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30-08-2024

DEVOCIONAL

Devocional: 1 Corintios 4

En 1 Corintios 3, Pablo les ha enseñado a los corintios cómo no deben considerar a los siervos de Cristo. No deben ver a ningún siervo particular del Señor como un gurú del grupo, pues esto implicaría que los demás siervos son inferiores. Cuando cada grupo dentro de la iglesia tiene a su propio gurú cristiano, ocurren dos males: división innecesaria dentro de la iglesia y un paternalismo crítico que emite juicio sobre quién es digno de ser gurú y quién no. Pablo afirma que todo lo que Dios tiene para la iglesia en un Pablo o un Apolos o un Cefas le pertenece por derecho a toda la iglesia (3:21-22).

Al principio de 1 Corintios 4, Pablo pasa a instruir a los corintios sobre cómo sí deben mirar a los siervos de Cristo: como los “encargados de administrar los misterios de Dios” (4:1). La palabra traducida como “misterios” no se refiere a cosas crípticas que sólo puede entender la élite de los elegidos. En el Nuevo Testamento, por lo general se refiere a algo que Dios había mantenido, en cierta medida, velado, escondido o secreto en el pasado, pero que ahora ha revelado claramente en Jesucristo. En resumen, a estos “siervos de Cristo” les ha sido encomendado el evangelio: todo lo que Dios ha aclarado con la venida de Jesucristo.

Quienes han sido encargados de algo deben demostrar ser fieles a aquel a quien han de rendir cuentas (4:2). Por esa razón, Pablo sabe que no es tan importante la manera en que los corintios lo ven; de hecho, tampoco tiene mucho peso la manera en que él mismo se evalúa (4:3). Pablo entiende que lo importante es mantener una conciencia clara delante del Señor. Ahora bien, es posible tener clara la conciencia y aún así ser culpable de muchas cosas, porque la conciencia no es un instrumento perfecto, ya que puede estar mal informada o endurecida. La única persona cuyo juicio siempre es absolutamente correcto—y de suprema importancia—es el Señor (4:4). La conclusión de esto es que los corintios no deberían nombrarse a sí mismos jueces sobre todos los “siervos de Cristo” a quienes el Señor envía. Cuando él regrese, todas las cuentas quedarán finalmente claras. En ese momento, dice Pablo, “cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda” (4:5). Es un pensamiento hermoso, pues tal parece que el Juez final será más alentador y positivo que muchos de los jueces humanos.

En la iglesia, sigue habiendo un espacio para el discernimiento y el juicio: ¡lee la meditación de mañana! Pero siempre hay multitud de críticos que van mucho “más allá de lo que está escrito” (4:6) con pruebas legalistas que ellos mismos han inventado y se aferran a sus gurús a la vez que abominan a los demás. Suelen pensar que son proféticos cuando, en efecto, sus pretensiones están muy cerca de usurparle el puesto a Dios.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: Ezequiel 2
En ciertos aspectos, los tres primeros capítulos de Ezequiel describen el llamamiento y la comisión de este profeta: servir en tiempos de decadencia. No todos los llamamientos proféticos son iguales en el Antiguo Testamento. Eliseo sirvió como aprendiz de Elías; Amós recibió el suyo siendo pastor; Samuel oyó por primera vez la voz de Dios cuando aún era un muchacho. Sin embargo, los profetas comisionados a servir en épocas particularmente decadentes tienen rasgos comunes.

No podemos detenernos aquí en todas estas características, pero una de ellas surge con gran fuerza en Ezequiel 2.

Dios dice al profeta lo que quiere que este haga. Se le envía a “una nación rebelde que se ha sublevado contra mí” (2:3), a Israel, al menos a esa parte del mismo que se encuentra con él en el exilio. Eran los más dotados, versados, nobles y privilegiados. Desde la perspectiva de Dios, son simplemente “un pueblo obstinado y terco” (2:4). Ezequiel debe decirles: “Así dice el Señor omnipotente” (2:4). Aún no se le ha expuesto el contenido del mensaje del Dios soberano. En su lugar, el resto del capítulo se dedica a garantizar que el profeta entienda que su ministerio gira absolutamente en torno a una cosa: transmitir las palabras de Dios a esta casa rebelde. “Tal vez escuchen, tal vez no, pues son un pueblo rebelde; pero tú les proclamarás mis palabras” (2:7).

