Ministerio

¿Cómo discipular a cristianos en crisis económicas?

Una reflexión desde Eclesiastés sobre cómo lidiar con la pobreza

Discipular significa entender a la persona en toda su complejidad y pensar en cómo el evangelio transforma cada área de su vida. En esta tarea de ayudar a otros a seguir a Jesús, debemos entender que la cantidad de factores que afectan a un creyente en su caminar es mucho más grande de lo que pensamos. La economía de un país, por ejemplo, puede ser uno de ellos.

Una economía frágil puede significar temor para una pareja de novios cristianos que desea casarse; o frustración para el padre que no puede proveer para sus hijos y tiene que debatirse entre asistir a la iglesia o trabajar algunas horas más para poder llegar a fin de mes.

Además de reflejar la gracia de Cristo estando dispuestos a servirles con acciones concretas, ¿de qué manera podemos ayudar a las personas a atravesar, desde la fe, la dificultad de un contexto económico difícil con esperanza? El libro de Eclesiastés nos invita a poner a Dios en el centro.

Un problema real

El Predicador de Eclesiastés comienza su discurso admitiendo que todo lo que el ser humano emprende en este mundo está marcado por la frustración y la fatiga: «¿Qué provecho recibe el hombre de todo el trabajo con que se afana bajo el sol?» (Ec 1:3).

También nos habla del sentido de desesperanza que afrontamos al sentirnos solos en un mundo cargado de carencias (4:10b).

"Las personas a las que discipulamos serán alentadas al saber que el Dios de la Biblia aborda los problemas reales de sus vidas"

Tan solo unos versículos más adelante, el Predicador habla del sinsentido humano de poner la confianza en los líderes políticos (4:15). Para no dejarnos con preguntas, el Predicador también aborda el agotamiento y la pobreza que genera la burocracia (5:8); y para que no sigamos el camino de los burócratas, nos habla extensamente del amor al dinero y sus resultados insatisfactorios (5:10).

¿Por qué es importante señalar todos estos ejemplos en el libro de Eclesiastés? Porque nos hablan de un Dios interesado en nuestras dificultades relacionadas con lo económico. Las personas a las que discipulamos serán alentadas al saber que el Dios de la Biblia aborda los problemas reales de sus vidas.

Ahora bien, ¿cuál es el consejo que Eclesiastés nos ofrece?

Un mundo caído

El consejo del Predicador es regresar a nuestro Creador, a una vida centrada en Dios. Eso impacta todas las áreas de nuestra vida, y las crisis económicas que nos afectan no son la excepción. Dios también puede ofrecer una explicación para eso.

En su artículo La ley del pecado y la muerte (en inglés), David M. Clemens señala las constantes relaciones que Eclesiastés hace con Génesis 1 – 3. De acuerdo con Clemens, el autor de Eclesiastés reflexiona sobre la vida fuera del Edén. Un mundo que conserva, por momentos, la belleza y la bendición con la que fue creado. Un mundo marcado tanto por la futilidad y la muerte que trajo el pecado, como por la gracia de Dios.

"Entender quién es Él y cuáles son Sus obras es el mejor remedio para darle sentido a una vida que enfrenta carencias económicas"

De todas las referencias a Génesis que hay en Eclesiastés, una de las más resonantes es la que habla sobre la inevitabilidad de la muerte y el decaimiento constante del mundo.

Sobre esto, el Predicador recuerda la maldición que vino por el pecado: «Todos van al mismo lugar. / Todos han salido del polvo. / Y todos vuelven al polvo» (3:20). En otras palabras, el mundo está como está por la caída y porque Dios lo sujetó a muerte a causa del pecado: «Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de Aquel que la sometió» (Ro 8:20).

En este sentido, las crisis económicas que enfrenta Latinoamérica, así como cualquier otro problema socioeconómico, tienen su origen en la decisión fatal de alejarnos de nuestro Creador. Las consecuencias fatales no hacen acepción de personas, por lo que también afectan seriamente a los hermanos en la fe que discipulamos. Algunos luchan con la frustración de vivir en la pobreza, otros con la tentación a dejar de confiar en Dios, otros con la falta de sabiduría para administrar su dinero de forma prudente. Nuestra tarea es ayudarlos, con la verdad de Dios, a lidiar con cada una de estas dificultades.

