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Lectura de Hoy
24-11-2023
Devocional
Devocional: Lucas 8
El relato de la tempestad calmada (Lucas 8:22-25) tal como lo narra el Evangelio de Lucas tiene un peso especial:
(1) La sustancia del relato es directa, aunque casi de forma oblicua arroja luz en el puro agotamiento que Jesús experimentó algunas veces en el transcurso de su extenso ministerio “recorriendo los pueblos y las aldeas, proclamando las buenas nuevas del reino de Dios” (8:1). No sólo podía quedarse dormido en el barco, sino también cuando este se encontró a merced de las olas e impelido por el viento, en una tormenta tan grave como para asustar a unos pescadores.
(2) Las líneas finales de este párrafo llaman la atención a su principal enfoque: la identidad de Jesús. “¿Quién es este?, preguntaron los discípulos. Manda aun a los vientos y al agua, y le obedecen” (8:25). En realidad, el párrafo inaugura una serie de milagros. En los siguientes versículos, Jesús sana a un endemoniado (8:26-39), resucita a una niña muerta y sana a una mujer enferma (8:40-56), proporciona autoridad a los doce (9:1-9) y, después, alimenta a los cinco mil (9:10-17); un lugar totalmente adecuado para situar una pausa y reflexionar sobre quién es Jesús (9:18ss). Aquel que controla a los elementos naturales y los espíritus del mundo espiritual, y que puede vencer a la muerte misma no sólo es el “Cristo de Dios” (9:20) prometido, sino que se transfigura delante de tres de los apóstoles (9.28-36), que ven algo de la gloria que su forma encarnada escondía normalmente.
(3) Pero uno debe meditar también en la extraña pregunta que Jesús formula: “¿Dónde está vuestra fe?” (8:25). Esto no se debe malinterpretar. Jesús no está reprendiendo a sus seguidores por el fallo aparente de no ver la bondad del mundo o la inevitabilidad de un final feliz. Las tormentas matan a las personas; el cáncer puede llevarse a un adolescente de quince años; los accidentes suceden; la buena gente muere. Pensar de otro modo no sería hacer gala de fe, sino de un optimismo como el de Pollyanna. La fe que los discípulos deberían haber tenido es fe en Jesús; no la mera fe en que él pudiera o no sacarlos de aquel trance, sino una fe rica en él precisamente porque, si es el prometido Mesías enviado por Dios Todopoderoso, resulta ridículo pensar que una tormenta “accidental” pudiera matarlo y también a aquellos que estaban con él. Sus temores delatan algo inferior a un firme y fiel entendimiento de quién es Jesús. (Sobre este punto, ver también vol. 1, meditación del 3 de febrero.)
(4) Ahora bien, la contribución de 8:22-25 al contexto más amplio es más clara: la parábola del sembrador parece dirigida a oyentes de la palabra que perseveran y producen una cosecha (8.10-11, 15). Las líneas siguientes le dicen al lector: “Por lo tanto, prestad mucha atención” (8:18; cursivas añadidas). La verdadera madre de Jesús y sus hermanos “son los que oyen la palabra de Dios y la ponen en práctica” (8:21, cursivas añadidas). Así también nuestro texto: los verdaderos discípulos manifiestan su fe cuando reconocen de forma amplia quién es Jesús y confían en él en todas las circunstancias.
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.
Devocional: 1 Pedro 1
Una de las grandes pretensiones de la existencia humana es que esta vida mortal dura para siempre. Aunque, en teoría, los jóvenes saben que cada vida humana tiene su fin, actúan como si la muerte nunca les fuera a alcanzar. Décadas más tarde, son más realistas, pero, aun así, la mayoría actúa como si sus familias tuvieran que permanecer de manera inevitable, o al menos como si su cultura o nación fuera a sobrevivir.
