Vida Cristiana

¿Mi hijo es transgénero por mi culpa?

Nota del editor: 

El pastor John Piper recibe preguntas de algunos oyentes de su podcast Ask Pastor John. A continuación está una de esas preguntas y su respuesta.

Una de las grandes ansiedades a las que nos enfrentamos los padres es el miedo a lo que nuestros propios pecados podrían hacer para corromper a nuestros hijos. Puede ser una ansiedad paralizante, la cual ha surgido en este podcast de muchas formas diferentes.

Es el temor de quienes creen en el juicio de Dios sobre los pecados generacionales, los pecados del pasado que recaen sobre las generaciones futuras. Más comúnmente, es el temor de hombres y mujeres jóvenes nacidos fuera del matrimonio, o nacidos en hogares disfuncionales, que se preguntan si su pasado condena a su futura familia a tener un destino similar. Es el temor de los padres cristianos de hijos pródigos, quienes se preguntan qué han hecho para que sus hijos estén tan mal. Es el temor de hombres y mujeres jóvenes que han despertado a la potencia del pecado en sus propios corazones, e incluso temen tener hijos debido a lo que sus propios pecados podrían hacer para corromper a esos futuros niños. En cada uno de estos escenarios, encontramos la misma pregunta acechante detrás de todo: ¿Fue mi pecado —o será mi pecado— la ruina de mi hijo?

Esa misma pregunta resuena en este desgarrador correo electrónico de un padre destrozado. Escribe anónimamente

Pastor John, mi esposa y yo tenemos cuatro hijos, de entre veinte y ocho años. Hace poco descubrimos que nuestros hijos de veinte y quince años afirman padecer la llamada «disforia de género». El de veinte años camina con el Señor y sabe que está mal, lucha contra sus tentaciones, trata de permanecer en Dios para fortalecerse y asiste a una iglesia sólida que cree en la Biblia. Pero está en la universidad, a dos horas de distancia, y seguimos preocupados por él.

Nuestro hijo de quince años no es creyente. Está en una escuela pública, pero ahora queremos cambiarlo a una escuela cristiana privada y seguiremos apoyándolo. Sin embargo, se ha mostrado frío y poco receptivo. Hemos hablado con nuestros pastores y hemos pedido oración, pero nos sentimos tan quebrantados, tan solos y tan impotentes en esta temporada. ¿Qué hacemos para luchar contra la desesperación a la que nos enfrentamos cada día como padres fracasados? ¿Cómo les fallamos? Por favor, pastor John, ayúdenos. Estamos tan desconsolados y con el corazón roto.


Como he pensado y orado más de lo habitual sobre esta pregunta y esta situación —la cual, por supuesto, se multiplica por diez mil para los padres cristianos de todo el mundo— hay diez sugerencias que tengo para que los padres consideren (y solo digo consideren) cuando un hijo se aleja de la obediencia a Jesús. Puede ser que se aleje por completo; puede ser que se aleje parcialmente.

El refrán que corre a través de la Biblia es que los padres que fallan pueden tener buenos hijos, y los buenos padres pueden tener hijos que fallan

 

Cualquiera que sea la forma que tome este alejamiento, estas son las sugerencias.

1. Llora con esperanza

Llora profundamente, pero no con desesperanza. Sufre aferrándote a la soberana bondad y sabiduría de Dios. Haz como Job, que cayó al suelo, rasgó su manto, rasuró su cabeza, y sin duda lloró a lágrima viva la pérdida de sus hijos, pero dijo: «El Señor dio y el Señor quitó; / Bendito sea el nombre del Señor» (Job 1:21). Por tanto, aflíjanse profundamente, pero no con desesperanza.

2. Mira al Dios de lo imposible

No asumas mientras tu hijo viva que no volverá al camino de la obediencia. «Lo imposible para los hombres» —y seguramente a veces parece imposible—  «es posible para Dios» (Lc 18:27). Mira al Dios de lo imposible.

3. No asumas que la culpa es decisivamente tuya

No asumas que tus imperfecciones como padre fueron decisivas para causar esta desobediencia en tu hijo. No asumas eso. Lee Ezequiel 18:1-32. Lo resumiré:

He aquí que todas las almas son mías; tanto el alma del padre como el alma del hijo son mías: el alma que pecare morirá. Si un padre justo engendra un hijo violento, derramador de sangre, aunque el padre mismo no haya hecho nada de esto, ese hijo morirá. Su sangre caerá sobre él. El hijo no sufrirá por la iniquidad del padre, ni el padre por la iniquidad del hijo.

El padre no sufrirá, la madre no sufrirá, por la iniquidad del hijo. En otras palabras, no podemos trazar una línea recta desde nuestra propia paternidad hasta el pecado o la rectitud de nuestros hijos. El refrán que corre a través de la Biblia es que los padres que fallan pueden tener buenos hijos, y los buenos padres pueden tener hijos que fallan. Por lo tanto, arrepiéntete de todos los pecados que recuerdes, pero no asumas que esa fue la causa decisiva de la desobediencia de tu hijo.

4. Ama a tus hijos en los términos de Dios

Resuelve amar a tus hijos en los términos de Dios, no en los términos del mundo. Es decir, ámalos con la disposición de sacrificar tu vida mientras defiendes lo que Dios llama correcto y lo que Dios llama verdadero, no lo que el mundo llama correcto y verdadero. El esfuerzo de ser amoroso abandonando el camino del Dios de la verdad y la justicia —lo que muchos están tratando de hacer hoy— es fallar en amar. «Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres», dijo Jesús (Jn 8:32). La verdad de Dios es el camino hacia el amor.

