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Por qué mi Pastor lleva una vara

Si ves a una mujer con bata verde o azul y un estetoscopio colgado del cuello, ya sabes lo que es y qué hace.

Si un hombre entra en tu casa para arreglar algo y lleva un martillo, una sierra, un cincel y una cinta métrica en su cinturón de herramientas alrededor de la cintura, entonces sabes que no está allí para reparar tu portátil. Quién es y qué hace es evidente por lo que lleva en sus manos.

El Salmo 23 nos enseña quién es el Señor Jesús y lo que hace por lo que lleva en Sus manos. Está fuertemente armado. Es la bella amplificación adicional de por qué no debemos temer en los valles más oscuros: «Tu vara y tu cayado me infunden aliento» (Sal 23:4).

Pastor robusto

En el siglo XIX, J. L. Porter conoció a unos pastores de la región septentrional de Transjordania, la misma parte del mundo que llevó al rey David a escribir el Salmo 23. Los tiempos han cambiado, por supuesto, pero la rudeza necesaria para pastorear en ese lugar sigue siendo la misma. Esta es la descripción de Porter:

Los pastores no tenían ese aspecto pacífico y plácido que suele asociarse con la vida y las costumbres pastoriles. Parecían guerreros marchando al campo de batalla: un arma larga colgada del hombro, una daga y pistolas pesadas al cinto, un hacha de batalla ligera o un garrote con cabeza de hierro en la mano. Tal era su equipamiento, y sus fieros ojos centelleantes y su ceño fruncido mostraban con demasiada claridad que estaban preparados para usar sus armas en cualquier momento.

Estamos tan acostumbrados a la gentileza del Salmo 23 que puede que nunca hayamos sentido el acero envuelto en terciopelo. Dale Ralph Davis dice:

Jesucristo, nuestro Pastor, no es un debilucho demacrado. Nuestro Pastor es un guerrero, como tenían que ser los pastores. Nadie puede arrebatarle las ovejas de Su mano (Jn 10:28). Los músculos de Su brazo se flexionan para defender a Su rebaño; por algo lleva la vara. Es evidente que es suficiente para todo lo que el valle nos depare.

Spurgeon dice que la vara y el cayado del pastor llevan a David a alabarle por «las insignias de [Su] soberanía y de [Su] cuidado bondadoso». Richard Briggs sugiere que «la vara y el cayado son los símbolos visibles de la presencia invisible de Dios, a su vez sugestivos del pastor en el valle como símbolo visible de la presencia de Dios».

La vara como arma

Consideremos la suficiencia del Señor Jesús mostrada en Su vara y veamos cómo consuela a Sus ovejas.

Kenneth Bailey señala que la palabra traducida «vara» tiene un rango semántico que puede incluir «vara», «cetro» y «arma», por lo que una «vara» no es lo mismo que un bastón:

Más bien, es la principal arma ofensiva del pastor para proteger al rebaño de los enemigos, ya sean animales salvajes o ladrones humanos. El instrumento en sí tiene unos dos pies y medio de largo, con un extremo en forma de mazo en el que a menudo se incrustan las pesadas piezas de hierro. Se convierte así en un arma formidable.

Por eso en textos como el Salmo 2:9 habla de que el ungido del Señor herirá a las naciones con «vara de hierro» (ver también Ap 2:2712:5). Es probable que se refiera a un objeto de madera, pero con hierro incrustado en ella para garantizar la máxima eficacia en la mano de quien la empuñe.

El relato que el propio David hace de su oficio de pastor seguramente se refiere a un objeto como una vara cuando se presenta ante Saúl como un combatiente capaz de enfrentarse al poderoso Goliat: «Su siervo apacentaba las ovejas de su padre, y cuando un león o un oso venía y se llevaba un cordero del rebaño, yo salía tras él, lo atacaba, y lo rescataba de su boca; y cuando se levantaba contra mí, lo tomaba por la quijada, lo hería y lo mataba» (1 S 17:34-35).

