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Lectura de Hoy

10-08-2024

DEVOCIONAL

Devocional: Rut 3–4

Los académicos no se ponen de acuerdo sobre la importancia social de cada acción que se toma en Rut 3-4, pero la línea general es bastante clara. Es casi seguro que no se seguían muy consistentemente las leyes del levirato, las cuales permitían u ordenaban a los hombres casarse con sus cuñadas viudas bajo algunas circunstancias para mantener el nombre fami- liar. Siguiendo las instrucciones de Noemí, Rut tomó un poco de iniciativa: se acostó a los pies de Booz en un área donde sólo dormían los hombres. Cuando él se despertó, ella de dijo: “Extiende sobre mí el borde de tu manto, ya que tú eres un pariente que me puede redimir” (3:9). Esto fue una invitación, pero no barata. Le indicó a él su disposición de ser su esposa, si Booz ejecu- taba su deber como pariente-redentor. Booz lo recibió como un halago: apa- rentemente, había suficiente diferencia de edad entre ellos (3:10, sumado a su costumbre de referirse a Rut como “hija mía”) de modo que le conmue- ve la disposición de ella para casarse con él en vez de buscar a los jóvenes.

La historia continúa con integridad romántica. A Hollywood no le gus- taría en absoluto: no hay nada de sexo apasionado, y menos prematrimo- nial. Pero el relato tiene un encanto seductor, junto con un respeto íntegro a la tradición y al procedimiento, así como un claro conocimiento de la na- turaleza humana. Finalmente, Noemí predice con seguridad que Booz “no va a descansar hasta dejar resuelto este asunto hoy mismo” (3:18).

Tenía razón, desde luego. La puerta de la ciudad era el lugar para los acuerdos públicos y allí Booz tomó a diez ancianos como testigos y con de- licadeza exigió que el hombre que era el pariente más cercano de Noemí (y que por tanto tenía derecho a rehusar primero) cumpliera sus obligaciones como pariente-redentor o abandonara legalmente esa posibilidad (4:1-4). Aparentemente, en aquella época los derechos matrimoniales estaban vin- culados a la posesión de la tierra del marido difunto. A este pariente-reden- tor le hubiera encantado obtener la tierra, pero no quiso casarse con Rut. Su hijo primogénito en ese tipo de unión recibiría la propiedad y herencia familiar del marido difunto; los próximos hijos heredarían del padre natu- ral. Pero la situación era complicada. ¿Y qué si Rut sólo engendraba un hijo?

Así que Booz se casó con Rut y ella dio a luz un hijo, a quien llamaron Obed. A Noemí no sólo le regalan un nieto, sino una familia entera dispues- ta y capaz de cuidar de ella.

En cierto sentido, esta es una historia sencilla de la fidelidad de Dios en las cosas pequeñas de la vida, en una época de malestar social, declive reli- gioso, confusión política y anarquía frecuente. Dios aún tiene a su pueblo: trabajando arduamente, actuando con honor, casándose, engendrando hi- jos, cuidando de los mayores. No tenían idea de que el linaje de Obed en- gendraría al rey David y, según la carne, al Rey Jesús.  

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: Jeremías 38
No es fácil ver la relación entre los acontecimientos de Jeremías 38 y los de 37:11-21. Algunos creen que son dos episodios totalmente diferentes de la vida del profeta; otros creen que el capítulo 38 es una ampliación del anterior. Sea cual sea la realidad, el diálogo final entre Jeremías y el rey Sedequías al final del capítulo exige una reflexión seria.

Los acontecimientos en sí son fácilmente comprensibles. El profeta ha estado predicando durante décadas la inminente destrucción de Jerusalén. En su mayoría, el pueblo lo ha ignorado o se ha burlado de él. Con las tropas de Nabucodonosor alrededor de los muros, sin embargo, la credibilidad de Jeremías se encuentra, sin duda, en su punto más alto. Así pues, cuando comunica de parte del Señor que quien permanezca en la ciudad morirá por la espada, el hambre o la peste, mientras que los que se rindan sobrevivirán (38:2), es mucho más probable que lo crean ahora que hace cinco años. Sin embargo, los oficiales de la ciudad no consideran que esas palabras provengan del Señor y las entienden como una traición, con el efecto pernicioso de socavar la confianza de las tropas restantes.

