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16-07-2024

DEVOCIONAL

Devocional: Hechos 3

Hechos 3 incluye un breve informe de un sermón que se predicó de manera imprevista. (Sin duda, como tantos otros sermones imprevistos, ¡seguramente se compuso con elementos que Pedro había utilizado antes!). Hay muchos puntos de gran interés. 

(1) Pedro enlaza a menudo la venida de Jesús el Mesías con el Dios de Abraham, Isaac y Jacob (3:13), con Moisés y la promesa de que Dios eventualmente levantaría un profeta como él (3:22; cfDeuteronomio 18:15-18; ver también meditación del 13 de junio), con el testimonio profético del Antiguo Testamento (3:24) e incluso con la promesa de Dios a Abraham de que, a través de su descendencia, bendeciría a todos los pueblos de la tierra (3:25; ver meditaciones del 14 y 15 de enero). En este momento, Pedro no tenía una comprensión tan amplia de estos puntos como la tuvo más tarde, a juzgar por los capítulos 10 y 11. Pero el hecho de que haya entendido tanto, refleja ese período de capacitación con el Señor Jesús. 

(2) Pedro ni por un segundo libera a sus espectadores de su responsabilidad (3:13-15). Muchos de sus oyentes fueron cómplices al exigir que se crucificara a Jesús; pero, como un profeta del Antiguo Testamento, Pedro vio al pueblo entero involucrado en la decisión de sus líderes. El pueblo puede haber actuado “por ignorancia” (3:17), es decir, no pensaron: “Aquí está el Mesías. Vamos a matarlo”, pero en efecto lo mataron y Pedro les recuerda su culpa, no sólo como un hecho inalterable de la historia, sino también porque es esa misma culpa la que Jesús vino a resolver (3:19-20). Más aún, a pesar de que el pueblo es culpable, Pedro entiende que fue precisamente a través de la vil ejecución de Jesús cómo “Dios cumplió lo que había anunciado de antemano por medio de todos los profetas: que su Mesías tenía que padecer” (3:18). Esta es la suprema ironía de la historia. 

(3) Hay una serie de características que relacionan este sermón con el sermón de Hechos 2 y algunos otros en el libro de los Hechos. Estos elementos incluyen: el Dios de nuestros padres ha enviado a su siervo Jesús; vosotros lo matasteis –desheredando al Santo y Justo, el autor de la vida–, pero Dios lo levantó de entre los muertos; somos testigos de estas cosas; por la muerte y resurrección de Jesús, Dios cumplió las promesas que hizo a través de los profetas; por tanto, arrepentíos y volveos a Dios. Desde luego que hay variaciones de estos temas, pero retornan una y otra vez. 

(4) Aunque “muchos prodigios y señales… realizaban los apóstoles” (2:43), ellos mismos tenían claro que carecían del poder y de la santidad para hacer que un mendigo lisiado caminara (3:12). Su humildad es una lección perpetua. “Esta fe que viene por medio de Jesús lo ha sanado por completo” (3:16).

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: Jeremías 12
En el siglo VIII a.C., Oseas pasó por la terrible experiencia de la traición de una mujer unida a él por el pacto del matrimonio y que se entregó a la prostitución. De ese modo, comprobó un poco cómo percibe el Señor la prostitución espiritual del pueblo con el que estaba vinculado por el pacto. De una forma en cierto sentido parecida, Jeremías ha sufrido el rechazo de sus amigos y familiares (11:18-23, meditación de ayer). Su angustia y su ira por la situación establecen el escenario propicio para que Dios explique su propia respuesta al pueblo que lo había rechazado (Jeremías 12).

La pregunta planteada por Jeremías surge de sus experiencias en los versículos inmediatamente precedentes. Ha estado poniendo su grano de arena para fomentar la reforma, pero su vida se ve amenazada por sus familiares y los demás habitantes de su propio pueblo. Aunque sigue declarando la justicia de Dios, el profeta se queja: “Tú, Señor, eres justo cuando discuto contigo. Sin embargo, quisiera exponerte algunas cuestiones de justicia. ¿Por qué prosperan los malvados? “¿Por qué viven tranquilos los traidores?” (12:1). Sumergido en la desesperación y desbordado por un sentimiento de desigualdad absoluta, Jeremías pregunta a Dios en los primeros versículos de este capítulo por qué no arranca simplemente a los malos y los destruye.

