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Lectura de Hoy

29-10-2023

Devocional

Devocional: Oseas 2

En Oseas 1, el apóstata Israel se asemeja a una prole de niños caracterizada por la violencia y el tumulto (Jezreel, 1:4) o nacidos fuera del vínculo del matrimonio (1:6-9). Aunque los “niños” reaparecen brevemente al principio y al final de Oseas 2, aquí el enfoque está sobre el Israel apóstata como una esposa voluble.

El verbo traducido “echadle en cara” en (2:2) se interpreta mejor “abogar por”, como en el entorno legal: “Abogad por mi causa”, ruega Dios a los hijos. Las dos líneas siguientes se entienden mejor como una pregunta: “¿No es ella mi esposa y yo su esposo?”. Todo el libro insiste en que Dios no volverá finalmente sobre sus votos matrimoniales, pero la perseguirá. Si las palabras se toman como una declaración, entonces deben significar que el corazón del matrimonio se ha salido de este y no que Dios mismo lo acabe finalmente.

Los siguientes versículos (2:3-4) exigen un arrepentimiento radical y no un “lo siento” como mera fórmula. La alternativa es que Dios obligará a Israel a afrontar las consecuencias de su pecado (2:5-13). La imagen es quizá peor de lo que pensamos: los falsos dioses tras los cuales Israel se desvió eran con frecuencia dioses de la fertilidad y se sintió constantemente tentado a pensar que le proporcionaban riqueza (2:5), así como el sexo le produce recursos a una prostituta. Una cultura con religiones de la fertilidad embellece el sexo, como lo hace nuestra cultura por razones distintas. Dios parecía a veces tan lejano o confinado que Israel no reconocía que sólo él suministra todo lo bueno (2:8), así como Oseas suplía todas las necesidades de Gomer. Más tarde o más temprano, a cualquier precio, se ha de exponer el puro horror de la apostasía, se ha de despojar la aparente belleza de su falsa aura, se debe reconocer el engaño y la perfidia, y experimentar las consecuencias (2:10-13). Existe desgarro e ira en las palabras de Dios: Israel “se adornaba con zarcillos y joyas, y olvidándose de mí, se iba tras sus amantes” (2:13).

Pero si Dios amenaza juicio, también atraerá al Israel que ama y lo seducirá con sus encantos. Trae a su memoria los días en que lo “cortejaba” en el desierto: volverá a seducir a esa ramera que lo ha traicionado (2:14). Se conservará el matrimonio y se fortalecerá (2:16), y Dios garantizará que se provean todas las bendiciones de la prosperidad material (2:17-22). La violencia será absorbida por la prosperidad; el valle de Jezreel ya no se asociará más con Jehú, sino con plantar (la alusión depende de la etimología hebrea). La nueva esposa del pacto (2:18), vestida con sus galas nupciales, promete derecho, justicia, amor, compasión y fidelidad (2:19-20). Los hijos alienados, ilegítimos, pertenecerán a Dios (2:23), algo que Pablo ve como anticipo de proporciones mucho mayores (Romanos 9:25-26).


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.

Devocional: 2 Reyes 10–11

En los dos pasajes designados para hoy, encontramos un estudio de dos abuelas.

La primera es Atalía (2 Reyes 11), la vil madre de Ocozías, el rey de Judá que fue asesinado por Jehú (como vimos ayer) en la locura precipitada por la insurrección en el reino del norte, Israel. Uno podría imaginar una variedad de reacciones que una reina madre podría tener al enterarse del asesinato de su hijo. La de Atalía fue matar a su propia familia. Así lo ordenó a los guardias del palacio, de manera que eliminaron a todos los hijos de su hijo asesinado y a sus nietos y, de esa manera, Atalía aseguró para sí el poder. Solamente se salvó Joás, un pequeño nietecito de Atalía que fue rescatado por su tía (a quien seguramente también mataron), quien lo escondió con su nodriza.