Los más previsores saben que no es así. Los individuos se mueren y las conexiones familiares también. Salvo aquellas personas que están comprometidas con la arqueología genealógica, no sabemos mucho sobre nuestras familias en el pasado, más allá de tres o cuatro generaciones. De igual forma, a nosotros tampoco nos recordarán dentro de varias generaciones. Los imperios poderosos caen. Se dividen, acaban vasallos como potencias de tercer o cuarto nivel, o desaparecen en el olvido. Puede que tengamos un destino inmortal, pero nada que esté vinculado de manera restrictiva a esta vida es seguro, nada es inmutable, nada perdura. “Todo mortal es como la hierba, y toda su gloria como la flor del campo; la hierba se seca y la flor se cae” (1 Pedro 1:24).
No obstante, hay una línea más en esta cita de Isaías 40:6-8: “pero la palabra del Señor permanece para siempre” (1 Pedro 1:25). Se puede concluir, entonces, que, lo mejor que pueden hacer los seres humanos que tengan hambre de lo trascendente, es alinearse con la palabra constante y duradera de Dios. Y hay varias pistas en este capítulo en cuanto a lo que esto significa en términos prácticos.
(1) “Y esta es la palabra del evangelio que se os ha anunciado” (1:25): el mismo evangelio que fue declarado a los lectores de Pedro es la palabra del Señor que permanece para siempre. Adherirse al evangelio es hacerlo a aquello que perdura para siempre. No se puede decir lo mismo de la adhesión a un sistema político o a una teoría económica o al progreso profesional.
(2) Más preciso es decir que los cristianos han “nacido de nuevo, no de simiente perecedera, sino de simiente imperecedera, mediante la palabra de Dios que vive y permanece” (1:23). Lo que nos ha transformado y concedido nueva vida de parte de Dios mismo, no fue un embarazo físico, sino un nuevo nacimiento espiritual, generado por la duradera palabra de Dios.
(3) La palabra transmitida por los profetas antes de Jesús apuntaba hacia la futura revelación que llegaría exclusivamente con él (1:10-12). Eso significa que todo era una misma cosa: este siempre fue el plan, independientemente de cuánto lo hayan entendido los profetas del Antiguo Testamento.
(4) El “nuevo nacimiento” (1:3) que hemos experimentado por la acción de la palabra permanente de Dios nos introduce en una “herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable. Tal herencia está reservada en el cielo para vosotros, a quienes el poder de Dios protege mediante la fe” (1:4-5).
Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2013. Usado con permiso.
1 Crónicas 19–20
Derrota de los amonitas y de los arameos
19 Después de esto murió Nahas, rey de los amonitas, y su hijo reinó en su lugar. 2 Y David dijo: «Seré bondadoso con Hanún, hijo de Nahas, porque su padre fue bondadoso conmigo». Envió, pues, David mensajeros para consolarlo por la muerte de su padre. Pero cuando los siervos de David llegaron a la tierra de los amonitas a ver a Hanún para consolarlo, 3 los príncipes de los amonitas dijeron a Hanún: «¿Cree usted que David está honrando a su padre porque le ha enviado consoladores? ¿No han venido a usted sus siervos para reconocer, para destruir y para espiar la tierra?». 4 Entonces Hanún tomó a los siervos de David y los rapó, les cortó los vestidos por la mitad hasta las caderas, y los despidió. 5 Y algunos fueron y le avisaron a David acerca de los hombres. Y él envió gente a su encuentro, porque los hombres estaban muy humillados. Y el rey dijo: «Quédense en Jericó hasta que les crezca la barba, y después vuelvan».
6 Al ver los amonitas que se habían hecho odiosos a David, Hanún y los amonitas enviaron 34 toneladas de plata para tomar a sueldo carros y hombres de a caballo de Mesopotamia, de Aram Maaca y de Soba. 7 Tomaron a sueldo 32,000 carros, y al rey de Maaca y a su pueblo, los cuales vinieron y acamparon delante de Medeba. También los amonitas se reunieron desde sus ciudades y vinieron a la batalla. 8 Cuando David se enteró, envió a Joab y a todo el ejército de los valientes. 9 Y los amonitas salieron y se pusieron en orden de batalla a la entrada de la ciudad, y los reyes que habían venido estaban aparte en el campo.