El Señor no responde directamente (12:5-6). En su lugar, dice al profeta que en realidad aún no ha visto nada. Si Jeremías flaquea de manera tan dolorosa en su propio pueblo, ¿cómo le irá entonces en la atmósfera mucho más complicada y perversa de Jerusalén? “Si los que corren a pie han hecho que te canses, ¿cómo competirás con los caballos? Si te tambaleas en el entorno relativamente seguro de Anatot, ¿qué harás en la espesura del Jordán?” (En el período anterior al exilio, la llanura aluvial del Jordán se cubría de una vegetación exuberante que protegía a muchos animales salvajes, incluyendo al león asiático). Muchos líderes cristianos han tenido que aprender que los sufrimientos iniciales simplemente preparan el camino para mucho más de lo mismo.

Al menos, Jeremías es un poco más capaz de comprender lo que Dios quiere decir cuando dice: “He abandonado mi casa, he rechazado mi herencia, he entregado a mi pueblo amado en poder de sus enemigos. Mis herederos se han comportado conmigo como leones en la selva. Lanzan rugidos contra mí; por eso lo aborrezco” (12:7-8). Por tanto, los versículos siguientes describen el juicio que llegará inevitablemente.

Sin embargo, la gracia de Dios brilla incluso aquí. Después de haberlos “arrancado”, los traerá de vuelta a su propia heredad (12:14-15). Si el exilio es inevitable debido a su pecado, seguidamente llegará la restauración, porque Dios es compasivo. Incluso las naciones paganas se unirán en la bendición del Señor, allá donde repudien a los baales y juren por el Dios viviente (12:16).

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Josué 23
Discurso de despedida de Josué
23 Aconteció muchos días después de haber dado el SEÑOR reposo a Israel de todos sus enemigos de alrededor, siendo Josué ya muy anciano y avanzado en años, que Josué llamó a todo Israel, a sus ancianos, a sus jefes, a sus jueces y a sus oficiales, y les dijo: «Yo ya soy viejo y avanzado en años. Y ustedes han visto todo lo que el SEÑOR su Dios ha hecho a todas estas naciones por causa de ustedes, porque el SEÑOR su Dios es quien ha peleado por ustedes.
»Miren, les he asignado por suerte, como heredad para sus tribus, estas naciones que aún quedan junto con todas las naciones que he destruido, desde el Jordán hasta el Mar Grande, hacia la puesta del sol. El SEÑOR su Dios las echará de delante de ustedes y las expulsará de su presencia; y ustedes poseerán su tierra, tal como el SEÑOR su Dios les ha prometido.
»Esfuércense, pues, en guardar y en hacer todo lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés, para que no se aparten de ella ni a la derecha ni a la izquierda, a fin de que no se junten con estas naciones, las que quedan entre ustedes. No mencionen el nombre de sus dioses, ni hagan que nadie jure por ellos, ni los sirvan, ni se inclinen ante ellos, sino que al SEÑOR, el Dios de ustedes, se mantendrán unidos, como lo han hecho hasta hoy.
»Porque el SEÑOR ha expulsado a naciones grandes y poderosas de delante de ustedes. En cuanto a ustedes, nadie les ha podido hacer frente hasta hoy. 10 Un solo hombre de ustedes hace huir a mil, porque el SEÑOR su Dios es quien pelea por ustedes, tal como Él les ha prometido. 11 Tengan sumo cuidado, por la vida de ustedes, de amar al SEÑOR su Dios.
12 »Porque si se vuelven, y se unen al resto de estos pueblos que permanecen entre ustedes, y contraen matrimonio con ellos, y se juntan con ellos, y ellos con ustedes, 13 ciertamente sepan que el SEÑOR su Dios no continuará expulsando a estas naciones de delante de ustedes, sino que serán como lazo y trampa para ustedes, como azote en sus costados y como espinas en sus ojos, hasta que perezcan de sobre esta buena tierra que el SEÑOR su Dios les ha dado.
14 »Miren, hoy me voy por el camino de toda la tierra, y ustedes saben con todo su corazón y con toda su alma que ninguna de las buenas palabras que el SEÑOR su Dios habló acerca de ustedes ha faltado. Todas les han sido cumplidas, ninguna de ellas ha faltado.
15 »Y sucederá que así como han venido sobre ustedes todas las buenas palabras que el SEÑOR su Dios les habló, de la misma manera el SEÑOR traerá sobre ustedes toda amenaza, hasta que los haya destruido de sobre esta buena tierra que el SEÑOR su Dios les ha dado.
16 »Cuando quebranten el pacto que el SEÑOR su Dios les ordenó, y vayan y sirvan a otros dioses, y se inclinen ante ellos, entonces la ira del SEÑOR se encenderá contra ustedes, y perecerán prontamente de sobre esta buena tierra que Él les ha dado».