El castigo al que se enfrenta el profeta es desagradable. En esa época, la mayor parte de las casas tenían cisternas, a menudo con forma de garrafa, para almacenar agua potable. La que se utiliza para recluir a Jeremías no tenía uso, pero había una gruesa capa de barro en su fondo. Abandonado en ella durante un largo tiempo, probablemente sin comida ni agua, el profeta moriría.
Lo que salva a Jeremías, humanamente hablando, es que el rey Sedequías sigue buscando su consejo.

El profeta no tiene miedo alguno. Aunque no sea políticamente correcto, dice al rey que debería obedecer al Señor y someterse a los babilonios: la alternativa es ir directos al desastre (38:20-21). Para Sedequías, eso quizás sería difícil de creer por razones históricas: en los asedios de la antigüedad, los que resistían tanto como lo hizo Jerusalén eran ejecutados aunque se rindiesen. Además, existía otra razón por la que le resultaba difícil creer las palabras del profeta: seguía dependiendo en gran manera de sus “amigos”, que, según el profeta, serían motivo de escarnio un día como aliados inútiles que llevaron al rey al fango (38:22).

La yuxtaposición de los capítulos 37 y 38 (la meditación de ayer y la de hoy) no es accidental. El liderazgo del pueblo de Dios puede ser desastroso, con unos subordinados que son mejores pero muy débiles o miedosos para llevar a cabo ese cambio tan desesperadamente necesario (Jeremías 37). Otra opción es que sea débil o corrupto a través de su jerarquía, con el máximo mandatario demasiado indeciso o sin fuerza para limpiar su gobierno. Lo más triste de todo es que existan instituciones cristianas en las que la debilidad o la corrupción prevalezcan en todos los niveles.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Rut 3–4
Rut pide a Booz que sirva de redentor
3 Después su suegra Noemí le dijo: «Hija mía, ¿no he de buscar seguridad para ti, para que te vaya bien? 2  Ahora pues, ¿no es Booz nuestro pariente, con cuyas criadas estabas? Mira, él va a aventar cebada en la era esta noche. 3  Lávate, pues, perfúmate y ponte tu mejor vestido y baja a la era; pero no te des a conocer al hombre hasta que haya acabado de comer y beber. 4  Y sucederá que cuando él se acueste, notarás el lugar donde se acuesta; irás, descubrirás sus pies y te acostarás; entonces él te dirá lo que debes hacer». 5  Ella respondió: «Todo lo que me dices, haré».6 Descendió, pues, Rut a la era e hizo todo lo que su suegra le había mandado. 

7  Cuando Booz hubo comido y bebido, y su corazón estaba contento, fue a acostarse al pie del montón de grano; y ella vino calladamente, le destapó los pies y se acostó. 8  A medianoche Booz se sorprendió, y al voltearse notó que una mujer estaba acostada a sus pies. 9  Booz le preguntó: «¿Quién eres?». Y ella respondió: «Soy Rut, su sierva. Extienda, pues, su manto sobre su sierva, por cuanto es pariente cercano». 10  Entonces él dijo: «Bendita seas del Señor, hija mía. Has hecho tu última bondad mejor que la primera, al no ir en pos de los jóvenes, ya sean pobres o ricos. 

11  Ahora, hija mía, no temas. Haré por ti todo lo que me pidas, pues todo mi pueblo en la ciudad sabe que eres una mujer virtuosa. 12  Ahora bien, es verdad que soy pariente cercano, pero hay un pariente más cercano que yo. 13  Quédate esta noche, y cuando venga la mañana, si él quiere redimirte, bien, que te redima. Pero si no quiere redimirte, entonces, como que el Señor vive, yo te redimiré. Acuéstate hasta la mañana».14 Ella se acostó a sus pies hasta la mañana, y se levantó antes que una persona pudiera reconocer a otra; y él dijo: «Que no se sepa que ha venido mujer a la era». 

