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¿Qué nos enseña la fe de Abraham sobre tener una motivación correcta?

LECCIONES DE OBEDIENCIA, CONFIANZA Y BENDICIÓN DE LA VIDA DE ABRAHAM

A lo largo de la Biblia podemos encontrar historias misteriosas e increíbles que ciertamente van más allá de la comprensión humana, pero que al mismo tiempo ofrecen grandes lecciones para nuestra fe. Una de las grandes pedagogías de Dios se destaca en la historia de Abraham y, como en las historias de otros patriarcas, no es una historia simple, sino que es un kerigma, una profecía que se remonta al pasado y una doxología sobre el presente.

UN DIOS QUE DIALOGA

El gran diálogo de Dios con la humanidad comienza con Abraham; es la respuesta de Dios a los hombres que se han dispersado por el mundo debido a su pecado. Dios inicia la salvación y actúa en la historia de los hombres al elegir a un hombre sin importar su pasado idólatra, a través del cual «todas las familias de la tierra serán bendecidas» (Gén. 12:3). La iniciativa divina solo requiere renuncia, obediencia e incluso expropiación.

Si Dios requiere todo lo que Abraham, un hombre semi nómada, tiene (tierra, parentela y familia), es porque Dios le promete mucho más. Una renuncia importante para una promesa importante. Un llamado a abandonar las limitaciones conocidas para lanzarse y apoyarse en un Dios que lo ha llamado y se ha comprometido a ampliar su horizonte.

RENUNCIA Y PROMESA DIVINA

Todo lo que Dios le promete parece imposible de cumplir: una gran cantidad de descendencia cuando su esposa es infértil y él mismo es anciano. Sin embargo, Abraham sale sin conocer el nombre de su destino, renunciando a todo, incluyendo su patria, su hogar, su estabilidad… Y a pesar de que todas las circunstancias parecen ir en contra de esta promesa, salta al vacío confiando porque sabe que Dios rige su vida, no él mismo.

Dios no le había dado ninguna prueba, y es ahí cuando Abraham comienza a conocer a Dios no por esquemas, opiniones o dogmas que le habían sido transmitidos, sino por experiencia personal.

La Escritura nunca oculta las sombras y dificultades de la vida de Abraham, pero Dios mismo lo educa gradualmente hacia una fe más completa. Un Dios que discierne el corazón predispuesto de un ser humano, que, a pesar de sus errores y virtudes, busca satisfacerlo.

Aunque Abraham había sacrificado su pasado por Dios dejando Ur anteriormente, ahora también está dispuesto a sacrificar su futuro por Él. No se trata de algo ilusorio sino de su hijo Isaac; su consuelo durante su vejez, la base de su promesa y la preservación de su nombre, todo ante el altar del sacrificio. No sobreestima sus creencias, pensamientos e incluso experiencias previas con Dios. Esta educación de la fe por parte de Dios está llegando a su punto máximo hasta el punto de quedarse sin escudos humanos viviendo la obediencia a Dios en la oscuridad y creyendo a Dios. [1]

CELEBRANDO LOS FRUTOS DE LA FE

Desde que salió de Harán hasta que llegó a Moriah, han pasado unos cincuenta años de experiencias con su Maestro. Mientras el héroe de la fe sigue su camino de espera y obediencia, nuestro cansancio aparece muy temprano. Mientras Abraham abandona su mundo conocido sin exigir señal y guardando silencio, nosotros reclamamos y convertimos a Dios en nuestro siervo.

No intenta dominar ni controlar a Dios, sino más bien lo acoge con sencillez y humildad, con apertura para descubrir nuevas facetas de ese Dios que se muestra cercano.

Anclar nuestra mente en una gracia pasada es perderse gracias futuras. El Dios que conocí ayer no será necesariamente el que se me revelará mañana. [2]

Abraham no se alimenta de memorias pasadas, sino que renueva su visión con nuevas experiencias. Cuando hacemos lo contrario, difícilmente podemos ser sorprendidos por el Infinito, no por su capacidad sino porque nuestra mente lo ha encasillado y por tanto anulado.

