Desde el principio de la creación, vemos el diseño de Dios para la unión entre un hombre y una mujer: «Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne» (Gn 2:24).
Dios ideó el matrimonio como una institución en la que ambos cónyuges se convierten en una sola carne (Mt 19:5), donde el hombre es cabeza de la mujer y del hogar (1 Co 11:3) y la mujer es su ayuda idónea y se somete a su marido como al Señor (Ef 5:22), y donde lo que Dios ha unido nadie debe separarlo (Mt 19:6).
Pero, en este mundo caído y bajo la realidad de nuestro pecado, muchas veces nuestros matrimonios no lucen de esa manera. En lugar de vivir como una sola carne, cada uno buscamos nuestros intereses. En lugar de que nada nos separe, nos alejamos el uno del otro y damos riendas sueltas a la insatisfacción. Al quitar los ojos de Cristo, los ponemos en nuestros deseos engañosos.
Cuando la insatisfacción en nuestros matrimonios nos inunda, ideas como estas pueden terminar dominando nuestros pensamientos:
- «Mi matrimonio no es lo que esperaba que fuera».
- «Es que mi esposo no termina de cambiar».
- «Él ya no es tan detallista y amoroso como antes».
- «Si tan solo él fuera un líder espiritual para nuestra familia».
- «Creo que estoy casada con la persona equivocada».
La insatisfacción en el matrimonio no debería ser ignorada. Sin embargo, a diferencia de lo que podría ser nuestra inclinación, y sin restar para nada la responsabilidad que tienen los esposos de cultivar por medio de su cuidado un matrimonio con más gozo, debemos examinar nuestro propio corazón antes de ver lo que nuestros esposos están haciendo o dejando de hacer.
Caminos hacia la insatisfacción
La insatisfacción no ocurre de la noche a la mañana. No es que un día tengamos una hermosa y cercana relación con nuestros esposos y al otro día nos levantamos sintiéndonos insatisfechas. Hay cosas que van pasando en nuestro interior, ideas erróneas que acogemos y a las que decidimos darles lugar y dejarlas crecer, en lugar de detenerlas o buscar la ayuda necesaria.
Permíteme mostrarte algunos caminos que pueden llevarnos a la insatisfacción.
1. Las expectativas irreales
En nuestras diferentes relaciones siempre estamos esperando algo de los demás. Tenemos expectativas de cómo deberían ser las cosas, y eso no está necesariamente mal. El problema llega cuando eso que esperamos es irreal y no toma en consideración la realidad del pecado y del mundo caído en el que vivimos.
Vivir conforme a los valores de este mundo nos aleja de los intereses de Cristo
Por ejemplo, queremos un esposo que nunca falle, sino que siempre esté presente cuando lo necesitamos. Alguien que en todo tiempo responda de la manera en la que esperamos y que diga «sí» a todas nuestras peticiones. Cuando permitimos que nuestras mentes se llenen de expectativas irreales, la insatisfacción no se hará esperar, porque nuestros esposos jamás podrán llenar ese estándar irreal que les hemos puesto.
Un matrimonio saludable requiere que tengamos un entendimiento correcto de la realidad del mundo en que vivimos y de nuestra condición de pecado, tanto la nuestra como la de nuestros esposos. Además, requiere que nuestras expectativas sean formadas a la luz de esa realidad y el poder del evangelio.
2. El egocentrismo
Un ingrediente que no falta en la mayoría de los casos de insatisfacción matrimonial es el egocentrismo. Muchas veces estamos insatisfechas porque no estamos recibiendo lo que nuestros deseos egoístas quieren.
Estamos insatisfechas porque queremos ser servidas en lugar de servir. Estamos insatisfechas porque tenemos los ojos puestos en nosotras mismas. Cuando dejamos que el egocentrismo sea lo que domine nuestra relación matrimonial, terminamos siendo dominadas por nuestros propios deseos.
Pero la Biblia nos llama a buscar servir en lugar de ser servidas y a ver a nuestros esposos como superiores a nosotras mismas (Fil 2:3).
