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¿Hasta qué punto Jesús es nuestro modelo en la predicación?

Uno de los debates más interesantes en los círculos homiléticos es hasta qué punto los predicadores contemporáneos deben predicar como Jesús. A simple vista, podríamos pensar que es absolutamente necesario predicar como el mejor predicador de todos los tiempos. ¿No es Él, después de todo, el modelo perfecto? ¿No deberíamos mostrar Su sencillez, Su conexión con la gente, Su audacia?

Algunos van incluso más lejos y sugieren que los predicadores del siglo XXI deberían adoptar la metodología de Jesús. A menudo, autores y profesores de homilética sostienen su enfoque de la predicación apelando a algún aspecto de la técnica o el estilo de Jesús. Era un narrador, dicen; así que los sermones deberían ser historias. Las sugerencias continúan:

Hablaba en parábolas. Predicaba inductivamente. Predicaba deductivamente. Predicaba gentilmente. Predicaba con valentía. Los acercamientos opuestos sobre la predicación a menudo centran sus respectivas convicciones en la predicación de Jesús.
Sin embargo, en cierto modo, los predicadores modernos no deberían emular la predicación de Jesús, así como los cristianos contemporáneos no deberían copiar la crucifixión. Así como la obra de la redención fue solo Suya, una obra de la que solo podemos participar, así los elementos de Su predicación solo pueden reflejarse en la nuestra, pero nunca podemos realmente apropiarnos de ella.

Jesús predicó acerca de Jesús

Las marcas únicas y distintivas de la predicación de Jesús son inseparables de Su persona, concretamente de Su lugar en la Divinidad. Él predicaba con una autoridad intrínseca; nuestra autoridad es derivada. Miró los corazones de hombres y mujeres y vio perfectamente su valor por creación divina y sus pecados por comisión humana; nosotros solo podemos tener un conocimiento aproximado de ambas cosas. Su predicación tenía el brillo inconfundible de la gloria de Dios; en nuestros mejores días, luchamos por quitarnos de en medio y esperamos que Dios se muestre un poco.

Por momentos, la prerrogativa celestial y la intención de Su predicación fue «ocultar todo a los de afuera» (cp. Mr 4:11), a fin de cumplir con Su agenda y plan divinos, mientras que nuestro propósito solo puede ser ayudar a todos, sin distinción ni discriminación, a comprender claramente el significado del texto.

Más que nada, Jesús predicó acerca de Sí mismo. Hay que reconocer que para nosotros eso sería no solo blasfemo, sino patético. Como Pablo, debemos declarar:
Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos de ustedes por amor de Jesús (2 Co 4:5).

Desde el momento en que anunció a unos exasperados José y María que tenía que ocuparse de los negocios de Su Padre, Jesús se dedicó a un ministerio de proclamación centrado en Sí mismo y decididamente teocéntrico. Por extraño que parezca, no podía hacer otra cosa. Él es el Hijo de Dios, el Cordero inmolado destinado desde la fundación del mundo. Predicar otra cosa que no fuera a Sí mismo sería privar a los oyentes de conocer la única vía de escape de su miseria espiritual y de su alejamiento de Dios. Si los simples mortales nos predicáramos a nosotros mismos, estaríamos delirando. Jesús, en cambio, estaba siendo preciso.

Toda Su vida fue una serie de sermones sobre Sí mismo. Tanto si estaba de pie en un barco junto a la costa de Galilea predicando a una multitud apremiante de oyentes como si hablaba en voz baja con Sus discípulos en un aposento alto, Jesús siempre estaba predicando Su persona gloriosa, revelando más de Sí mismo. Sin Él, nada más importaría.
¿Qué sería del reino sin un Rey? ¿Dónde están las ovejas sin el gran Pastor? ¿Qué son los sarmientos sin la Vid? ¿Qué es una historia sobre el perdón sin el Único que puede perdonar? La última Cena carece de sentido sin Su cuerpo y Su sangre.