Varios años después, cuando Joás tenía apenas siete años de edad, el sacerdote Joiada hizo arreglos para sacar al niño y declararlo rey, protegido por unidades militares que eran fieles a Joiada y a su determinación de preservar el linaje davídico. Cuando Atalía descubrió el complot, sus gritos de “¡Traición! ¡Traición!” resultaron un poco huecos. Por amor al poder, esta mujer malvada estuvo dispuesta no sólo a asesinar (lo que no era muy raro), sino a matar a sus hijos y nietos, algo mucho menos común e infinitamente más cruel, y ahora acusa de traición a aquellos que le piden cuentas.

Contrastemos la madre y la abuela que se mencionan brevemente en 1 Timoteo 1:5. La abuela de Timoteo, Loida, y su madre Eunice eran mujeres de “fe sincera”, según Pablo, y transmitieron esta herencia a su hijo y a su nieto Timoteo. No se nos dice cómo hicieron esto, pero a juzgar por los patrones que vemos en otras partes de las Escrituras, lo menos que deben haber hecho fue modelar un ejemplo personal y suministrar instrucción concreta. Le pasaron tanto la enseñanza de las Escrituras como el modelo de su propia “fe sincera”: no el patrón de su propio caminar con Dios, sino la integridad que caracterizó sus vidas como consecuencia de ello. De hecho, en este pasaje se esconde una esperanza para hombres y mujeres en matrimonios mixtos. Según Hechos 16:1, la madre de Timoteo, Eunice, era judía y también cristiana; su padre era griego, aparentemente pagano. La influencia cristiana prevaleció.

No todas las mujeres son tan malvadas como Atalía; no todas son tan fieles como Loida y Eunice. No obstante, en el hogar, el trabajo y la iglesia hay hombres y mujeres a quienes les interesa más el poder que ninguna otra cosa. Puede que no lleguen a asesinar, pero están dispuestos a mentir, hacer trampa y a calumniar para ganar más autoridad. Ellos se enfrentarán al juicio de Dios. Pero dichosos aquellos cuya fe sincera deja huella en la siguiente generación.


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2013. Usado con permiso.

2 Reyes 10–11

Reinado de Jehú

10 Acab tenía setenta hijos en Samaria. Y Jehú escribió cartas y las envió a Samaria, a los príncipes de Jezreel, a los ancianos y a los preceptores de los hijos de Acab, diciendo: «Ahora, cuando esta carta llegue a ustedes, como los hijos de su señor están con ustedes, así como también los carros y los caballos y una ciudad fortificada y las armas, escojan al mejor y más capaz de entre los hijos de su señor, y pónganlo en el trono de su padre, y luchen por la casa de su señor». Pero ellos temieron en gran manera y dijeron: «Si los dos reyes no pudieron sostenerse delante de él; ¿cómo, pues, podremos sostenernos nosotros?». Y el que estaba a cargo de la casa, y el que estaba sobre la ciudad, los ancianos, y los preceptores de los hijos, enviaron palabra a Jehú, diciendo: «Somos sus siervos, haremos todo lo que nos digas, a nadie proclamaremos rey. Haga usted lo que le parezca bien». Entonces por segunda vez les escribió una carta, diciendo: «Si están de mi parte y escuchan mi voz, tomen las cabezas de los hombres, de los hijos de su señor, y vengan a verme a Jezreel mañana a estas horas». Y los hijos del rey, setenta personas, estaban con los principales de la ciudad, que los criaban.

Cuando les llegó la carta, tomaron a los hijos del rey y los degollaron, setenta personas, pusieron sus cabezas en canastas y se las enviaron a Jehú en Jezreel. Cuando el mensajero vino y le avisó: «Han traído las cabezas de los hijos del rey», él dijo: «Pónganlas en dos montones a la entrada de la puerta hasta la mañana». Por la mañana, Jehú salió, y estando en pie, dijo a todo el pueblo: «Ustedes son inocentes; porque yo conspiré contra mi señor y lo maté, pero, ¿quién mató a todos estos? 10 Sepan entonces que no caerá a tierra ninguna de las palabras del SEÑOR, las cuales el SEÑOR habló acerca de la casa de Acab. El SEÑOR ha hecho lo que habló por medio de Su siervo Elías». 11 Jehú mató a todos los que quedaban de la casa de Acab en Jezreel, y a todos sus grandes, a sus amigos íntimos y a sus sacerdotes, hasta que no le dejó ningún sobreviviente.

