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Lectura de Hoy

15-07-2024

DEVOCIONAL

Devocional: Hechos 2

Hechos 2 a veces se le llama el día del nacimiento de la iglesia. Esto puede ser engañoso. En un sentido, a la comunidad del antiguo pacto se le puede denominar iglesia (7:38- “asamblea” en la NVI). Sin embargo, en este día comienza una “nueva salida”, una nueva etapa vinculada al don universal del Espíritu Santo, en cumplimiento de las Escrituras (2:17-18) y como resultado de la exaltación de Jesús “a la diestra de Dios” (2:33). El evento crítico que produjo esta incalculable bendición es la muerte, resurrección y exaltación de Jesucristo; evento que, a su vez, se había previsto en las Escrituras más antiguas. 

Una de las cosas que resaltan del discurso de Pedro- aparte de lo amplio, valiente, directo y apasionado que fue- es la manera como el apóstol, aun en esta etapa temprana de su ministerio tras la resurrección, maneja lo que nosotros llamaríamos el Antiguo Testamento. Su uso de las Escrituras en este sermón de Pentecostés es tan rico y variado, que no podríamos analizarlo aquí en detalle. Pero observemos: 

(1) Una vez más encontramos una tipología de David (2:25-28, citando al Salmo 16:8-11). Pero también hay una pequeña muestra del razonamiento apostólico en este sentido. Si bien es posible leer el 2:27 (“No dejarás que mi vida termine en el sepulcro; no permitirás que tu santo sufra corrupción”) como la convicción de David de que Dios en ese momento no lo dejaría morir, el lenguaje es tan extravagante y el papel tipológico de David es tan común, que Pedro insiste en afirmar que la palabra apunta a algo más: hay uno mayor que David que, literalmente, no verá corrupción ni su vida terminará en el sepulcro. Después de todo, David era profeta. Puede que, en este caso, David, como Caifás (Juan 11:50-52), haya hablado más de lo que sabía, o quizás no. Independientemente, al menos sabía que Dios había prometido “bajo juramento poner en el trono a uno de sus descendientes” (2:30). 

(2) La profecía de Joel (Hechos 2:17-21; ver Joel 2:28-32) es más directa, puesto que hace una predicción verbal y no recurre a la tipología. El significado evidente es que Pedro detecta en los eventos de Pentecostés el cumplimiento de estas palabras: los “últimos días” (2:17) han llegado. (No debemos detenernos aquí a pensar si el sol oscurecido y la luna convertida en sangre fueron eventos en medio de las horas oscuras en las que Jesús estuvo en la cruz o si fue una exposición de simbolismo hebreo de la naturaleza). Este pasaje del Antiguo Testamento es uno de varios textos que predicen la venida del Espíritu, o que la ley de Dios estaría escrita en nuestros corazones. En cualquier caso, profetiza sobre una transformación personal que ocurrirá en los últimos días a través de todo el pacto (Jeremías 31:31ss.; Ezequiel 36:25-27, por ejemplo)

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: Jeremías 11
La primera línea de Jeremías 11 muestra que lo que sigue es una nueva profecía, un nuevo oráculo de Dios, el cuarto recogido en este libro. Es difícil determinar con certeza cuándo se predicó. Muchos han sugerido, con bastante plausibilidad, que fue comunicado no mucho después de que Hilcías descubriese de nuevo el rollo de la ley, alrededor de 621 a.C., lo cual generó algo parecido a una reforma religiosa bajo el rey Josías (2 Reyes 22— 23). Según 2 Crónicas 34, el descubrimiento del rollo fue precedido por una centralización de la adoración en Jerusalén, lo cual significó inevitablemente un declive de los rituales influenciados por la religión cananea en los santuarios locales, y presumiblemente un incremento del resentimiento de sus líderes religiosos. Seguramente, Jeremías apoyó totalmente al rey en esta reforma. Puede que existan otras posibilidades, pero si este es el escenario, dos elementos presentes en este capítulo adquieren un nuevo significado.