15  Luego Booz le dijo: «Dame el manto que tienes puesto y sujétalo». Y ella lo sujetó, y él midió seis porciones de cebada y se las puso encima. Entonces ella entró en la ciudad. 16  Cuando llegó a donde estaba su suegra, esta le preguntó: «¿Cómo te fue, hija mía?». Y Rut le contó todo lo que Booz había hecho por ella. 17  Y añadió: «Me dio estas seis porciones de cebada, pues dijo: “No vayas a tu suegra con las manos vacías”». 18  Entonces Noemí dijo: «Espera, hija mía, hasta que sepas cómo se resolverá el asunto; porque este hombre no descansará hasta que lo haya arreglado hoy mismo».

Booz redime la heredad de Elimelec

4 Booz subió a la puerta y allí se sentó, y cuando el pariente más cercano de quien Booz había hablado iba pasando, le dijo: «Oye, amigo, ven acá y siéntate». Y él vino y se sentó. 2  Y Booz tomó diez hombres de los ancianos de la ciudad, y les dijo: «Siéntense aquí». Y ellos se sentaron. 3  Entonces dijo al pariente más cercano: «Noemí, que volvió de la tierra de Moab, tiene que vender la parte de la tierra que pertenecía a nuestro hermano Elimelec. 

4  Y pensé informarte, diciéndote: “Cómprala en presencia de los que están aquí sentados, y en presencia de los ancianos de mi pueblo. Si la vas a redimir, redímela; y si no, dímelo para que yo lo sepa; porque no hay otro aparte de ti que la redima, y yo después de ti”». Él dijo: «La redimiré». 5  Entonces Booz dijo: «El día que compres el campo de manos de Noemí, también debes adquirir a Rut la moabita, viuda del difunto, a fin de conservar el nombre del difunto en su heredad». 6  Y el pariente más cercano respondió: «No puedo redimirla para mí mismo, no sea que perjudique mi heredad. Redímela para ti; usa tú mi derecho de redención, pues yo no puedo redimirla».7 Y la costumbre en tiempos pasados en Israel tocante a la redención y el intercambio de tierras para confirmar cualquier asunto era esta: uno se quitaba la sandalia y se la daba al otro; y esta era la manera de confirmar tratos en Israel. 

8  El pariente más cercano dijo a Booz: «Cómprala para ti». Y se quitó la sandalia. 9  Entonces Booz dijo a los ancianos y a todo el pueblo: «Ustedes son testigos hoy que he comprado de la mano de Noemí todo lo que pertenecía a Elimelec y todo lo que pertenecía a Quelión y a Mahlón. 10  Además, he adquirido a Rut la moabita, la viuda de Mahlón, para que sea mi mujer a fin de preservar el nombre del difunto en su heredad, para que el nombre del difunto no sea cortado de entre sus hermanos, ni del atrio de su lugar de nacimiento; ustedes son testigos hoy». 11  Y todo el pueblo que estaba en el atrio, y los ancianos, dijeron: «Somos testigos. Haga el Señor a la mujer que entra en tu casa como a Raquel y a Lea, las cuales edificaron la casa de Israel; y que tú adquieras riquezas en Efrata y seas célebre en Belén. 

12  Además, sea tu casa como la casa de Fares, el que Tamar dio a luz a Judá, por medio de la descendencia que el Señor te dará de esta joven».

Booz se casa con Rut

13 Booz tomó a Rut y ella fue su mujer, y se llegó a ella. Y el Señor hizo que concibiera, y ella dio a luz un hijo. 14  Entonces las mujeres dijeron a Noemí: «Bendito sea el Señor que no te ha dejado hoy sin redentor; que su nombre sea célebre en Israel. 15  Que el niño también sea para ti restaurador de tu vida y sustentador de tu vejez; porque tu nuera, que te ama y que es de más valor para ti que siete hijos, lo ha dado a luz». 16  Entonces Noemí tomó al niño, lo puso en su regazo y se encargó de criarlo. 

