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Mi Viaje Del Arminianismo a las Doctrinas de la Gracia

A continuación, te contaré un poco cómo fue mi viaje del arminianismo a las doctrinas de la gracia.

Creo que las verdades que más hemos rechazado antes de abrazarlas son, con mucha frecuencia, las perlas más cautivantes que podemos encontrar… Creo que por esa razón muchos apologistas cristianos eran ateos, por ejemplo. Y por esa razón, para mí las doctrinas de la gracia son un tesoro.

Algunas personas creen que el cambio que atravesé fue rápido, y sé que luce así, pero ellas no conocen mis noches casi sin dormir batallando contra las doctrinas de la gracia, leyendo la Biblia dando coces contra el aguijón mientras clamaba a Dios por dirección.

Quiero que todas las personas crean en esta gloriosas e impactantes verdades porque he visto que son bíblicas, y por tanto ciertas, y por tanto para la gloria de Dios y nuestro gozo sólido. Quiero que juntos conozcamos más a Dios.

Más arminiano que muchos arminianos.

Durante mis primeros acercamientos a la fe cristiana hace algunos años, fui la persona más arminiana que he conocido en toda mi vida.

Te pondré un ejemplo de eso a continuación: No sé si lo has notado, pero la mayoría de los arminianos oran como calvinistas por los inconversos.

Muy pocos, casi ningún arminiano clama: «Señor, lleva a Juan (por ejemplo) a un punto en el que pueda tomar la decisión de seguirte». Sin embargo, ¡Yo oraba así! Lo arminianos por lo general dicen “Señor, cambia el corazón de Juan, hazlo nacer de nuevo, dale fe”.

Pero de forma sorprendente, de vez en cuando, estando solo en mi habitación empecé a leer la Biblia con más frecuencia y a estudiarla realmente. Cuando me pregunto qué fue lo que me llevo a leer la Palabra, no puedo responder algo que no sea “La gracia de Dios”.

Dios empezó a obrar en mi vida así, no por la “iglesia” donde me congregaba, sino a pesar de ella. Estoy convencido de eso porque en donde me congregaba los sermones no eran edificantes, habían serias fallas doctrinales y no me alentaban realmente a escudriñar la Escritura. Eventualmente me fui de allí, pero esa es otra historia (¡De la cual también estoy muy agradecido a Dios!).

¿Qué pasa cuando empiezas a leer realmente la Biblia?

Fue leyendo la Biblia que no sólo vi que estaban mal muchas de las cosas que me enseñaban en la “iglesia” con respecto al evangelio, los dones espirituales, y un sin fin de temas… sino que empecé a encontrarme con declaraciones bastantes duras.

Cosas como “Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca” (Romanos 9:15) y “Ustedes no creen en mí porque no son mis ovejas” (Juan 10:26).

Cuando leía la Biblia entendí claramente que la salvación no se pierde. De hecho, creo que si la salvación se puede perder, entonces el evangelio no son buenas noticias porque sin duda la perderíamos (y de eso hablaré más adelante en la serie). Estoy seguro de que la doctrina de la perseverancia de los cristianos está en la Biblia, tanto como la deidad de Cristo o la salvación solo por fe.

Ese fue el primer punto del calvinismo en el cual creí, aunque no sabía qué era el calvinismo en aquel entonces, pero el resto de las doctrinas de la gracia las odiaba. Demasiado. Lidiaba mucho en aceptar que Dios escogiera a algunos y a otros no, por ejemplo. Así que trataba con todas mis fuerzas de ignorar pasajes que me hablaban de la elección o la incapacidad del hombre y el amor particular de Jesús por Su iglesia.

Para colmo, cuando más adelante me enteré qué era el calvinismo, conocí a varios “calvinistas” que fueron muy desagradables para mí. Personas bastante orgullosas. Hoy en día creo que es una contradicción creer en las doctrinas de la gracia y ser orgulloso. La conducta de estos “reformados” y su erudición sin amor no me alentaba en lo más mínimo a acercarme a las doctrinas de la gracia.

“cuando oyes a algunos calvinistas, lo que menos quieres es creer lo mismo que ellos”

Esa es una de las razones por las cuales oro para ser sabio al enseñar estas verdades. Antes las rechazaba por mi terquedad y porque me las explicaban muy mal. A veces, cuando oyes a algunos calvinistas, lo que menos quieres es creer lo mismo que ellos. Hay gente que es una carta de presentación muy mala para el calvinismo por ser más calvinistas que Calvino, y muchos parecen más interesados en demostrar sus conocimientos que en ayudar y servir al prójimo.

