Vida Cristiana

No tomes a la ligera la amistad de Jesús

Nota del editor: 

Este es un fragmento adaptado del libro Amigos: Relaciones profundas en una era superficial (B&H Español, 2024), de Juan Moncayo.

Hay muchas palabras que se traducen como «amistad» o «amigos» en la Biblia. Un término griego común es filos en el Nuevo Testamento, el cual define una relación de amor entre personas cercanas, que están en el mismo sentir o en estrecha asociación.

Jesús habla de amistad y tenía amigos. Esto es impresionante. Por lo regular, pensamos que las personas necesitan amigos debido a que son débiles (lo que es verdad), o se ve la amistad utilitariamente con fines egocentristas. Pero no, aquí tenemos al varón perfecto que tenía amistades. Al ser totalmente humano, Cristo buscaba amistad y compañerismo.

La Biblia nos muestra claramente cómo llamó a algunas personas a ser Sus amigos. Juan el Bautista era Su amigo. También llamó amigos a pecadores y tenía una amistad cercana con Marta, María y Lázaro, lo cual lo llevó a llorar por la muerte de Su amigo (Jn 11:35). Finalmente, en el huerto de Getsemaní, Jesús pidió a tres de Sus amigos que lo acompañaran en uno de los momentos más difíciles de Su vida.

Si queremos ir en pos de nuestro Señor, las amistades y la comunidad deben ser una parte normal de nuestra vida

 

Lo que quiero decir es que Jesús, en Su ministerio terrenal y como humano, tenía y buscaba amistades. En su libro sobre el tema, Jonathan Holmes cita las siguientes palabras del pastor escocés Hugh Black: «[Jesús] fue perfectamente humano y, por lo tanto, sintió la falta de amistad». A esto, Holmes añade: «La amistad fue un elemento indispensable de Jesús en Su ministerio terrenal».1

Es increíble pensar que Jesús buscara amistades. Nosotros, en cambio, muchas veces decidimos renunciar a tener compañerismo con otros. Pero si queremos ir en pos de nuestro Señor, las amistades y la comunidad deben ser una parte normal de nuestra vida.

Una afirmación sorprendente

Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero los he llamado amigos, porque les he dado a conocer todo lo que he oído de Mi Padre (Jn 15:15, énfasis añadido).

Observemos juntos que, cuando Jesús nos llama «amigos», la oración empieza con la conjunción «pero». Este detalle es importante, ya que la idea de una amistad con Jesús (que aparece tres veces en la sección) debió asombrar a la audiencia original de Juan de una forma que es foránea a nuestro contexto.

Para nosotros, la idea de que Jesús es nuestro amigo es común. Es más, recuerdo que en una sesión de consejería le pedí al aconsejado (quien estaba esclavizado en pecado y con su vida por el piso) que orara para iniciar nuestra sesión. Casi me caigo de la silla cuando él inclinó su cabeza y, con total ligereza, oró: «Jesús, “pana” mío, te pido, “compa”, tú sabes, que me ayudes…».

Sin intención de minimizar la cercanía de Cristo, en nuestro tiempo es fácil tener una idea de Jesús como amigo y separarla del carácter y la persona de Cristo. Como dijo Stephen Nichols: «Una cosa que hacemos bien dentro del cristianismo evangélico es pensar en Jesús como nuestro amigo. Pero también es nuestro Rey».2 El resultado es que, al tener este desequilibrio, nos perdemos de lo asombroso y glorioso de esa idea; sobre todo, podemos terminar perdiéndonos el corazón del mensaje.

Jesús es Rey sobre todo

El Rey nos está llamado a ser Sus amigos. Jesús es Rey en el contexto del Evangelio de Juan; el autor representa a Cristo como el Hijo de Dios y el Rey que tiene toda autoridad y poder.