10 Viendo Joab que se le presentaba batalla por el frente y por la retaguardia, escogió de entre los mejores hombres de Israel y los puso en orden de batalla contra los arameos. 11 Al resto del pueblo lo colocó al mando de su hermano Abisai; y se pusieron en orden de batalla contra los amonitas. 12 Y dijo: «Si los arameos son demasiado fuertes para mí, entonces tú me ayudarás, y si los amonitas son demasiado fuertes para ti, entonces yo te ayudaré. 13 Esfuérzate, y mostrémonos valientes por amor a nuestro pueblo y por amor a las ciudades de nuestro Dios; y que el SEÑOR haga lo que le parezca bien». 14 Entonces se acercó Joab con el pueblo que estaba con él para enfrentarse en combate con los arameos, y estos huyeron delante de él. 15 Cuando los amonitas vieron que los arameos huían, ellos también huyeron delante de su hermano Abisai y entraron en la ciudad. Entonces Joab volvió a Jerusalén.
16 Al ver los arameos que habían sido derrotados por Israel, enviaron mensajeros, y trajeron a los arameos que estaban al otro lado del Río, con Sofac, comandante del ejército de Hadad Ezer, al frente de ellos. 17 Cuando se dio aviso a David, este reunió a todo Israel, cruzó el Jordán y llegó frente a ellos y se puso en orden de batalla contra ellos. Y cuando David se puso en orden de batalla para enfrentarse a los arameos, estos pelearon contra él. 18 Pero los arameos huyeron delante de Israel, y David mató de los arameos a 7,000 hombres de los carros y 40,000 hombres de a pie, también dio muerte a Sofac, comandante del ejército. 19 Cuando los siervos de Hadad Ezer vieron que habían sido derrotados por Israel, hicieron la paz con David y le sirvieron. Y los arameos no quisieron ayudar más a los amonitas.
Derrota de Rabá y de los gigantes
19 En la primavera, en el tiempo en que los reyes salen a la guerra, Joab sacó el ejército y devastó la tierra de los amonitas, y fue y puso sitio a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén. Y Joab hirió a Rabá y la destruyó. 2 David tomó la corona de la cabeza del rey de los amonitas, y halló que pesaba 34 kilos de oro y que tenía en ella una piedra preciosa; y fue puesta sobre la cabeza de David. Sacó además una gran cantidad de botín de la ciudad. 3 Y a la gente que había en ella, la sacó y la puso a trabajar con sierras, con trillos de hierro y con hachas. Y así hizo David a todas las ciudades de los amonitas. Entonces regresó David con todo el pueblo a Jerusalén.
4 Sucedió después de esto que hubo guerra en Gezer contra los filisteos. Entonces Sibecai el husatita mató a Sipai, uno de los descendientes de los gigantes, los cuales fueron dominados. 5 De nuevo hubo guerra contra los filisteos, y Elhanán, hijo de Jair, mató a Lahmi, hermano de Goliat el geteo; el asta de su lanza era como un rodillo de tejedor. 6 Y hubo guerra otra vez en Gat, donde había un hombre de gran estatura que tenía veinticuatro dedos, seis en cada mano y seis en cada pie; él también descendía de los gigantes. 7 Cuando desafió a Israel, lo mató Jonatán, hijo de Simea, hermano de David. 8 Estos descendían de los gigantes en Gat y cayeron por mano de David y por mano de sus siervos.
1 Pedro 1
Saludo
1 Pedro, apóstol de Jesucristo:
A los expatriados, de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, elegidos 2 según el previo conocimiento de Dios Padre, por la obra santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser rociados con Su sangre: Que la gracia y la paz les sean multiplicadas a ustedes.
La esperanza viva del cristiano
3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según Su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, 4 para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para ustedes.