Primero, el Señor dice a Jeremías que amenace al pueblo con un juicio fundamentado en especial en las bendiciones y maldiciones del pacto mosaico (11:6-8). Este es más específico que los juicios reservados para otras naciones, los cuales tienen su base en la respuesta de Dios a la iniquidad y la idolatría. La amenaza es ni más ni menos que lo que el pacto dijo que pasaría si el pueblo caía en la desobediencia (Deuteronomio 28). Parece que la religión del pueblo del pacto de Dios se había envilecido tanto, volviéndose tan tradicional y alejada de cualquier enseñanza de las Escrituras, que esta se había borrado de la memoria pública, hasta que se redescubrió el libro de la ley. Estas amenazas de juicio específicas del pacto fueron las que provocaron que Josías rasgase sus vestiduras y dijese: “Sin duda que la gran ira del Señor arde contra nosotros, porque nuestros antepasados no obedecieron lo que dice este libro ni actuaron según lo que está prescrito para nosotros” (2 R. 22:13). Asumiendo este escenario para Jeremías 11, el profeta está exponiendo las consecuencias de la incapacidad de obedecer.

Segundo, este hecho también explica por qué los hombres de Anatot, el propio pueblo del profeta, buscaban quitarle la vida (Jeremías 11:18-23). Los sacerdotes habían vivido allí desde la época del asentamiento bajo el mando de Josué (Josué 21:18). Debido a que este linaje había participado en la revuelta contra David, Salomón lo excluyó del servicio del templo (1 Reyes 2:26-27). Sin duda, estaban muy involucrados con los santuarios locales y airados por la adoración centralizada en el templo de Jerusalén, donde no se les permitía servir. Así pues, además de la animadversión hacia alguien del pueblo (un profeta no tiene honra en su propia tierra, Lucas 4:24), estos hombres odiaban especialmente a Jeremías por su apoyo a la reforma de Josías. Donde no hay un anhelo de la Palabra de Dios, otras pasiones ocupan su lugar.

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Josué 22
Regreso de las tribus del otro lado del Jordán
22 Entonces Josué llamó a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés, y les dijo: «Ustedes han guardado todo lo que Moisés, siervo del Señor, les mandó, y han escuchado mi voz en todo lo que les mandé. Hasta el día de hoy no han abandonado a sus hermanos durante este largo tiempo, sino que ustedes han cuidado de guardar el mandamiento del Señor su Dios. Y ahora el Señor su Dios ha dado descanso a sus hermanos, como Él les había dicho. Vuelvan, pues, y vayan a sus tiendas, a la tierra de su posesión que Moisés, siervo del Señor, les dio al otro lado del Jordán. Solamente guarden cuidadosamente el mandamiento y la ley que Moisés, siervo del Señor, les mandó, de amar al Señor su Dios, andar en todos Sus caminos, guardar Sus mandamientos y de allegarse a Él y servirle con todo su corazón y con toda su alma». Josué los bendijo y los despidió, y ellos se fueron a sus tiendas.
Moisés había dado a la media tribu de Manasés una posesión en Basán, pero a la otra media tribu Josué dio una posesión entre sus hermanos hacia el occidente, al otro lado del Jordán. Y cuando Josué los mandó a sus tiendas, los bendijo, y les dijo: «Vuelvan a sus tiendas con grandes riquezas, con mucho ganado, con plata, oro, bronce, hierro y con muchos vestidos. Repartan con sus hermanos el botín de sus enemigos».
Entonces los rubenitas y los gaditas y la media tribu de Manasés, volvieron y se separaron de los israelitas en Silo, que está en la tierra de Canaán, para ir a la tierra de Galaad, a la tierra de su posesión la cual ellos habían poseído, conforme al mandato del Señor por medio de Moisés.

