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Lectura de Hoy

15-02-2024

Devocional

Devocional: Lucas 1:39-80

Hay ocasiones en las que la mala teología produce de forma reactiva otro tipo de mala teología. Ante los mitos y títulos de más que la Iglesia Católica ha añadido a María, los protestantes a veces han reaccionado con un silencio absoluto en torno a su carácter asombroso. Ninguno de los dos enfoques resiste un análisis de este pasaje (Lucas 1:39-80) y unos cuantos más.

La Iglesia Católica Romana ha añadido a María títulos como “Madre de Dios” y “Reina del Cielo”, ninguno de los cuales se encuentra en la Biblia. La idea de que María fuese concebida inmaculadamente (y por tanto nacida sin pecado) y que ella, igual que Enoc, hubiese sido transportada al cielo corporalmente, librándose así de la muerte, carecen igualmente de soporte alguno. Esta última doctrina se convirtió en dogma para los católicos romanos tan recientemente como el año 1950. Según recientes reportajes, el Papa actual se plantea la posibilidad de establecer, como dogma que debe confesarse, otro título que los católicos conservadores atribuyen a María: “Co-Redentora”.

Pero el testimonio de Lucas apunta en otra dirección. En el cántico de María (1:46-55), tradicionalmente llamado “El Magníficat” (del vocablo latín para “magnifica”: “Mi alma magnifica al Señor”), la madre de Jesús dice que su espíritu se regocija en “Dios mi Salvador” – lo cual da a entender que ella también necesitaba a un Salvador y parece extraño tratándose de alguien que fuera concebida inmaculadamente. De hecho, un repaso rápido de los evangelios es suficiente para darnos cuenta de que María no tenía ningún acceso especial a su célebre hijo, y que a veces no alcanzó a comprender la naturaleza de su misión (2:48-50), ni nunca ayudó a nadie a obtener ningún favor que no pudiera recibir directamente. El testimonio unánime de las Escrituras es que los necesitados deben acudir a Jesús: “Venid a mí…” (Mateo 11:28), dice Jesús, y no: “Venid a mi madre…”. Él es el verdadero Mediador entre Dios y los seres humanos.

No obstante, María es tremendamente admirable, un modelo de muchas virtudes (como también lo es José, por ejemplo, en Génesis 37-50). Ella acepta su papel extraordinario con sumisión y serenidad, teniendo en cuenta el impacto que debió de suponer en su reputación (1:34-38). Dos veces Elisabet le llama “bendita” (1:42-45), es decir, aprobada por Dios; el reconocimiento sobrenatural de la superioridad del hijo de María con respecto al hijo de Elisabet (1:41-45) era sin duda una de las cosas que María meditaba en su corazón (2:19). Pero nada de esto se le sube a la cabeza: ella misma reconoce que su estado de “bendita” no se basa en ninguna superioridad intrínseca, sino en el hecho de que Dios (el Todopoderoso) ha considerado su estado “humilde” y su decisión de hacer “grandes cosas” en ella (1:48-49). En el Magnificat, el acento recae, como deber recaer en nuestro caso también, en la fidelidad de Dios al efectuar la liberación que había prometido (1:50-55).

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Devocional: 1 Corintios 2

Algunos han utilizado 1 Corintios 2:1-5 para sugerir que la forma en que Pablo predicó en Atenas fue un error (Hechos 17:16-31) y que, cuando el apóstol llegó a Corinto, él mismo lo reconoció. En el pasaje que nos ocupa, el apóstol dice: “Me propuse más bien, estando entre vosotros, no saber de cosa alguna, excepto de Jesucristo, y de éste crucificado”. Tan lejos de la predicación del Areópago en Hechos 17, tan sólo ateniéndose al simple Evangelio.

Existen buenas razones para rechazar esta interpretación:

(1) Esta no es la lectura natural de Hechos. Conforme vamos avanzando en este libro, no encontramos ninguna señal que advierta de que Pablo se está equivocando en ese punto. Esta falsa interpretación se produce al leer Hechos y 1 Corintios 2 de forma incorrecta y vincular ambos pasajes.

(2) La teología del discurso del Areópago concuerda perfectamente con la que Pablo expresa en Romanos.

(3) Al final de Hechos 17, el texto griego no dice creyeron unos pocos, como si fuese una valoración despectiva o condenatoria, sino que “ciertas personas” creyeron. Esta expresión coincide con otras afirmaciones parecidas en Hechos.