12 Después Jehú se levantó y partió, y fue a Samaria. En el camino mientras estaba en Bet Eked de los pastores, 13 se encontró con los parientes de Ocozías, rey de Judá, y les preguntó: «¿Quiénes son ustedes?». Y ellos respondieron: «Somos parientes de Ocozías; y hemos descendido para saludar a los hijos del rey y a los hijos de la reina madre». 14 Entonces Jehú dijo: «Tómenlos vivos». Y los tomaron vivos, y los mataron en el foso de Bet Eked, cuarenta y dos hombres. No dejó ninguno de ellos.

15 Cuando partió de allí, Jehú se encontró con Jonadab, hijo de Recab, que venía a su encuentro, lo saludó y le dijo: «¿Es recto tu corazón como mi corazón es con el tuyo?». Y Jonadab respondió: «Lo es». Y Jehú dijo: «Si lo es, dame la mano». Y le dio su mano y lo hizo subir al carro. 16 Y él dijo: «Ven conmigo y verás mi celo por el SEÑOR». Y lo hizo ir con él en su carro. 17 Cuando llegó a Samaria, mató a todos los que quedaban de Acab en Samaria, hasta acabar con ellos, conforme a la palabra que el SEÑOR había hablado a Elías.

18 Entonces Jehú reunió a todo el pueblo, y les dijo: «Acab sirvió a Baal un poco, Jehú lo servirá mucho. 19 Llamen ahora a todos los profetas de Baal, a todos sus adoradores y a todos sus sacerdotes. Que no falte ninguno, porque tengo un gran sacrificio para Baal; todo el que falte no vivirá». Pero Jehú lo hizo con astucia para poder destruir a los adoradores de Baal.

20 Y Jehú dijo: «Santifiquen una asamblea solemne para Baal». Y ellos la convocaron. 21 Entonces Jehú envió aviso por todo Israel y vinieron todos los adoradores de Baal, y no quedó ninguno que no viniera. Y cuando entraron en la casa de Baal, la casa de Baal se llenó de un extremo al otro. 22 Y dijo al que estaba encargado del vestuario: «Saca vestiduras para todos los adoradores de Baal». Y él les sacó vestiduras. 23 Jehú entró en la casa de Baal con Jonadab, hijo de Recab; y dijo a los adoradores de Baal: «Busquen y vean que no haya aquí con ustedes ninguno de los siervos del SEÑOR, sino solo los adoradores de Baal». 24 Entonces entraron a ofrecer sacrificios y holocaustos. Y Jehú había colocado ochenta hombres afuera, y había dicho: «El que permita escapar a uno de los hombres que yo ponga en manos de ustedes, dará su vida por la de él».

25 Tan pronto como acabó de ofrecer el holocausto, Jehú dijo a la guardia y a los oficiales reales: «Entren, mátenlos; que ninguno salga». Y los mataron a filo de espada; y la guardia y los oficiales reales los echaron fuera, y llegaron hasta el aposento interior de la casa de Baal. 26 Sacaron los pilares sagrados de la casa de Baal, y los quemaron. 27 También derribaron el pilar sagrado de Baal y demolieron la casa de Baal, y la convirtieron en una letrina, hasta hoy. 28 Así Jehú extirpó a Baal de Israel.

29 Sin embargo, en cuanto a los pecados con que Jeroboam, hijo de Nabat, hizo pecar a Israel, Jehú no se apartó de estos, o sea, de los becerros de oro que estaban en Betel y en Dan. 30 Y el SEÑOR dijo a Jehú: «Porque has hecho bien al hacer lo recto ante Mis ojos, y has hecho a la casa de Acab conforme a todo lo que estaba en Mi corazón, tus hijos hasta la cuarta generación se sentarán en el trono de Israel». 31 Pero Jehú no se cuidó de andar en la ley del SEÑOR, Dios de Israel, con todo su corazón, ni se apartó de los pecados con que Jeroboam hizo pecar a Israel.