El altar junto al Jordán

10 Cuando llegaron a la región del Jordán que está en la tierra de Canaán, los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, edificaron allí un altar junto al Jordán, un altar de aspecto grande.
11 Y los israelitas oyeron decir: «Los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés han edificado un altar en el límite de la tierra de Canaán, en la región del Jordán, en el lado que pertenece a los israelitas». 12 Cuando los israelitas oyeron esto, toda la congregación de los israelitas se reunió en Silo para subir a pelear contra ellos.
13 Entonces los israelitas enviaron a los hijos de Rubén, a los hijos de Gad y a la media tribu de Manasés, en la tierra de Galaad, a Finees, hijo del sacerdote Eleazar, 14 y con él a diez jefes, un jefe por cada casa paterna de cada tribu de Israel. Cada uno de ellos era cabeza de la casa de sus padres entre los millares de Israel.
15 Y vinieron a los hijos de Rubén, a los hijos de Gad y a la media tribu de Manasés, a la tierra de Galaad, y les dijeron: 16 «Así dice toda la congregación del Señor: “¿Qué infidelidad es esta que ustedes han cometido contra el Dios de Israel, apartándose hoy de seguir al Señor, edificándose un altar, y rebelándose hoy contra el Señor?
17  ”¿No nos es suficiente la iniquidad de Peor, de la cual no nos hemos limpiado hasta hoy, a pesar de que vino una plaga sobre la congregación del Señor, 18 para que también ustedes se aparten hoy de seguir al Señor? Y sucederá que si hoy se rebelan contra el Señor, mañana Él se enojará con toda la congregación de Israel.
19 ”Pero si la tierra de la posesión de ustedes es inmunda, entonces pasen a la tierra de la posesión del Señor, donde está el tabernáculo del Señor, y tomen posesión entre nosotros. Pero no se rebelen contra el Señor, ni se rebelen contra nosotros edificándose un altar aparte del altar del Señor nuestro Dios. 20 ¿No fue infiel Acán, hijo de Zera, en cuanto al anatema, y vino la ira sobre toda la congregación de Israel? Y aquel hombre no pereció solo en su iniquidad”».
21 Entonces los hijos de Rubén, los hijos de Gad y la media tribu de Manasés respondieron a las cabezas de las familias de Israel: 22 «¡El Poderoso Dios, el Señor, el Poderoso Dios, el Señor! Él lo sabe; que Israel mismo lo sepa. Si fue rebelión, o una infidelidad contra el Señor, que no nos salve hoy. 23 Si nos hemos edificado un altar para apartarnos de seguir al Señor, o para ofrecer holocausto u ofrenda de cereal sobre él, o para ofrecer en él sacrificios de ofrendas de paz, que el Señor mismo nos lo demande.
24 »En verdad, hemos hecho esto más bien por temor, diciendo: “El día de mañana los hijos de ustedes pudieran decir a nuestros hijos: ‘¿Qué tienen que ver ustedes con el Señor, Dios de Israel? 25 Porque el Señor ha puesto el Jordán por límite entre nosotros y ustedes, hijos de Rubén e hijos de Gad. Ustedes no tienen parte con el Señor’. Así sus hijos podrían hacer que nuestros hijos dejaran de temer al Señor”.
26 »Por tanto, dijimos: “Construyamos ahora un altar, no para holocaustos ni para sacrificios, 27 sino para que sea testigo entre nosotros y ustedes, y entre nuestras generaciones después de nosotros, que hemos de cumplir el servicio del Señor delante de Él con nuestros holocaustos, con nuestros sacrificios y con nuestras ofrendas de paz, para que en el día de mañana los hijos de ustedes no digan a nuestros hijos: ‘No tienen porción en el Señor’”.
28 »Nosotros, pues, dijimos: “Sucederá el día de mañana, que si nos dicen esto a nosotros o a nuestras generaciones, entonces diremos: ‘Vean la réplica del altar del Señor que nuestros padres edificaron, no para holocaustos ni para sacrificios, sino más bien como testigo entre nosotros y ustedes’”. 29 Lejos esté de nosotros que nos rebelemos contra el Señor y nos apartemos de seguir hoy al Señor, construyendo un altar para holocaustos, para ofrenda de cereal o para sacrificios, aparte del altar del Señor nuestro Dios que está frente a Su tabernáculo».
30 Cuando el sacerdote Finees y los principales de la congregación, es decir, las cabezas de las familias de Israel que estaban con él, oyeron las palabras que dijeron los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés, les pareció bien. 31 Y Finees, hijo del sacerdote Eleazar, dijo a los rubenitas, a los gaditas y a la media tribu de Manasés: «Hoy sabemos que el Señor está en medio de nosotros, porque no han cometido esta infidelidad contra el Señor. Ahora han librado a los israelitas de la mano del Señor».
32 Entonces Finees, hijo del sacerdote Eleazar, y los jefes, dejaron a los rubenitas y a los gaditas, y regresaron de la tierra de Galaad a la tierra de Canaán, a los israelitas, y les dieron respuesta. 33 La respuesta agradó a los israelitas. Estos bendijeron a Dios, y no hablaron más de subir a pelear contra ellos para destruir la tierra en que habitaban los rubenitas y los gaditas. 34 Y los rubenitas y los gaditas llamaron al altar Testigo; pues dijeron: «Es testigo entre nosotros de que el Señor es Dios».

