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Lectura de Hoy

01-11-2023

Devocional

Devocional: Salmos 120–122

Entre los cánticos del ascenso [a Jerusalén] (ver vol. 1, meditación del 29 de junio) se encuentra el hermoso Salmo 122. Aquí, el salmista acompaña gozoso a los que se dirigen a Jerusalén para una de las grandes fiestas: “Vamos a la casa del Señor” (122:1). Ya en el versículo 2, los peregrinos han llegado: “¡Jerusalén, ya nuestros pies se han plantado ante tus portones!”.

Dos temas dominan los restantes versículos del salmo.

Primero, los versículos 3-5 enfatizan la unidad del pueblo de Dios producida por su adoración común del Dios verdadero en Jerusalén y por la sumisión de todos ellos al gobierno y a la justicia de la casa de David. Por supuesto que había diversidad, no solo esa que es común a todas las colecciones de seres humanos, sino una implícita en las doce “tribus” (122:4), cada una con su propio marcado carácter. La unidad era más profunda que los lazos de sangre. Se basaba en un pacto común con el único Dios. Eran “las tribus del Señor” (122:4). Poco sorprende, pues, que cuando las diez tribus norteñas se rebelaron, el líder, Jeroboam, tuviera gran temor de que Jerusalén y su templo se convirtieran en el punto de reunión para la unificación renovada (1 Reyes 12:26ss.).

Con todo, la unidad no era más que un producto derivado de las subidas festivas a Jerusalén. El propósito de estos desplazamientos era “alabar su nombre conforme a la ordenanza que recibió Israel” (122:4). Cuando Dios se convierte en el medio para conseguir el fin, la unidad no se logra; cuando él mismo es el fin, los gloriosos derivados de la unidad y la paz nunca se quedan demasiado atrás. La pura centralidad de Dios en la religión bíblica es una de las cosas que suele distinguirla del paganismo que, en general, contempla la religión como un medio para ciertos fines (cf. Oseas 2:5).

Segundo, en otra distinción entre medios y fines, David exhorta al pueblo a orar por la paz de Jerusalén, no por amor a un ideal abstracto o de la ciudad per se, sino por amor al pueblo (122:8) y, sobre todo, por “la casa del Señor nuestro Dios” (122:9). Perseguir la paz política y olvidar al pueblo es una farsa. De hecho, la exhortación a la oración por la “paz” de “Jerusalén” (122:6) incluye un juego de palabra: hemos de orar por el shalom de Jerusalén; las consonantes hebreas son las mismas y nos recuerdan que, concebida de forma correcta, esta ciudad ofrece la plenitud del “bienestar” a las personas. Perseguir meros beneficios físicos para las personas y olvidar la presencia y los propósitos del Señor Dios es, en el mejor de los casos, pensar a corto plazo y, en el peor, un camino al desastre y al mismo infierno. “Por la casa del Señor nuestro Dios procuraré tu bienestar” (122:9).

Reflexiona en cómo transportar estos dos puntos al antetipo cristiano (Hebreos 12:22-24) y, en particular, en su detallada aplicación (Hebreos 12:28—13:13).


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.

Devocional: 2 Reyes 14

Uno de los aspectos atractivos y perturbadores de la Biblia es su realismo. Al idealismo simplista le encantaría que las personas “buenas” recibieran recompensa de manera algo consistente, que fueran fructíferas y bendecidas en su trabajo. De igual manera, les gustaría que los “malos” acabaran fracasando. Sin duda que, a largo plazo, ante el tribunal de Dios, se hará justicia y esta será evidente a todos. También es cierto que hay suficientes recompensas y bendiciones temporales que nos recuerdan que Dios tiene el control. Pero, en el misterio de la providencia, también hay suficientes anomalías que también nos recuerdan que la justicia final no se encuentra en este mundo. Y esto, desde luego, concuerda con la realidad de la vida. Es el máximo realismo.

