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Lectura de Hoy

28-12-2023

Devocional

Devocional: Malaquías 1

No sabemos mucho sobre Malaquías. Sirvió en el periodo posexílico, después de los primeros años en que tuvo lugar la mayor crisis. En su época, tanto el muro como el templo ya estaban reconstruidos. Nehemías, Zorobabel y Josué eran nombres del pasado. El remanente que regresó ya se había asentado. En los últimos tiempos no ocurrió nada de gran relevancia. No se produjo una restauración espectacular de la gloria de Dios en el templo que Exequiel había previsto (43:4). El ritual se llevaba a cabo, pero sin fervor ni entusiasmo.

Esta es la situación que trata Malaquías. Hace que sus palabras sean particularmente adecuadas para los creyentes que viven en días de letargo parecidos. No ocurre gran cosa: la situación política es estable, la libertad religiosa está asegurada, los rituales prescritos se llevan a cabo, pero todo ello no sólo carece de pasión, sino de integridad, de transformación de vida, de celo, de honor en las relaciones y las promesas, de temor del Señor. Los judíos que regresaron se caracterizaban por un cinismo hastiado que no se eliminará.

Malaquías 1 ya establece el entorno:

(1) El pueblo no está convencido de que Dios los ame realmente. “¿Y cómo nos has amado?”, protestan (1:2), sobre todo considerando el lamentable estado general de debilidad y relativa pobreza en el que se encuentran. En primer lugar, Dios apela a su amor por haberlos escogido. Eligió a Jacob por encima de Esaú; no había nada intrínseco en los dos hombres que impulsara la elección. Esta solo se remonta, nada más y nada menos, que al amor elector de Dios. Los creyentes deben aprender a descansar seguros en este amor, o cualquier oscura circunstancia se abrirá camino a través de ellos.

(2) En sus prácticas religiosas, el pueblo lleva a cabo los rituales, pero tratan a Dios con una clara falta de respeto. Esto se ve al menos de dos maneras. (a) La ley especificaba que quienes llevaban un sacrificio debía presentar un cordero sin defecto, no el más débil ni el cojo. Pero, ellos ofrecían los peores animales de sus rebaños, algo que ni siquiera se les ocurriría si estuvieran presentando un regalo a un monarca terrenal (1:6-9). (b) Por encima de todo, de palabra y de obra, el pueblo trata la adoración del Dios Todopoderoso como una carga que soportan y no como un deleite que disfrutan o, por lo menos, como un alegre deber que desempeñar. “¡Qué hastío!” se quejan, y menosprecian “con desdén” (1:13).

El hecho en cuestión es que Dios es un gran rey. Ese pueblo actúa de un modo que lo desprecia. “Porque desde donde nace el sol hasta donde se pone, grande es mi nombre entre las naciones” (1:11). “Porque yo soy el gran rey […], y temido es mi nombre entre las naciones” (1:14). ¿Nos avergüenzan las palabras de Malaquías por nuestra forma de acercarnos a Dios?


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Devocional: Apocalipsis 19

Apocalipsis 19 se divide en dos partes. En la primera, Juan oye el bullicio de una gran multitud en el cielo que exclamaba varias líneas de alabanza desenfrenada, a quien se le unen otros en unidad antifonal. La primera estrofa de adoración (19:1-3) alaba a Dios porque ha condenado a la gran prostituta (ver meditaciones del 26 y 27 de diciembre), demostrando así la verdad y la justicia de sus juicios (19:2). Esta estrofa provoca un coro: “¡Aleluya! El humo de ella sube por los siglos de los siglos” (19:3) y los ancianos alrededor del trono se unen en adoración y aprobación (19:4). Una voz desde el trono exhorta a todos los siervos de Dios a sumarse a la alabanza—“los que le teméis, así pequeños como grandes” (19:5) — y nuevamente Juan escucha a una multitud inmensa en el estruendo de la adoración. Ahora, el enfoque no es tanto en la justicia de Dios al condenar a la prostituta, sino más bien en la pura gloria del reinado de “nuestro Dios Todopoderoso” y en las inminentes “bodas del Cordero” (19:6-8).