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Hechos 3
LIBRO QUINTO
Curación de un cojo
Cierto día Pedro y Juan subían al templo a la hora novena, la hora de la oración. 2 Y había un hombre, cojo desde su nacimiento, al que llevaban y ponían diariamente a la puerta del templo llamada la Hermosa, para que pidiera limosna a los que entraban al templo. 3 Este, viendo a Pedro y a Juan que iban a entrar al templo, les pedía limosna. 4 Entonces Pedro, junto con Juan, fijando su vista en él, le dijo: «¡Míranos!».
Él los miró atentamente, esperando recibir algo de ellos. 6 Pero Pedro le dijo: «No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: en el nombre de Jesucristo el Nazareno, ¡anda!».
Y tomándolo de la mano derecha, lo levantó; al instante sus pies y tobillos cobraron fuerza, 8 y de un salto se puso en pie y andaba. Entró al templo con ellos caminando, saltando y alabando a Dios.
Todo el pueblo lo vio andar y alabar a Dios, 10 y reconocieron que era el mismo que se sentaba a la puerta del templo, la Hermosa, a pedir limosna, y se llenaron de asombro y admiración por lo que le había sucedido.

Segundo sermón de Pedro

11 Estando el que era cojo aferrado a Pedro y a Juan, todo el pueblo, lleno de asombro, corrió al pórtico llamado de Salomón, donde ellos estaban.
12 Al ver esto, Pedro dijo al pueblo: «Hombres de Israel, ¿por qué se maravillan de esto, o por qué nos miran así, como si por nuestro propio poder o piedad le hubiéramos hecho andar?
13 El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a Su Siervo Jesús, al que ustedes entregaron y repudiaron en presencia de Pilato, cuando este había resuelto poner a Jesús en libertad.
14 Pero ustedes repudiaron al Santo y Justo, y pidieron que se les concediera un asesino,
15 y dieron muerte al Autor de la vida, al que Dios resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.
16 »Por la fe en Su nombre, es el nombre de Jesús lo que ha fortalecido a este hombre a quien ven y conocen. La fe que viene por medio de Jesús, le ha dado a este esta perfecta sanidad en presencia de todos ustedes.
17 Y ahora, hermanos, yo sé que obraron por ignorancia, lo mismo que sus gobernantes.
18 Pero Dios ha cumplido así lo que anunció de antemano por boca de todos los profetas: que Su Cristo debía padecer.
19 »Por tanto, arrepiéntanse y conviértanse, para que sus pecados sean borrados, a fin de que tiempos de alivio vengan de la presencia del Señor, 20 y Él envíe a Jesús, el Cristo designado de antemano para ustedes. 21 A Él el cielo debe recibir hasta el día de la restauración de todas las cosas, acerca de lo cual Dios habló por boca de Sus santos profetas desde tiempos antiguos. 22 Moisés dijo: “El Señor Dios les levantará a ustedes un profeta como yo de entre sus hermanos; a Él prestarán atención en todo cuanto les diga. 23 Y sucederá que todo el que no preste atención a aquel profeta, será totalmente destruido de entre el pueblo”. 24 Asimismo todos los profetas que han hablado desde Samuel y sus sucesores en adelante, también anunciaron estos días.
25 »Ustedes son los hijos de los profetas y del pacto que Dios hizo con sus padres, al decir a Abraham: “Y en tu simiente serán benditas todas las familias de la tierra”. 26 Para ustedes en primer lugar, Dios, habiendo resucitado a Su Siervo, lo ha enviado para que los bendiga, a fin de apartar a cada uno de ustedes de sus iniquidades».