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Hechos 2
LIBRO QUINTO
La venida del Espíritu Santo
2 Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar, y de repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban sentados. Se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse.
Había judíos que moraban en Jerusalén, hombres piadosos, procedentes de todas las naciones bajo el cielo. Al ocurrir este estruendo, la multitud se juntó; y estaban desconcertados porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.
Estaban asombrados y se maravillaban, diciendo: «Miren, ¿no son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, Judea y Capadocia, del Ponto y de Asia, 10 de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia alrededor de Cirene, viajeros de Roma, tanto judíos como prosélitos, 11 cretenses y árabes, los oímos hablar en nuestros propios idiomas de las maravillas de Dios».
12 Todos estaban asombrados y perplejos, diciéndose unos a otros: «¿Qué quiere decir esto?». 13 Pero otros se burlaban y decían: «Están borrachos».

Primer sermón de Pedro

14 Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once apóstoles, alzó la voz y les declaró: «Hombres de Judea y todos los que viven en Jerusalén, sea esto de su conocimiento y presten atención a mis palabras. 15 Porque estos no están borrachos como ustedes suponen, pues apenas es la hora tercera; 16 sino que esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel:
17 “Y sucederá en los Últimos días”, dice Dios, “Que derramaré de Mi Espíritu sobre toda carne; Y sus hijos y sus hijas profetizarán, Sus jóvenes verán visiones, Y sus ancianos soñarán sueños; 18 Y aun sobre Mis siervos y sobre Mis siervas Derramaré de Mi Espíritu en esos días, Y profetizarán. 19 Y mostraré prodigios arriba en el cielo Y señales abajo en la tierra: Sangre, fuego y columna de humo. 20 El sol se convertirá en tinieblas Y la luna en sangre, Antes que venga el día grande y glorioso del Señor. 21 Y sucederá que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo”.
22 »Hombres de Israel, escuchen estas palabras: Jesús el Nazareno, varón confirmado por Dios entre ustedes con milagros, prodigios y señales que Dios hizo en medio de ustedes a través de Él, tal como ustedes mismos saben. 23 Este fue entregado por el plan predeterminado y el previo conocimiento de Dios, y ustedes lo clavaron en una cruz por manos de impíos y lo mataron. 24 Pero Dios lo resucitó, poniendo fin a la agonía de la muerte, puesto que no era posible que Él quedara bajo el dominio de ella. 25 Porque David dice de Él:
“Veía siempre al Señor en mi presencia; Pues está a mi diestra para que yo no sea sacudido. 26 Por lo cual mi corazón se alegró y mi lengua se regocijó; Y aun hasta mi carne descansará en esperanza; 27 Pues Tú no abandonarás mi alma en el Hades, Ni permitirás que Tu Santo vea corrupción. 28 Me has hecho conocer los caminos de la vida; Me llenarás de gozo con Tu presencia”.
29 »Hermanos, del patriarca David les puedo decir con franqueza que murió y fue sepultado, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. 30 Pero siendo profeta, y sabiendo que Dios le había jurado sentar a uno de sus descendientes en su trono, 31 miró hacia el futuro y habló de la resurrección de Cristo, que ni fue abandonado en el Hades, ni Su carne sufrió corrupción.
32 »A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. 33 Así que, exaltado a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que ustedes ven y oyen. 34 Porque David no ascendió a los cielos, pero él mismo dice:
“Dijo el Señor a mi Señor: ‘Siéntate a Mi diestra, 35 Hasta que ponga a Tus enemigos por estrado de Tus pies’”.
36 Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Cristo».

Efectos del sermón de Pedro

37 Al oír esto, conmovidos profundamente, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: «Hermanos, ¿qué haremos?». 38 Entonces Pedro les dijo: «Arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo. 39 Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos y para todos los que están lejos, para tantos como el Señor nuestro Dios llame».
40 Y Pedro, con muchas otras palabras testificaba solemnemente y les exhortaba diciendo: «Sean salvos de esta perversa generación». 41 Entonces los que habían recibido su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como 3,000 almas. 42 Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración.