17  Las mujeres vecinas le dieron un nombre y dijeron: «Le ha nacido un hijo a Noemí». Y lo llamaron Obed. Él es el padre de Isaí, padre de David.18 Estas son las generaciones de Fares: Fares fue el padre de Hezrón, 19  Hezrón el padre de Ram, Ram el padre de Aminadab, 20  Aminadab el padre de Naasón, Naasón el padre de Salmón, 21  Salmón el padre de Booz, Booz el padre de Obed, 22  Obed el padre de Isaí e Isaí fue el padre de David.

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Hechos 28
LIBRO QUINTO
Pablo en Malta
28 Una vez que ellos estaban a salvo, nos enteramos de que la isla se llamaba Malta.  Los habitantes de la isla nos mostraron toda clase de atenciones, porque a causa de la lluvia que caía y del frío, encendieron una hoguera y nos acogieron a todos.
Pero cuando Pablo recogió una brazada de leña y la echó al fuego, una víbora salió huyendo del calor y se le prendió en la mano. 

 Cuando los habitantes, vieron el animal colgando de su mano, decían entre sí: «Sin duda que este hombre es un asesino, pues aunque fue salvado del mar, la diosa Justicia no le ha concedido vivir».  Pablo, sin embargo, sacudiendo la mano, arrojó el animal al fuego y no sufrió ningún daño.  Ellos esperaban que comenzara a hincharse, o que súbitamente cayera muerto. Pero después de esperar por largo rato, y de no observar nada anormal en él, cambiaron de parecer y decían que Pablo era un dios.

Cerca de allí había unas tierras que pertenecían al hombre principal de la isla, que se llamaba Publio, el cual nos recibió y nos hospedó con toda amabilidad por tres días. 8 Como el padre de Publio estaba en cama, enfermo con fiebre y disentería, Pablo entró a verlo, y después de orar puso las manos sobre él, y lo sanó.

Cuando esto sucedió, los demás habitantes de la isla que tenían enfermedades venían a él y eran curados. 10  También nos honraron con muchas demostraciones de respeto, y cuando estábamos para salir, nos suplieron con todo lo necesario.

Continúa el viaje a Roma

11 Después de tres meses, nos hicimos a la vela en una nave alejandrina que había invernado en la isla, y que tenía por insignia a los Hermanos Gemelos. 12  Al llegar a Siracusa, nos quedamos allí por tres días. 13  Saliendo de allí, seguimos la costa hasta llegar a Regio. Al día siguiente se levantó un viento del sur y en dos días llegamos a Puteoli. 

14  Allí encontramos algunos hermanos, que nos invitaron a permanecer con ellos por siete días. Y así llegamos a Roma.15 Al tener noticia de nuestra llegada, los hermanos vinieron desde allá a recibirnos hasta el Foro de Apio y Las Tres Tabernas; y cuando Pablo los vio, dio gracias a Dios y cobró ánimo.

Pablo en Roma

16 Cuando entramos en Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con el soldado que lo custodiaba.17 Tres días después Pablo convocó a los principales de los judíos, y cuando se reunieron, les dijo: «Hermanos, sin haber hecho yo nada contra nuestro pueblo ni contra las tradiciones de nuestros padres, desde Jerusalén fui entregado preso en manos de los romanos, 18  los cuales, cuando me interrogaron, quisieron ponerme en libertad, pues no encontraron causa para condenarme a muerte.

19 »Pero cuando los judíos se opusieron, me vi obligado a apelar a César, pero no porque tuviera acusación alguna contra mi pueblo. 20  Por tanto, por esta razón he pedido verlos y hablar con ustedes, porque por causa de la esperanza de Israel llevo esta cadena».21 Y ellos le dijeron: «Nosotros no hemos recibido cartas de Judea sobre ti, ni ha venido aquí ninguno de los hermanos que haya informado o hablado algo malo acerca de ti. 22  Pero deseamos oír por ti mismo lo que enseñas, porque lo que sabemos de esta secta es que en todas partes se habla contra ella».