La segunda parte del capítulo presenta a Jesús con categorías extremadamente simbólicas. Nuevamente, es importante recordar que el Apocalipsis mezcla sus metáforas. Aquel a quien, desde el capítulo 5 en adelante, se le conoce como el Cordero (designación que todavía es muy común en los capítulos 21-22) ahora se presenta como un guerrero montado en un caballo blanco. Este guerrero se llama “Fiel y Verdadero” (19:11), su nombre es “la Palabra de Dios” (19:13; comparar con Juan 1:114) y su título es “Rey de reyes y Señor de señores” (19:16). Dirige a los ejércitos en el ataque final sobre las dos bestias (es decir, la bestia y el falso profeta) y sobre todos los que lleven su marca. Su arma es una espada afilada que sale de su boca: para ganar, sólo tiene que hablar. Es él quien “exprime uvas en el lagar del furor del castigo que viene de Dios Todopoderoso” (19:15), lo cual nos remonta a la terrible imagen de 14:19-20.

En un sentido, el capítulo 19 no adelanta la trama del libro de Apocalipsis ni lo intenta. Ya se nos ha dicho que Dios destruye a la gran prostituta, que aquellos que tengan la marca de la bestia habrán de enfrentarse a la ira de Dios y todo lo demás. Lo que añade—y esto es vital—es el recordatorio enteramente saludable de que Dios tiene el control total, que es digno de ser alabado por su justo juicio sobre todo lo malo y que el agente que destruye toda la oposición al final es nada más y nada menos que Jesucristo. Más aún, esto se presenta, no sólo en el lenguaje espectacular apocalíptico, sino con la lengua gozosa de la alabanza entusiasmada. A los lectores, se nos invita implícitamente a unirnos, aunque en esta etapa sólo lo hagamos por fe y no por vista.


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

2 Crónicas 33

Reinado de Manasés

33 Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó cincuenta y cinco años en Jerusalén. Pero hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR conforme a las abominaciones de las naciones que el SEÑOR había expulsado delante de los israelitas. Porque reedificó los lugares altos que su padre Ezequías había derribado. Levantó también altares a los Baales e hizo Aseras, y adoró a todo el ejército de los cielos y los sirvió. Edificó altares en la casa del SEÑOR, de la cual el SEÑOR había dicho: «Mi nombre estará en Jerusalén para siempre». Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos atrios de la casa del SEÑOR.

Además, Manasés hizo pasar por el fuego a sus hijos en el valle de Ben Hinom; practicó la hechicería, usó la adivinación, practicó la brujería y trató con adivinos y espiritistas. Hizo mucho mal ante los ojos del SEÑOR, provocándolo a iraColocó la imagen tallada del ídolo que había hecho, en la casa de Dios, de la cual Dios había dicho a David y a su hijo Salomón: «En esta casa y en Jerusalén, que he escogido de entre todas las tribus de Israel, pondré Mi nombre para siempre, y no volveré a quitar el pie de Israel de la tierra que Yo he asignado para sus padres, con tal de que cuiden de hacer todo lo que les he mandado conforme a toda la ley, los estatutos y las ordenanzas dados por medio de Moisés». Así Manasés hizo extraviar a Judá y a los habitantes de Jerusalén para que hicieran lo malo más que las naciones que el SEÑOR había destruido delante de los israelitas.

10 El SEÑOR habló a Manasés y a su pueblo, pero ellos no hicieron caso. 11 Por eso el SEÑOR hizo venir contra ellos a los capitanes del ejército del rey de Asiria, que capturaron a Manasés con garfios, lo ataron con cadenas de bronce y lo llevaron a Babilonia. 12 Cuando estaba en angustia, Manasés imploró al SEÑOR su Dios, y se humilló grandemente delante del Dios de sus padres. 13 Y cuando oró a Él, Dios se conmovió por su ruego, oyó su súplica y lo trajo de nuevo a Jerusalén, a su reino. Entonces Manasés reconoció que el SEÑOR era Dios.

14 Después de esto, Manasés edificó la muralla exterior de la ciudad de David al occidente de Gihón, en el valle, hasta la entrada de la puerta del Pescado; y rodeó con ella el Ofel y la hizo muy alta. Entonces puso capitanes del ejército en todas las ciudades fortificadas de Judá. 15 También quitó los dioses extranjeros y el ídolo de la casa del SEÑOR, así como todos los altares que había edificado en el monte de la casa del SEÑOR y en Jerusalén, y los arrojó fuera de la ciudad. 16 Reparó el altar del SEÑOR, y sacrificó sobre él ofrendas de paz y ofrendas de gratitud; y ordenó a Judá que sirviera al SEÑOR, Dios de Israel. 17 Sin embargo, el pueblo aún sacrificaba en los lugares altos, aunque solo al SEÑOR su Dios.