Por supuesto, siempre es importante que los profetas y predicadores hablen con fidelidad las palabras de Dios, pero es especialmente urgente en tiempos de decadencia. En periodos de avivamiento y prosperidad, se trata al predicador con respeto y se ensalzan su fidelidad y su conocimiento. Por el contrario, en épocas difíciles, las personas se burlarán y amenazarán a los que comunican la verdad de Dios. Las presiones para borrar lo que el Señor dice son enormes. Se llevan a cabo inteligentes exégesis para hacer que el texto diga lo que no dice realmente, se efectúan silencios selectivos para obviar los aspectos dolorosos, se realiza una hermenéutica interesada para eliminar el mordisco y el aguijón de las Escrituras; todo se hace de rigor, de forma que aún podamos ser aceptados e incluso admirados.

No obstante, Dios es consciente del peligro. Desde su perspectiva, el éxito no se mide según la cantidad de personas que Ezequiel gane para él, sino por la fidelidad con la que declare las palabras de Dios. No hacerlo será participar en la rebelión de esta casa “rebelde” (2:8). Es necesaria una valentía piadosa que acabe con el miedo (2:6-7).
¿Dónde se requieren con más urgencia esa fidelidad y esa valentía en el mundo occidental actual?.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
1 Samuel 23
David libra a Keila
23 Entonces dieron aviso a David: «Los filisteos están atacando a Keila, y están saqueando las eras». 2 Entonces consultó David al Señor: «¿Debo ir a atacar a estos filisteos?». Y el Señor dijo a David: «Ve, ataca a los filisteos y libra a Keila». 3 Pero los hombres de David le dijeron: «Mira, estamos con temor aquí en Judá. ¿Cuánto más si vamos a Keila contra las filas de los filisteos?». 

4 De nuevo David consultó al Señor; y el Señor le respondió: «Levántate, desciende a Keila, pues entregaré a los filisteos en tu mano». 5 Y David y sus hombres fueron a Keila y pelearon contra los filisteos; y él se llevó sus ganados y los hirió con gran mortandad. Así libró David a los habitantes de Keila.

Saúl persigue a David

6 Al huir Abiatar, hijo de Ahimelec, a donde estaba David en Keila, descendió con un efod en la mano. 7 Cuando se avisó a Saúl que David había ido a Keila, Saúl dijo: «Dios lo ha entregado en mi mano, pues se ha encerrado entrando en una ciudad con puertas dobles y barras». 8 Y Saúl convocó a todo el pueblo a la guerra, para descender a Keila a fin de cercar a David y sus hombres. 9 David supo que Saúl tramaba el mal contra él; así que le dijo al sacerdote Abiatar: «Trae el efod». 

10 Entonces David dijo: «Oh Señor, Dios de Israel, Tu siervo ciertamente ha oído que Saúl procura venir a Keila para destruir la ciudad por causa mía. 11 ¿Me entregarán en su mano los hombres de Keila? ¿Descenderá Saúl tal como Tu siervo ha oído? Oh Señor, Dios de Israel, te ruego que lo hagas saber a Tu siervo». Y el Señor dijo: «Sí, descenderá».12 Entonces David dijo: «¿Me entregarán los hombres de Keila a mí y a mis hombres en manos de Saúl?». Y el Señor dijo: «Sí, los entregarán». 13 Se levantó, pues, David con sus hombres, como 600, y salieron de Keila y anduvieron de un lugar a otro. Cuando a Saúl le informaron que David se había escapado de Keila, cesó de perseguirlo. 

14 David se quedó en el desierto en los refugios, y permaneció en la región montañosa en el desierto de Zif. Saúl lo buscaba todos los días, pero Dios no lo entregó en su mano. 15 Y David se enteró de que Saúl había salido para quitarle la vida, y David se encontraba en el desierto de Zif, en Hores. 16 Jonatán, hijo de Saúl, se levantó y fue a donde estaba David en Hores, y lo fortaleció en Dios. 17 Y le dijo: «No temas, porque la mano de Saúl mi padre no te encontrará, y tú reinarás sobre Israel y yo seré segundo después de ti; Saúl mi padre también sabe esto». 