(4) En Atenas, Pablo ya había estado predicando, no solo en la sinagoga a personas familiarizadas con las Escrituras, sino también en el mercado, donde estas no se conocían (Hechos 17:17). Había compartido “las buenas nuevas” (Hechos 17:18), el Evangelio.

(5) Claramente, no dejaron a Pablo terminar de hablar en Hechos 17. Había establecido el único marco en que el Evangelio es coherente: un Dios trascendente, soberano, providencial, personal; la creación; la caída en la idolatría; el transcurso de la historia redentora; el juicio final. Se dirigía hacia la resurrección de Jesús y más cosas, cuando le interrumpieron.

(6) Pablo no era un novato. Había pasado por veinte años de duro ministerio (léase 2 Co. 11), en gran parte ante paganos que no conocían las Escrituras. Es ridículo suponer que se asustó en esta ocasión, modificando el Evangelio.

(7) Hechos 17 muestra que Pablo piensa desde un punto de vista mundano. Incluso después de 1 Corintios 2, el apóstol sigue haciéndolo: en 2 Corintios 10:5, lo encontramos esforzándose por someter “todo pensamiento” a Cristo, y el contexto indica que estas palabras no se refieren solamente a pensamientos aislados sino a la forma de entender la vida en su totalidad.

(8) 1 Corintios 2:1-5 no dice que la decisión del apóstol de no predicar otra cosa que la cruz fuese provocada por los antecedentes de Atenas (como si estuviese confesando que se equivocó allí), sino por los de Corinto, que amaban la elocuencia y la retórica por encima del contenido. Pablo no cae en la simple oratoria: decide hablar únicamente “de Jesucristo y, de éste, crucificado”.


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Génesis 48

Jacob bendice a los hijos de José

48 Y después de estas cosas, le dijeron a José: «Su padre está enfermo». Y él tomó consigo a sus dos hijos, Manasés y Efraín. Cuando se le avisó a Jacob: «Su hijo José ha venido a usted»; entonces Israel hizo un esfuerzo y se sentó en la cama.

Y Jacob dijo a José: «El Dios Todopoderoso se me apareció en Luz, en la tierra de Canaán. Me bendijo, y me dijo: “Yo te haré fecundo y te multiplicaré. Y haré de ti multitud de pueblos y daré esta tierra a tu descendencia después de ti en posesión perpetua”.

»Ahora pues, tus dos hijos que te nacieron en la tierra de Egipto, antes de que yo viniera a ti a Egipto, míos son. Efraín y Manasés serán míos, como lo son Rubén y Simeón. Pero los hijos que has tenido después de ellos, serán tuyos. Serán llamados por el nombre de sus hermanos en su heredad. En cuanto a mí, cuando vine de Padán, Raquel se me murió en la tierra de Canaán, en el camino, cuando faltaba todavía cierta distancia para llegar a Efrata, y la sepulté allí en el camino a Efrata, esto es Belén».

Cuando Israel vio a los hijos de José, dijo: «¿Quiénes son estos?». Y José respondió a su padre: «Son mis hijos, los que Dios me ha dado aquí». «Acércalos a mí, te ruego, para que yo los bendiga», le dijo. 10 Los ojos de Israel estaban tan débiles por la vejez que no podía ver. Entonces José se los acercó, y él los besó y los abrazó. 11 Israel dijo a José: «Nunca esperaba ver tu rostro, y mira, Dios me ha permitido ver también a tus hijos».

12 Entonces José los tomó de las rodillas de Jacob, y se inclinó con su rostro en tierra. 13 José tomó a los dos, a Efraín con la derecha, hacia la izquierda de Israel, y a Manasés con la izquierda, hacia la derecha de Israel, y se los acercó. 14 Pero Israel extendió su derecha y la puso sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y su izquierda sobre la cabeza de Manasés, cruzando a propósito sus manos, aunque Manasés era el primogénito. 15 Israel bendijo a José, y dijo:

«El Dios delante de quien anduvieron mis padres Abraham e Isaac,
El Dios que ha sido mi pastor toda mi vida hasta este día,
16 El ángel que me ha rescatado de todo mal,
Bendiga a estos muchachos;
Y viva en ellos mi nombre,
Y el nombre de mis padres Abraham e Isaac;
Y crezcan para ser multitud en medio de la tierra».

