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Lectura de Hoy

07-06-2024

DEVOCIONAL

Devocional: Deuteronomio 11

Mis padres eran más bien pobres –no era la pobreza que uno encuentra en los barrios más pobres del mundo, pero pobres con respecto a criterios americanos. Mi padre era pastor.

Antes de que yo naciera, hacia el final del período de la Gran Depresión, mi padre llevó una furgoneta con comida que se había recogido durante la fiesta de navidad para entregar a los pobres, y luego volvió al piso en el que vivían alquilados, donde la cena de navidad consistió en una lata de judías blancas. Mis padres dieron gracias a Dios por ello –y, al mismo tiempo que lo hacían, en algunas ocasiones fueron invitados a cenar fuera. Puedo recordar como a menudo durante mi infancia en nuestra familia orábamos para que Dios cubriera nuestras necesidades -por ejemplo enormes facturas médicas cuando no nos podíamos permitir ningún seguro médico- y siempre lo hacía. Cuando me marché de casa para iniciar mis estudios universitarios, mis padres hicieron lo imposible para ayudarme económicamente; un año me enviaron diez dólares. Para ellos era mucho dinero; por mi parte, desde el punto de vista económico dependía de mí, y trabajé mientras estudiaba. Muchas veces subsistí dos o tres días sin comer, bebiendo mucha agua para impedir que mi estómago gruñese, pedía al Señor que cubriese mis necesidades, temeroso ante la posibilidad de tener que abandonar mis estudios. Dios siempre me las cubría, a menudo de maneras sencillas, a veces de maneras más asombrosas.
Hoy miro a mis hijos, y reconozco que aunque afrontan nuevas tentaciones y pruebas, hasta ahora nunca han tenido que sufrir nada que se parezca a la privación. (¡El no recibir todo lo que les plazca no cuenta!) Luego leo Deuteronomio 11, donde Moisés hace una distinción generacional:

Recordad hoy que fuisteis vosotros, y no vuestros hijos, los que visteis y experi­mentasteis la disciplina del Señor vuestro Dios. Vosotros visteis su gran despliegue de fuerza y de poder, y los hechos y señales que realizó en Egipto contra el faraón y contra todo su país” (11:2-3; ver 11:5). No, no fueron los hijos. “Ciertamente vosotros visteis con vuestros propios ojos todas las maravillas que el Señor ha hecho” (11:7).

¿Qué es lo que Moisés infiere al insistir en esta distinción generacional? (1) Los mayores deberían ser prontos a obedecer, debido a todo aquello que han tenido la oportunidad de aprender (11:8). Heme aquí preocupado por la poca experiencia de mis hijos, y resulta que lo primero que Dios me dice es que soy yo quien no tengo excusa. (2) La generación de los mayores debe transmitir sistemáticamente a los hijos lo que han aprendido (11:19- 21); otra vez más, se trata de mi responsabilidad, no de la suya. (3) Compartir de forma extensa, la provisión de Dios para con su pueblo de todas las bendiciones del pacto, las que en este texto tienen que ver con la tierra y su abundancia, depende de los dos primeros puntos.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: Isaías 39
En la meditación del 7 de noviembre del volumen 1, hablábamos de la enfermedad casi mortal del rey Ezequías, de su recuperación y su posterior insensatez con los emisarios babilonios (en 2 Reyes 20, encontramos un relato parecido al de Isaías 39—40). La muerte no es lo que más hay que temer. Si Ezequías hubiese muerto por su enfermedad, en lugar de vivir quince años más, no habría sucumbido ante sus peores pecados de orgullo y crueldad (Isaías 39:5-8). Sin embargo, aquí nos centraremos en algo más prosaico: la cronología de los acontecimientos, ya que hay varias lecciones que aprender.

Hay mucho debate sobre la datación del reinado de Ezequías. Está razonablemente claro que la invasión de Senaquerib (Isaías 36:1) tuvo lugar en 701 a. C., el decimocuarto año de Ezequías como rey, lo cual significa que subió al trono en 715 a. C. Sin embargo, 2 Reyes 18:1 afirma que esto aconteció en el tercer año del rey Oseas de Israel (el reino del norte), es decir, aproximadamente en 727. Probablemente, Ezequías fue regente con su padre Acaz desde 727 a 715, año en que este murió, reinando en solitario a partir de ahí (las regencias compartidas eran comunes entre los reyes de Judá e Israel). Por tanto, la invasión de 701 tuvo lugar en el año decimocuarto o vigesimosexto del reinado de Ezequías, según se incluyan o no los años de regencia. No obstante, 2 Reyes 18:1 también especifica que este reinó durante veintinueve años desde el inicio de la misma, lo cual sitúa su muerte en 698. Si su enfermedad se produjo quince años antes (Isaías 38:5), estamos hablando del año 713. Los emisarios de Babilonia realizaron su visita poco después, en 712 o 711, más de una década antes de la invasión asiria bajo el mando de Senaquerib. La frase “por aquellos días” (38:1) debe de ser entonces una referencia general a la época de la vida y el reinado de Ezequías y no tanto a algo más específico.

