Reseñas

No fuiste diseñado para estar solo

Una reseña del libro «Diseñados para no estar solos: Cómo construir relaciones sanas» (Editorial Patmos, 2023).

Las relaciones ocupan un lugar primordial en la vida de cada persona. Somos seres sociales y necesitamos a los demás. Disfrutamos de una salida con nuestro cónyuge, una cena con amigos, una conversación para compartir nuestras cargas con una persona de confianza, una tarde de juego con nuestros sobrinos y más. Las relaciones nos reconfortan, nos llenan de gozo y satisfacción. No obstante, la realidad incluye otra cara de la moneda: las relaciones son capaces de ocasionar algunos de los mayores dolores.

En estos últimos meses, el libro de Timothy S. Lane y Paul D. Tripp, Diseñados para no estar solos: Construyendo relaciones sanas (Editorial Patmos, 2023), ha sido de bendición para mi vida al ayudarme a reconsiderar la manera en que veo mis relaciones.

Lane y Tripp son pastores, consejeros y maestros que trabajaron juntos en Christian Counseling & Educational Foundation, una fundación que promueve la consejería bíblica. Su relación y trabajo en equipo no estuvo exenta de malentendidos y problemas de comunicación, como nos dejan saber en la introducción del libro. Sin embargo, decidieron no ceder al desánimo, sino confiar en Cristo para que, obrando en ellos, también pudiera obrar por medio de ellos. Este libro, ahora disponible en español, es producto de esa obra:

Nuestro objetivo es que este libro te ayude a mirar a través de los cristales rotos de nuestro pecado para ver la gloria de un Redentor que está siempre presente, siempre trabajando para rescatarnos y cambiarnos (p. 6).



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Diseñados para no estar solos

TIMOTHY S. LANE Y PAUL D. TRIPPDiseñados para no estar solos: Construyendo relaciones sanas (Editorial Patmos, 2023), por Timothy S. Lane y Paul D. Tripp. Lane y Tripp son pastores, consejeros y maestros que trabajaron juntos en Christian Counseling & Educational Foundation, una fundación que promueve la consejería bíblica.
EDITORIAL PATMOS. 216 PÁGINAS.

Un recurso que nos lleva a comenzar por Dios

Los primeros capítulos del libro están orientados a enseñarnos que, para tener la perspectiva correcta sobre las relaciones, debemos comenzar por el Creador. El Dios trino y relacional diseñó a las personas y las hizo a Su imagen y semejanza.

Sin embargo, sabemos que la armonía de las relaciones humanas no duró en el Edén. El pecado rompió la relación perfecta que había entre Adán y Eva y en cómo ellos se relacionaban con Dios. Desde ese día, el patrón de conducta humana ha sido siempre el mismo: cambiar la gloria de Dios por la propia, cambiar los propósitos de Dios por los nuestros (Gn 3:6-1216; Ro 22-23). Los cristianos no estamos exentos de esto:

Nos conformamos con la satisfacción de las relaciones humanas, cuando su propósito era dirigirnos a la satisfacción relacional perfecta que solo se encuentra con Dios. La ironía es que cuando invertimos el orden y elevamos la creación por encima del Creador, destruimos las relaciones que Dios pretendía y que nos habría permitido disfrutar (p. 18).

Por este motivo, los autores nos enseñan a volver nuestra mirada a Dios para encontrar propósito, gratitud y esperanza en nuestras relaciones. Ellas son herramientas que Dios usa para hacernos semejantes a Él y representan un recordatorio de Su gracia y Su obra en nosotros. Lane y Tripp también nos recuerdan esto, lo cual nos apunta a la grandeza del amor de Dios por nosotros:

La relación destrozada entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en la cruz, constituye la base de nuestra reconciliación. Ninguna otra relación ha sufrido más que la que experimentaron el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo cuando Jesús colgó de la cruz (p. 21).

Un recurso que confronta nuestro pecado

Quitar nuestra mirada de Dios y ponerla en nosotros mismos es la forma en que arruinamos las relaciones. Los autores nos ayudan a ver esto al hacernos preguntas como: ¿Por qué somos impacientes? ¿Por qué mentimos? ¿Por qué no somos gentiles? ¿Por qué nos negamos a cooperar? ¿Por qué somos competitivos y envidiosos?