18 Los demás hechos de Manasés, y su oración a su Dios, y las palabras de los videntes que le hablaron en el nombre del SEÑOR, Dios de Israel, están en los registros de los reyes de Israel. 19 También su oración y cómo fue oído, todo su pecado y su infidelidad, y los sitios donde edificó lugares altos y levantó las Aseras y las imágenes talladas antes de humillarse, están escritos en los registros de los Hozai. 20 Manasés durmió con sus padres, y lo sepultaron en su casa; y su hijo Amón reinó en su lugar.

Reinado de Amón

21 Amón tenía veintidós años cuando comenzó a reinar, y reinó dos años en Jerusalén. 22 Pero hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR, como había hecho su padre Manasés. Amón ofreció sacrificios a todas las imágenes talladas que su padre Manasés había hecho, y las sirvió. 23 Además, no se humilló delante del SEÑOR como su padre Manasés se había humillado, sino que Amón aumentó su culpa. 24 Y conspiraron contra él sus siervos y le dieron muerte en su casa. 25 Pero el pueblo del país mató a todos los que habían conspirado contra el rey Amón; y en su lugar el pueblo del país hizo rey a su hijo Josías.


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Apocalipsis 19

Alabanzas en el cielo

19 Después de esto oí como una gran voz de una gran multitud en el cielo, que decía:

«¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios, PORQUE SUS JUICIOS SON VERDADEROS Y JUSTOS, Pues ha juzgado a la gran ramera Que corrompía la tierra con su inmoralidad, Y HA VENGADO LA SANGRE DE SUS SIERVOS EN ELLA».

Y dijeron por segunda vez:

«¡Aleluya! EL HUMO DE ELLA SUBE POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS».

Entonces los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, y decían:

«¡Amén! ¡Aleluya!».

Y del trono salió una voz que decía:

«Alaben ustedes a nuestro Dios, todos ustedes Sus siervos, Los que le temen, los pequeños y los grandes».

Anuncio de las bodas del Cordero

Oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas y como el sonido de fuertes truenos, que decía:

«¡Aleluya! Porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina. Regocijémonos y alegrémonos, y démosle a Él la gloria, Porque las bodas del Cordero han llegado y Su esposa se ha preparado». Y a ella le fue concedido vestirse de lino fino, resplandeciente y limpio, Porque las acciones justas de los santos son el lino fino.

El ángel me dijo*: «Escribe: “Bienaventurados los que están invitados a la cena de las Bodas del Cordero”». También me dijo*: «Estas son palabras verdaderas de Dios». 10 Entonces caí a sus pies para adorarlo. Y me dijo*: «No hagas eso. Yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos que poseen el testimonio de Jesús; adora a Dios. El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía».

El jinete del caballo blanco

11 Vi el cielo abierto, y apareció un caballo blanco. El que lo montaba se llama Fiel y Verdadero. Con justicia juzga y hace la guerra. 12 Sus ojos son una llama de fuego, y sobre Su cabeza hay muchas diademas. Tiene un nombre escrito que nadie conoce sino Él. 13 Está vestido de un manto empapado en sangre, y Su nombre es: El Verbo de Dios.

14 Los ejércitos que están en los cielos, vestidos de lino fino, blanco y limpio, lo seguían sobre caballos blancos. 15 De Su boca sale una espada afilada para herir con ella a las naciones y las regirá con vara de hierro. Él mismo pisa el lagar del vino del furor de la ira de Dios Todopoderoso. 16 En Su manto y en Su muslo tiene un nombre escrito: «REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES».

17 Vi a un ángel que estaba de pie en el sol. Clamó a gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: «Vengan, congréguense para la gran cena de Dios, 18 para que coman carne de reyes, carne de comandantes y carne de poderosos, carne de caballos y de sus jinetes, y carne de todos los hombres, libres y esclavos, pequeños y grandes».