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Jeremías 12
Queja de Jeremías

12 Justo eres Tú, oh SEÑOR, cuando a Ti presento mi causa; En verdad, asuntos de justicia voy a discutir contigo. ¿Por qué prospera el camino de los impíos Y viven en paz todos los que obran con perfidia? 2 Tú los plantas, y echan raíces; Crecen, dan fruto. Cerca estás de sus labios, Pero lejos de su corazón. Pero Tú me conoces, oh SEÑOR, Tú me ves, Y compruebas la actitud de mi corazón para contigo. Arrástralos como ovejas para el matadero Y sepáralos para el día de la matanza. ¿Hasta cuándo estará de luto la tierra Y marchita la vegetación de todo el campo? Por la maldad de los que moran en ella Han sido destruidos los animales y las aves, Porque han dicho: «Dios no verá nuestro fin».

Respuesta de Dios

«Si corriste con los de a pie y te cansaron, ¿Cómo, pues, vas a competir con los caballos? Si caes en tierra de paz, ¿Cómo te irá en la espesura del Jordán? Porque además tus hermanos y la casa de tu padre, También ellos te han traicionado, También ellos han dado gritos en pos de ti. No les creas aunque te digan cosas agradables.
»He dejado Mi casa, He abandonado Mi heredad, He entregado a la amada de Mi alma En manos de sus enemigos. Mi heredad vino a ser para Mí Como león en la selva; Rugió contra Mí; Por tanto, la aborrecí. ¿Es acaso Mi heredad para Mí como ave de rapiña de varios colores? ¿Están las aves de rapiña por todos lados contra ella? Vayan, reúnan a todas las bestias del campo, Tráiganlas para que la devoren. 10 Muchos pastores han arruinado Mi viña, Han pisoteado Mi heredad; Han hecho de Mi hermosa heredad Un desierto desolado. 11 Fue hecha una desolación, Desolada, llora sobre Mí; Todo el país ha sido desolado, Porque no hubo nadie que le importara. 12 Sobre todas las alturas desoladas del desierto Han venido destructores, Porque la espada del SEÑOR devora De un extremo de la tierra al otro; No hay paz para nadie. 13 Han sembrado trigo y han segado espinos, Se han esforzado sin provecho alguno. Avergüéncense, pues, de sus cosechas A causa de la ardiente ira del SEÑOR».
14 Así dice el SEÑOR en cuanto a todos Mis malvados vecinos que atacan la heredad que he dado en posesión a Mi pueblo Israel: «Los arrancaré de su tierra, y a la casa de Judá la arrancaré de en medio de ellos. 15 Después que los haya arrancado, volveré y les tendré compasión, y los haré regresar cada uno a su heredad y cada cual a su tierra. 16 Y si ellos de verdad aprenden los caminos de Mi pueblo, jurando en Mi nombre: “Vive el SEÑOR”, así como ellos enseñaron a Mi pueblo a jurar por Baal, entonces serán restablecidos en medio de Mi pueblo. 17 Pero si no escuchan, entonces arrancaré esa nación, sí la arrancaré y la destruiré», declara el SEÑOR.

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Mateo 26
Complot para prender y matar a Jesús
26 Cuando Jesús terminó todas estas palabras, dijo a Sus discípulos: «Ustedes saben que dentro de dos días se celebra la Pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado».
Entonces los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote llamado Caifás, y con engaño, tramaron entre ellos prender y matar a Jesús. Pero decían: «No durante la fiesta, para que no haya un tumulto en el pueblo».