Él nos supera demasiado

Por todas estas razones, sería extremadamente peligroso —incluso blasfemo— modelar indiscriminadamente nuestra predicación según el modelo de Jesús. Él nos supera demasiado. Después de todo, Él es Dios y tiene algunas herramientas más en Su cinturón de herramientas homiléticas de las que nosotros estamos equipados para manejar.
Por otra parte, la necesidad de nuestros días es tan urgente como cuando Jesús pisó la tierra. La verdad que enseñó sigue siendo el único antídoto contra el veneno espiritual del mundo. La perspicacia de las parábolas, la belleza de las bienaventuranzas y las advertencias contra la hipocresía religiosa no han perdido vigencia.

Aunque no podamos predicar como Jesús en ciertos aspectos, debemos seguir Su ejemplo en algunas maneras importantes e identificables
 
Aunque no podamos predicar como Jesús en ciertos aspectos, debemos seguir Su ejemplo en algunas maneras importantes e identificables.
La clave está en distinguir la persona de Jesús de la predicación de Jesús, Sus prerrogativas divinas de Su desempeño humano. En otras palabras, si nuestra predicación puede reflejarlo en lugar de limitarse a remedarlo, nuestra predicación puede honrarlo. La predicación de Jesús estaba centrada tanto en Sí mismo como en Dios, mientras que la nuestra solo puede estar centrada en Dios. Si podemos distinguir entre los aspectos de Su predicación que pertenecen únicamente a Su deidad y aquellas características que aún pueden ser comunicadas por vasos de barro, podemos aprender a reflejarlo mejor cuando predicamos.

Una vez que damos un paso atrás de Su persona y evaluamos Su predicación, comprendemos cinco formas clave en las que Jesús predicó de Sí mismo. Podríamos encontrar fácilmente otras formas de predicar de Jesús que podemos emular, pero estos aspectos fundamentales deberían marcar y definir nuestra predicación como lo hicieron con la de Jesús.

1. Jesús predicó acerca de Sí mismo de manera decisiva

Siempre que Jesús predicaba, lo hacía presionando para que alguien tomara una decisión. Nunca concluía un discurso con: «Pero eso es solo lo que yo pienso. Ustedes pueden pensar de otra manera». Forzaba una crisis, pedía un veredicto, a menudo confrontando a Sus oyentes con dos opciones: seguir o no, ser sabio o ser necio, venderlo todo o volver atrás, ser oveja o ser cabra. Dejó claro que la indecisión era imposible, porque no tomar ninguna decisión era optar por rechazarlo a Él y a Su mensaje.

2. Jesús predicó acerca de Sí mismo teológicamente

Un defecto creciente de la predicación contemporánea es la creencia extendida de que las personas son incapaces de comprender doctrina o, al menos, no están interesadas en ella. Lo escucho en conferencias; lo leo en libros; lo veo en las iglesias. En las últimas décadas, la predicación parece haber pasado del contenido teológico a la terapia psicológica. El predicador se ha convertido menos en profeta y más en animador; la santidad de Dios se ha dejado de lado en favor de la felicidad del hombre. En lugar de enseñar a nuestros miembros conceptos como justificación y santificación, predicamos estrategias de superación y gestión del tiempo. Hemos colocado al hombre en el centro de nuestro universo religioso.

Jesús, al situarse en el centro de Su predicación, la llenó de doctrina. Puede que predicara con sencillez e incluso a personas sencillas, pero nunca a expensas del contenido teológico. Su predicación revelaba la persona y el carácter de Dios como lo más importante. Al responder a preguntas sobre el divorcio, por ejemplo, Su respuesta se refería a la intención de Dios en el matrimonio más que a la felicidad del hombre (Mt 19:3-12). Cuando enseñó a orar a Sus discípulos, les enseñó a comenzar su oración con la voluntad de Dios hecha en la tierra como en el cielo y a terminarla con el reino, el poder y la gloria de Dios. Enseñó a Sus discípulos a temer a Dios antes que a los hombres, a honrar al Señor del día de reposo más que a la tradición del día de reposo y a poner la devoción a Dios incluso por encima de guardar la ley.