Al inicio del Evangelio, en Juan 1:1, queda en claro que el Verbo era Dios. En 1:49 Natanael identifica a Jesús con dos palabras impregnadas de peso e importancia: Hijo de Dios y Rey. A lo largo de todo el Evangelio de Juan queda claro que Jesús es Rey. La palabra «rey» aparece dieciséis veces, de las cuales quince se refieren a Cristo y solo una al César. Además, la palabra «reino» se utiliza cinco veces, y en todas ellas, Jesús está hablando de Su reino.

Sin intención de minimizar la cercanía de Cristo, en nuestro tiempo es fácil tener una idea de Jesús como amigo y separarla del carácter y la persona de Cristo

 

Por ejemplo, en Juan 18:36, declara: «Mi reino no es de este mundo. Si Mi reino fuera de este mundo, entonces Mis servidores pelearían para que Yo no fuera entregado a los judíos. Pero ahora Mi reino no es de aquí». En Juan 3, Cristo, como Rey, define quiénes pueden entrar en Su reino. En Juan 6:15 leemos que el Señor tuvo que apartarse porque las personas se daban cuenta de que Él era distinto, que había autoridad en Él, por lo que querían hacerlo rey. En Juan 12:13, cuando Jesús entró en la ciudad, el texto dice que: «Tomaron hojas de las palmas y salieron a recibir a Jesús, y gritaban: ¡Hosanna! Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel».

Incluso en Su momento de humillación, seguía siendo Rey. Observa que, cuando Pilato, un rey terrenal que ahora está enterrado en una tumba, interrogó a Jesús, Cristo siguió teniendo el control y era el único Rey verdadero cuando le respondió: «Tú dices que soy rey» (Jn 18:37).

Finalmente, un capítulo después encontramos que Pilato puso un letrero sobre la cruz que decía «El Rey de los judíos» a pesar de las quejas de los líderes religiosos que decían: «No escribas, “el Rey de los judíos”; sino que Él dijo: “Yo soy Rey de los judíos”» (Jn 19:21).

Cuando Jesús nos llama amigos,  hay un favor inmerecido al ser llamado a tan elevada amistad que trae increíbles beneficios

 

En la soberanía de Dios, incluso ese letrero y las palabras de Pilato, «Lo que he escrito, he escrito», afirman la realidad de que Jesús era (y continúa siendo) el Rey, mientras que los seres humanos tratan de argumentar lo opuesto.

Esta realidad es increíble si consideramos el tema de las amistades. Amigo lector, un rey es un hombre al que se da loor, delante del cual los demás doblan sus rodillas; no es alguien al que podríamos dirigirnos de manera irreverente y con una actitud desdeñosa, diciendo: «Oye, pana, ayúdame con esta oración».

Un teólogo asegura que «Juan retrata a Jesús como una figura real que invita a Sus seguidores a una amistad real, en la que experimentan el honor y los privilegios de ser miembros de Su círculo íntimo».3 Por lo tanto, cuando Jesús nos llama amigos, no se trata de que Él sea mi «pana» o mi «cuate»; más bien, hay un favor inmerecido al ser llamado a tan elevada amistad que trae increíbles beneficios.


1. Holmes, The Company We Keep, p. 21. 

2. Conferencia Nacional de Ligonier, 2015. 

3. Mark Zhakevich, The Compensatory Benefits of Discipleship in the Gospel of John. Disertación doctoral, doctor en Filosofía, Universidad de Edimburgo, 2017, pp. 145-146. 


Juan Moncayo es uno de los pastores en la Iglesia La Fuente en Quito, Ecuador. Tiene una Maestría en Divinidad en Clarks Summit University y una ingeniería en negocios de The Master’s University en California en donde conoció a su esposa Marissa y tienen dos hijos pequeños. Actualmente es estudiante de doctorado (Ph. D.) en el Seminario Midwestern Baptist Theological Seminary. Puedes encontrarlo en Instagram @jota.moncayo.

Acerca del Autor

0.00 avg. rating (0% score) - 0 votes
Mostrar Más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Back to top button
18405