Comunión de los creyentes

43 Sobrevino temor a toda persona; y muchos prodigios y señales se hacían por los apóstoles. 44 Todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común; 45 vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno. 46 Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 47 alabando a Dios y hallando favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvos.

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Jeremías 11
Consecuencias por violar el pacto

11 Esta es la palabra que vino a Jeremías de parte del Señor: «Oigan las palabras de este pacto, y díganlas a los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén. Les dirán: “Así dice el Señor, Dios de Israel: ‘Maldito el hombre que no obedezca las palabras de este pacto que mandé a sus padres el día que los saqué de la tierra de Egipto, del horno de hierro, y les dije: “Escuchen Mi voz, y hagan conforme a todo lo que Yo les mando; y ustedes serán Mi pueblo, y Yo seré su Dios”, para confirmar el juramento que juré a sus padres, de darles una tierra que mana leche y miel, como lo es hoy’”». Entonces respondí: «Amén, Señor».
Y el Señor me dijo: «Proclama todas estas palabras en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, diciendo: “Oigan las palabras de este pacto y cúmplanlas. Porque bien advertí a sus padres el día que los hice subir de la tierra de Egipto, y hasta hoy los he amonestado con insistencia, diciéndoles: ‘Escuchen Mi voz’. Pero no escucharon ni inclinaron su oído, sino que cada cual anduvo en la terquedad de su malvado corazón. Por tanto, hice caer sobre ellos todas las palabras de este pacto, que Yo les mandé cumplir y no lo cumplieron”».
Entonces el Señor me dijo: «Se ha descubierto una conspiración entre los hombres de Judá y entre los habitantes de Jerusalén. 10 Se han vuelto a las iniquidades de sus antepasados, los cuales rehusaron escuchar Mis palabras, y se han ido tras otros dioses para servirlos. La casa de Israel y la casa de Judá han violado Mi pacto, el cual hice con sus padres». 11 Por tanto, así dice el Señor: «Yo traigo sobre ellos una calamidad de la que no podrán escapar; aunque clamen a Mí, no los escucharé. 12 Entonces irán las ciudades de Judá y los habitantes de Jerusalén, y clamarán a los dioses a quienes queman incienso, pero ellos ciertamente no podrán salvarlos en la hora de su aflicción. 13 Porque según el número de tus ciudades son tus dioses, oh Judá, y según el número de las calles de Jerusalén, son los altares que has levantado a lo vergonzoso, altares para quemar incienso a Baal.
14 »Pero tú no ruegues por este pueblo, ni eleves clamor ni oración por ellos; porque no escucharé cuando clamen a Mí a causa de su aflicción.
15 ¿Qué derecho tiene Mi amada en Mi casa Cuando ha hecho tantas cosas malas? ¿Puede la carne consagrada quitar de ti tu calamidad Para que puedas regocijarte?». 16 «Olivo frondoso, hermoso en fruto y forma», Te puso por nombre el Señor. Con ruido de un gran estrépito Ha prendido fuego en él, Y sus ramas son inservibles.
17 El Señor de los ejércitos, que te plantó, ha decretado una calamidad contra ti a causa de la maldad que la casa de Israel y la casa de Judá han hecho, provocándome al ofrecer sacrificios a Baal.

Intrigas contra Jeremías

18 El Señor me lo hizo saber y lo comprendí. Entonces me hiciste ver sus obras. 19 Pero yo era como un cordero manso llevado al matadero, y no sabía que tramaban intrigas contra mí, diciendo: «Destruyamos el árbol con su fruto, y cortémoslo de la tierra de los vivientes, para que su nombre no se recuerde más».
20 Pero, oh Señor de los ejércitos, que juzgas rectamente, Que examinas los sentimientos y el corazón, Vea yo Tu venganza contra ellos, Porque a Ti he expuesto mi causa.
21 Por tanto, así dice el Señor en cuanto a los hombres de Anatot que buscan tu vida, y dicen: «No profetices en el nombre del Señor, para que no mueras a manos nuestras». 22 Así, pues, dice el Señor de los ejércitos: «Voy a castigarlos. Los jóvenes morirán a espada, sus hijos e hijas morirán de hambre, 23 y no quedará de ellos remanente, porque traeré una calamidad sobre los hombres de Anatot, el año de su castigo».