La vara como dispositivo de seguridad

Al mismo tiempo, Bailey argumenta que la vara del pastor no solo se utilizaba para pelear. Llama la atención sobre Levítico 27:32, donde la vara o el cayado del pastor se utiliza para contar el rebaño. La idea es que, cuando las ovejas vuelven a entrar en el redil al final de cada día, la vara se sostiene en la entrada y las ovejas se cuentan al pasar por debajo de ella. (Hoy utilizaríamos un formulario de inscripción digital o un código QR escaneable para el registro de entrada en las instalaciones).

Es la forma que tiene el pastor de comprobar personalmente que todas sus ovejas están presentes. Bailey escribe: «Así las ovejas (en el rebaño de Dios) pueden notar la vara del Pastor y recordar que es un “sistema de alarma” utilizado para garantizar la seguridad de todos. Si alguna oveja se pierde, el pastor será alertado durante el “recuento nocturno”».

Se trata de un cuadro hermoso, ya que el instrumento de guerra se utiliza ahora para un fin distinto. La protección no reside aquí en un instrumento de agresión, sino en un símbolo de posesión amorosa. La vara en la mano del pastor desempeña ambas funciones; entonces, ¿cuál es el consuelo para nosotros aquí en el valle?

La vara nos ayuda a saber, como dice John Goldingay, que tener al Señor «con» nosotros «no es meramente un sentimiento. No significa mera presencia, sino también acción… Esta presencia se expresa mediante una acción agresiva para derrotar a los enemigos y proteger así a aquel con quien Yahvé está comprometido».

Contados, guiados, protegidos y consolados

Derrotar enemigos y proteger ovejas: ambas cosas están presentes en la obra pastoral del Señor Jesús por nosotros. «Mis ovejas oyen Mi voz; Yo las conozco y me siguen. Yo les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de Mi mano» (Jn 10:27-28). Ese lenguaje implica, por supuesto, que algunos intentarán arrebatarlas, que hay fuerzas allá fuera que tratan de hacer daño a las ovejas, pero estamos envueltos en la mano fuerte del Pastor, que a su vez está asida en la mano fuerte del Padre (Jn 10:29).

Derrotar enemigos y proteger ovejas: ambas cosas están presentes en la obra pastoral del Señor Jesús por nosotros

 

Esta disposición a proteger a Sus ovejas se deriva del hecho de que Jesús sabe exactamente quién le pertenece. Él «llama a [Sus] ovejas por nombre y las conduce afuera. Cuando saca todas las [Suyas], va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen [Su] voz» (Jn 10:3-4).

Contados por Jesús, somos guiados por Jesús; guiados por Jesús, somos protegidos por Jesús; y protegidos por Jesús, somos consolados por Jesús.

Algunos de los que leemos estas líneas nos sentimos débiles. Las circunstancias de la vida nos han oprimido y nos sentimos quebrantados. Este pastor, siervo de Dios, no quiebra la caña cascada ni apaga la mecha que humea (Mt 12:20, citando Is 42:3); Él es tierno ante todos nuestros quebrantos. Pero este mismo Jesús «llevará a la victoria la justicia» (Is 42:3Mt 12:20).

Así pues, deja que la vara en la mano de Jesús fortalezca también tu corazón abatido; porque, recuerda, te está guiando a través del valle y al otro lado está la casa del Señor, donde moraremos para siempre. Debemos recordar siempre cómo termina la Biblia: al otro lado de todo, el Cordero vence. El Cordero vence porque también es un León. Nunca debemos confundir la ternura de nuestro pastor con debilidad, ni Su cuidado para con nosotros con despreocupación por todo lo que nos amenaza.


Publicado originalmente en The Gospel CoalitionTraducido por Eduardo Fergusson.

David Gibson (@davidngibbo) es ministro de Trinity Church en Aberdeen, Escocia. Está casado con Angela y tienen cuatro hijos pequeños.

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