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Lectura de Hoy

20-12-2023

Devocional

Devocional: Zacarías 7

Una pregunta detona los dos últimos capítulos de la primera parte de Zacarías. La formula una delegación de los exiliados y alude a la observancia litúrgica. Los judíos de Babilonia querían permanecer en una armonía litúrgica con los de Jerusalén. Su delegación es bastante temprana en la vida de la comunidad que ha retornado, a finales del 518 a. C., unos veinte años posterior a la restauración inicial y solo un año después de que el compromiso de reedificar el templo, bajo la predicación de Hageo, hubiera tomado fuerza. La respuesta formal a su pregunta no se da hasta 8:18-19. A pesar de ello, el enfoque sobre el ayuno como ritual a observar invoca un material sermónico y varios dichos proféticos del Señor que van más allá de una observancia convencional y que llama al pueblo, una vez más, a las cuestiones fundamentales. Zacarías 7 es el primero de estos dos capítulos y los versículos 5-14 proporcionan la primera descarga de la respuesta profética. Podemos organizar este material de forma útil mediante tres preguntas:

(1) ¿Nuestra religión es para nosotros o para Dios? El profeta Zacarías transmite fielmente la pregunta de Dios a los delegados de los exiliados: cuando a lo largo de setenta años (es decir, desde el 587 a. C.), ayunaron con fidelidad en ciertos días, pensando que eran las ocasiones “adecuadas”, ¿lo hicieron principalmente como acto de devoción a Dios o por alguna motivación egocéntrica de querer sentirse bien consigo mismos /7:5-7)? El ayuno puede no ser más que autocompasión, o lealtad a un mandato cultural, o la aceptación pasiva de la tradición. ¿Cuánta de la práctica religiosa se ofrecía a Dios?

(2) ¿Eleva nuestra religión el ritual por encima de la moralidad? Esta es la carga de la punzante revisión que Zacarías hace de la anterior historia judía (7:8-12). De forma implícita, el profeta está preguntando si su preocupación por la uniformidad litúrgica combina con un compromiso apasionado de “mostrar misericordia y compasión los unos por los otros”, y aborrecer la opresión del débil y el desvalido en la sociedad (7:9-10). De hecho, una mente genuinamente moral se extiende a la reflexión interna: “No maquinéis el mal en vuestro corazón los unos contra los otros” (7:10). Se sobreentiende que Zacarías nos hace exactamente las mismas preguntas.

(3) ¿Nos impulsa nuestra religión a seguir las palabras de Dios de forma apasionada o a perseguir nuestro propio programa religioso? “Como no me escucharon cuando los llamé, tampoco yo los escucharé cuando ellos me llamen, dice el Señor Todopoderoso” (7:13). La apasionada intensidad en cuanto a los detalles de la religión, incluida la reforma litúrgica, es inútil si no va acompañada por una vida santa. En la verdadera religión, nada, nada en absoluto es más importante que la obediencia de todo corazón e incondicional a las palabras de Dios.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.

Devocional: Apocalipsis 11

A través de todo el libro de Apocalipsis, hay visiones esporádicas del fin o del trono de Dios que anticipan los últimos dos capítulos. En otras palabras, el desarrollo de Apocalipsis no siempre es lineal. La anticipación de la victoria, la gloria y la perspectiva del Todopoderoso, a veces se ubica en el contexto de las escenas más oscuras de juicio: por ejemplo, Apocalipsis 14:1-5 en el contexto de los capítulos 12-14.

Cuando suena la séptima trompeta (Apocalipsis 11:15-19), el velo se descorre un poco para permitirnos una ojeada de este tipo de escena. En este caso, no se trata del nuevo cielo y la nueva tierra, sino del reinado de Dios sobre estas escenas de terrible juicio. Quiero centrar nuestra atención en dos elementos.