Jesús ungido en Betania

Estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, se acercó a Él una mujer con un frasco de alabastro de perfume muy costoso, y lo derramó sobre Su cabeza cuando estaba sentado a la mesa. Pero al ver esto, los discípulos se indignaron, y decían: «¿Para qué este desperdicio? 9 Porque este perfume podía haberse vendido a gran precio, y el dinero habérselo dado a los pobres».
10 Pero Jesús, dándose cuenta, les dijo: «¿Por qué molestan a la mujer? Pues buena es la obra que me ha hecho. 11 Porque a los pobres siempre los tendrán con ustedes, pero a Mí no siempre me tendrán. 12 Pues al derramar ella este perfume sobre Mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. 13 En verdad les digo, que dondequiera que este evangelio se predique, en el mundo entero, se hablará también de lo que esta ha hecho, en memoria de ella».

Traición de Judas

14 Entonces uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes, 15 y les dijo: «¿Qué están dispuestos a darme para que yo les entregue a Jesús?». Y ellos le pesaron treinta monedas de plata (30 siclos: 432 gramos). 16 Y desde entonces Judas buscaba una oportunidad para entregar a Jesús.

Preparación de la Pascua

17 El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: «¿Dónde quieres que hagamos los preparativos para que comas la Pascua?». 18 Y Él respondió: «Vayan a la ciudad, a cierto hombre, y díganle: “El Maestro dice: ‘Mi tiempo está cerca; quiero celebrar la Pascua en tu casa con Mis discípulos’”». 19 Entonces los discípulos hicieron como Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.

Jesús identifica al traidor

20 Al atardecer, estaba Jesús sentado a la mesa con los doce discípulos. 21 Y mientras comían, dijo: «En verdad les digo que uno de ustedes me entregará». 22 Ellos, profundamente entristecidos, comenzaron a decir uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?». 23 Él respondió: «El que metió la mano al mismo tiempo que Yo en el plato, ese me entregará. 24 El Hijo del Hombre se va, según está escrito de Él; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Mejor le fuera a ese hombre no haber nacido». 25 Judas, el que lo iba a entregar, dijo: «¿Acaso soy yo, Rabí?». «Tú lo has dicho», le contestó Jesús.

Institución de la Cena del Señor

26 Mientras comían, Jesús tomó pan, y habiéndolo bendecido, lo partió, y dándoselo a los discípulos, dijo: «Tomen, coman; esto es Mi cuerpo». 27 Y tomando una copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: «Beban todos de ella; 28 porque esto es Mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. 29 Les digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con ustedes en el reino de Mi Padre».
30 Y después de cantar un himno, salieron hacia el monte de los Olivos.

Jesús predice la negación de Pedro

31 Entonces Jesús les dijo*: «Esta noche todos ustedes se apartarán por causa de Mí, pues escrito está: “Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño se dispersarán”. 32 Pero después de que Yo haya resucitado, iré delante de ustedes a Galilea». 33 Pedro le respondió: «Aunque todos se aparten por causa de Ti, yo nunca me apartaré». 34 Jesús le dijo: «En verdad te digo que esta misma noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces». 35 Pedro le dijo*: «Aunque tenga que morir junto a Ti, jamás te negaré». Todos los discípulos dijeron también lo mismo.

Jesús en Getsemaní

36 Entonces Jesús llegó* con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo* a Sus discípulos: «Siéntense aquí mientras Yo voy allá y oro». 37 Y tomando con Él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. 38 Entonces les dijo*: «Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte; quédense aquí y velen junto a Mí».
39 Y adelantándose un poco, cayó sobre Su rostro, orando y diciendo: «Padre Mío, si es posible, que pase de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero, sino como Tú quieras». 40 Entonces vino* Jesús a los discípulos y los halló* durmiendo, y dijo* a Pedro: «¿Conque no pudieron velar una hora junto a Mí? 41 Velen y oren para que no entren en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».
42 Apartándose de nuevo, oró por segunda vez, diciendo: «Padre Mío, si esta copa no puede pasar sin que Yo la beba, hágase Tu voluntad». 43 Vino otra vez Jesús y los halló durmiendo, porque sus ojos estaban cargados de sueño. 44 Dejándolos de nuevo, se fue y oró por tercera vez, y dijo otra vez las mismas palabras. 45 Entonces vino* a los discípulos y les dijo*: «¿Todavía están durmiendo y descansando? Vean, ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. 46 ¡Levántense! ¡Vamos! Miren, está cerca el que me entrega».