32 En aquellos días el SEÑOR comenzó a cortar partes de Israel; y Hazael los derrotó por todo el territorio de Israel: 33 desde el Jordán hacia el oriente, toda la tierra de Galaad, de Gad, de Rubén y de Manasés; desde Aroer, que está junto al valle del Arnón, y hasta Galaad y Basán. 34 Los demás hechos de Jehú, y todo lo que hizo y todo su poder, ¿no están escritos en el libro de las Crónicas de los reyes de Israel? 35 Y durmió Jehú con sus padres, y lo sepultaron en Samaria. Y su hijo Joacaz reinó en su lugar. 36 El tiempo que Jehú reinó sobre Israel en Samaria fue de veintiocho años.

Atalía usurpa el trono

11 Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo había muerto, se levantó y exterminó a toda la descendencia real. Pero Josaba, hija del rey Joram, hermana de Ocozías, tomó a Joás, hijo de Ocozías, y lo sacó a escondidas de entre los hijos del rey a quienes estaban dando muerte, y lo puso a él y a su nodriza en la alcoba. Así lo escondieron de Atalía, y no le dieron muerte. Y Joás estuvo escondido con ella en la casa del SEÑOR seis años, mientras Atalía reinaba en el país.

Pero en el séptimo año Joiada mandó a buscar e hizo venir a los capitanes de centenas de los cariteos y de la guardia, y los hizo venir a él en la casa del SEÑOR. Entonces hizo un pacto con ellos en la casa del SEÑOR y los puso bajo juramento, y les mostró al hijo del rey. Y les dio orden, diciendo: «Esto es lo que harán: una tercera parte de ustedes, los que entran en el día de reposo y hacen la guardia en la casa del rey, harán la guardia en la casa para su defensa; también otra tercera parte estará en la puerta Sur, y la otra tercera parte en la puerta detrás de los guardias. Dos partes de ustedes, es decir, todos los que salen el día de reposo, también harán la guardia en la casa del SEÑOR junto al rey. Entonces rodearán al rey, cada uno con sus armas en la mano; y cualquiera que penetre las filas será muerto. Y estén con el rey cuando salga y cuando entre».

Y los capitanes de centenas hicieron conforme a todo lo que había ordenado el sacerdote Joiada. Y cada uno de ellos tomó sus hombres, los que habían de entrar en el día de reposo, junto con los que habían de salir el día de reposo, y vinieron al sacerdote Joiada. 10 Entonces el sacerdote dio a los capitanes de centenas las lanzas y los escudos que habían sido del rey David, que estaban en la casa del SEÑOR. 11 Y los guardias se colocaron cada uno con sus armas en la mano, desde el lado derecho de la casa hasta el lado izquierdo de la misma, junto al altar y junto a la casa, alrededor del rey. 12 Entonces Joiada sacó al hijo del rey y le puso la corona, y le dio el libro del testimonio; lo hicieron rey y lo ungieron, y batiendo palmas, gritaron: «¡Viva el rey!».

sup>13 Al oír Atalía el ruido de la guardia y del pueblo, se llegó al pueblo en la casa del SEÑOR, 14 y vio que el rey estaba de pie junto a la columna, según la costumbre, y los capitanes y los trompeteros estaban al lado del rey; y todo el pueblo del país se regocijaba y tocaba trompetas. Entonces Atalía rasgó sus vestidos, y gritó: «¡Traición, traición!». 15 Pero el sacerdote Joiada dio orden a los capitanes de centenas que estaban al mando del ejército: «Sáquenla de entre las filas, y al que la siga, mátenlo a espada». Porque el sacerdote había dicho: «No la maten en la casa del SEÑOR». 16 Y le echaron mano; y cuando ella llegó a la entrada de los caballos de la casa del rey, allí la mataron.

