Ministerio

El sermón a medias: Ingredientes faltantes en muchos sermones

Decir que algunos sermones llegan al púlpito horneados a medias sería injusto con el pan.

Algunos sermones son apenas masa; otros, poco más que una colección de ingredientes secos.

El sermón, como sermón, apenas ha empezado, es poco apetitoso, no es especialmente nutritivo, carece del sabor y la textura tentadores de un pan recién horneado.

¿Cuál es el problema? Tal vez el predicador es un recién graduado del seminario que repite sus conferencias sobre cierto libro de la Biblia. Tal vez le ha faltado enseñanza o ha tenido una enseñanza y un ejemplo deficientes. Tal vez el predicador no ha reflexionado sobre lo que es la predicación y lo que implica. Como resultado, no está predicando verdaderamente, aunque esté sinceramente persuadido de que lo está haciendo.

Es posible que esté presentando una clase más que un sermón, aunque su tono sea más cálido que frío. Puede ofrecer una «sistemática caliente»: un tratamiento preciso de un tema teológico expuesto con profunda convicción. Puede que ofrezca un estudio bíblico-teológico, trazando el desarrollo de la revelación a lo largo de una línea particular, pero sin anclarse en ninguna parte de ella.

Tal vez ofrezca, de hecho, un tratado técnico único de una porción de la Escritura o de un tema bíblico que en realidad dura unas cuarenta horas, impartido en trozos de entre treinta y sesenta minutos.

A veces el fuego en el púlpito enmascara una falta de calor en el material, como entregar una pizza congelada en una bolsa caliente. A menudo se proporciona el contexto, se explican todas las palabras, se da el sentido estricto. Al final de un sermón así, la congregación quizá sepa mucho de lo que dice un texto. Al mismo tiempo, puede que no sepan nada de lo que realmente significa para ellos.

Mejor saborear la naranja

El eminente teólogo y ministro bautista Andrew Fuller criticaba así algunos sermones:

El gran requisito para exponer las Escrituras es penetrar en su verdadero significado. Podemos leerlas, y hablar de ellas, una y otra vez, sin impartir ninguna luz concerniente a ellas. Si el oyente, cuando usted ha terminado, no entiende más de esa parte de la Escritura de lo que entendía antes, su labor está perdida. Sin embargo, este es comúnmente el caso con esos intentos de exponer que consisten en poco más que comparar pasajes paralelos, o, con la ayuda de una concordancia, rastrear el uso de la misma palabra en otros lugares, yendo de texto en texto hasta que tanto el predicador como la gente están cansados y perdidos. Esto es confundir con las Escrituras en lugar de exponerlas.

Si yo abriera un cofre de naranjas entre mis amigos y, para comprobar su calidad, levantara una y la dejara en el suelo; luego levantara otra y dijera: esta es como la anterior; luego una tercera, una cuarta, una quinta, y así sucesivamente, hasta llegar al fondo del cofre, diciendo de cada una: es como la otra; ¿de qué serviría? Los presentes se cansarían y preferirían haber probado dos o tres. (Complete Works of Andrew Fuller, 1:712–13)

Puede ser que el predicador haya agotado sus comentarios técnicos y a sí mismo para luego agotar a su congregación (a menudo unido a la afirmación de que se necesitan cuarenta horas para preparar un solo sermón decente). Puede ser que sea un esclavo del enfoque histórico-crítico. Sea cual sea la razón, piensa que ha terminado su preparación, cuando en realidad no ha hecho más que empezar.

Predicar como un puritano

Entonces, ¿cómo podría el predicador corregirse? Los puritanos proporcionan ayuda. El punto de partida más sencillo podría ser el esquema del típico sermón puritano. Las tres divisiones principales de tal sermón consisten en la doctrina, las razones y los usos del texto.

1. Doctrina

Tenga en cuenta que, aparte del sermón, el ministro puritano podría haberse dedicado ya a la «exposición» de una porción más larga de las Escrituras (el comentario de Matthew Henry, por ejemplo, refleja sus exposiciones matutinas y vespertinas de la Biblia, mientras que sus sermones eran de un orden totalmente distinto).

En otras palabras, si un puritano pudiera oírte hablar, podría elogiarte por tu exposición y luego preguntarte amablemente cuándo piensas predicar.

Tal vez sea una ligera exageración, pero todo nuestro trabajo exegético nos lleva únicamente al punto en el que podemos explicar con precisión el texto y enunciar su doctrina o doctrinas. Es el primer y más básico bloque de construcción del texto.

El típico predicador moderno puede invertir el noventa por ciento de su tiempo y material del sermón en ofrecer lo que el típico puritano puede ofrecer en el diez por ciento de su tiempo y material del sermón, o menos.

2. Razones

Una vez que el texto ha sido explicado en su contexto y la doctrina declarada (tal vez con alguna evidencia bíblica adicional para su sustancia), el puritano procede a las razones y usos.

Podríamos llamar a este enfoque «predicación pastoral». El objetivo no es simplemente instruir a un grupo de estudiantes, sino alimentar las almas del rebaño de Cristo.