Primero, la noción del reino de Dios es dinámica y su significado preciso cambia en varios contextos. Aquí, fuertes voces en el cielo proclaman: “El reino del mundo ha pasado a ser de nuestro Señor y de su Cristo, y él reinará por los siglos de los siglos” (11:15). Esto sugiere que hubo una época anterior en la cual este “reino” divino sobre el mundo perdido no había comenzado. Evidentemente, entonces, aquí no se habla del reino universal del gobierno providencial de Dios. Tampoco se trata del comienzo del reinado de Jesús, inaugurado por medio de su resurrección y exaltación. Es cierto que, en ese momento, toda la autoridad en el cielo y en la tierra se hizo suya (Mateo 28:18). Sin embargo, ese reinado se ejerce de tal manera, que todavía se disputa. Lo que sugieren los siguientes versículos es que Dios toma ahora su gran poder de manera que aniquile a aquellos que destruyeron a su pueblo. Ha llegado “el momento de juzgar a los muertos, y de recompensar a tus siervos los profetas, a tus santos y a los que temen tu nombre, sean grandes o pequeños, y de destruir a los que destruyen la tierra” (11:18). Lo que esto anuncia es la inminencia del ejercicio final de autoridad que quebranta toda oposición residual y juzga a todos con justicia perfecta.

Segundo, ya hemos visto que las metáforas mixtas son características de la literatura apocalíptica. Aquí, en 11:19, se abre el templo de Dios en el cielo y se ve, dentro del templo, el arca del pacto, junto a una tormenta impresionante. Las tormentas terribles que acompañan los grandes actos de la revelación de Dios surgen de lo que sucedió en el Sinaí; algo parecido se encuentra en la visión de 4:5. El sentido del templo, el arca y la tormenta en este versículo es que Dios mismo está presente y reinando. Por otro lado, en la visión de los capítulos 21 y 22, no hay necesidad de templo en el cielo, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo (21:22). Sólo los pedantes percibirán una contradicción.

2 Crónicas 24

Reinado de Joás

24 Joás tenía siete años cuando comenzó a reinar, y reinó cuarenta años en Jerusalén. El nombre de su madre era Sibia de Beerseba. Joás hizo lo recto ante los ojos del SEÑOR todos los días del sacerdote Joiada. Joiada escogió dos mujeres para el rey, y este tuvo hijos e hijas.

Sucedió después de esto que Joás decidió restaurar la casa del SEÑOR. Así que reunió a los sacerdotes y a los levitas, y les dijo: «Salgan a las ciudades de Judá, y recojan dinero de todo Israel para reparar anualmente la casa de su Dios; y dense prisa en esto». Pero los levitas no se apresuraron. Entonces el rey llamó al sumo sacerdote Joiada, y le dijo: «¿Por qué no has exigido a los levitas que traigan de Judá y de Jerusalén la contribución que Moisés, siervo del SEÑOR, impuso sobre la congregación de Israel para la tienda del testimonio?». Porque los hijos de la perversa Atalía habían forzado la entrada a la casa de Dios y aun habían usado para los Baales las cosas sagradas de la casa del SEÑOR.

Entonces el rey mandó que hicieran un cofre y lo colocaron afuera, junto a la puerta de la casa del SEÑOR. Y proclamaron en Judá y en Jerusalén que trajeran al SEÑOR la contribución que Moisés, siervo de Dios, impuso sobre Israel en el desierto. 10 Todos los oficiales y todo el pueblo se regocijaron y trajeron sus contribuciones y las echaron en el cofre hasta llenarlo. 11 Y sucedía que siempre que el cofre era traído al oficial del rey por los levitas, y cuando veían que había mucho dinero, entonces el escriba del rey y el oficial del sumo sacerdote venían, vaciaban el cofre, lo tomaban y lo volvían a su lugar. Así hacían diariamente y recogían mucho dinero. 12 El rey y Joiada lo daban a los que hacían la obra del servicio de la casa del SEÑOR. Estos contrataron canteros y carpinteros para reparar la casa del SEÑOR, y también artífices en hierro y bronce para reparar la casa del SEÑOR.