El consejo de Eclesiastés para enfrentar estos problemas es volver a acordarnos de Dios: «Acuérdate, pues, de tu Creador» (12:1). Es una invitación a poner a Dios en el centro; una invitación que debemos recordar a los hermanos que discipulamos, porque entender quién es Él y cuáles son Sus obras es el mejor remedio para darle sentido a una vida que enfrenta carencias económicas.

Entonces, la pregunta que surge es: ¿cómo la centralidad de Dios puede ayudarnos en un contexto de crisis económica?

Un Dios de justicia

Vivimos en un mundo quebrado, con destellos de juicio y destellos de gracia preparados por Dios para que podamos regresar a Él:

Sé que todo lo que Dios hace será perpetuo; No hay nada que añadirle Y no hay nada que quitarle. Dios ha obrado así Para que delante de Él teman los hombres (Ec 3:14).

Dios ha dispuesto que el ser humano lidie con la futilidad de la caída como un medio para considerar su pequeñez, fragilidad y necesidad. El miedo a ser pobres, o la tristeza de serlo, es utilizado por Dios para que consideremos las consecuencias tristes de vivir en un mundo caído y para que esa tristeza nos lleve de regreso al Creador. Cuando regresamos a Dios y lo ponemos en el centro de nuestra experiencia, todo cobra sentido. El Predicador entiende que Dios es el juez del mundo y su esperanza está en que un día tanto «al justo como al impío juzgará Dios» (3:17; cp. 12:14).El hecho de que Dios nos juzgará no es aterrador para los creyentes. Más bien, es una verdad que nos alienta a vivir en medio de nuestras dificultades, al saber que Dios está presente y lo ve todo, que le importa lo que hacemos y que, una vez juzgue, traerá Su justicia al mundo. Esta verdad le da sentido a cómo lidiamos con la falta de dinero, a cómo respondemos cuando nos quedamos sin trabajo, a cómo ofrendamos cuando solo tenemos centavos.

"Cuando regresamos a Dios y lo ponemos en el centro de nuestra experiencia, todo cobra sentido"

Nuestra tarea, como discipuladores, es invitar a otros creyentes a poner a Dios en el centro de todo lo que hacen. Además, si Él traerá toda obra a juicio, significa que Él enderezará todo lo torcido y no dejará rastro de impiedad. El mundo restaurado que Dios promete es uno donde ya no habrá rastros de la caída; en consecuencia, tampoco habrá más problemas económicos. Ese Dios que juzga y restaura lo torcido ofrece a las personas que discipulamos una esperanza futura mientras sufrimos las dificultades económicas presentes.

Un Dios de gracia

La centralidad de Dios, por último, nos ofrece un entendimiento profundo y transformador de la gracia. Paradójicamente, una de las verdades que más sorprenden al autor de Eclesiastés, al considerar el juicio de Dios (Ec 3:17), no es su severidad, sino los destellos de gracia que brillan en todas partes: «Sé que todo hombre que coma y beba y vea lo bueno en todo su trabajo, que eso es don de Dios» (Ec 3:13; cp. 3:22).Para nuestra sorpresa y asombro, el Dios que sujeta a la humanidad a una experiencia fútil también permite a Sus hijos gozar de muchas bendiciones terrenales. De eso se trata la gracia, manifestada de forma finita en Sus bendiciones temporales, pero de forma infinita en la dádiva del evangelio.

La gracia nos recuerda que no merecemos nada de lo que tenemos. Todo lo que el ser humano goza, desde el inicio del mundo, es por pura bondad de Dios. Si tenemos poco, aún ese «poco» es por gracia y es motivo suficiente para tener contentamiento en medio de la necesidad. Si lo que tenemos es menos que poco, la gracia nos invita a pedirle al Dios dadivoso confiando en que Él proveerá. Si Su provisión tarda en llegar, la gracia nos da motivos suficientes para pensar que Él, en Su sabiduría, sabrá sostenernos hasta la llegada de Su juicio final, día en el que este mundo de crisis económicas dejará de existir.

Por estas razones, cuando discipulemos a hermanos que enfrentan dificultades económicas, seamos fieles en recordarles de poner al Dios de gracia y de justicia en el centro de sus vidas. Estas verdades les ayudarán a recuperar su esperanza viva en el Señor.

Manuel Toloza es argentino y está casado con Delfina. Es miembro de Iglesia Vida Para Dar Vida de Rosario, donde sirve en el ministerio de la enseñanza y capacitación. Se dedica a traducir y enseñar inglés y español, y cursa un programa de estudios teológicos en Cornhill Training Course. Puedes seguirlo en Facebook o en Twitter como @ManuelToloza_.

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