3. Una falsa idea de romance
Otro factor de influencia hacia la insatisfacción es tener una idea incorrecta de cómo debe lucir un matrimonio. Las películas, series y libros de romance nos venden una idea mayormente errónea de cómo debe ser una relación. En lugar de filtrar todo esto a la luz de las verdades de la Palabra, muchas veces permitimos que moldeen nuestros deseos y formen nuestras expectativas para el matrimonio.
Nuestra definición de amor debe venir de lo que la Palabra nos enseña
Pero la Palabra nos enseña un concepto de amor muy diferente al que este mundo nos presenta: un amor que no busca lo suyo, que es paciente, que no se irrita, que todo lo cree, que todo lo soporta, uno que no deja de ser (1 Co 13). Nuestra definición de amor debe venir de lo que la Palabra nos enseña.
4. La mundanalidad
Podemos encontrarnos en un momento en nuestro caminar cristiano en el que nuestra mirada está puesta en las cosas de este mundo y no en las de Cristo. Sin lugar a dudas, esto afecta nuestros matrimonios y lo que esperamos en ellos.
Por ejemplo, quizás queremos vivir en un estándar económico que no es conforme a nuestra realidad y demandamos de nuestros maridos una provisión que no pueden dar. Quizás tenemos una idea de belleza conforme a este mundo y rechazamos a nuestro marido porque no luce de acuerdo con este ideal. Cuando permitimos que los valores de este mundo le den forma a lo que esperamos en nuestros matrimonios terminaremos en insatisfacción.
Vivir conforme a los valores de este mundo nos aleja de los intereses de Cristo. Tener matrimonios que agraden a Dios y se alejen de la insatisfacción requiere que como creyentes vivamos en una búsqueda intencional y continua de las cosas de arriba, las cosas celestiales (Col 3:1-3).
5. La separación emocional
Un factor más que puede llevarnos a la insatisfacción es la lejanía emocional uno del otro. Ya hemos visto que Dios diseñó el matrimonio para que el esposo y la esposa sean una sola carne, es decir, para que vivan en unidad. Pero hay matrimonios en los que poco a poco la pareja se va separando emocionalmente: la comunicación es mínima, no hay disfrute el uno del otro y, por lo tanto, esta realidad que se decide ignorar va creando un sentido de insatisfacción en la relación.
Cuando encontramos nuestra satisfacción en Jesús, todo lo demás ocupa el lugar correcto, porque solo en Jesús estamos completos
Encontrarnos en medio de una separación emocional requerirá que evaluemos nuestros matrimonios a la luz del perdón y la restauración y que busquemos ayuda en caso de ser necesario.
Redireccionando nuestros corazones
Los matrimonios que glorifican al Señor buscan vivir bajo Su diseño: como una sola carne y sin separación. Vivir de esta manera requiere que tomemos en cuenta los puntos anteriores y algo más que es vital que recordemos: jamás vamos a encontrar nuestra plenitud en nuestros maridos.
Ninguna relación terrenal puede llenarnos de la manera en la que solo Jesús puede hacerlo. Ninguna relación fue diseñada para ser el centro de nuestras vidas, porque solo Jesús debe serlo. Cuando encontramos nuestra satisfacción en Jesús, todo lo demás ocupa el lugar correcto, porque solo en Jesús estamos completos (Col 2:10).
Así que, en medio de la insatisfacción en nuestros matrimonios corramos a Jesús. Corramos a Aquel que nos perdona en medio de nuestros pecados y quien es el único que puede traer plenitud y abundancia a nuestras vidas.
Patricia Namnún es coordinadora de iniciativas femeninas de Coalición por el Evangelio, desde donde escribe, contacta autoras, y adquiere contenidos específicos para la mujer. Sirve en el ministerio de mujeres en la Iglesia Piedra Angular, República Dominicana. Patricia es graduada del Instituto Integridad & Sabiduría y tiene un certificado en ministerio del Southern Baptist Theological Seminary, a través del programa Seminary Wives Institute. Ama enseñar la Palabra a otras mujeres y está felizmente casada con Jairo desde el 2008 y juntos tienen tres hermosos hijos, Ezequiel, Isaac, y María Ester. Puedes encontrarla en Instagram y YouTube.
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