Seamos honestos: ¿A quién rayos le provoca conocer más sobre cómo obra la gracia de Dios, si la gente que sabes que supuestamente está al tanto de esto es desgraciada; carentes de gracia?

Con el tiempo he visto, gracias a Dios, que estos pseudocalvinistas son una minoría, de la misma forma en que arminianos muy orgullosos y desagradables también lo son. De hecho, hoy puedo decir que la mayoría de las personas más humildes y felices que he conocido creen las doctrinas de la gracia. Pero en aquel entonces, tanto algunos pseudocalvinistas como las doctrinas de la gracia me caían mal. Las personas cercanas a mí saben que defendía el arminianismo a capa y espada.

A medida que estudiaba más la Biblia, conversaba al respecto con amigos, oraba, crecía, Dios me llevó a ver algo que me confrontó: Que no tengo el derecho de ser selectivo con Su Palabra.

¿Por qué creía en Romanos 8:28 o Juan 16:33 y amaba esos pasajes, por ejemplo, pero no aceptaba lo que Jesús enseña en Juan 6:44? El problema no era lo que decía Dios en Su Palabra, sino yo. Rechazaba parte de la Palabra de Dios y eso es un asunto muy serio. Agustín decía: “Si crees lo que te gusta del evangelio, pero rechazas lo que no te gusta de él, no crees en el evangelio sino en ti”. ¿Y qué acaso no aplica lo mismo a toda la Palabra de Dios?

Confrontado al fin.

“Cuanto más trataba de defender el arminianismo, más me daba cuenta de que estaba equivocado”

Cuanto más trataba de defender el arminianismo, más me daba cuenta de que estaba equivocado. Mis argumentos y el de los arminianos, me parecían cada uno menos fiel a la Biblia que el anterior. Siento que traté de defender el arminianismo de todas las formas posibles y negar la verdad bíblica con todas mis fuerzas. Cuando analizaba los pasajes bíblicos que usaba para defender mi postura, veía que en realidad los leía mal ¡y que muchos de ellos enseñan las doctrinas de la gracia!

Dios me hizo ver que algo no andaba bien en mí. Él me llevó a hacerme preguntas como estas y muchas más: ¿Por qué Pablo no aclaró que no creía en las doctrinas de la gracia, al final de Romanos 9 cuando pudo hacerlo? ¿Acaso Dios debe misericordia y gracia? ¿Jesús vino a salvar a su iglesia y a derramar su sangre en vano por el resto del mundo? ¿Pueden los hombres frustrar los planes del Dios todopoderoso?

Dios también me llevó a ver cosas como esta:

¿Es un misterio que Él exija que el hombre tenga fe y se arrepienta, al mismo tiempo que la fe y el arrepentimiento son un don de Dios? Por supuesto que es que un misterio. No es una contradicción ya que el planteamiento de esta interrogante no viola la ley lógica de la No Contradicción, pero sin duda es un misterio que pertenece al Señor.

Me di cuenta de que si quiero ser bíblico y agradar a Dios, si quiero vivir reconociendo que la Biblia es la Palabra de Dios, tengo que admitir que esta verdad es un misterio. Tengo que ser humilde ante Dios en vez de tratar de “resolver” el misterio torciendo o ignorando pasajes claros y explícitos de las escrituras que muestran la soberanía de Dios en la salvación de los hombres.

Me vi bastante confrontado, pero Dios en Su gracia, me llevó a poner la Biblia por encima de todo sistema de pensamiento.

Supe claramente que las ideas que sostenía no eran bíblicas, sino simplemente filosóficas y humanas. Yo las metía a los textos de la Biblia en vez de ser sacarlas de las Escrituras, y este comportamiento no honra a Dios, para nada.

Comprendí y admití que Dios no debe misericordia, que Dios es justo, que realmente es poderoso para salvar, que sin las doctrinas de la gracia pasajes como Romanos 8 no tienen sentido, y un largo etcétera, muchas cosas de las cuales te hablaré durante el resto de la serie. En resumen, que las doctrinas de la gracia son bíblicas, y por tanto innegables e irrefutables. ¡Y no tenía motivos para quejarme por causa de ellas!