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Mateo 25
Parábola de las diez vírgenes
25 »Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al novio. Y cinco de ellas eran insensatas, y cinco prudentes. Porque las insensatas, al tomar sus lámparas, no tomaron aceite consigo, pero las prudentes tomaron aceite en frascos juntamente con sus lámparas. Al tardarse el novio, a todas les dio sueño y se durmieron. Pero a medianoche se oyó un clamor: “¡Aquí está el novio! Salgan a recibirlo.”
»Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes: “Dennos de su aceite, porque nuestras lámparas se apagan”. Pero las prudentes respondieron: “No, no sea que no haya suficiente para nosotras y para ustedes; vayan más bien a los que venden y compren para ustedes”. 10 Mientras ellas iban a comprar, vino el novio, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. 11 Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: “Señor, señor, ábrenos”. 12 Pero él respondió: “En verdad les digo que no las conozco”. 13 Velen , pues no saben ni el día ni la hora.

Parábola de los talentos

14 »Porque el reino de los cielos es como un hombre que al emprender un viaje, llamó a sus siervos y les encomendó sus bienes. 15 Y a uno le dio cinco talentos (108 kilos de plata), a otro dos y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y se fue de viaje. 16 El que había recibido los cinco talentos, enseguida fue y negoció con ellos y ganó otros cinco talentos. 17 Asimismo el que había recibido los dos talentos (43.2 kilos) ganó otros dos. 18 Pero el que había recibido uno, fue y cavó en la tierra y escondió el dinero de su señor.
19 »Después de mucho tiempo vino* el señor de aquellos siervos, y arregló* cuentas con ellos. 20 Y llegando el que había recibido los cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: “Señor, usted me entregó cinco talentos; mire, he ganado otros cinco talentos”. 21 Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. 22 Llegando también el de los dos talentos, dijo: “Señor, usted me entregó dos talentos; mire, he ganado otros dos talentos”. 23 Su señor le dijo: “Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”.
24 »Pero llegando también el que había recibido un talento (21.6 kilos), dijo: “Señor, yo sabía que usted es un hombre duro, que siega donde no sembró y recoge donde no ha esparcido, 25 y tuve miedo, y fui y escondí su talento en la tierra; mire, aquí tiene lo que es suyo”. 26 Pero su señor le dijo: “Siervo malo y perezoso, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. 27 Debías entonces haber puesto mi dinero en el banco, y al llegar yo hubiera recibido mi dinero con intereses. 28 Por tanto, quítenle el talento y dénselo al que tiene los diez talentos (216 kilos de plata)”.
29 »Porque a todo el que tiene, más se le dará, y tendrá en abundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. 30 Y al siervo inútil, échenlo en las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes.

El juicio final

31 »Pero cuando el Hijo del Hombre venga en Su gloria, y todos los ángeles con Él, entonces Él se sentará en el trono de Su gloria; 32 y serán reunidas delante de Él todas las naciones; y separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. 33 Y pondrá las ovejas a Su derecha y los cabritos a la izquierda.
34 »Entonces el Rey dirá a los de Su derecha: “Vengan, benditos de Mi Padre, hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo. 35 Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui extranjero, y me recibieron; 36 estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y vinieron a Mí”. 37 Entonces los justos le responderán, diciendo: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos como extranjero y te recibimos, o desnudo y te vestimos? 39 ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y vinimos a Ti?”. 40 El Rey les responderá: “En verdad les digo que en cuanto lo hicieron a uno de estos hermanos Míos, aun a los más pequeños, a Mí lo hicieron”.
41 »Entonces dirá también a los de Su izquierda: “Apártense de Mí, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; 43 fui extranjero, y no me recibieron; estaba desnudo, y no me vistieron; enfermo, y en la cárcel, y no me visitaron”. 44 Entonces ellos también responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, o como extranjero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?”. 45 Él entonces les responderá: “En verdad les digo que en cuanto ustedes no lo hicieron a uno de los más pequeños de estos, tampoco a Mí lo hicieron”. 46 Estos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna».

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