3. Jesús predicó acerca de Sí mismo éticamente 

Una vez prediqué una serie de sermones sobre la familia, analizando pasajes de la Biblia que enseñan cómo debe ser un hogar cristiano. Honestamente, tuve muchos problemas.
La exégesis de los pasajes no es lo que me costó. Después de todo, he pasado años en las aulas y en el estudio aprendiendo a manejar los aspectos técnicos del texto bíblico. Tampoco encontré que la estructura homilética fuera más difícil de lo habitual; esa parte siempre es dura. Aun así, me costó mucho preparar y presentar estos sermones, porque la parte de la serie que me produjo un dolor desconcertante es cómo me quedaba muy corto respecto a la norma que presentaba a mi gente cada semana. A menudo predico con el corazón quebrantado, no solo por el amor que siento por ellos, sino porque me doy cuenta de que he fallado en algunos aspectos clave y de que mi predicación no siempre concuerda con mi vida.

Jesús, en cambio, nunca sintió convicción de pecado respecto al tema de Su sermón; nunca oyó a Satanás susurrarle al oído lo farsante que era. Jesús nunca conoció la distancia entre el vasto cielo de la intención y el duro suelo de la acción. Su carácter era completamente coherente con los conceptos que proclamaba a los demás.

4. Jesús predicó acerca de Sí mismo escrituralmente

La predicación de Jesús estaba saturada de Escritura. Su enseñanza tenía el olor de los rollos. Sus palabras goteaban el lenguaje de los profetas. Se sentía tan cómodo con Moisés como haciendo una mesa en su carpintería. Estaba tan familiarizado con los Salmos como con las calles de Nazaret. Utilizaba el Antiguo Testamento con autoridad y facilidad.
Las Escrituras señalaron la inauguración de Su ministerio, tanto en privado como en público.

En el desierto reprendió la tentación de Satanás con la verdad de las Escrituras. En la sinagoga de Capernaúm, leyó una profecía mesiánica de Isaías, enrolló el pergamino e informó a Su audiencia: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que han oído» (Lc 4:18-19). En otras palabras, Jesús estaba diciendo: «Amigos, ¡se trata de mí!». En cada caso, Jesús reveló Su identidad y autoridad mediante el uso autoritativo del texto sagrado. Su uso de las Escrituras en el sermón del monte mostró no solo Su reverencia por las Escrituras, sino también Su autoridad sobre ellas.

5. Jesús predicó acerca de Sí mismo apasionadamente

Jesús nunca predicó a partir de un manuscrito; predicaba desde Su corazón. Tanto si predicaba un sermón cuidadosamente elaborado, como el sermón del monte, o si respondía improvisadamente a los críticos, se podía sentir el profundo sentimiento y la emoción en Sus palabras. ¡No podía decir sin pasión a un auditorio que debían cortarse una mano o arrancarse un ojo! Siguiendo firmemente la tradición de los profetas que habían anunciado

Su venida, Jesús transmitió Sus mensajes con fervor y emoción.
Jesús mostró pasión al llorar por Jerusalén y al lamentarse de que hubieran apedreado a los profetas y ahora lo rechazaran a Él. Fue apasionado en Su crítica pública a los fariseos. No solo suscitaba pasión, sino que incluso la provocaba. Su predicación hacía que a veces le quisieran tirar por un barranco y que otras veces simplemente se quedaran asombrados de Su predicación.

No y sí

En la medida en que nuestra predicación pueda reflejar estas cualidades de la predicación de Jesús, podremos seguirla. Predicar decidida, teológica, ética, bíblica y apasionadamente es adoptar los aspectos de la predicación de Jesús que son normativos, que son, de hecho, esenciales para la predicación cristiana.
Pero en el centro de la predicación de Jesús late el corazón de una deidad consciente de Sí misma, el Verbo encarnado, el Salvador del mundo. En última instancia, debemos predicarlo porque Él se predicó a Sí mismo.

Publicado anteriormente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.

Hershael W. York sirve como Profesor de predicación en Southern Seminary. También está pastoreando en la Iglesia Bautista Buckrun.

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