19 Entonces vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos reunidos para hacer guerra contra Aquel que iba montado en el caballo blanco y contra Su ejército. 20 Y la bestia fue apresada, junto con el falso profeta que hacía señales en su presencia, con las cuales engañaba a los que habían recibido la marca de la bestia y a los que adoraban su imagen. Los dos fueron arrojados vivos al lago de fuego que arde con azufre. 21 Los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca de Aquel que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de sus carnes.


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Malaquías 1

El amor de Dios por Israel

1 Oráculo de la palabra del SEÑOR a Israel por medio de Malaquías.

«Yo los he amado», dice el SEÑOR. Pero ustedes dicen: «¿En qué nos has amado?». «¿No era Esaú hermano de Jacob?», declara el SEÑOR. «Sin embargo, Yo amé a Jacob, y aborrecí a Esaú, e hice de sus montes desolación, y di su heredad a los chacales del desierto». Aunque Edom dice: «Hemos sido destruidos, pero volveremos y edificaremos las ruinas», el SEÑOR de los ejércitos dice así: «Ellos edificarán, pero Yo destruiré. Y los llamarán territorio impío y pueblo contra quien el SEÑOR está indignado para siempre». Sus ojos lo verán, y ustedes dirán: «Sea engrandecido el SEÑOR más allá de la frontera de Israel».

Reprensión a los sacerdotes

«El hijo honra a su padre, y el siervo a su señor. Pues si Yo soy padre, ¿dónde está Mi honor? Y si Yo soy señor, ¿dónde está Mi temor?», dice el SEÑOR de los ejércitos a ustedes sacerdotes que desprecian Mi nombre. Pero ustedes dicen: «¿En qué hemos despreciado Tu nombre?». «En que ustedes ofrecen pan inmundo sobre Mi altar. Y ustedes preguntan: “¿En qué te hemos deshonrado?”. En que dicen: “La mesa del SEÑOR es despreciable”. Y cuando presentan un animal ciego para el sacrificio, ¿no es eso malo? Y cuando presentan el cojo y el enfermo, ¿no es eso malo? ¿Por qué no lo ofreces a tu gobernador? ¿Se agradaría de ti o te recibiría con benignidad?» dice el SEÑOR de los ejércitos. «Ahora pues, ¿no pedirán ustedes el favor de Dios, para que se apiade de nosotros? Con tal ofrenda de su parte, ¿los recibirá Él con benignidad?», dice el SEÑOR de los ejércitos.

10 «¡Oh, si hubiera entre ustedes quien cerrara las puertas para que no encendieran Mi altar en vano! No me complazco en ustedes», dice el SEÑOR de los ejércitos, «ni de su mano aceptaré ofrenda. 11 Porque desde la salida del sol hasta su puesta, Mi nombre será grande entre las naciones, y en todo lugar se ofrecerá incienso a Mi nombre, y ofrenda pura de cereal; porque grande será Mi nombre entre las naciones», dice el SEÑOR de los ejércitos. 12 «Pero ustedes lo profanan, cuando dicen: “La mesa del Señor es inmunda, y su fruto, su alimento despreciable”». 13 «También dicen: “¡Ay, qué fastidio!”. Y con indiferencia lo desprecian», dice el SEÑOR de los ejércitos, «y traen lo robado, o cojo, o enfermo; así traen la ofrenda. ¿Aceptaré eso de su mano?», dice el SEÑOR. 14 «¡Maldito sea el engañador que tiene un macho en su rebaño, y lo promete, pero sacrifica un animal dañado al Señor! Porque Yo soy el Gran Rey», dice el SEÑOR de los ejércitos, «y Mi nombre es temido entre las naciones».


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Juan 18

Traición y arresto de Jesús

18 Después de decir esto, Jesús salió con Sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto en el cual entró Él con Sus discípulos. También Judas, el que lo iba a entregar, conocía el lugar porque Jesús se había reunido allí muchas veces con Sus discípulos. Entonces Judas, tomando la tropa romana, y a varios guardias de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue* allá con linternas, antorchas y armas.

Jesús, sabiendo todo lo que le iba a sobrevenir, salió y les dijo*: «¿A quién buscan?». «A Jesús el Nazareno», le respondieron. Él les dijo*: «Yo soy». Y Judas, el que lo entregaba, estaba con ellos. Y cuando Él les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús entonces volvió a preguntarles: «¿A quién buscan?». «A Jesús el Nazareno», dijeron. Respondió Jesús: «Les he dicho que Yo soy; por tanto, si me buscan a Mí, dejen ir a estos».