13 Los obreros hicieron su trabajo, y el trabajo de reparación progresó en sus manos, y restauraron la casa de Dios conforme a sus planos y la reforzaron. 14 Cuando terminaron, trajeron el resto del dinero delante del rey y de Joiada; y lo convirtieron en utensilios para la casa del SEÑOR, utensilios para el ministerio y para el holocausto, y recipientes y utensilios de oro y de plata. Todos los días de Joiada ofrecieron continuamente holocaustos en la casa del SEÑOR.

15 Joiada envejeció y murió a una edad muy avanzada. Tenía 130 años cuando murió. 16 Lo sepultaron en la ciudad de David con los reyes, porque había hecho bien en Israel, a Dios y a Su templo. 17 Pero después de la muerte de Joiada, vinieron los oficiales de Judá y se inclinaron ante el rey, y el rey los escuchó. 18 Abandonaron la casa del SEÑOR, el Dios de sus padres, y sirvieron a las Aseras y a los ídolos; entonces vino la ira de Dios sobre Judá y Jerusalén a causa de esta culpa suya. 19 No obstante, Él les envió profetas para hacerlos volver al SEÑOR; y aunque estos dieron testimonio contra ellos, ellos no prestaron atención.

20 Entonces el Espíritu de Dios vino sobre Zacarías, hijo del sacerdote Joiada. Él se puso en pie, en un lugar más alto que el pueblo, y les dijo: «Así ha dicho Dios: “¿Por qué quebrantan ustedes los mandamientos del SEÑOR y no prosperan? Por haber abandonado al SEÑOR, Él también los ha abandonado”». 21 Pero ellos conspiraron contra Zacarías, y por orden del rey lo mataron a pedradas en el atrio de la casa del SEÑOR. 22 No se acordó el rey Joás de la bondad que Joiada, padre de Zacarías, le había mostrado, sino que asesinó a su hijo. Y este al morir dijo: «Que lo vea el SEÑOR y tome venganza».

23 Y aconteció que a la vuelta del año, el ejército de los arameos subió contra Joás; y vinieron a Judá y a Jerusalén, destruyeron de entre la población a todos los oficiales del pueblo, y enviaron todo el botín al rey de Damasco. 24 Ciertamente, el ejército de los arameos vino con pocos hombres; sin embargo, el SEÑOR entregó a un ejército muy grande en sus manos, porque los de Judá habían abandonado al SEÑOR, Dios de sus padres. Así ejecutaron juicio contra Joás.

25 Cuando los arameos se alejaron de él (dejándolo muy herido), sus mismos siervos conspiraron contra él a causa de la sangre del hijo del sacerdote Joiada, y lo mataron en su cama. Joás murió, y lo sepultaron en la ciudad de David, pero no lo sepultaron en los sepulcros de los reyes. 26 Estos son los que conspiraron contra él: Zabad, hijo de Simeat la amonita, y Jozabad, hijo de Simrit la moabita. 27 En cuanto a sus hijos, los muchos oráculos contra él y la restauración de la casa de Dios, están escritos en la historia del libro de los reyes. Entonces su hijo Amasías reinó en su lugar.

Apocalipsis 11

Los dos testigos

11 Me fue dada una caña de medir (unos 3 metros) semejante a una vara, y alguien dijo: «Levántate y mide el templo de Dios y el altar, y a los que en él adoran. Pero excluye el patio que está fuera del templo, no lo midas, porque ha sido entregado a las naciones, y estas pisotearán la ciudad santa por cuarenta y dos meses.

»Otorgaré autoridad a mis dos testigos, y ellos profetizarán por 1,260 días, vestidos de cilicio». Estos son los dos olivos y los dos candelabros que están delante del Señor de la tierra. Si alguien quiere hacerles daño, de su boca sale fuego y devora a sus enemigos. Así debe morir cualquiera que quisiera hacerles daño. Ellos tienen poder para cerrar el cielo a fin de que no llueva durante los días en que ellos profeticen; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda suerte de plagas todas las veces que quieran.