Pablo predica en Roma

23 Y habiéndole fijado un día, vinieron en gran número adonde él se alojaba. Desde la mañana hasta la tarde les explicaba testificando fielmente sobre el reino de Dios, procurando persuadirlos acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas. 24  Algunos eran persuadidos con lo que se decía, pero otros no creían. 25  Al no estar de acuerdo entre sí, comenzaron a marcharse después de que Pablo dijo una última palabra: «Bien habló el Espíritu Santo a sus padres por medio de Isaías el profeta, 26  diciendo:

“Ve a este pueblo y di:
‘Al oír oirán, y no entenderán;
Y viendo verán, y no percibirán;
27  Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible,
Y con dificultad oyen con sus oídos;
Y sus ojos han cerrado;
De otro modo verían con los ojos,
Y oirían con los oídos,
Y entenderían con el corazón,
Y se convertirían,
Y Yo los sanaría’”.

28 »Sepan, por tanto, que esta salvación de Dios ha sido enviada a los gentiles. Ellos sí oirán». 29  Cuando hubo dicho esto, los judíos se fueron, teniendo gran discusión entre sí.30 Pablo se quedó por dos años enteros en la habitación que alquilaba, y recibía a todos los que iban a verlo, 31  predicando el reino de Dios y enseñando todo lo concerniente al Señor Jesucristo con toda libertad, sin estorbo.

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Jeremías en la cisterna
38 Y Sefatías, hijo de Matán, Gedalías, hijo de Pasur, Jucal, hijo de Selemías, y Pasur, hijo de Malquías, oyeron las palabras que Jeremías hablaba a todo el pueblo: 2 «Así dice el Señor: “El que se quede en esta ciudad morirá a espada, de hambre o de pestilencia, pero el que se pase a los caldeos, vivirá y tendrá su vida por botín y seguirá viviendo”. 

3  Así dice el Señor: “Ciertamente esta ciudad será entregada en manos del ejército del rey de Babilonia, y él la tomará”». 4  Entonces dijeron los oficiales al rey: «Den muerte ahora a este hombre, porque él desanima a los hombres de guerra que quedan en esta ciudad y a todo el pueblo diciéndoles tales palabras. Este hombre no busca el bien de este pueblo, sino el mal».

5 El rey Sedequías dijo: «Él está en sus manos; pues el rey nada puede hacer contra ustedes». 6  Entonces ellos tomaron a Jeremías, y bajándolo con cuerdas lo echaron en la cisterna de Malaquías, hijo del rey, que había en el patio de la guardia. En la cisterna no había agua, sino lodo, así que Jeremías se hundió en el lodo. 7  Ebed Melec el etíope, eunuco del palacio del rey, oyó que habían echado a Jeremías en la cisterna. Estando el rey sentado a la puerta de Benjamín, 8 salió Ebed Melec del palacio real y habló al rey y le dijo: 9  «Oh rey, mi señor, estos hombres han obrado mal en todo lo que han hecho al profeta Jeremías echándolo en la cisterna. Él morirá donde está a causa del hambre, porque no hay más pan en la ciudad».

10 Entonces el rey ordenó al etíope Ebed Melec: «Toma bajo tu mando tres hombres de aquí, y saca al profeta Jeremías de la cisterna antes que muera». 11  Ebed Melec tomó a los hombres bajo su mando, entró en el palacio del rey al lugar debajo del cuarto del tesoro y tomó de allí ropas raídas y trapos viejos, y con sogas los bajó a Jeremías en la cisterna. 12  Y el etíope Ebed Melec dijo a Jeremías: «Ponte ahora estas ropas raídas y trapos bajo tus brazos, debajo de las sogas»; y así lo hizo Jeremías. 13  Tiraron de Jeremías con las sogas y lo subieron de la cisterna. Y Jeremías se quedó en el patio de la guardia.

El rey consulta a Jeremías

14 Entonces el rey Sedequías mandó que le trajeran al profeta Jeremías a la entrada tercera que había en la casa del Señor; y el rey le dijo a Jeremías: «Voy a preguntarte una cosa; no me ocultes nada». 15  Y Jeremías dijo a Sedequías: «Si se la hago saber a usted, ¿no es cierto que me matará? Además, si le doy un consejo, no me escuchará». 16  Pero el rey Sedequías le juró en secreto a Jeremías: «Vive el Señor, que nos dio esta vida, que ciertamente no te mataré ni te entregaré en manos de esos hombres que buscan tu vida».

