20 Entonces Jeremías habló a todo el pueblo, a hombres y a mujeres, a todo el pueblo que así le respondía: 21  «En cuanto a los sacrificios que han quemado en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, ustedes y sus padres, sus reyes y sus príncipes y el pueblo de la tierra, ¿no se ha acordado el Señor de ellos, y no ha venido esto a Su mente? 

22  El Señor no pudo soportar más, a causa de la maldad de las obras de ustedes y a causa de las abominaciones que habían cometido. Por eso su tierra fue convertida en ruinas, en objeto de horror y maldición, sin habitantes, como está hoy. 23  Porque ustedes quemaron sacrificios y pecaron contra el Señor y no obedecieron la voz del Señor ni anduvieron en Su ley, ni en Sus estatutos, ni en Sus testimonios, por tanto, les ha sobrevenido esta calamidad, como sucede hoy».24 Entonces Jeremías dijo a todo el pueblo y a todas las mujeres: «Oigan la palabra del Señor, todo Judá, los que están en la tierra de Egipto: 25  Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: “Ustedes y sus mujeres han hablado con su boca y lo han realizado con sus manos, diciendo: ‘Ciertamente cumpliremos los votos que hemos hecho de quemar sacrificios a la reina del cielo y de derramarle libaciones’. ¡Vayan a cumplir sus votos! ¡Pongan por obra sus votos!”.

26  »Pero oigan la palabra del Señor, todo Judá, los que habitan en la tierra de Egipto: “He jurado por Mi gran nombre”, dice el Señor, “que nunca más será invocado Mi nombre en toda la tierra de Egipto por boca de ningún hombre de Judá, diciendo: ‘Vive el Señor Dios’. 27  Pues Yo velo sobre ellos para mal y no para bien, y serán acabados todos los hombres de Judá que están en la tierra de Egipto por la espada y por el hambre hasta que sean totalmente exterminados. 28  Y los que escapen de la espada, pocos en número, volverán de la tierra de Egipto a la tierra de Judá. Entonces sabrá todo el remanente de Judá que ha ido a la tierra de Egipto para residir allí, qué palabra ha de permanecer, si la Mía o la de ellos. 29  Y esta será la señal para ustedes”, declara el Señor, “de que los voy a castigar en este lugar, para que sepan que ciertamente Mis palabras permanecerán para mal contra ustedes”. 

30  Así dice el Señor: “Voy a entregar a Faraón Hofra, rey de Egipto, en manos de sus enemigos, en manos de los que buscan su vida, así como entregué a Sedequías, rey de Judá, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, su enemigo, que buscaba su vida”».

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Salmos 20–21
Oración por la victoria sobre los enemigos
Para el director del coro.
Salmo de David.
20 Que el Señor te responda en el día de la angustia; Que el nombre del Dios de Jacob te ponga en alto. 2  Que desde el santuario te envíe ayuda Y desde Sión te sostenga. 3  Que se acuerde de todas tus ofrendas, Y halle aceptable tu holocausto. (Selah)

Que te conceda el deseo de tu corazón, Y cumpla todos tus anhelos. 5  Nosotros cantaremos con gozo por tu victoria, Y en el nombre de nuestro Dios alzaremos bandera. Que el Señor cumpla todas tus peticiones.

Ahora sé que el Señor salva a Su ungido; Le responderá desde Su santo cielo Con la potencia salvadora de Su diestra. 7  Algunos confían en carros y otros en caballos, Pero nosotros en el nombre del Señor nuestro Dios confiaremos. 8  Ellos se doblegaron y cayeron, Pero nosotros nos hemos levantado y nos mantenemos en pie. 9  ¡Salva, oh Señor! Que el Rey nos responda el día que clamemos.

Alabanza por la liberaciónPara el director del coro.
Salmo de David.


21 Oh Señor, en Tu fortaleza se alegrará el rey,
¡Y cuánto se regocijará en Tu salvación!
2  Tú le has dado el deseo de su corazón,
Y no le has negado la petición de sus labios. (Selah)
3  Porque le sales al encuentro con bendiciones de bien;
Corona de oro fino colocas en su cabeza.

4  Vida te pidió y Tú se la diste,
Largura de días eternamente y para siempre.
5  Grande es su gloria por Tu salvación,
Esplendor y majestad has puesto sobre él.
6  Pues le haces bienaventurado para siempre;
Con Tu presencia le deleitas con alegría.7 Porque el rey confía en el Señor,
Y por la misericordia del Altísimo no será conmovido.

8  Hallará Tu mano a todos Tus enemigos;
Tu diestra hallará a aquellos que te odian.
9  Los harás como horno encendido en el tiempo de Tu enojo.
El Señor en Su ira los devorará,
Y fuego los consumirá.
10  Su descendencia destruirás de la superficie de la tierra,
Y sus descendientes de entre los hijos de los hombres.
11  Aunque intentaron el mal contra Ti,
Y fraguaron una conspiración,
No prevalecerán,

12  Pues Tú los pondrás en fuga,
Apuntarás a sus rostros con Tu arco.
13  Engrandécete, oh Señor, en Tu poder;
Cantaremos y alabaremos Tu poderío

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