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Lectura de Hoy

31-12-2023

Devocional

Devocional: Juan 21

De todas las apariciones de Jesús después de la resurrección, sin duda la que puso más a prueba a Pedro es la que se recoge en Juan 21.

Empieza con siete discípulos que salen a pescar sin conseguir nada en toda la noche y, después, obtienen una enorme captura tras el mandamiento de Jesús. Sigue con un desayuno sobre las brasas en la orilla (21:1-14). Después, el memorable intercambio que readmite a Pedro tras haber renegado de su maestro de una forma ignominiosa.

(1) En dicho diálogo entre Jesús y Pedro (21:15-17), la interacción de dos palabras griegas diferentes para “amor” ha convencido a muchos comentaristas de que en la distinción de ambas hay algo que tiene gran peso (aunque esta se ha explicado de varias maneras). Por diversas razones, no termina de convencerme. A Juan le gusta utilizar sinónimos con poca diferencia de significado. Los términos varían para alimentar/cuidar/ alimentar y para corderos/ovejas/ovejas, como también lo hicieron por “amor”. En 3:35, el Padre “ama” al Hijo y se usa uno de los dos verbos; en 5:20, el Padre “ama” al Hijo, y se usa el otro verbo, sin que haya distinción de significado alguno. Ambos verbos pueden tener buenas o malas connotaciones; el contexto es el que lo determina todo. Si hemos de demostrar la relevancia de este intercambio entre Jesús y Pedro, tendremos que depender de otra cosa que el uso indistinto de los dos verbos griegos. Obviemos, pues, el “más que estos” de 21:15 y 16 (que es el modo en que la nvi intenta mantener una diferenciación entre ambos verbos).

(2) “¿Simón, hijo de Juan, me amas más que estos?” (21:15, cursivas añadidas). ¿Se refiere “estos” a “estos otros discípulos” o a “estos peces”? En Mateo 26:33, Pedro se jacta de que nunca lo abandonará, aunque todos los demás lo dejaran. Ese alarde no se recoge en el Evangelio de Juan, aunque sí se narran las tres horribles negaciones. De forma alternativa, como los hombres acaban de estar pescando, tal vez “estos” se refiera al pescado. Pero, de ser así, ¿por qué acosar sólo a Pedro y no a los siete discípulos? A fin de cuentas, sospecho que el pasaje le está recordando a este su fatídica jactancia y es uno de los que proporciona una especie de vinculación de acontecimientos entre Juan y los Evangelios sinópticos. ¿Sigue Pedro preparado para afirmar su superioridad moral por encima de los demás discípulos?

(3) En tres ocasiones, Jesús le formula la misma pregunta; por tres veces, elude una respuesta; tres veces le hace un encargo a Pedro. Así como la negación fue triple (18:5-18, 25-27), también lo son estos pasos de restauración. A Pedro le “dolió” este proceder (21:17); los siguientes versículos muestran que sigue reteniendo rasgos de inmadurez (véase vol. 1, meditación del 31 de marzo). Pero, aunque Jesús restaura aquí a un discípulo quebrantado que le ha negado, hace que afronte su pecado, declare su amor y reciba un encargo.


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Devocional: 2 Crónicas 36

Las dos lecturas principales para este último día del año expresan esperanza.

La primera, 2 Crónicas 36, reproduce la destrucción final de Jerusalén. Los babilonios arrasaron la ciudad y trasladaron a los ciudadanos principales lejos de su hogar, a unos 1.200 kilómetros de distancia. Pero los versículos finales susurran esperanza. Babilonia no tiene la última palabra. Décadas más tarde, el imperio persa dominó la región y se convirtió en la nueva superpotencia. El rey Ciro autorizó el regreso de los exiliados a Jerusalén y la construcción de un nuevo templo. Claro, históricamente los persas establecieron esta política para los pueblos que los babilonios habían desplazado: a todos se les permitió regresar a casa. Pero el cronista ve correctamente que la aplicación de esta política a Israel es evidencia suprema de la mano de Dios e inicia una nueva etapa en la historia de la redención que traerá el cumplimiento de todas las promesas de Dios.