Resuelve amar a tus hijos en los términos de Dios, no en los términos del mundo

 

5. Habla con la verdad a tu hijo

Ya sea en persona, por carta o por correo electrónico, habla con la verdad a tu hijo. Diles lo que crees, por qué lo crees y por qué crees que es el camino del amor. No te encierres en la autocompasión o la ira. Apóyate en la verdad; háblales. Una vez hecho esto, espera. No regañes y no acoses, pero asegúrate de que les has hablado con toda la verdad que crees que es el camino del amor.

6. Comunica tu amor

Comunica tu amor, el amor que está dispuesto y listo para ir a cualquier parte, hacer cualquier cosa y a cualquier costo de tu vida por el bien de la vida de tus hijos. Ahora, ellos pueden pensar que la verdad que abrazas no puede ser amorosa porque no los afirma en su pecado, pero ellos saben en su corazón cuando estás dispuesto a dar tu vida por ellos y que no eres egoísta. Ellos lo saben. Tu compromiso con la Biblia te ha hecho estar dispuesto a morir por el bien de los demás, especialmente el de tus hijos. Comunícales esa disposición.

7. Ora sin cesar

Ora sin cesar en la confianza de que Dios es soberano y misericordioso, lento para la ira, abundante en amor inalterable. Reúne a algunos amigos, ya sea en persona o de otra forma, y oren juntos por los hijos de cada uno. Confía en Dios mientras oras para que Él dé cosas buenas a los que se las piden, porque eso es lo que dice Mateo 7:11:

«Pues si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que le piden?». Espera que te dé cosas buenas mientras oras.

8. Discierne con qué frecuencia abordar el tema

Mide, con sabiduría saturada de oración y Biblia, con qué frecuencia abordar el tema con tu hijo. Hace un momento dije: «No regañes y no acoses». Algunos hijos estarán completamente cerrados a cualquier comunicación. Es trágico, pero es real. Así que, raramente te entrometas donde te lo han prohibido (raramente; no dije nunca).  Otros hijos serán más abiertos. Dios te dará discernimiento. En eso confío. Dios te dará discernimiento —«sabiduría de lo alto», como la llama Santiago (Stg 3:17).

A veces te limitarás a enviar una nota de afecto. «Te amo». Ese es el texto: «Te amo». A veces puedes enviar notas mencionando algo precioso sobre el Señor Jesús que acabas de leer en tus devociones. Tal vez: «Como un padre se compadece de sus hijos, / Así se compadece el Señor de los que le temen» (Sal 103:13). Solo di eso. A veces la nota dirá simplemente: «Hoy pensaba en ti». Eso es todo.

9. Haz claro el evangelio central

De manera periódica, presenta el evangelio sencillo y central al hijo pródigo que se aleja. Haz claro el evangelio central. En otras palabras, de vez en cuando —Dios lo dejará claro con qué frecuencia (¿Una vez al año? ¿Una vez cada seis meses?)—, recuérdales que siempre hay una salida, un camino a casa hacia Dios y hacia ti, porque puede llegar un momento en que quieran salir de donde están.

Ora sin cesar en la confianza de que Dios es soberano y misericordioso, lento para la ira, abundante en amor inalterable

 

Quieren salir de su desobediencia, pero Satanás les está cegando cualquier esperanza de que eso pueda suceder, diciéndoles que no hay salida; que no hay vuelta atrás. Es posible que necesiten ayuda para recordar lo que una vez conocieron tan bien y que se ha nublado. «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad» (1 Jn 1:9).

10. Persevera con un gozo indomable

Sigue adelante con tu vida cotidiana con un gozo quebrantado pero indomable, y niégale a Satanás el triunfo de paralizarte en tu camino de rectitud a causa del camino de injusticia de tu hijo. A Satanás le encantaría matar a dos personas con una sola bala. Niégaselo.

Sí, tu hijo necesita ver que no eres alegremente indiferente a su desobediencia. Pero igual de importante es que vea que Jesús es tu tesoro supremo y que el sistema solar de tu vida no gira en torno a tu hijo. Él no es el sol de tu sistema solar. Cristo lo es. Él no necesita que te derrumbes, que te refugies en la autocompasión, que hagas pucheros. Eso no ayuda. Él te necesita débil y triunfante en Cristo.

Oleada de gracia

Además de estas diez cosas, hay muchas más que decir. Cuando las terminé, seguí pensando en otras. Tengo que detenerme ahora, pero estos son los pensamientos que me vinieron ahora mismo mientras oraba y me preparaba para esto. Así que, oremos unos por otros, y que el Señor traiga el día en que haya una oleada de gracia que arrastre a miles de preciosos pródigos a los brazos de sus padres y del Señor Jesús.


Publicado originalmente en Desiring GodTraducido por Eduardo Fergusson.

​John Piper (@JohnPiper) es fundador y maestro de desiringGod.org y ministro del Colegio y Seminario Belén. Durante 33 años, trabajó como pastor de la Iglesia Bautista Belén en Minneapolis, Minnesota. Es autor de más de 50 libros.

Acerca del Autor

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