18 Hicieron los dos un pacto delante del Señor; y David permaneció en Hores mientras Jonatán se fue a su casa.19 Entonces subieron los de Zif a Saúl en Guibeá y dijeron: «¿No está David escondido entre nosotros en los refugios de Hores, en la colina de Haquila que está al sur de Jesimón? 20 Ahora bien, oh rey, usted descienda conforme a todo el deseo de su alma para hacerlo; y nuestra parte será entregarlo en manos del rey». 21 Y Saúl dijo: «Benditos sean del Señor, porque se compadecieron de mí. 

22 Vayan ahora, asegúrense, investiguen y vean dónde está su escondite, y quién lo ha visto allí, porque me han dicho que es muy astuto. 23 Miren entonces, reconozcan todos los escondites donde se oculta, regresen a mí cuando estén seguros, y yo iré con ustedes; y sucederá que si estuviera en la tierra, voy a hallarlo entre todos los miles de Judá».24 Ellos se levantaron y fueron a Zif delante de Saúl. Y David y sus hombres estaban en el desierto de Maón, en el Arabá, al sur de Jesimón. 25 Saúl fue con sus hombres a buscarlo, pero le avisaron a David, y este bajó a la peña y permaneció en el desierto de Maón. Cuando Saúl lo supo, persiguió a David en el desierto de Maón. 

26 Saúl iba por un lado del monte y David y sus hombres por el otro lado del monte. David se apresuraba para huir de Saúl, pues Saúl y sus hombres estaban rodeando a David y a sus hombres para apresarlos. 27 Pero un mensajero vino a Saúl diciendo: Apresúrese y venga, pues los filisteos han hecho una incursión en la tierra. 28 Regresó entonces Saúl, dejando de perseguir a David, y fue al encuentro de los filisteos. Por eso llamaron a aquel lugar la Peña de Escape. 29 Y subió David de allí, y permaneció en los refugios de En Gadi.

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com
1 Corintios 4
LIBRO QUINTO
Solo Dios es juez
4 Que todo hombre nos considere de esta manera: como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. 2 Ahora bien, lo que se requiere además de los administradores es que cada uno sea hallado fiel. 3 En cuanto a mí, es de poca importancia que yo sea juzgado por ustedes o por cualquier tribunal humano. De hecho, ni aun yo me juzgo a mí mismo. 

4 Porque no estoy consciente de nada en contra mía. Pero no por eso estoy sin culpa, pues el que me juzga es el Señor. 5 Por tanto, no juzguen antes de tiempo, sino esperen hasta que el Señor venga, el cual sacará a la luz las cosas ocultas en las tinieblas y también pondrá de manifiesto los designios de los corazones. Entonces cada uno recibirá de parte de Dios la alabanza que le corresponda.
6 Esto, hermanos, lo he aplicado en sentido figurado a mí mismo y a Apolos por amor a ustedes, para que en nosotros aprendan a no sobrepasar lo que está escrito, para que ninguno de ustedes se vuelva arrogante a favor del uno contra el otro. 7 Porque ¿quién te distingue? ¿Qué tienes que no recibiste? Y si lo recibiste, ¿por qué te jactas como si no lo hubieras recibido? 

8 Ya están saciados, ya se han hecho ricos, ya han llegado a reinar sin necesidad de nosotros. Ojalá hubieran llegado a reinar, para que nosotros reináramos también con ustedes. 9 Porque pienso que Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles en último lugar, como a sentenciados a muerte. Porque hemos llegado a ser un espectáculo para el mundo, tanto para los ángeles como para los hombres.
10 Nosotros somos necios por amor de Cristo, pero ustedes, prudentes en Cristo. Nosotros somos débiles, pero ustedes, fuertes. Ustedes son distinguidos, pero nosotros, sin honra. 11 Hasta el momento presente pasamos hambre y sed, andamos mal vestidos, somos maltratados y no tenemos dónde vivir. 

12 Nos agotamos trabajando con nuestras propias manos. Cuando nos ultrajan, bendecimos. Cuando somos perseguidos, lo soportamos. 13 Cuando hablan mal de nosotros, tratamos de reconciliar. Hemos llegado a ser, hasta ahora, la basura del mundo, el desecho de todo.
14 No les escribo esto para avergonzarlos, sino para amonestarlos como a hijos míos amados. 15 Porque aunque ustedes tengan innumerables maestros en Cristo, sin embargo no tienen muchos padres; pues en Cristo Jesús yo los engendré por medio del evangelio. 