"El objetivo no es simplemente instruir a un grupo de estudiantes, sino alimentar las almas del rebaño de Cristo"

Las razones desarrollan la doctrina que el texto de la Escritura ha suministrado, llevándola a la congregación particular a la que el predicador está hablando. Aunque la doctrina en sí sea universal, lo importante no es solo el contexto del texto, sino el contexto en el que se predica.

La doctrina significa algo para las personas que están frente al predicador. Ellas necesitan entender cómo y por qué es verdad, qué significa para su forma de pensar, sentir y querer.

Hombres y mujeres, niños y niñas, necesitan ser convencidos de esta doctrina; necesita ser acercada, traída a casa. Esta verdad no es abstracta, sino concreta. Se inmiscuye en sus vidas; modela sus procesos de pensamiento; forma e informa sus respuestas. Dios les habla en Su Palabra.

3. Usos

A menudo, cuando un puritano pasa a la fase de los usos, o de la aplicación, el predicador moderno queda atónito: ¿Qué pensaban estos hombres que estaban haciendo hasta ese punto? Un puritano fiel llegaría más cerca del corazón en sus razones que muchos predicadores de hoy en día en sus aplicaciones más apremiantes.

Aquí es donde los puritanos sobresalían como médicos de almas. William Perkins, por ejemplo, sugirió un cuadro de aplicación que se extendía a través de siete posibles grupos en la congregación, a quienes la verdad podía aplicarse de diversas maneras.

La verdad hace una diferencia para aquellos que la escuchan, individual y congregacionalmente, en relación con Dios, con ellos mismos, con los demás (en sus diferentes relaciones), y con el mundo en general. Les habla como creyentes o incrédulos, como necesitados de doctrina, reprensión, corrección e instrucción en justicia (2 Ti 3:16-17).

El puritano sabe que no puede hacer que alguien piense, sienta, quiera o actúe de determinada manera simplemente con su elocuencia, pero expone sus argumentos espirituales cuidadosa y detalladamente, dependiendo de que el Espíritu Santo opere con Su poder divino de convencimiento, convicción y conversión.

Todo el sermón estaría ligado a reiteraciones de la verdad y apelaciones a la conciencia, elevándose a un crescendo de intensidad pastoral y afecto. Ningún oyente debe dudar de que un hombre vivo habla la Palabra viva a hombres vivos en presencia del Dios vivo.

Ningún oyente necesita dudar de que este hombre me habla la verdad de Dios, porque me ama, esperando y deseando que esta verdad me cambie.

Hornea el pan

Muchos predicadores, más allá de los puritanos, se han distinguido por este enfoque. Si leemos los sermones de Spurgeon, veremos a menudo este tipo de estructura en el fondo (no es sorprendente, dado su afecto por los puritanos).

El viejo y cómico «tres puntos», tan fácilmente ridiculizado y desestimado, no es solo una división casual o ingeniosa del texto, sino que a menudo es una presentación más sencilla del mismo modo básico. Lo mismo podría decirse del método del sermón de otros predicadores dotados y eficaces del pasado y del presente.

No se limitan a exponer el texto. Habiendo captado su verdad, y considerándola y sintiéndola por sí mismos, la exponen a la congregación con el deseo y la expectativa de que tenga en ellos el impacto que Dios quiere (Is 55:11).

"Ama a tu gente lo suficiente como para predicar como un pastor, no solo para enseñar como un profesor"

Entonces, ¿cómo podemos mejorar? No te limites a mostrar las naranjas; deja que la gente pruebe la fruta. Deja de complicar el texto. Comprométete a entender no solo la Palabra de Dios, sino también los corazones de la gente, y a conocer sus vidas.

Ama a tu gente lo suficiente como para predicar como un pastor, no solo para enseñar como un profesor. Si es necesario, pasa menos tiempo analizando y más tiempo meditando y orando.

Estudia para predicar sermones sinceros en lugar de pronunciar homilías mansas y desdentadas. Lee a buenos predicadores (incluidos varios puritanos) y comentarios que sugieran líneas de aplicación viva. Siéntate físicamente en los asientos de determinadas personas en el edificio donde te reúnes, y ora pidiendo sabiduría para hablarles en su situación. Mira a las personas a los ojos cuando hables a la congregación.

Sométete con disposición a la influencia del Espíritu en el acto de predicar.

Volviendo a la panadería, mezcla los ingredientes de tu sermón, déjalo fermentar en la contemplación, amásalo bien en la oración, pruébalo en la meditación, cuécelo bien en tu propio corazón y sírvelo caliente desde el púlpito. En dependencia del Espíritu, alimenta las almas mismas de los oyentes.

Publicado originalmente en Desiring GodTraducido por Eduardo Fergusson.

Jeremy Walker sirve como pastor de la Iglesia Bautista Maidenbower, en Crawley, Inglaterra, y está casado con Alissa, con quien disfruta de la bendición de tener tres hijos. Es autor de varios libros y se siente agradecido de predicar, enseñar y escribir cuando se presenta la oportunidad.

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