EL DESAFÍO DE LA FE: SUPERANDO LAS LIMITACIONES HUMANAS

«La fe viene por el oír» (fidex ex auditu, Rom. 10:17 RV60), e involucra necesariamente cuando el otro se acerca lo suficiente como para que se le pueda hablar en la proximidad del oído. Abraham fue considerado amigo de Dios por este motivo e igual nosotros al imitar su fe. Obedece con sufrimiento. Reconocer que la prueba promueve el desarrollo es frustrante y doloroso, pero también la planta necesita mojarse para crecer. La fe se duerme en una vida cristiana tranquila donde las circunstancias favorables predominan sin perturbación. El ave no experimentará el placer de volar mientras permanezca en su nido. No podremos apreciar la realidad de las promesas de Dios si nos aferramos a lo terrenal. Abraham nunca habría llegado a ser el padre de los fieles si hubiera permanecido en Ur. Le era necesario dejar su hogar por un lugar desconocido para que su fe creciera. [3]

Para conocer la total dependencia de Dios, debemos liberarnos de todas las dependencias terrenales y emocionales. Los llamados divinos no siempre van acompañados de razones, sí de promesas, y es por eso que los días que comienzan con sol no son siempre brillantes. La fe es el germen de la justicia divina, y cuando Dios ve que poseemos el germen, nos considera igualmente poseídos de la cosecha que yace en nuestro corazón.

Y es que la madurez de nuestra fe puede verse detenida por apegos: personas, crítica, murmuración, afanarse por necesidades, permitir que nuestros dones y talentos se atrofien, nuestras decepciones… Por ello, es esencial desarrollarnos tanto emocional como espiritualmente al mismo tiempo. El interés divino se encuentra más en lo que aprendemos de Él durante el proceso de dependencia, una dependencia cotidiana y total; para que la fe que antes no podía nadar en un arroyo ahora pueda dominar las olas del mar, debemos aferrarnos a Él y mantenernos firmes. Vivir conforme a la luz que se nos ha dado nos llevará a recibir más luz.

CORAZÓN Y FE

Todo lo mencionado anteriormente nos habla de tener una adecuada motivación. La fe sustenta nuestra teología y vida espiritual como hijos de Dios y como obreros cristianos, y dependiendo de cómo sea, vamos a sentir, manifestar y experimentar el reino de Dios en nuestra vida. Dios mira la fe de los hombres en relación con su corazón correcto, y una motivación correcta es la que mira lo invisible y lo espera con certeza.

Podemos tener una fe vinculada a un corazón equivocado, centrado en deseos humanos y propósitos carnales, una fe que trata de someter a Dios a nuestra voluntad y da más poder a los hombres que a su soberanía. Sigamos el ejemplo de Abraham, rindiendo nuestra voluntad y buscando el propósito divino como nuestra principal meta en nuestro viaje espiritual.

Fuentes y referencias:

  1. Museo del Prado, «El sacrificio de Isaac» (Luca Giordano, ca. 1653). Reseña en línea: .
  2. Cita el arzobispo ortodoxo Anthony Bloom.
  3. Kern, W. & Niemann, F. J. (1986). El conocimiento teológico. Barcelona, España: Herder, p. 229.

POR JOSÉ ÁNGEL SÁNCHEZ

Natural de España, licenciado y masterado en Administración y Dirección de Empresas (Universidad de Oviedo y Escuela de Negocios de Barcelona). Actualmente estudiando un máster en Teología (Universidad de Murcia). Junto con su trabajo secular como responsable de departamento de contabilidad, enseñar y predicar a través de estudios bíblicos y discipulado es su pasión. Miembro de la Primera Asamblea de Dios del Principado de Asturias, sirvió por más de un año y medio en la Cottage Lane Mission Church (Liverpool, Inglaterra) bajo la cobertura de dicha iglesia.


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