Cuando hayan terminado de dar su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, los vencerá y los matará. Sus cadáveres estarán en la calle de la gran ciudad, que simbólicamente se llama Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado. Gente de todos los pueblos, tribus, lenguas, y naciones, contemplarán sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirán que sus cadáveres sean sepultados. 10 Los que moran en la tierra se regocijarán por ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos unos a otros, porque estos dos profetas habían atormentado a los que moran en la tierra.

11 Pero después de los tres días y medio, el aliento de vida de parte de Dios vino a ellos y se pusieron en pie, y gran temor cayó sobre quienes los contemplaban. 12 Entonces ellos oyeron una gran voz del cielo que les decía: «Suban acá». Y subieron al cielo en la nube, y sus enemigos los vieron.

13 En aquella misma hora hubo un gran terremoto y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y siete mil personas murieron en el terremoto, y los demás, aterrorizados, dieron gloria al Dios del cielo.

14 El segundo ¡ay! ha pasado; pero el tercer ¡ay! viene pronto.

La séptima trompeta

15 El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían:

«El reino del mundo ha venido a ser el reino de nuestro Señor y de Su Cristo. Él reinará por los siglos de los siglos». 16 Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios, 17 diciendo:

«Te damos gracias, oh Señor Dios Todopoderoso, el que eres y el que eras, porque has tomado Tu gran poder y has comenzado a reinar. 18 Las naciones se enfurecieron, y vino Tu ira y llegó el tiempo de juzgar a los muertos y de dar la recompensa a Tus siervos los profetas, a los santos y a los que temen Tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra».

19 El templo de Dios que está en el cielo fue abierto; y el arca de Su pacto se veía en Su templo, y hubo relámpagos, voces y truenos, y un terremoto y una fuerte granizada.

Zacarías 7

Pueblo rebelde y de duro corazón

7 En el año cuarto del rey Darío vino la palabra del SEÑOR a Zacarías, el cuarto día del mes noveno, Quisleu. La aldea de Betel había enviado a Sarezer, a Regem Melec y a sus hombres a implorar el favor del SEÑOR, y preguntar a los sacerdotes que eran de la casa del SEÑOR de los ejércitos, y a los profetas: «¿Debemos llorar en el mes quinto y abstenernos como lo hemos hecho durante tantos años?». Entonces vino a mí la palabra del SEÑOR de los ejércitos: «Habla a todo el pueblo de la tierra y a los sacerdotes, y diles: “Cuando ustedes ayunaban y se lamentaban en el quinto y el séptimo mes durante estos setenta años, ¿ayunaban en verdad por Mí? Y cuando comen y beben, ¿no comen y beben para ustedes mismos? ¿No son estas las palabras que el SEÑOR proclamó por medio de los antiguos profetas, cuando Jerusalén estaba habitada y próspera con sus ciudades a su alrededor, y el Neguev y la tierra baja estaban habitados?”».

Entonces vino la palabra del SEÑOR a Zacarías: «Así ha dicho el SEÑOR de los ejércitos: “Juicio verdadero juzguen, y misericordia y compasión practiquen cada uno con su hermano. 10 No opriman a la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre, ni tramen el mal en sus corazones unos contra otros”.

11 »Pero ellos rehusaron escuchar y volvieron la espalda rebelde y se taparon los oídos para no oír. 12 Y endurecieron sus corazones como el diamante para no oír la ley ni las palabras que el SEÑOR de los ejércitos había enviado por Su Espíritu, por medio de los antiguos profetas. Vino, pues, gran enojo de parte del SEÑOR de los ejércitos. 13 Y como Yo había clamado y ellos no habían querido escuchar, así ellos clamaron y Yo no quise escuchar», dice el SEÑOR de los ejércitos, 14 «sino que los dispersé en torbellino entre todas las naciones que no conocían. Y la tierra fue desolada tras ellos, sin que nadie fuera ni viniera; convirtieron la tierra deseable en desolación».