Este aspecto se ilustra muy bien con los dos reyes de 2 Reyes 14. Amasías, hijo de Joás, comienza a reinar sobre Judá a sus veinticinco años de edad. “Amasías hizo lo que agrada al SEÑOR, aunque no como lo había hecho su antepasado David. En todo siguió el ejemplo de su padre Joás” (14:3). Si bien no fue tan consistente como David, en muchos aspectos fue un hombre bueno. Incluso en el asunto de la captura y ejecución de los asesinos de su padre, el rey Joás, Amasías se negó a matar a sus parientes—lo cual, en esa época, era lo habitual—por seguir la ley de Dios (Deuteronomio 24:162 Reyes 14:6). Pero luego experimentó algo de éxito militar (14:7) y parece ser que se envaneció, por lo cual, sin razón justificada, provocó a las tribus del norte a una guerra que perdió de manera desastrosa. La estupidez fue gigantesca. Finalmente, al propio Amasías lo asesinaron tras un reinado de veintinueve años.

Por otro lado, al llegar al trono del reino del norte, Jeroboam II “Jeroboán hizo lo que ofende al Señor, pues no se apartó de ninguno de los pecados con que Jeroboán hijo de Nabat hizo pecar a Israel” (14:24). Sin embargo, demostró ser un hábil administrador y líder militar. El Señor fue sensible al clamor de su pueblo, que se enfrentaba al poder destructor de Siria al norte. Por lo tanto, usó a Jeroboam II para restaurar las fronteras de Israel contra la invasión siria y recuperar a Damasco y Hamat, las cuales habían pertenecido a Israel en los días de la monarquía unida. Jeroboam II reinó durante cuarenta y un años, y murió en paz.

Observemos: (1) Un buen rey puede hacer cosas malas y estúpidas. (2) Un rey malo puede hacer cosas buenas e importantes. (3) Se puede concluir que jamás debemos evaluar la moralidad de un líder sencillamente en base a algunas cosas buenas o malas que haya hecho. Incluso Hitler restauró la confianza de los alemanes y creó empleos. Se sabe de presidentes que ganan guerras y mantienen la economía a flote a la vez que viven fracasados en su vida sexual, por ejemplo.


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2013. Usado con permiso.

2 Reyes 14

Amasías rey de Judá

14 En el año segundo de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel, comenzó a reinar Amasías, hijo de Joás, rey de Judá. Tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó veintinueve años en Jerusalén. El nombre de su madre era Joadán, de Jerusalén. Hizo lo recto ante los ojos del SEÑOR, pero no como su padre David; hizo conforme a todo lo que su padre Joás había hecho. Solo que los lugares altos no fueron quitados. Todavía el pueblo sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos.

Una vez afianzado el reino en su mano, Amasías mató a los siervos que habían asesinado a su padre el rey. Pero a los hijos de los asesinos no les dio muerte, conforme a lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, tal como el SEÑOR ordenó, diciendo: «No se dará muerte a los padres por causa de los hijos, ni se dará muerte a los hijos por causa de los padres, sino que a cada uno se le dará muerte por su propio pecado». Amasías mató a 10,000 de Edom en el valle de Sal y tomó a Sela en batalla, y la llamó Jocteel, hasta hoy.

Entonces Amasías envió mensajeros a Joás, hijo de Joacaz, hijo de Jehú, rey de Israel, diciéndole: «Ven, veámonos cara a cara». Y Joás, rey de Israel, envió mensaje a Amasías, rey de Judá, diciéndole: «El cardo que estaba en el Líbano envió a decir al cedro que estaba en el Líbano: “Da tu hija por mujer a mi hijo”. Pero pasó una fiera que estaba en el Líbano, y pisoteó el cardo. 10 Ciertamente has derrotado a Edom, y tu corazón se ha envanecido. Disfruta tu gloria y quédate en tu casa; pues, ¿por qué quieres provocar el mal de modo que caigas tú y Judá contigo?».

11 Pero Amasías no quiso escuchar. Y subió Joás, rey de Israel; y él y Amasías, rey de Judá, se enfrentaron en Bet Semes, que pertenece a Judá. 12 Y Judá fue derrotado por Israel, y cada uno huyó a su tienda. 13 Entonces Joás, rey de Israel, capturó a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás, hijo de Ocozías, en Bet Semes. Después vino a Jerusalén y derribó la muralla de Jerusalén desde la puerta de Efraín hasta la puerta del Angulo, 400 codos (180 metros). 14 Tomó todo el oro, la plata y todos los utensilios que se encontraban en la casa del SEÑOR y en los tesoros de la casa del rey, también los rehenes; y volvió a Samaria.