Así se cumplía la palabra que había dicho: «De los que me diste, no perdí ninguno». 10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. 11 Jesús le dijo a Pedro: «Mete la espada en la vaina. La copa que el Padre me ha dado, ¿acaso no he de beberla?».

12 Entonces la tropa romana, el comandante y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron, 13 y lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote ese año. 14 Caifás era el que había aconsejado a los judíos que convenía que un hombre muriera por el pueblo.

Primera negación de Pedro

15 Simón Pedro seguía a Jesús, y también otro discípulo. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote, 16 pero Pedro estaba afuera, a la puerta. Así que el otro discípulo, que era conocido del sumo sacerdote, salió y habló a la portera, e hizo entrar a Pedro. 17 Entonces la criada que cuidaba la puerta dijo* a Pedro: «¿No eres tú también uno de los discípulos de este hombre?». «No lo soy», dijo* él.

18 Los siervos y los guardias estaban de pie calentándose junto a unas brasas que habían encendido porque hacía frío. Pedro también estaba con ellos de pie, calentándose.

Jesús ante el sumo sacerdote

19 Entonces el sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de Sus discípulos y de Sus enseñanzas. 20 Jesús le respondió: «Yo he hablado al mundo públicamente; siempre enseñé en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en secreto. 21 ¿Por qué me preguntas a Mí? Pregúntales a los que han oído lo que hablé; estos saben lo que he dicho».

22 Cuando dijo esto, uno de los guardias que estaba cerca, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así respondes al sumo sacerdote?». 23 Jesús le respondió: «Si he hablado mal, da testimonio de lo que he hablado mal; pero si hablé bien, ¿por qué me pegas?». 24 Anás entonces lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.

Pedro niega a Jesús otra vez

25 Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le preguntaron: «¿No eres tú también uno de Sus discípulos?». «No lo soy», dijo Pedro, negándolo. 26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, que era pariente de aquel a quien Pedro le había cortado la oreja, dijo*: «¿No te vi yo en el huerto con Él?». 27 Y Pedro lo negó otra vez, y al instante cantó un gallo.

Jesús ante Pilato

28 Entonces llevaron* a Jesús de casa de Caifás al Pretorio; era muy de mañana; y ellos no entraron al Pretorio para no contaminarse y poder comer la Pascua. 29 Pilato, pues, salió afuera hacia ellos y dijo*: «¿Qué acusación traen contra este hombre?». 30 Ellos respondieron: «Si este hombre no fuera malhechor, no se lo hubiéramos entregado».

31 Entonces Pilato les dijo: «Se lo pueden llevar y juzgar conforme a su ley». «A nosotros no nos es permitido dar muerte a nadie», le dijeron los judíos. 32 Esto sucedió para que se cumpliera la palabra que Jesús había hablado, dando a entender de qué clase de muerte iba a morir.

Diálogo entre Jesús y Pilato

33 Pilato volvió a entrar al Pretorio, y llamó a Jesús y le preguntó: «¿Eres Tú el Rey de los judíos?». 34 Jesús respondió: «¿Esto lo dices por tu cuenta, o porque otros te lo han dicho de Mí?». 35 Pilato contestó: «¿Acaso soy yo judío? Tu nación y los principales sacerdotes te entregaron a mí. ¿Qué has hecho?».

36 Jesús le respondió: «Mi reino no es de este mundo. Si Mi reino fuera de este mundo, entonces Mis servidores pelearían para que Yo no fuera entregado a los judíos. Pero ahora Mi reino no es de aquí». 37 «¿Así que Tú eres rey?», le dijo Pilato. «Tú dices que soy rey», respondió Jesús. «Para esto Yo he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha Mi voz».

38 Pilato le preguntó*: «¿Qué es la verdad?».

Y habiendo dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo*: «Yo no encuentro ningún delito en Él. 39 Pero es costumbre entre ustedes que les suelte a alguien durante la fiesta de la Pascua. ¿Quieren, pues, que les suelte al Rey de los judíos?». 40 Entonces volvieron a gritar, diciendo: «No a Este, sino a Barrabás». Y Barrabás era un ladrón.

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