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Predica sobre los problemas de la gente, pero no olvides el evangelio

Cuando leemos la Biblia, vemos claramente que se habla de los problemas sociales de sus tiempos. En el Antiguo Testamento, los profetas predicaban contra la extravagancia de los ricos y el maltrato de los pobres y extranjeros. En el Nuevo Testamento, Jesucristo, Pablo y Santiago hablan o escriben sobre asuntos de racismo (judíos/gentiles), economía y sexismo. Hoy en día, las cuestiones sociales se han multiplicado y afectan a muchas personas y familias de nuestras congregaciones. ¿Cómo podemos tratar temas delicados —teológicos, sociales o políticos— desde el púlpito y no dejar a la iglesia herida, dividida, o dañada?

Lo que enfrentamos

Una búsqueda en línea de asuntos y problemas sociales proporcionará una lista casi interminable que incluirá el alcoholismo, las drogas, el consumo de tabaco, la sexualidad promiscua, el aborto, la pornografía, la identidad de género, la inmigración y muchos más. La gran mayoría de estos problemas sociales de nuestra época caen en la «zona gris» —el área de temas no tratados explícitamente en las Escrituras—. Claro, en el siglo I no existían los cigarrillos, la cocaína, el aborto o la pornografía en línea. De hecho, navegar por estos temas en este mundo postmoderno es un reto. Pero, gracias a Dios, no estamos sin recursos: tenemos la Biblia y el Espíritu Santo.

Tanto si tocamos estos temas o no, es muy probable que ofendamos a alguien; mejor dicho, la Palabra de Dios va a ofender a alguien. Pablo escribe en su carta a los Corintios:

Mientras que nosotros predicamos a Cristo crucificado. Este mensaje es motivo de tropiezo para los judíos y es locura para los no judíos. (1 Cor. 1:23)

No significa que debamos intentar hacer tropezar a los demás, ni que deseemos parecer locos. La Palabra (no nosotros) simplemente va a confrontar a la gente con sus pecados.

Debemos recordar siempre los propósitos de la predicación: hacer discípulos de Jesucristo y discipular a los seguidores de Jesucristo. Entonces, ¿qué debemos hacer con estos temas sociales y cómo debemos tratarlos?

Acercar los temas

Debemos empezar por reconocer que uno de los peligros es nuestra tendencia a elegir. Curiosamente, casi nunca proclamamos sobre nuestros propios vicios. ¿Cuándo he oído a un pastor predicar sobre la gula? ¿Cuándo he oído a un pastor proclamar el peligro del egoísmo y la arrogancia en uno mismo? ¿Cuándo hemos oído sermones sobre el peligro del amor al dinero? (Muchos piden dinero, pero muy pocos hablan sobre el peligro del amor al dinero). Casi podemos adivinar los vicios de un pastor por lo que nunca predica.

En primer lugar, es importante recordar que la gente en nuestras congregaciones puede estar tratando y luchando con estas cuestiones, si no ellos mismos, sin duda los miembros de sus familias. Si elegimos un tema para incluir en nuestra predicación, algo que nos gustaría «atacar» desde una perspectiva bíblica, tal vez deberíamos parar y pensar: Lo más probable es que acabe atacando a alguien de la congregación o a los miembros de su relación con mis hermanos y hermanas en Cristo?

En mi congregación hay personas que sufren por el alcoholismo. Hay padres que pierden la cabeza por las decisiones de sus hijos. Hay jóvenes que luchan con la identificación de su género. Hay personas cautivadas por las drogas. Es la realidad de nuestra gente. La pregunta para nosotros es: ¿Cómo vamos a tratar estos problemas que ya tienen rostro y nombre?

En segundo lugar, a veces pensamos que nuestra predicación va a precipitar un cambio instantáneo en la gente de nuestra congregación. Pensamos: «Si tan solo predico en contra de esta práctica o si les muestro que este hábito es un pecado, entonces…» que vamos a influenciar positivamente a la gente. De nuevo, tenemos que reconocer que nuestro papel como pastores es predicar y proclamar la Palabra de Dios… y permitir que el Espíritu Santo efectúe los cambios en la vida de las personas:

Y cuando él [Espíritu Santo] venga, convencerá al mundo de su error en cuanto al pecado, a la justicia y al juicio… (Jn. 16:8)

Debemos recordar siempre lo que Jesús nos advirtió: «Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra» (Jn. 8:7). Por tanto, no debemos tirar piedras. En cambio, debemos permitir que la Palabra de Dios y el Espíritu Santo tomen la lucha por nosotros. Debemos recordar siempre que el trabajo de convencer del pecado no es nuestro; es del Espíritu Santo. Nuestro trabajo es predicar, proclamar las buenas nuevas de Dios.

Un enfoque diferente

En mis años de pastor y predicador, he aprendido la importancia de predicar ‘a favor’ en lugar de ‘en contra’. En lugar de atacar y castigar (en contra) he visto más fruto en la práctica de promover lo que debemos hacer y cómo debemos vivir (a favor).

En lugar de predicar contra las malas prácticas y hábitos que dañan nuestros cuerpos —drogas, abuso del alcohol, glotonería— predico a favor del cuidado de nuestro cuerpo (2 Cor. 7:1Ef. 5:29). En lugar de predicar contra las relaciones ilícitas y perjudiciales —pornografía, promiscuidad, abusos— predico a favor de las relaciones sanas (Ef. 5:25-33). En lugar de predicar contra la confusión y la obsesión de nuestras sociedades con la identidad de género, predico a favor de encontrar nuestra identidad en Cristo Jesús (2 Cor. 5:16-20).

Como siempre, debemos volver a nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Sí, Él atacó a algunos, a los líderes religiosos en su arrogancia e hipocresía, pero nunca a la gente de la calle. Siempre llamó a sus discípulos a vivir mejor, a actuar de otra manera, a animar siempre a los que le rodeaban a pensar y vivir de otra manera. ¿No deberíamos hacer nosotros lo mismo? ¿No es mejor llamar a la gente a vivir de otra manera en lugar de atacar y castigarlos?

Dejemos que la Palabra convenza de pecado y que el Espíritu Santo efectúe un cambio de vida mientras llamamos a nuestra gente a la nueva vida en Cristo. Confiemos en el poder de Dios y en Su Palabra… y permanezcamos fieles proclamando el mensaje del amor de Dios. Así, veremos los frutos de un trabajo «bien hecho» con integridad.


Por Jon A. Herrin

El Rvdo. Dr. Jon A. Herrin es pastor, teólogo y autor. Después de servir por siete años en Venezuela y México con su esposa, Jeanne, Jon ahora sirve como pastor en los Estados Unidos en la frontera de Texas con México. Sus publicaciones incluyen tres libros (el más reciente, Génesis para hoy, 2023) y varios artículos. Él y su esposa tienen tres hijos grandes y cuatro nietos. Sus intereses incluyen la teología práctica, el senderismo y el café expreso.


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