15 Los demás hechos de Joás, cuánto hizo y su poder, y cómo peleó con Amasías, rey de Judá; ¿no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel? 16 Y durmió Joás con sus padres, y fue sepultado en Samaria con los reyes de Israel; y su hijo Jeroboam reinó en su lugar.

17 Y Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, vivió quince años después de la muerte de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel. 18 Los demás hechos de Amasías, ¿no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá? 19 En Jerusalén conspiraron contra él, y Amasías huyó a Laquis; pero lo persiguieron hasta Laquis y allí lo mataron. 20 Lo trajeron sobre caballos y fue sepultado en Jerusalén con sus padres en la ciudad de David. 21 Y todo el pueblo de Judá tomó a Azarías, que tenía dieciséis años, y lo hicieron rey en lugar de su padre Amasías. 22 Él edificó a Elat y la restituyó a Judá, después que el rey durmió con sus padres.

23 En el año quince de Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel, comenzó a reinar en Samaria, y reinó cuarenta y un años. 24 Hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR; no se apartó de todos los pecados con que Jeroboam, hijo de Nabat, hizo pecar a Israel. 25 Él restableció la frontera de Israel desde la entrada de Hamat hasta el mar de Arabá, conforme a la palabra que el SEÑOR, Dios de Israel, había hablado por medio de Su siervo el profeta Jonás, hijo de Amitai, que era de Gat Hefer. 26 Porque el SEÑOR había visto la aflicción de Israel, que era muy amarga; pues no había siervo ni libre, ni nadie que ayudara a Israel. 27 El SEÑOR no había dicho que borraría el nombre de Israel de debajo del cielo, y los salvó por mano de Jeroboam, hijo de Joás.

28 Los demás hechos de Jeroboam y todo lo que hizo y su poder, cómo peleó y cómo recobró para Israel a Damasco y a Hamat, que habían pertenecido a Judá, ¿no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel? 29 Jeroboam durmió con sus padres, con los reyes de Israel, y su hijo Zacarías reinó en su lugar.

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2 Timoteo 4

4 En la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, por Su manifestación y por Su reino te encargo solemnemente: Predica la palabra. Insiste a tiempo y fuera de tiempo. Amonesta, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción.

Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, conforme a sus propios deseos, acumularán para sí maestros, y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a los mitos. Pero tú, sé sobrio en todas las cosas, sufre penalidades, haz el trabajo de un evangelista, cumple tu ministerio.

Porque yo ya estoy para ser derramado como una ofrenda de libación, y el tiempo de mi partida ha llegado. He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, he guardado la fe. En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman Su venida.

Instrucciones personales

Procura venir a verme pronto, 10 pues Demas me ha abandonado, habiendo amado este mundo presente, y se ha ido a Tesalónica. Crescente se fue a Galacia y Tito a Dalmacia. 11 Solo Lucas está conmigo. Toma a Marcos y tráelo contigo, porque me es útil para el ministerio. 12 Pero a Tíquico lo envié a Éfeso.

13 Cuando vengas, trae la capa que dejé en Troas con Carpo, y los libros, especialmente los pergaminos. 14 Alejandro, el calderero, me hizo mucho daño; el Señor le retribuirá conforme a sus hechos. 15 Tú también cuídate de él, pues se opone vigorosamente a nuestra enseñanza.

16 En mi primera defensa nadie estuvo a mi lado, sino que todos me abandonaron; que no se les tenga en cuenta. 17 Pero el Señor estuvo conmigo y me fortaleció, a fin de que por mí se cumpliera cabalmente la proclamación del mensaje y que todos los gentiles oyeran. Y fui librado de la boca del león. 18 El Señor me librará de toda obra mala y me traerá a salvo a Su reino celestial. A Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Saludos y bendición

19 Saluda a Prisca y a Aquila, y a la casa de Onesíforo. 20 Erasto se quedó en Corinto, pero a Trófimo lo dejé enfermo en Mileto. 21 Procura venir antes del invierno. Eubulo te saluda, también Pudente, Lino, Claudia y todos los hermanos.