La esperanza reflejada en la segunda lectura, Apocalipsis 22, es de un orden superior. Los primeros versículos completan la visión del capítulo 21. La bendición de la consumación gira sobre asuntos como los siguientes: el agua de vida fluye libremente del trono de Dios y del Cordero; todos los resultados de la maldición son eliminados; el pueblo de Dios verá constantemente su rostro, es decir, estarán por siempre en su presencia; ya no hay ciclos de noche y día (una vez más, el hecho es moral, no astronómico; es decir, que ya no habrá ciclos de bien y mal, luz y oscuridad, pues todos vivirán en la luz de Dios).

Dada la pura belleza y gloria de esta visión prolongada y simbólica de la consumación y el triunfo de la redención, el resto del capítulo se dedica principalmente a asegurar al lector la total confiabilidad de esta visión y, por ello, la absoluta importancia de estar entre “los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y para poder entrar por las puertas de la ciudad” (22:14). Aquí, entonces, se encuentra la máxima esperanza, de manera que si uno se aleja esta vez, ya no habrá esperanza. Sólo quedará una expectativa aterradora de la ira final. No hemos llegado a ese punto todavía, dice el autor, pero el clímax ya no está lejos y cuando llegue, será muy tarde.

El Jesús resucitado y exaltado, el que es la raíz y la descendencia de David, la brillante estrella de la mañana (22:16), declara solemnemente: “¡Vengo pronto!, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin” (22:12-13).


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

2 Crónicas 36

Últimos reyes de Judá

36 Entonces el pueblo de la tierra tomó a Joacaz, hijo de Josías, y lo proclamó rey en Jerusalén en lugar de su padre. Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. Pero el rey de Egipto lo destituyó en Jerusalén, e impuso a la tierra una multa de 3.4 toneladas de plata y 34 kilos de oro. Y el rey de Egipto puso por rey sobre Judá y Jerusalén, a Eliaquim, hermano de Joacaz, y cambió su nombre por el de Joacim; pero a su hermano Joacaz, lo tomó Necao y lo llevó a Egipto.

Joacim tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. Pero hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR su Dios. Subió contra él Nabucodonosor, rey de Babilonia, y lo ató con cadenas de bronce para llevarlo a Babilonia. Nabucodonosor también llevó algunos de los objetos de la casa del SEÑOR a Babilonia, y los puso en su templo en Babilonia. Los demás hechos de Joacim, las abominaciones que hizo y lo que fue hallado contra él, están escritos en el libro de los reyes de Israel y de Judá. Su hijo Joaquín reinó en su lugar.

Joaquín tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses y diez días en Jerusalén, e hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR. 10 A la vuelta del año, el rey Nabucodonosor mandó que lo trajeran a Babilonia con los objetos preciosos de la casa del SEÑOR, y nombró a su pariente Sedequías rey sobre Judá y Jerusalén.

11 Sedequías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. 12 Pero hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR su Dios; y no se humilló delante del profeta Jeremías que le hablaba por boca del SEÑOR. 13 También se rebeló contra el rey Nabucodonosor que le había hecho jurar fidelidad por Dios. Pero Sedequías fue terco y obstinó su corazón en vez de volverse al SEÑOR, Dios de Israel. 14 Asimismo todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo fueron infieles en gran manera, y siguieron todas las abominaciones de las naciones, y profanaron la casa del SEÑOR que Él había consagrado en Jerusalén.

15 El SEÑOR, Dios de sus padres, les envió palabra repetidas veces por Sus mensajeros, porque Él tenía compasión de Su pueblo y de Su morada. 16 Pero ellos continuamente se burlaban de los mensajeros de Dios, despreciaban Sus palabras y se burlaban de Sus profetas, hasta que subió el furor del SEÑOR contra Su pueblo, y ya no hubo remedio.