17 Entonces Jeremías dijo a Sedequías: «Así dice el Señor, Dios de los ejércitos, el Dios de Israel: “Si en verdad usted se pasa a los oficiales del rey de Babilonia, entonces vivirá, y esta ciudad no será incendiada, y usted y su casa vivirán. 18  Pero si usted no se pasa a los oficiales del rey de Babilonia, entonces esta ciudad será entregada en manos de los caldeos; y ellos la incendiarán y usted no escapará de su mano”».

19 Entonces el rey Sedequías respondió a Jeremías: «Tengo temor de los judíos que se han pasado a los caldeos, no sea que me entreguen en sus manos y me maltraten». 20  Pero Jeremías dijo: «No lo entregarán. Le ruego que escuche la voz del Señor en lo que le digo, y le irá bien y vivirá. 21  Pero si sigue usted rehusando pasarse, esta es la palabra que el Señor me ha mostrado: 22  “Todas las mujeres que quedan en el palacio del rey de Judá, serán llevadas a los oficiales del rey de Babilonia, y ellas dirán:

‘Te han engañado y han prevalecido contra ti;
Tus buenos amigos,
Mientras tus pies estaban hundidos en el lodo,
Se volvieron atrás’.

23 Todas sus mujeres y sus hijos serán llevados a los caldeos. Tampoco usted escapará de sus manos, sino que será apresado por la mano del rey de Babilonia, y esta ciudad será incendiada”».24 Entonces Sedequías dijo a Jeremías: «Que nadie sepa de estas palabras, y no morirás. 25  Pero si los oficiales se enteran de que he hablado contigo, y vienen a ti y te dicen: “Dinos ahora lo que dijiste al rey y lo que el rey te dijo, no nos lo ocultes, y no te mataremos”, 26  tú les dirás: “Presentaba al rey mi súplica de que no me hiciera volver a la casa de Jonatán, a morir allí”». 

27  Luego vinieron todos los oficiales a Jeremías y lo interrogaron. Y él les informó conforme a todas estas palabras que el rey le había ordenado; y no volvieron a preguntarle, ya que de la conversación nadie había oído nada. 28  Así Jeremías quedó en el patio de la guardia hasta el día en que Jerusalén fue tomada.

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Salmos 11–12
El Señor, refugio y defensaPara el director del coro.
Salmo de David.
11 En el Señor me refugio;
¿Cómo es que ustedes le dicen a mi alma: «Huye como ave al monte?
2  Porque los impíos tensan el arco,
Preparan su flecha sobre la cuerda
Para disparar en lo oscuro a los rectos de corazón.
3 Si los fundamentos son destruidos;
¿Qué puede hacer el justo?».

4 El Señor está en Su santo templo, el trono del Señor está en los cielos;
Sus ojos contemplan, Sus párpados examinan a los hijos de los hombres.
5  El Señor prueba al justo y al impío,
Y Su alma aborrece al que ama la violencia.
6  Sobre los impíos hará llover carbones encendidos;
Fuego, azufre y viento abrasador será la porción de su copa.
7  Pues el Señor es justo; Él ama la justicia;
Los rectos contemplarán Su rostro.

Dios, protector del justoPara el director del coro; sobre una lira de ocho cuerdas.
Salmo de David.


12 Salva, Señor, porque el piadoso deja de ser;
Porque los fieles desaparecen de entre los hijos de los hombres.
2  Falsedad habla cada uno a su prójimo;
Hablan con labios lisonjeros y con doblez de corazón.
3  Corte el Señor todo labio lisonjero,
La lengua que habla con exageración;
4  A los que han dicho: «Con nuestra lengua prevaleceremos,
Nuestros labios nos defienden; ¿quién es señor sobre nosotros?».
5  «Por la desolación del afligido, por los gemidos del menesteroso,
Me levantaré ahora», dice el Señor; «lo pondré en la seguridad que anhela».

6 Las palabras del Señor son palabras puras,
Plata probada en un crisol en la tierra, siete veces refinada.
7  Tú, Señor, los guardarás;
De esta generación los preservarás para siempre.
8  Por todas partes se pasean los impíos,
Cuando la maldad es exaltada entre los hijos de los hombres.

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