17 Cuando José vio que su padre había puesto su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, esto le desagradó. Y tomó la mano de su padre para cambiarla de la cabeza de Efraín a la cabeza de Manasés. 18 Y José dijo a su padre: «No sea así, padre mío, pues este es el primogénito. Pon tu mano derecha sobre su cabeza».

19 Pero su padre rehusó y dijo: «Lo sé, hijo mío, lo sé. Él también llegará a ser un pueblo, y él también será grande. Sin embargo, su hermano menor será más grande que él, y su descendencia llegará a ser multitud de naciones». 20 Y los bendijo aquel día, diciendo:

«Por ti bendecirá Israel, diciendo:
“Que Dios te haga como Efraín y Manasés”».

Así puso a Efraín antes de Manasés.

21 Entonces Israel dijo a José: «Yo estoy a punto de morir, pero Dios estará con ustedes y los hará volver a la tierra de sus padres. 22 Yo te doy una parte más que a tus hermanos, la cual tomé de mano del amorreo con mi espada y con mi arco».

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com

Lucas 1:39-80

María visita a Elisabet

39 En esos días María se levantó y fue apresuradamente a la región montañosa, a una ciudad de Judá; 40 y entró en casa de Zacarías y saludó a Elisabet. 41 Cuando Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, 42 y exclamó a gran voz: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! 43 ¿Por qué me ha acontecido esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? 44 Porque apenas la voz de tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de gozo en mi vientre. 45 Y bienaventurada la que creyó que tendrá cumplimiento lo que le fue dicho de parte del Señor».

46 Entonces María dijo:

«Mi alma engrandece al Señor,
47 Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.
48 Porque ha mirado la humilde condición de esta su sierva;
Pues desde ahora en adelante todas las generaciones me tendrán por bienaventurada.
49 Porque grandes cosas me ha hecho el Poderoso;
Y santo es Su nombre.
50 Y de generación en generación es Su misericordia
Para los que le temen.
51 Ha hecho proezas con Su brazo;
Ha esparcido a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
52 Ha quitado a los poderosos de sus tronos;
Y ha exaltado a los humildes;
53 A los hambrientos ha colmado de bienes
Y ha despedido a los ricos con las manos vacías.
54 Ha ayudado a Israel, Su siervo,
Para recuerdo de Su misericordia
55 Tal como dijo a nuestros padres,
A Abraham y a su descendencia para siempre».

56 María se quedó con Elisabet como tres meses y después regresó a su casa.

Nacimiento de Juan el Bautista

57 Cuando a Elisabet se le cumplió el tiempo de su alumbramiento, dio a luz un hijo. 58 Y sus vecinos y parientes oyeron que el Señor había demostrado Su gran misericordia hacia ella, y se regocijaban con ella. 59 Al octavo día vinieron para circuncidar al niño, y lo iban a llamar Zacarías según el nombre de su padre. 60 «No, sino que se llamará Juan», respondió la madre. 61 Y le dijeron: «No hay nadie en tu familia que tenga ese nombre». 62 Entonces preguntaban por señas al padre, cómo lo quería llamar. 63 Él pidió una tablilla y escribió lo siguiente: «Su nombre es Juan». Y todos se maravillaron.

64 Al instante le fue abierta su boca y suelta su lengua, y comenzó a hablar dando alabanza a Dios. 65 Y vino temor sobre todos los que vivían a su alrededor; y todas estas cosas se comentaban en toda la región montañosa de Judea. 66 Todos los que las oían las guardaban en su corazón, diciendo: «¿Qué, pues, llegará a ser este niño?». Porque la mano del Señor ciertamente estaba con él.

Profecía de Zacarías

67 Su padre Zacarías fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó diciendo:

68 «Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
Porque nos ha visitado y ha traído redención para Su pueblo,
69 Y nos ha levantado un cuerno de salvación
En la casa de David Su siervo,
70 Tal como lo anunció por boca de Sus santos profetas desde los tiempos antiguos,
71 Salvación de nuestros enemigos
Y de la mano de todos los que nos aborrecen;
72 Para mostrar misericordia a nuestros padres,
Y para recordar Su santo pacto,
73 El juramento que hizo a nuestro padre Abraham:
74 Concedernos que, librados de la mano de nuestros enemigos,
Le sirvamos sin temor,
75 En santidad y justicia delante de Él, todos nuestros días.
76 Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo;
Porque irás delante del Señor para preparar Sus caminos;
77 Para dar a Su pueblo el conocimiento de la salvación
Por el perdón de sus pecados,
78 Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
Con que la Aurora nos visitará desde lo alto,
79 Para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte,
Para guiar nuestros pies en el camino de paz».