17 Entonces Joiada hizo un pacto entre el SEÑOR y el rey y el pueblo, de que ellos serían el pueblo del SEÑOR; asimismo entre el rey y el pueblo. 18 Y todo el pueblo del país fue a la casa de Baal y la derribaron, destruyeron completamente sus altares y sus imágenes y mataron delante de los altares a Matán, sacerdote de Baal. Y el sacerdote nombró oficiales sobre la casa del SEÑOR. 19 Tomó a los capitanes de centenas, a los cariteos, a los guardias y a todo el pueblo del país, e hicieron descender al rey de la casa del SEÑOR, y vinieron por el camino de la puerta de los guardias a la casa del rey, y Joás se sentó en el trono de los reyes. 20 Y todo el pueblo del país se regocijó, y la ciudad quedó tranquila, porque Atalía había sido muerta a espada en la casa del rey.

21 Joás tenía siete años cuando comenzó a reinar.

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2 Timoteo 1

Saludo

1 Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, según la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, amado hijo: Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor.

Fidelidad y dinamismo en el servicio cristiano

Doy gracias a Dios, a quien sirvo con limpia conciencia como lo hicieron mis antepasados, de que sin cesar, noche y día, me acuerdo de ti en mis oraciones, deseando verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de alegría. Porque tengo presente la fe sincera que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también.

Por lo cual te recuerdo que avives el fuego del don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, prisionero Suyo, sino participa conmigo en las aflicciones por el evangelio, según el poder de Dios.

Él nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras obras, sino según Su propósito y según la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad, 10 y que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien puso fin a la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio.

11 Para este evangelio yo fui constituido predicador, apóstol y maestro. 12 Por lo cual también sufro estas cosas, pero no me avergüenzo. Porque yo sé en quién he creído, y estoy convencido de que Él es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día. 13 Retén la norma de las sanas palabras que has oído de mí, en la fe y el amor en Cristo Jesús. 14 Guarda, mediante el Espíritu Santo que habita en nosotros, el tesoro que te ha sido encomendado.

15 Ya sabes esto, que todos los que están en Asia me han vuelto la espalda, entre los cuales están Figelo y Hermógenes. 16 Conceda el Señor misericordia a la casa de Onesíforo, porque muchas veces me dio consuelo y no se avergonzó de mis cadenas. 17 Antes bien, cuando estuvo en Roma, me buscó con afán y me halló. 18 El Señor le conceda que halle misericordia del Señor en aquel día. Además, los servicios que prestó en Éfeso, tú lo sabes mejor.

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Oseas 2

Infidelidad del pueblo

2 Digan a sus hermanos: «Ammí», y a sus hermanas: «Ruhamá».

«Discutan con su madre, discutan, Porque ella no es mi mujer, y Yo no soy su marido; Que quite, pues, de su rostro sus prostituciones, Y sus adulterios de entre sus pechos; No sea que Yo la desnude completamente Y la deje como el día en que nació, Y la ponga como un desierto, La reduzca a tierra seca Y la mate de sed. Tampoco tendré compasión de sus hijos, Porque son hijos de prostitución, Pues su madre se prostituyó; La que los concibió se deshonró, Porque dijo: “Iré tras mis amantes, Que me dan mi pan y mi agua, Mi lana y mi lino, mi aceite y mi bebida”. Por tanto, voy a cercar su camino con espinos, Y levantaré un muro contra ella para que no encuentre sus senderos. Ella seguirá a sus amantes, pero no los alcanzará; Los buscará, pero no los hallará. Entonces dirá: “Iré y volveré a mi primer marido, Porque mejor me iba entonces que ahora”.

»Pues ella no sabía que era Yo el que le daba el trigo, el vino nuevo y el aceite, Y le prodigaba la plata y el oro, Que ellos usaban para Baal. Por tanto, volveré a tomar Mi trigo a su tiempo Y Mi vino nuevo a su sazón. También me llevaré Mi lana y Mi lino Que le di para que cubriera su desnudez. 10 Y entonces descubriré su vergüenza Ante los ojos de sus amantes, Y nadie la librará de Mi mano. 11 Haré cesar también todo su regocijo, Sus fiestas, sus lunas nuevas, sus días de reposo, Y todas sus solemnidades. 12 Devastaré sus vides y sus higueras, De las cuales decía ella: “Son la paga Que mis amantes me han dado”. Y las convertiré en matorral, Y las devorarán las bestias del campo. 13 La castigaré por los días de los Baales Cuando ella les ofrecía sacrificios Y se adornaba con sus zarcillos y joyas, Y se iba tras sus amantes, y se olvidaba de Mí», declara el SEÑOR.