Esto significa que no debemos considerar posteriores a la invasión asiria los acontecimientos de Isaías 38—39, como si este episodio fuese una recaída tras la intercesión heroica y la fiel obediencia descritas en los capítulos 36—37. La situación es más compleja. Después de prósperos años de administración (2 Reyes 18), Ezequías cae enfermo y se cura de forma milagrosa. Seguidamente, se jacta ante los emisarios de Babilonia (Isaías 39), lo cual bien podía ser parte de su plan de rebelión contra Asiria. Ezequías sólo aprende a confiar en el Señor una década más tarde, cuando los asirios casi lo destruyen. Muere tres años después de esta invasión. Si esta cronología es correcta, su postura extraordinariamente egoísta y cruel en Isaías 39:8 refleja con precisión su ambivalencia hacia Dios y su profeta, hasta que la desesperación lo venció.

¿Cuándo y cómo aprendemos a confiar en el Señor?

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Deuteronomio 11
Grandeza y poder del Señor
11 »Amarás, pues, al SEÑOR tu Dios, y guardarás siempre Sus mandatos, Sus estatutos, Sus ordenanzas y Sus mandamientos.  Comprendan ustedes hoy que no estoy hablando con sus hijos, los cuales no han visto la disciplina del SEÑOR su Dios: Su grandeza, Su mano poderosa, Su brazo extendido, Sus señales y Sus obras que hizo en medio de Egipto a Faraón, rey de Egipto, y a toda su tierra; lo que hizo al ejército de Egipto, a sus caballos y a sus carros, al hacer que el agua del Mar Rojo los cubriera cuando los perseguían a ustedes, y el SEÑOR los destruyó completamente; lo que hizo por ustedes en el desierto hasta que llegaron a este lugar.
»También vieron lo que hizo a Datán y Abiram, los hijos de Eliab, hijo de Rubén, cuando la tierra abrió su boca y los tragó a ellos, a sus familias, a sus tiendas y a todo ser viviente que los seguía, en medio de todo Israel. Pero ustedes, con sus propios ojos, han visto toda la gran obra que el SEÑOR ha hecho.

