El profeta Miqueas desarrolló su ministerio profético durante los gobiernos de tres reyes de Judá: Jotán, Acaz y Ezequías (Mi 1:1). Así como el profeta Amós, Miqueas era del campo. Aunque existen pocos detalles de su vida personal y familiar, se sabe que el profeta provenía de una zona agrícola llamada Moréset (Jr 26:18), ubicada a unos cincuenta kilómetros al sur de Jerusalén, en el reino de Judá. Algunos estudiosos sitúan su ministerio entre los años 750 a. C. y el 700 a. C.1
Mientras Oseas ministraba en el reino del norte (Israel), Miqueas y su contemporáneo Isaías lo hacían en las ciudades de Judá. A diferencia de otros profetas, como Isaías y Daniel, Miqueas no habló tanto de temas políticos, pero sí del sufrimiento del pueblo. Su preocupación respondía al llamado divino que lo distinguió de los falsos profetas: «Yo, en cambio, estoy lleno del poder, del Espirítu del Señor y de juicio y de valor, para dar a conocer a Jacob su rebelión, y a Israel su pecado» (3:8).
Tanto Israel como Judá recibieron profecías mediante Miqueas. Su propósito era denunciar el pecado de estas naciones, anunciar el inminente juicio divino y llamar al arrepentimiento al pueblo de Dios.
El mensaje de Miqueas y el Nuevo Testamento
La idolatría, la corrupción, los falsos profetas y la injusticia constituyen el contenido de las denuncias realizadas por Miqueas. Sin embargo, el mensaje de restauración y perdón para quienes muestran arrepentimiento también tiene lugar en el libro de Miqueas. Su predicación valiente sugiere que su ministerio precedió a las reformas realizadas por el rey Ezequías (2 R 18:1-12; Jr 26:18).
Necesitamos la llenura del Espíritu para permanecer firmes en la Palabra en una sociedad que busca normalizar la maldad y el pecado
Miqueas profetizó que el Mesías nacería en Belén y los evangelios confirman que Jesús nació en Belén (Mi 5:2; cp. Mt 2:1-6; Lc 2:1-7), tal y como el profeta lo indicó. El Señor dirigió las circunstancias de manera providencial para que José y María tuvieran que ir a esta aldea. Además, Miqueas se refiere a Cristo como quien juzgará a las naciones (4:3).
Dos lecciones que aprendemos de Miqueas
La valentía de su predicación
Un distintivo de todos los profetas fue que padecieron persecución en algún grado como producto de su fidelidad al Señor. A pesar de ello, Miqueas predicó con valor y sin temor a las represalias de sus contemporáneos.
De la misma manera, necesitamos la llenura del Espíritu para permanecer firmes en la Palabra en una sociedad que busca normalizar la maldad y el pecado. El profeta, cuyo mensaje impactó en dos naciones y sacudió su letargo espiritual, nos inspira a buscar en Dios lo necesario para ser fieles y proclamar Su Palabra con coraje.
Un llamado a cumplir con lo que Dios requiere
Gracias a la obra del Espíritu, los cristianos podemos atender a lo que Dios requiere de nosotros. Esto no fue distinto en la vida de Miqueas. En obediencia, el profeta proclamó un juicio contra Israel y Judá debido a la hipocresía religiosa y adoración falsa de estas dos naciones. Sus palabras también declararon con claridad, precisión y contundencia un mensaje aplicable a todo cristiano:
Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno.
¿Y qué es lo que demanda el SEÑOR de ti,
Sino solo practicar la justicia, amar la misericordia,
Y andar humildemente con tu Dios? (Mi 6:8).
Gracias a la obra del Espíritu, los cristianos podemos atender a lo que Dios requiere de nosotros
El nombre Miqueas significa «¿Quién es como el Señor?». Es sabio aprender de este profeta de Dios al imitar su valentía, la cual derivó de su conocimiento de Aquel que es incomparable. Nosotros también respondamos en obediencia y atendamos con seriedad al mensaje que el Espíritu Santo dejó registrado en la Escritura, para que sepamos quién es Dios y qué demanda de nosotros: practicar la justicia, amar la misericordia y andar humildemente con Él.
1 Bruce Wilkinson and Kenneth D. Boa, Talk Thru the Bible: A Quick Guide to Help You Get More Out of the Bible, Volume 1 (Nashville: Thomas Nelson, 1983), p. 262.
Leo Meyer es esposo de Masi Meyer, y padre de Mia y Zac. Nació en Santo Domingo, República Dominicana. Actualmente cursa su maestría en divinidad en el Southern Baptist Theological Seminary. Vive en Louisville, Kentucky, y sirve en la Iglesia Highview en español.
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