Juan 10

Jesús, el buen pastor

10 »En verdad les digo, que el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador. Pero el que entra por la puerta, es el pastor de las ovejas. A este le abre el portero, y las ovejas oyen su voz; llama a sus ovejas por nombre y las conduce afuera. Cuando saca todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. Pero a un desconocido no seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».

Jesús les habló por medio de esta comparación, pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.

Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad les digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes de Mí son ladrones y salteadores, pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta; si alguno entra por Mí, será salvo; y entrará y saldrá y hallará pasto. 10 El ladrón solo viene para robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

11 »Yo soy el buen pastor; el buen pastor da Su vida por las ovejas. 12 Pero el que es un asalariado y no un pastor, que no es el dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, entonces el lobo las arrebata y las dispersa. 13 El asalariado huye porque solo trabaja por el pago y no le importan las ovejas. 14 Yo soy el buen pastor, y conozco Mis ovejas y ellas me conocen, 15 al igual que el Padre me conoce y Yo conozco al Padre, y doy Mi vida por las ovejas.

16 »Tengo otras ovejas que no son de este redil; a esas también Yo debo traerlas, y oirán Mi voz, y serán un rebaño con un solo pastor. 17 Por eso el Padre me ama, porque Yo doy Mi vida para tomarla de nuevo. 18 Nadie me la quita, sino que Yo la doy de Mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo. Este mandamiento recibí de Mi Padre».

Los judíos divididos otra vez

19 Volvió a surgir una división entre los judíos por estas palabras. 20 Y muchos de ellos decían: «Tiene un demonio y está loco. ¿Por qué le hacen caso?». 21 Otros decían: «Estas no son palabras de un endemoniado. ¿Puede acaso un demonio abrir los ojos de los ciegos?».

Jesús, uno con el Padre

22 En esos días se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. 23 Era invierno, y Jesús andaba por el templo, en el pórtico de Salomón. 24 Entonces los judíos lo rodearon, y le decían: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si Tú eres el Cristo, dínoslo claramente».

25 Jesús les respondió: «Se lo he dicho a ustedes y no creen; las obras que Yo hago en el nombre de Mi Padre, estas dan testimonio de Mí. 26 Pero ustedes no creen porque no son de Mis ovejas. 27 Mis ovejas oyen Mi voz; Yo las conozco y me siguen. 28 Yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de Mi mano. 29 Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano del Padre. 30 Yo y el Padre somos uno».

Los judíos amenazan a Jesús

31 Los judíos volvieron a tomar piedras para tirárselas. 32 Entonces Jesús les dijo: «Les he mostrado muchas obras buenas que son del Padre. ¿Por cuál de ellas me apedrean?». 33 Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por ninguna obra buena, sino por blasfemia; y porque Tú, siendo hombre, te haces Dios».

34 Jesús les respondió: «¿No está escrito en su ley: “YO DIJE: SON DIOSES”? 35 Si a aquellos, a quienes vino la palabra de Dios, los llamó dioses, (y la Escritura no se puede violar), 36 ¿a quién el Padre santificó y envió al mundo, ustedes dicen: “Blasfemas”, porque dije: “Yo soy el Hijo de Dios”? 37 Si no hago las obras de Mi Padre, no me crean; 38 pero si las hago, aunque a Mí no me crean, crean a las obras; para que sepan y entiendan que el Padre está en Mí y Yo en el Padre».

39 Por eso procuraban otra vez prender a Jesús, pero Él se les escapó de entre las manos.

40 Se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan, y se quedó allí. 41 Muchos vinieron a Él y decían: «Aunque Juan no hizo ninguna señal, sin embargo, todo lo que Juan dijo de Este era verdad». 42 Y muchos creyeron allí en Jesús.

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com

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