Obediencia y recompensa

»Guarden, pues, todos los mandamientos que les ordeno hoy, para que sean fuertes, y entren y tomen posesión de la tierra a la cual entran para poseerla; para que prolonguen sus días en la tierra que el SEÑOR juró dar a sus padres y a su descendencia, una tierra que mana leche y miel. 10 Porque la tierra a la cual entras para poseerla, no es como la tierra de Egipto de donde ustedes vinieron, donde sembrabas tu semilla, y la regabas con el pie como una huerta de hortalizas, 11 sino que la tierra a la cual entran para poseerla, tierra de montes y valles, bebe el agua de las lluvias del cielo. 12 Es una tierra que el SEÑOR tu Dios cuida; los ojos del SEÑOR tu Dios están siempre sobre ella, desde el principio hasta el fin del año.
13 »Y sucederá que si obedecen mis mandamientos que les ordeno hoy, de amar al SEÑOR su Dios y de servirle con todo su corazón y con toda su alma, 14 Él dará a la tierra de ustedes la lluvia a su tiempo, lluvia temprana y lluvia tardía, para que recojas tu grano, tu vino nuevo y tu aceite. 15 Y Él dará hierba en tus campos para tu ganado, y comerás y te saciarás. 16 Tengan cuidado, no sea que se engañe su corazón y se desvíen y sirvan a otros dioses, y los adoren. 17 No sea que la ira del SEÑOR se encienda contra ustedes, y cierre los cielos y no haya lluvia y la tierra no produzca su fruto, y pronto perezcan en la buena tierra que el SEÑOR les da.
18 »Graben, pues, estas mis palabras en su corazón y en su alma; átenlas como una señal en su mano, y serán por insignias entre sus ojos. 19 Enséñenlas a sus hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. 20 Y escríbelas en los postes de tu casa y en tus puertas, 21 para que tus días y los días de tus hijos sean multiplicados en la tierra que el SEÑOR juró dar a tus padres, por todo el tiempo que los cielos permanezcan sobre la tierra.
22 »Porque si guardan cuidadosamente todo este mandamiento que les ordeno para cumplirlo, amando al SEÑOR su Dios, andando en todos Sus caminos y allegándose a Él, 23 entonces el SEÑOR expulsará de delante de ustedes a todas estas naciones, y ustedes desposeerán a naciones más grandes y más poderosas que ustedes. 24 Todo lugar donde pise la planta de su pie será de ustedes; sus fronteras serán desde el desierto hasta el Líbano, y desde el río, el río Éufrates, hasta el mar occidental. 25 Nadie les podrá hacer frente; el SEÑOR su Dios infundirá, como Él les ha dicho, el espanto y terror de ustedes en toda la tierra que pise su pie.
26 »Miren, hoy pongo delante de ustedes una bendición y una maldición: 27 la bendición, si escuchan los mandamientos del SEÑOR su Dios que les ordeno hoy; 28 y la maldición, si no escuchan los mandamientos del SEÑOR su Dios, sino que se apartan del camino que les ordeno hoy, para seguir a otros dioses que no han conocido. 29 Y acontecerá, que cuando el SEÑOR tu Dios te lleve a la tierra donde entras para poseerla, pondrás la bendición sobre el monte Gerizim y la maldición sobre el monte Ebal. 30 ¿No están ellos al otro lado del Jordán, detrás del camino al oeste, en la tierra de los cananeos que habitan en el Arabá, frente a Gilgal, junto al encinar de More? 31 Porque ustedes van a pasar el Jordán para ir a poseer la tierra que el SEÑOR su Dios les da, y la tomarán y habitarán en ella, 32 y tendrán cuidado de cumplir todos los estatutos y decretos que hoy pongo delante de ustedes.

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com
Salmos 95-96
LIBRO CUARTO
Alabanza al SEÑOR y advertencia contra la incredulidad
95 Vengan, cantemos con gozo al SEÑOR, Aclamemos con júbilo a la roca de nuestra salvación. Vengamos ante Su presencia con acción de gracias; Aclamemos a Él con salmos. Porque Dios grande es el SEÑOR, Y Rey grande sobre todos los dioses, En cuya mano están las profundidades de la tierra; Suyas son también las cumbres de los montes. Suyo es el mar, pues Él lo hizo, Y Sus manos formaron la tierra firme.
Vengan, adoremos y postrémonos; Doblemos la rodilla ante el SEÑOR nuestro Hacedor. Porque Él es nuestro Dios, Y nosotros el pueblo de Su prado y las ovejas de Su mano. Si ustedes oyen hoy Su voz, No endurezcan su corazón como en Meriba, Como en el día de Masah en el desierto, Cuando sus padres me tentaron, Me pusieron a prueba, aunque habían visto Mi obra. 10 Por cuarenta años me repugnó aquella generación, Y dije: «Es un pueblo que se desvía en su corazón Y no conocen Mis caminos. 11 Por tanto, juré en Mi ira: Ciertamente no entrarán en Mi reposo».

Invitación a la adoración

96 Canten al SEÑOR un cántico nuevo; Canten al SEÑOR, toda la tierra. Canten al SEÑOR, bendigan Su nombre; Proclamen de día en día las buenas nuevas de Su salvación. Cuenten Su gloria entre las naciones, Sus maravillas entre todos los pueblos. Porque grande es el SEÑOR, y muy digno de ser alabado; Temible es Él sobre todos los dioses. Porque todos los dioses de los pueblos son ídolos, Pero el SEÑOR hizo los cielos. Gloria y majestad están delante de Él; Poder y hermosura en Su santuario.
Den al SEÑOR, oh familias de los pueblos, Den al SEÑOR gloria y poder. Den al SEÑOR la gloria debida a Su nombre; Traigan ofrenda y entren en Sus atrios. Adoren al SEÑOR en vestiduras santas; Tiemblen ante Su presencia, toda la tierra. 10 Digan entre las naciones: «El SEÑOR reina; Ciertamente el mundo está bien afirmado, será inconmovible; Él juzgará a los pueblos con equidad».
11 Alégrense los cielos y regocíjese la tierra; Ruja el mar y cuanto contiene; 12 Gócese el campo y todo lo que en él hay. Entonces todos los árboles del bosque cantarán con gozo 13 Delante del SEÑOR, porque Él viene; Porque Él viene a juzgar la tierra: Juzgará al mundo con justicia Y a los pueblos con Su fidelidad.