22 El Señor sea con tu espíritu. La gracia sea con ustedes.

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Oseas 7

Iniquidad y rebelión de Israel

7 Cuando Yo quería curar a Israel, Se descubrió la iniquidad de Efraín Y las maldades de Samaria, Porque practican el engaño; El ladrón entra, Los bandidos despojan por fuera, Y ellos no consideran en su corazón Que Yo recuerdo toda su maldad. Ahora les rodean sus hechos, Ante Mi rostro están. Con su maldad alegran al rey, Y con sus mentiras a los príncipes. Todos ellos son adúlteros; Son como horno encendido por el hornero, Que deja de atizar el fuego Desde que prepara la masa hasta que fermenta. En la fiesta de nuestro rey, los príncipes se enfermaron por el calor del vino; él extendió la mano a los provocadores, Pues sus corazones son como un horno Mientras se acercan a su emboscada; Toda la noche duerme su ira, Por la mañana arde como llamas de fuego. Todos ellos están calientes como un horno, Y devoran a sus gobernantes; Todos sus reyes han caído. No hay entre ellos quien me invoque.

Efraín se mezcla con las naciones; Efraín es como una torta no volteada. Devoran extranjeros su fuerza, Y él no lo sabe; También tiene cabellos canos, Y él no lo sabe. 10 Testifica contra él el orgullo de Israel, Pero no se han vuelto al SEÑOR su Dios, Ni lo han buscado a pesar de todo esto. 11 Efraín es como paloma incauta, sin entendimiento; Llaman a Egipto, acuden a Asiria. 12 Cuando vayan, tenderé sobre ellos Mi red, Como aves del cielo los haré caer; Los castigaré conforme a lo anunciado a su congregación. 13 ¡Ay de ellos, pues de Mí se han alejado! Sobre ellos vendrá la destrucción, porque contra Mí se han rebelado; Yo los redimiría, pero ellos hablan mentiras contra Mí. 14 Y no claman a Mí de corazón Cuando gimen en sus lechos; Por el trigo y el vino nuevo se reúnen, Y se alejan de Mí. 15 Aunque Yo adiestré y fortalecí sus brazos, Traman el mal contra Mí. 16 Se vuelven, pero no hacia lo alto, Son como un arco engañoso. Sus príncipes caerán a espada Por la insolencia de sus lenguas. Esto será su escarnio en la tierra de Egipto.


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Salmos 120–122

La lengua engañosa y los enemigos de la paz

Cántico de ascenso gradual.

120 En mi angustia clamé al SEÑOR, Y Él me respondió. Libra mi alma, SEÑOR, de labios mentirosos, Y de lengua engañosa. ¿Qué te dará, y qué te añadirá, Oh lengua engañosa? Agudas flechas de guerrero, Con brasas de enebro.

¡Ay de mí, porque soy peregrino en Mesec, Y habito entre las tiendas de Cedar! Demasiado tiempo ha morado mi alma Con los que odian la paz. Yo amo la paz, pero cuando hablo, Ellos están por la guerra.

El SEÑOR, guardador de Israel

Cántico de ascenso gradual.

121 Levantaré mis ojos a los montes; ¿De dónde vendrá mi ayuda? Mi ayuda viene del SEÑOR, Que hizo los cielos y la tierra. No permitirá que tu pie resbale; No se adormecerá el que te guarda. Jamás se adormecerá ni dormirá El que guarda a Israel.

El SEÑOR es tu guardador; El SEÑOR es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te herirá de día, Ni la luna de noche.

El SEÑOR te protegerá de todo mal; Él guardará tu alma. El SEÑOR guardará tu salida y tu entrada Desde ahora y para siempre.

Oración por la paz de Jerusalén

Cántico de ascenso gradual; de David.

122 Yo me alegré cuando me dijeron: «Vamos a la casa del SEÑOR». Plantados están nuestros pies Dentro de tus puertas, oh Jerusalén. Jerusalén, que está edificada Como ciudad compacta, bien unida, A la cual suben las tribus, las tribus del SEÑOR, (Lo cual es ordenanza para Israel) Para alabar el nombre del SEÑOR. Porque allí se establecieron tronos para juicio, Los tronos de la casa de David.

Oren ustedes por la paz de Jerusalén: «Sean prosperados los que te aman. Haya paz dentro de tus muros, Y prosperidad en tus palacios». Por amor de mis hermanos y de mis amigos, Diré ahora: «Sea la paz en ti». Por amor de la casa del SEÑOR nuestro Dios Procuraré tu bien.


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