Entonces, ¿A quién iba a creerle? ¿A Dios o a los hombres? ¿A Dios… o a mí?

¡Toda la Biblia es para nuestro gozo!

Reconocer la verdad fue devastador para mí. Es curioso como el camino al gozo más fuerte suele estar lleno de lágrimas. Fue devastador porque yo defendía mi vieja postura con todas mis fuerzas y ahora entendía la verdad del corazón del hombre y fui impactado al ver la gracia de Dios…

Pero entonces leí…

“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17)

Y advertí que las doctrinas de la gracia son para mi gozo, pero sobre todo para la gloria de Dios.

“Nada me resulta más dulce en momentos difíciles que saber que Dios es soberano”

No puedo quejarme de ellas, ya que no merezco que exista un Camino al padre y que la salvación sea realmente por sublime gracia. La respuesta apropiada a la verdad es aceptarla. Es para nuestro bien. Nada me resulta más dulce en momentos difíciles que saber que Dios es soberano y tiene todo bajo control, por ejemplo.

Las doctrinas de la gracia están en la Biblia para que vivamos con más confianza en Dios, más humildad, evangelizando mejor y mucho más. Ese pasaje en 2 Timoteo lo dice.

¿Se puede ser cristiano sin creer en las doctrinas de la gracia intelectualmente? Por supuesto que sí. ¿Es posible ser usado por Dios sin creer en las doctrinas de la gracia? También. No tengo duda de eso. Pero, ¿Se puede enseñar todo el consejo de Dios sin predicar las doctrinas de la gracia? Creo que no. ¿Y se puede experimentar en esta vida terrenal la intensidad y cantidad de gozo fundamentado en la Palabra que Dios quiere que experimentemos, sin creer en el TULIP? Tampoco.

Y cuanto más conozco las doctrinas de la gracia, más veo que las cinco letras del TULIP no pueden resumir toda la teología reformada y lo que la Biblia enseña, mucho menos encerrar la mente de Dios. Estos cinco puntos en realidad son como la punta de un iceberg, desde la cual nos arrojamos hacia las profundidades de la grandeza de Dios, que Él ha revelado para alabanza de Su nombre.

Ahora estoy firme sobre la roca de la verdad bíblica, mientras que antes, aunque creía en Jesús, mi teología era como arena movediza y por tanto descansaba mucho menos en la verdad ¡A pesar de que todavía me queda mucho por conocer! Todo es más claro cuando la Biblia ilumina mi mundo.

Los cinco puntos son solo el comienzo luego de entender que la salvación es solo por fe en Jesús, y tienen implicaciones asombrosas para cada área de nuestras vidas. Para nuestro gozo al ser para la gloria de Dios.

Asombrado por la gracia de Dios.

Pregúntale a cualquier cristiano, “¿por qué creíste el evangelio mientras muchas otras personas no?” y lo más seguro es que te responderá “por la gracia de Dios”.

Nunca verás a un verdadero cristiano felicitarse a sí mismo o sentirse orgulloso de ser más listo que los no cristianos por haber creído en Dios. ¡Nada de eso! De alguna forma bastante misteriosa, todo cristiano sabe en su corazón que la salvación, de la A a la Z, es un trabajo soberano de Dios para Su gloria. Si no fuese por elección de Dios, nadie sería salvo.

¿Entonces por qué no alegrarme de las doctrinas de la gracia? Dios se revela en la forma en que salva a pecadores como yo, y lo que Él muestra en las doctrinas de la gracia es abrumador. Si Jesús es mi universo, las doctrinas de la gracia son un sol que me hace ver maravillas. Para mí, conocer esto fue como si Dios arrancase la venda de mis ojos y me mostrase cuán soberano, santo y asombroso es Él.

“El evangelio nunca brilla más que cuando lo hace a través de las doctrinas de la gracia”

Así empecé a disfrutar y asombrarme de cómo Dios es en realidad, de cómo Él me ha salvado y eso es algo que para mí lo cambió todo. El evangelio nunca brilla más que cuando lo hace a través de las doctrinas de la gracia.

En el siguiente post de la serie, comenzaré a hablar sobre cada una de estas doctrinas, empezando por la corrupción radical del hombre y el amor radical de nuestro Dios. Quédate en sintonía.


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