17 Entonces Dios hizo subir contra ellos al rey de los caldeos, que mató a espada a sus jóvenes en la casa de su santuario, y no tuvo compasión del joven ni de la virgen, del viejo ni del débil; a todos ellos los entregó en su mano. 18 Todos los objetos de la casa de Dios, grandes y pequeños, los tesoros de la casa del SEÑOR y los tesoros del rey y de sus oficiales, todo se lo llevó a Babilonia. 19 Y quemaron la casa de Dios, derribaron la muralla de Jerusalén, prendieron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos valiosos. 20 A los que habían escapado de la espada los llevó a Babilonia; y fueron siervos de él y de sus hijos hasta el dominio del reino de Persia, 21 para que se cumpliera la palabra del SEÑOR por boca de Jeremías, hasta que la tierra hubiera gozado de sus días de reposo. Todos los días de su desolación la tierra reposó hasta que se cumplieron los setenta años.

22 Y en el primer año de Ciro, rey de Persia, para que se cumpliera la palabra del SEÑOR por boca de Jeremías, el SEÑOR movió el espíritu de Ciro, rey de Persia, y este envió a proclamar de palabra y también por escrito, por todo su reino: 23 «Así dice Ciro, rey de Persia: “El SEÑOR, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra, y me ha designado para que yo le edifique una casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien de entre ustedes sea de Su pueblo, suba allá, y el SEÑOR su Dios sea con él”».


Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com

Apocalipsis 22

El río de la vida y el árbol de la vida

22 Después el ángel me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle de la ciudad. Y a cada lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce clases de fruto, dando su fruto cada mes; y las hojas del árbol eran para sanidad de las naciones. Ya no habrá más maldición. El trono de Dios y del Cordero estará allí, y Sus siervos le servirán. Ellos verán Su rostro y Su nombre estará en sus frentes. Y ya no habrá más noche, y no tendrán necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y reinarán por los siglos de los siglos.

La venida de Cristo

Y me dijo: «Estas palabras son fieles y verdaderas». El Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, envió a Su ángel para mostrar a Sus siervos las cosas que han de suceder enseguida. «Por tanto, Yo vengo pronto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro».

Yo, Juan, soy el que oyó y vio estas cosas. Y cuando oí y vi, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostró estas cosas. Y me dijo*: «No hagas eso. Yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos los profetas y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios».

10 También me dijo*: «No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. 11 Que el injusto siga haciendo injusticias, que el impuro siga siendo impuro, que el justo siga practicando la justicia, y que el que es santo siga guardándose santo». 12 «Por tanto, Yo vengo pronto, y Mi recompensa está conmigo para recompensar a cada uno según sea su obra. 13 Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin».

14 Bienaventurados los que lavan sus vestiduras para tener derecho al árbol de la vida y para entrar por las puertas a la ciudad. 15 Afuera están los perros, los hechiceros, los inmorales, los asesinos, los idólatras, y todo el que ama y practica la mentira.

Testimonio final

16 «Yo, Jesús, he enviado a Mi ángel a fin de darles a ustedes testimonio de estas cosas para las iglesias. Yo soy la raíz y la descendencia de David, el lucero resplandeciente de la mañana».

Invitación final

17 El Espíritu y la esposa dicen: «Ven». Y el que oye, diga: «Ven». Y el que tiene sed, venga; y el que desee, que tome gratuitamente del agua de la vida.

Advertencia final

18 Yo testifico a todos los que oyen las palabras de la profecía de este libro: si alguien añade a ellas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. 19 Y si alguien quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa descritos en este libro.