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Isaías 39
Predicción de la cautividad

39 En aquel tiempo Merodac Baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió cartas y un regalo a Ezequías porque oyó que había estado enfermo y se había recuperado. Se alegró por ello Ezequías y les mostró la casa de su tesoro: la plata y el oro, las especias y el aceite precioso, todo su arsenal y todo lo que se hallaba en sus tesoros. No hubo nada en su casa ni en todo su dominio que Ezequías no les mostrara.
Entonces el profeta Isaías vino al rey Ezequías, y le preguntó: «¿Qué han dicho esos hombres y de dónde han venido a ti?». Y Ezequías respondió: «Han venido a mí de un país lejano, de Babilonia». «¿Qué han visto en tu casa?», preguntó el profeta. «Han visto todo lo que hay en mi casa», respondió Ezequías; «no hay nada entre mis tesoros que yo no les haya mostrado».
Entonces Isaías dijo a Ezequías: «Oye la palabra del SEÑOR de los ejércitos: “Ciertamente vienen días cuando todo lo que hay en tu casa y todo lo que tus padres han atesorado hasta el día de hoy, será llevado a Babilonia; nada quedará”, dice el SEÑOR. “Y algunos de tus hijos que saldrán de ti, los que engendrarás, serán llevados y serán oficiales para servir en el palacio del rey de Babilonia”». Entonces Ezequías dijo a Isaías: «La palabra del SEÑOR que has hablado es buena». Pues pensaba: «Habrá paz y seguridad en mis días».

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Apocalipsis 9
La quinta trompeta
9 El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que había caído del cielo a la tierra, y se le dio la llave del pozo del abismo. Cuando abrió el pozo del abismo, subió humo del pozo como el humo de un gran horno, y el sol y el aire se oscurecieron por el humo del pozo.  Del humo salieron langostas sobre la tierra, y se les dio poder como tienen poder los escorpiones de la tierra.
Se les dijo que no dañaran la hierba de la tierra, ni ninguna cosa verde, ni ningún árbol, sino solo a los hombres que no tienen el sello de Dios en la frente. No se les permitió matar a nadie, sino atormentarlos por cinco meses. Su tormento era como el tormento de un escorpión cuando pica al hombre. En aquellos días los hombres buscarán la muerte y no la hallarán; y ansiarán morir, y la muerte huirá de ellos.
El aspecto de las langostas era semejante al de caballos dispuestos para la batalla, y sobre sus cabezas tenían como coronas que parecían de oro, y sus caras eran como rostros humanos. Tenían cabellos como cabellos de mujer, y sus dientes eran como de leones. También tenían corazas como corazas de hierro. El ruido de sus alas era como el estruendo de carros, de muchos caballos que se lanzan a la batalla. 10 Tienen colas parecidas a escorpiones, y aguijones. En sus colas está su poder para hacer daño a los hombres por cinco meses. 11 Tienen sobre ellos por rey al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego se llama Apolión.
12 El primer ¡ay! ha pasado; pero aún vienen dos ayes después de estas cosas.

La sexta trompeta

13 El sexto ángel tocó la trompeta, y oí una voz que salía de los cuatro cuernos del altar de oro que está delante de Dios, 14 y decía al sexto ángel que tenía la trompeta: «Suelta a los cuatro ángeles que están atados junto al gran río Éufrates». 15 Y fueron desatados los cuatro ángeles que habían sido preparados para la hora, el día, el mes, y el año, para matar a la tercera parte de la humanidad.
16 El número de los ejércitos de los jinetes era doscientos millones; yo escuché su número. 17 Así es como vi en la visión los caballos y a los que los montaban: los jinetes tenían corazas color de fuego, de jacinto y de azufre. Las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones, y de sus bocas salía fuego, humo, y azufre.
18 La tercera parte de la humanidad fue muerta por estas tres plagas: por el fuego, el humo, y el azufre que salían de sus bocas. 19 Porque el poder de los caballos está en su boca y en sus colas; pues sus colas son semejantes a serpientes, tienen cabezas y con ellas hacen daño.
20 El resto de la humanidad, los que no fueron muertos por estas plagas, no se arrepintieron de las obras de sus manos ni dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, de plata, de bronce, de piedra, y de madera, que no pueden ver ni oír ni andar. 21 Tampoco se arrepintieron de sus homicidios ni de sus hechicerías ni de su inmoralidad ni de sus robos.

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