80 Y el niño crecía y se fortalecía en espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que apareció en público a Israel.


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Job 14

Job habla sobre la brevedad de la vida

14 »El hombre, nacido de mujer,
Corto de días y lleno de tormentos,
Como una flor brota y se marchita,
Y como una sombra huye y no permanece.
Sobre él ciertamente abres Tus ojos,
Y lo traes a juicio contigo.
¿Quién hará algo limpio de lo inmundo?
¡Nadie!
Ya que sus días están determinados,
El número de sus meses te es conocido,
Y has fijado sus límites para que no pueda pasarlos.
Aparta de él Tu mirada para que descanse,
Hasta que cumpla su día como jornalero.

»Porque hay esperanza para un árbol
Cuando es cortado, que volverá a retoñar,
Y sus renuevos no le faltarán.
Aunque envejezcan sus raíces en la tierra,
Y muera su tronco en el polvo,
Al olor del agua reverdecerá
Y como una planta joven echará renuevos.
10 Pero el hombre muere y yace inerte.
El hombre expira, ¿y dónde está?
11 Como las aguas se evaporan del mar,
Como un río se agota y se seca,
12 Así el hombre se acuesta y no se levanta;
Hasta que los cielos ya no existan,
No se despertará ni se levantará de su sueño.

13 »¡Oh, si me escondieras en el Seol,
Si me ocultaras hasta que Tu ira se pasara,
Si me pusieras un plazo y de mí te acordaras!
14 Si el hombre muere, ¿volverá a vivir?
Todos los días de mi batallar esperaré
Hasta que llegue mi relevo.
15 Tú llamarás, y yo te responderé;
Anhelarás la obra de Tus manos.
16 Porque ahora cuentas mis pasos,
No observas mi pecado.
17 Sellada está en un saco mi transgresión,
Y tienes cubierta mi iniquidad.

18 »Pero el monte que cae se desmorona,
Y se cambia la roca de su lugar;
19 El agua desgasta las piedras,
Sus torrentes se llevan el polvo de la tierra;
Así destruyes Tú la esperanza del hombre.
20 Prevaleces para siempre contra él, y se va;
Cambias su apariencia, y lo despides.
21 Alcanzan honra sus hijos, pero él no lo sabe;
O son humillados, pero él no lo percibe.
22 Pero su cuerpo le da dolores,
Y se lamenta solo por sí mismo».


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1 Corintios 2

Predicando a Cristo crucificado

2 Por eso, cuando fui a ustedes, hermanos, proclamándoles el testimonio de Dios, no fui con superioridad de palabra o de sabiduría. Porque nada me propuse saber entre ustedes excepto a Jesucristo, y Este crucificado. Estuve entre ustedes con debilidad y con temor y mucho temblor, y mi mensaje y mi predicación no fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que la fe de ustedes no descanse en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

La revelación por el Espíritu de Dios

Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; pero una sabiduría no de este siglo, ni de los gobernantes de este siglo, que van desapareciendo, sino que hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta que, desde antes de los siglos, Dios predestinó para nuestra gloria. Esta sabiduría que ninguno de los gobernantes de este siglo ha entendido, porque si la hubieran entendido no habrían crucificado al Señor de gloria; sino como está escrito:

«Cosas que ojo no vio, ni oído oyó,
Ni han entrado al corazón del hombre,
Son las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman».

10 Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios. 11 Porque entre los hombres, ¿quién conoce los pensamientos de un hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Asimismo, nadie conoce los pensamientos de Dios, sino el Espíritu de Dios. 12 Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente, 13 de lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu, combinando pensamientos espirituales con palabras espirituales.

14 Pero el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque son cosas que se disciernen espiritualmente. 15 En cambio, el que es espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado por nadie. 16 Porque ¿quién ha conocido la mente del Señor, para que lo instruya? Pero nosotros tenemos la mente de Cristo.

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