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Salvación por propiciación

Hay muchas maneras bíblicas de describir la salvación cristiana.

La salvación puede entenderse ritualmente como un sacrificio, como la expiación de la culpa a través de la muerte de Cristo en la cruz.

La salvación puede entenderse comercialmente como una redención, como un pago realizado a través de la sangre de Cristo por la deuda que tenemos por el pecado.

La salvación puede entenderse relacionalmente como reconciliación, como la unión de partes separadas mediante la unificación de Cristo.

La salvación puede entenderse legalmente como una justificación, como la declaración de que los pecados han sido perdonados y que el pecador permanece sin mancha ante Dios debido a la imputación de la justicia de Cristo.

Por supuesto, hay más para decir acerca de la salvación. Pero cada descripción anterior captura algo importante sobre la naturaleza de la obra salvadora de Cristo.

Y cada descripción se mantiene unida porque la muerte de Cristo es, no más allá de estas imágenes, sino inherente y esencialmente a estas imágenes, una propiciación.

"La muerte de Cristo no hizo que Dios nos amara. El amor electivo de Dios planeó el sacrificio de Jesús hecho una vez y para siempre."

La palabra propiciación se usa en el Nuevo Testamento para describir la pacificación, aplacamiento, o el apaciguamiento de la ira de Dios. La forma más fácil de recordar el término es que en la propiciación, Dios pasa a estar a favor de nosotros.

A diferencia de la expiación, la propiciación tiene un componente relacional. La muerte de Cristo no solo quitó la mancha moral del pecado; también eliminó la ofensa personal del pecado.

La palabra propiciación proviene del grupo de palabras hilasmos en griego y casi siempre se refiere en el mundo antiguo (cuando se aplica a Dios) para apaciguar o evitar la ira divina.

La palabra raíz se usa varias veces en el Nuevo Testamento, como hilasmos (1 Jn. 2:24:10), hilaskomai (Heb. 2:17Lc. 18:13), y como hilasterion (Ro. 3:25Heb. 9:5). El término es claramente una palabra bíblica y un concepto bíblico.

A lo largo de los años, muchos se han opuesto a la propiciación, argumentando que las nociones de la ira de Dios no son dignas de un Dios de amor.

Los críticos creen que la propiciación hace que Dios parezca una deidad pagana pequeña y sedienta de sangre que debe ser comprada con un soborno. Pero la ira de Dios no es arbitraria y caprichosa; es parte de su inmutable justicia y santidad. En el Antiguo Testamento hay más de 20 palabras diferentes que se usan para expresar la ira de Yahvé, con un total de más de 580 ocurrencias. Y con la advertencia de Juan el Bautista acerca de la ira venidera (Mt. 3: 7), la declaración de Jesús de que la ira permanece sobre el pecador incrédulo (Jn. 3:36), y la imagen de Juan sobre la ira del Cordero (Ap. 6:16), no podemos hacer que el Nuevo Testamento sea un “policía bueno” para el supuesto “policía malo” del Antiguo Testamento.

La ira del Dios bíblico es distinta del dios enfurecido de los paganos en al menos tres formas.

(1) El Dios de la Biblia es eterno e inmutable. Nunca pierde los estribos, deja el control, o juzga a sus criaturas de manera caprichosa.

(2) El Dios de la Biblia no es apaciguado por un soborno, sino por su propia sangre (Hch. 20:28).

(3) El Dios de la Biblia, aunque enojado con el pecado y los pecadores, envió a su Hijo como nuestro sacrificio propiciatorio por amor. La muerte de Cristo no hizo que Dios nos amara.

El amor electivo de Dios planeó el sacrificio de Jesús hecho una vez y para siempre.

“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que El nos amó a nosotros y envió a Su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1 Jn. 4:10).

El Dios que siempre ha sido por nosotros en la eternidad envió a su Hijo a tiempo para que fuera el sacrificio que absorba la ira para que podamos disfrutar de la paz con Dios por siglos interminables.

"La muerte de Cristo no solo quitó la mancha moral del pecado; también eliminó la ofensa personal del pecado."

Leon Morris describe bellamente la propiciación en su obra clásica La predicación apostólica de la cruz:

“Se entiende que la propiciación brota del amor de Dios. Entre los paganos, se pensaba que la propiciación era una actividad por la cual el adorador podía proporcionar aquello que induciría un cambio de mentalidad en la deidad.

En un lenguaje sencillo, el pagano sobornaba a su dios para que le favoreciera. Cuando el término se incorporó a la Biblia, se abandonaron estas ideas indignas y rudas, y solo se conservó la verdad central expresada por el término, a saber, que la propiciación significa evitar la ira al ofrecer un regalo. Pero en ambos testamentos, el pensamiento es claro en que el don que asegura la propiciación viene de Dios mismo. Él proporciona el camino por el cual los hombres pueden venir a Él.

Así, el uso del concepto de propiciación atestigua dos grandes realidades: una es la realidad y la seriedad de la reacción divina contra el pecado; y la otra, la realidad y la grandeza del amor divino que proporcionó el don que debe evitar la ira para mí”.

Debido a este regalo propicio, nuestros pecados pueden ser eliminados, nuestra deuda puede ser pagada, nuestra relación restaurada, y nuestro estado legal puede modificarse irrevocablemente. Jesucristo es nuestro abogado justo (1 Jn. 2:1), el que aparta la ira de Dios que estaba justamente contra nosotros. Y lo hace, maravillosamente y libremente, no alegando nuestra inocencia, sino presentando su sangrienta obra en nuestro nombre, para que en Él, quienes no merecemos nada más que juicio, podamos llegar a ser justicia de Dios (2 Co. 5:21).

Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Equipo Coalición.
Imagen: Lightstock.

Kevin DeYoung (MDiv, Seminario Teológico Gordon-Conwell) es pastor principal de la Iglesia Christ Covenant en Matthews, Carolina del Norte, presidente de la junta de The Gospel Coalition, profesor asistente de teología sistemática en el Seminario Teológico Reformado (Charlotte) y candidato a doctorado en la Universidad de Leicester. Es autor de numerosos libros, incluyendo Just Do Something. Kevin y su esposa, Trisha, tienen siete hijos.

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