5 Mediante la fe ustedes son protegidos por el poder de Dios, para la salvación que está preparada para ser revelada en el último tiempo. 6 En lo cual ustedes se regocijan grandemente, aunque ahora, por un poco de tiempo si es necesario, sean afligidos con diversas pruebas, 7 para que la prueba de la fe de ustedes, más preciosa que el oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada que resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; 8 a quien sin haber visto, ustedes lo aman, y a quien ahora no ven, pero creen en Él, y se regocijan grandemente con gozo inefable y lleno de gloria, 9 obteniendo, como resultado de su fe, la salvación de sus almas.
10 Acerca de esta salvación, los profetas que profetizaron de la gracia que vendría a ustedes, diligentemente inquirieron y averiguaron, 11 procurando saber qué persona o tiempo indicaba el Espíritu de Cristo dentro de ellos, al predecir los sufrimientos de Cristo y las glorias que seguirían. 12 A ellos les fue revelado que no se servían a sí mismos, sino a ustedes, en estas cosas que ahora les han sido anunciadas mediante los que les predicaron el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas a las cuales los ángeles anhelan mirar.
Exhortación a la santidad
13 Por tanto, preparen su entendimiento para la acción. Sean sobrios en espíritu, pongan su esperanza completamente en la gracia que se les traerá en la revelación de Jesucristo. 14 Como hijos obedientes, no se conformen a los deseos que antes tenían en su ignorancia, 15 sino que así como Aquel que los llamó es Santo, así también sean ustedes santos en toda su manera de vivir. 16 Porque escrito está: «SEAN SANTOS, PORQUE YO SOY SANTO». 17 Y si invocan como Padre a Aquel que imparcialmente juzga según la obra de cada uno, condúzcanse con temor durante el tiempo de su peregrinación.
sup>18 Ustedes saben que no fueron redimidos de su vana manera de vivir heredada de sus padres con cosas perecederas como oro o plata, 19 sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha: la sangre de Cristo. 20 Porque Él estaba preparado desde antes de la fundación del mundo, pero se ha manifestado en estos últimos tiempos por amor a ustedes. 21 Por medio de Él son creyentes en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que la fe y esperanza de ustedes sean en Dios.
Exhortación al amor fraternal
22 Puesto que en obediencia a la verdad ustedes han purificado sus almas para un amor sincero de hermanos, ámense unos a otros entrañablemente, de corazón puro. 23 Pues han nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece. 24 Porque:
«TODA CARNE ES COMO LA HIERBA, Y TODA SU GLORIA COMO LA FLOR DE LA HIERBA. SÉCASE LA HIERBA, CÁESE LA FLOR, 25 PERO LA PALABRA DEL SEÑOR PERMANECE PARA SIEMPRE».
Esa es la palabra que a ustedes les fue predicada.
Jonás 3
Predicación de Jonás en Nínive
3 La palabra del SEÑOR vino por segunda vez a Jonás: 2 «Levántate, ve a Nínive, la gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que Yo te diré». 3 Y Jonás se levantó y fue a Nínive conforme a la palabra del SEÑOR. Nínive era una ciudad muy grande, de un recorrido de tres días. 4 Entonces Jonás comenzó a recorrer la ciudad camino de un día, y proclamaba: «Dentro de cuarenta días Nínive será arrasada».
5 Entonces los habitantes de Nínive creyeron en Dios, y proclamaron ayuno y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos. 6 Cuando llegó la noticia al rey de Nínive, se levantó de su trono, se despojó de su manto, se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. 7 Y mandó proclamar y anunciar en Nínive, por decreto del rey y de sus grandes: «Ni hombre ni animal, ni buey ni oveja prueben cosa alguna. No dejen que pasten o beban agua. 8 Cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios con fuerza, y vuélvase cada uno de su mal camino y de la violencia que hay en sus manos. 9 ¡Quién sabe! Quizá Dios se vuelva, se arrepienta y aparte el ardor de Su ira, y no perezcamos».
10 Cuando Dios vio sus acciones, que se habían apartado de su mal camino, entonces Dios se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo.
Lucas 8