16 Por tanto, los exhorto: sean imitadores míos.
17 Por esta razón les he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor. Él les recordará mis caminos, los caminos en Cristo, tal como yo enseño en todas partes, en cada iglesia. 18 Algunos de ustedes se han vuelto arrogantes, como si yo no hubiera de ir a verlos. 19 Pero iré a verlos pronto, si el Señor quiere, y conoceré, no las palabras de los arrogantes sino el poder que tienen. 

20 Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder. 21 ¿Qué quieren? ¿Iré a ustedes con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?

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Ezequiel 2
Llamamiento de Ezequiel

2 Entonces Él me dijo: «Hijo de hombre, ponte en pie para que Yo te hable». 2 Mientras Él me hablaba, el Espíritu entró en mí y me puso en pie; y oí al que me hablaba. 3 Entonces me dijo: «Hijo de hombre, Yo te envío a los israelitas, a una nación de rebeldes que se ha rebelado contra Mí; ellos y sus padres se han levantado contra Mí hasta este mismo día. 4 A los hijos de duro semblante y corazón empedernido, a quienes te envío, les dirás: “Así dice el Señor Dios”. 5 Tal vez ellos escuchen o dejen de escuchar, porque son una casa rebelde, sabrán que un profeta ha estado entre ellos. 

6 Y tú, hijo de hombre, no temas; no les temas a ellos ni a sus palabras aunque haya contigo cardos y espinas y te sientes en escorpiones. No temas sus palabras ni te atemorices ante ellos, porque son una casa rebelde. 7 Les hablarás Mis palabras, escuchen o dejen de escuchar, porque son rebeldes.8 »Y tú, hijo de hombre, escucha lo que te hablo; no seas rebelde como esa casa rebelde. Abre tu boca y come lo que te voy a dar». 9 Entonces miré que una mano estaba extendida hacia mí, y en ella había un libro. 10 Él lo desenrolló delante de mí, y estaba escrito por delante y por detrás; y en él estaban escritas lamentaciones, gemidos y ayes.

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Salmos 38
Oración del pecador contrito
Salmo de David.
Para conmemorar
38 Señor, no me reprendas en Tu enojo,
Ni me castigues en Tu furor.
2 Porque Tus flechas se han clavado en mí,
Y sobre mí ha descendido Tu mano.
3 Nada hay sano en mi carne a causa de Tu indignación;
En mis huesos no hay salud a causa de mi pecado.

4 Porque mis iniquidades han sobrepasado mi cabeza;
Como pesada carga, pesan mucho para mí.
5 Mis llagas huelen mal y supuran
A causa de mi necedad.
6 Estoy encorvado y abatido en gran manera,
Y ando sombrío todo el día.
7 Porque mis lomos están inflamados de fiebre,
Y nada hay sano en mi carne.

8 Estoy entumecido y abatido en gran manera;
Gimo a causa de la agitación de mi corazón.9 Señor, todo mi anhelo está delante de Ti,
Y mi suspiro no te es oculto.
10 Palpita mi corazón, mis fuerzas me abandonan,
Y aun la luz de mis ojos se ha ido de mí.
11 Mis amigos y mis compañeros se mantienen lejos de mi plaga,
Y mis parientes se mantienen a distancia.

12 Los que buscan mi vida me tienden lazos;
Los que procuran mi mal hablan de mi destrucción,
Y traman traición todo el día.13 Pero yo, como el sordo, no oigo;
Soy como el mudo que no abre la boca.
14 Sí, soy como el hombre que no oye,
Y en cuya boca no hay réplica.
15 Porque en Ti espero, oh Señor;
Tú responderás, Señor, Dios mío.

16 Pues dije: «Que no se alegren de mí
Los que, cuando mi pie resbala, se engrandecen sobre mí».
17 Porque yo estoy a punto de caer,
Y mi dolor está continuamente delante de mí.
18 Confieso, pues, mi iniquidad;
Afligido estoy a causa de mi pecado.
19 Pero mis enemigos son vigorosos y fuertes;
Muchos son los que sin causa me aborrecen.

20 Y los que pagan mal por bien
Se me oponen, porque yo sigo lo bueno.
21 No me abandones, oh Señor;
Dios mío, no estés lejos de mí.
22 Apresúrate a socorrerme,
Oh Señor, salvación mía.

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