Oración final

20 El que testifica de estas cosas dice: «Sí, vengo pronto». Amén. Ven, Señor Jesús.

21 La gracia del Señor Jesús sea con todos. Amén.


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Malaquías 4

El gran día del SEÑOR

4 «Porque viene el día, ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen el mal serán como paja; y el día que va a venir les prenderá fuego», dice el SEÑOR de los ejércitos, «que no les dejará ni raíz ni rama. Pero para ustedes que temen Mi nombre, se levantará el sol de justicia con la salud en sus alas; y saldrán y saltarán como terneros del establo. Y ustedes pisotearán a los impíos, pues ellos serán ceniza bajo las plantas de sus pies el día en que Yo actúe», dice el SEÑOR de los ejércitos.

«Acuérdense de la ley de Mi siervo Moisés, de los estatutos y las ordenanzas que Yo le di en Horeb para todo Israel. Yo les envío al profeta Elías antes que venga el día del SEÑOR, día grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que Yo venga y hiera la tierra con maldición».


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Juan 21

Jesús se manifiesta junto al mar

21 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a los discípulos junto al mar de Tiberias, y se manifestó de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de Sus discípulos. «Me voy a pescar», les dijo* Simón Pedro. «Nosotros también vamos contigo», le dijeron* ellos. Fueron y entraron en la barca, y aquella noche no pescaron nada.

Cuando ya amanecía, Jesús estaba en la playa; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dijo*: «Hijos, ¿acaso tienen algún pescado?». «No», respondieron ellos. Y Él les dijo: «Echen la red al lado derecho de la barca y hallarán pesca». Entonces la echaron, y no podían sacarla por la gran cantidad de peces.

Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba, dijo* a Pedro: «¡Es el Señor!». Oyendo Simón Pedro que era el Señor, se puso la ropa, porque se la había quitado para poder trabajar, y se echó al mar. Pero los otros discípulos vinieron en la barca, porque no estaban lejos de tierra, sino a unos 100 metros, arrastrando la red llena de peces. Cuando bajaron a tierra, vieron* brasas ya puestas y un pescado colocado sobre ellas, y pan. 10 Jesús les dijo*: «Traigan algunos de los peces que acaban de sacar».

11 Simón Pedro subió a la barca, y sacó la red a tierra, llena de peces grandes, 153 en total; y aunque había tantos, la red no se rompió. 12 Jesús les dijo*: «Vengan y desayunen». Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: «¿Quién eres Tú?», sabiendo que era el Señor. 13 Jesús vino*, tomó* el pan y se lo dio*; y lo mismo hizo con el pescado. 14 Esta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos, después de haber resucitado de entre los muertos.

Diálogo de Jesús con Pedro

15 Cuando acabaron de desayunar, Jesús dijo* a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». «Sí, Señor, Tú sabes que te quiero», le contestó* Pedro. Jesús le dijo*: «Apacienta Mis corderos».

16 Volvió a decirle por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». «Sí, Señor, Tú sabes que te quiero», le contestó* Pedro. Jesús le dijo*: «Pastorea Mis ovejas».

17 Jesús le dijo por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció porque la tercera vez le dijo: «¿Me quieres?». Y le respondió: «Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te quiero». «Apacienta Mis ovejas», le dijo* Jesús. 18 «En verdad te digo, que cuando eras más joven te vestías y andabas por donde querías; pero cuando seas viejo extenderás las manos y otro te vestirá, y te llevará adonde no quieras».

19 Esto dijo, dando a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios. Y habiendo dicho esto, le dijo*: «Sígueme». 20 Pedro, volviéndose, vio* que les seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el que en la cena se había recostado sobre el pecho de Jesús y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?». 21 Entonces Pedro, al verlo, dijo* a Jesús: «Señor, ¿y este, qué?». 22 Jesús le dijo*: «Si Yo quiero que él se quede hasta que Yo venga, ¿a ti, qué? Tú, sígueme».

23 Por eso el dicho se propagó entre los hermanos que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: «Si Yo quiero que se quede hasta que Yo venga, ¿a ti, qué?».

24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y el que escribió esto, y sabemos que su testimonio es verdadero.

25 Y hay también muchas otras cosas que Jesús hizo, que si se escribieran* en detalle, pienso que ni aun el mundo mismo podría* contener los libros que se escribirían*.

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