Arresto de Jesús

47 Mientras Jesús estaba todavía hablando, Judas, uno de los doce, llegó acompañado de una gran multitud con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. 48 El que lo entregaba les había dado una señal, diciendo: «Al que yo bese, Él es; lo pueden prender». 49 Enseguida se acercó a Jesús y dijo: «¡Salve, Rabí!». Y lo besó. 50 «Amigo, haz lo que viniste a hacer», le dijo Jesús. Entonces ellos se acercaron, echaron mano a Jesús y lo arrestaron.
51 Y uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo al siervo del sumo sacerdote, le cortó la oreja. 52 Entonces Jesús le dijo*: «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que tomen la espada, a espada perecerán. 53 ¿O piensas que no puedo rogar a Mi Padre, y Él pondría a Mi disposición ahora mismo más de doce legiones de ángeles? 54 Pero, ¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras que dicen que así debe suceder?».
55 En aquel momento Jesús dijo a la muchedumbre: «¿Cómo contra un ladrón han salido con espadas y palos para asegurarse que me arrestaban? Cada día me sentaba en el templo para enseñar, y no me prendieron. 56 Pero todo esto ha sucedido para que se cumplan las Escrituras de los profetas». Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

Jesús ante el Concilio

57 Los que prendieron a Jesús lo llevaron ante el sumo sacerdote Caifás, donde estaban reunidos los escribas y los ancianos. 58 Pedro fue siguiendo de lejos a Jesús hasta el patio del sumo sacerdote, y entrando, se sentó con los guardias para ver el fin de todo aquello.
59 Y los principales sacerdotes y todo el Concilio procuraban obtener falso testimonio contra Él, con el fin de dar muerte a Jesús, 60 y no lo hallaron a pesar de que se presentaron muchos falsos testigos. Pero más tarde se presentaron dos, 61 que dijeron: «Este declaró: “Yo puedo destruir el templo de Dios y en tres días reedificarlo”».
62 Entonces el sumo sacerdote, levantándose, le dijo: «¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra Ti?». 63 Pero Jesús se quedó callado. Y el sumo sacerdote le dijo: «Te ordeno por el Dios viviente que nos digas si Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios». 64 Jesús le contestó*: «Tú mismo lo has dicho; sin embargo, a ustedes les digo que desde ahora verán al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo sobre las nubes del cielo».
65 Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos de más testigos? Ahora mismo ustedes han oído la blasfemia. 66 ¿Qué les parece?». «¡Él es digno de muerte!», le contestaron. 67 Entonces le escupieron en el rostro y le dieron puñetazos; y otros lo abofeteaban, 68 y le decían: «Adivina, Cristo, ¿quién es el que te ha golpeado?».

La negación de Pedro

69 Pedro estaba sentado afuera en el patio, y una sirvienta se le acercó y dijo: «Tú también estabas con Jesús el galileo». 70 Pero él lo negó delante de todos ellos, diciendo: «No sé de qué hablas».
71 Cuando salió al portal, lo vio otra sirvienta y dijo* a los que estaban allí: «Este estaba con Jesús el Nazareno». 72 Y otra vez él lo negó con juramento: «¡Yo no conozco a ese hombre!».
73 Un poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro: «Seguro que tú también eres uno de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre». 74 Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: «¡Yo no conozco al hombre!». Y al instante un gallo cantó. 75 Pedro se acordó de lo que Jesús había dicho: «Antes que el gallo cante, me negarás tres veces». Y saliendo afuera, lloró amargamente.

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