Dios se desposará con su pueblo

14 «Por tanto, voy a seducirla, Llevarla al desierto, Y hablarle al corazón. 15 Allí le daré sus viñas, Y el valle de Acor por puerta de esperanza. Y allí cantará como en los días de su juventud, Como en el día en que subió de la tierra de Egipto. 16 Sucederá en aquel día», declara el SEÑOR, «Que me llamarás Ishí Y no me llamarás más Baalí. 17 Porque quitaré de su boca los nombres de los Baales, Y nunca más serán mencionados por sus nombres. 18 En aquel día haré también un pacto por ellos Con las bestias del campo, Con las aves del cielo Y con los reptiles de la tierra. Quitaré de la tierra el arco, la espada y la guerra, Y haré que ellos duerman seguros. 19 Te desposaré conmigo para siempre; Sí, te desposaré conmigo en justicia y en derecho, En misericordia y en compasión; 20 Te desposaré conmigo en fidelidad, Y tú conocerás al SEÑOR.

21 »Y sucederá que en aquel día Yo responderé», declara el SEÑOR, «Responderé a los cielos, y ellos responderán a la tierra, 22 Y la tierra responderá al trigo, al vino nuevo y al aceite, Y ellos responderán a Jezreel. 23 La sembraré para Mí en la tierra, Y tendré compasión de la que no recibió compasión, Y diré al que no era Mi pueblo: “Tú eres Mi pueblo”, Y él dirá: “Tú eres mi Dios”».

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Salmo 119:97–120

Mem.

97 ¡Cuánto amo Tu ley! Todo el día es ella mi meditación. 98 Tus mandamientos me hacen más sabio que mis enemigos, Porque son míos para siempre. 99 Tengo más discernimiento que todos mis maestros, Porque Tus testimonios son mi meditación. 100 Entiendo más que los ancianos, Porque Tus preceptos he guardado. 101 De todo mal camino he refrenado mis pies, Para guardar Tu palabra. 102 No me he desviado de Tus ordenanzas, Porque Tú me has enseñado. 103 ¡Cuán dulces son a mi paladar Tus palabras!, Sí, más que la miel a mi boca. 104 De Tus preceptos recibo entendimiento, Por tanto aborrezco todo camino de mentira.

Nun.

105 Lámpara es a mis pies Tu palabra, Y luz para mi camino. 106 He jurado, y lo confirmaré, Que guardaré Tus justas ordenanzas. 107 Estoy profundamente afligido; SEÑOR, vivifícame conforme a Tu palabra. 108 Te ruego aceptes las ofrendas voluntarias de mi boca, oh SEÑOR, Y enséñame Tus ordenanzas. 109 En peligro continuo está mi vida, Con todo, no me olvido de Tu ley. 110 Los impíos me han tendido lazo, Pero no me he desviado de Tus preceptos. 111 Tus testimonios he tomado como herencia para siempre, Porque son el gozo de mi corazón. 112 He inclinado mi corazón para cumplir Tus estatutos Por siempre, y hasta el fin.

Sámec.

113 Aborrezco a los hipócritas, Pero amo Tu ley. 114 Tú eres mi escondedero y mi escudo; En Tu palabra espero. 115 Apártense de mí, malhechores, Para que guarde yo los mandamientos de mi Dios. 116 Sostenme conforme a Tu promesa, para que viva, Y no dejes que me avergüence de mi esperanza. 117 Sostenme, para estar seguro, Y que continuamente preste atención a Tus estatutos. 118 Has rechazado a todos los que se desvían de Tus estatutos, Porque su engaño es en vano. 119 Como basura has quitado de la tierra a todos los impíos, Por tanto amo Tus testimonios. 120 Mi carne se estremece por temor a Ti, Y de Tus juicios tengo miedo.


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