Ellos mismos responden:

Hacemos estas cosas por una razón: queremos hacerlo a nuestra manera, de la forma que hemos elegido y en el momento que hemos considerado mejor. Nos queremos y tenemos un plan maravilloso para nuestras vidas. Tenemos un sueño. El problema es que no es del Señor (p. 56).

Dios usa las relaciones para exponer la maldad de nuestros corazones y la necesidad de un Salvador. Dios no creó a las personas para que hallemos satisfacción en ellas. Este libro nos recuerda que nuestra satisfacción debe estar solo en Cristo, mientras caminamos por este mundo siendo cada vez más parecidos a Él y viviendo de acuerdo a la agenda de Dios para nuestras relaciones.

Un recurso que nos guía hacia el plan de Dios

El pecado pareciera ser el protagonista principal de nuestras relaciones y su potencial de arruinarlo todo puede desanimarnos. Sin embargo, Dios no ha abandonado Su propósito y Él tiene una agenda mucho más elevada para nuestras relaciones:

Nuestro propósito es conseguir lo que queremos; pero el propósito de Dios es darnos lo que realmente necesitamos. En última instancia, Dios quiere que maduremos, que seamos edificados y que dejemos de actuar como infantes. Él quiere que las cosas que gobernaron el corazón de Cristo gobiernen también el nuestro (p. 61).

Lane y Tripp se apoyan en un texto específico para explicarnos, a nivel general, cuál es la agenda de Dios para nuestras relaciones: «Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos: ¡Reconcíliense con Dios!» (2 Co 5:20).

Si estamos en Cristo, Dios nos ha constituido Sus embajadores: «Él quiere convertirnos en personas que estén más interesadas en lo que Él desea para nosotros, en lugar de centrarnos en nuestras voluntades y deseos» (p. 89).

Asimismo los autores dedican varios capítulos para evaluar la forma en que usamos los recursos que Dios nos dio (nuestras palabras, tiempo y dinero; así como nuestros actos de servicio, misericordia y hospitalidad hacia los demás) y cómo podemos conducirnos según el propósito de Dios. Al leer este libro, tenemos la oportunidad de revisar si cada aspecto de nuestras vidas tiene como centro a Dios o a nosotros mismos.

Un recurso que nos apunta a Cristo

Dios ha diseñado nuestras relaciones para que funcionen como diagnóstico y como cura. Cuando estamos frustrados y dispuestos a rendirnos, Dios actúa, revelando los lugares en los que hemos cedido a una agenda egoísta (el diagnóstico). Luego utiliza esa nueva conciencia para ayudarnos a crecer precisamente allí donde hemos luchado (la cura) (p. 61).

En este punto puede resultarnos fácil admitir que las relaciones exponen nuestro pecado y que tenemos la tendencia a buscar que todo gire a nuestro alrededor. Identificar lo que las relaciones revelan es bueno, porque tener un diagnóstico correcto es el comienzo para restaurar las relaciones dañadas. ¡La cura es el evangelio que un día nos permitirá llegar a la glorificación plena en Cristo!

Lane y Tripp nos ayudan a girar nuestra cabeza una y otra vez hacia la cruz. La forma en que Dios trató con nosotros, y cómo está tratando con los demás, debe impactar nuestra forma de relacionarnos. En esto consiste mirar a Dios primero:

Si Dios perdona, debemos trabajar para perdonar. Si está trabajando para hacer de alguien una persona mejor, debemos hacer lo que podamos para fomentar esos cambios. Si Dios está trabajando para hacer la paz, debemos ser pacificadores. Si Dios lleva diariamente nuestras cargas, queremos ayudar a llevar las cargas de los demás. Si Dios está trabajando para producir corazones de adoración en nosotros, debemos tratar de estimular la adoración en los demás (p. 198).

A lo largo de Diseñados para no estar solos, el perdón es un tema recurrente. Las relaciones pueden causarnos mucho dolor, pero si las ofensas nos llevan a abandonarlas y romperlas, el propósito redentor no se cumple.

Nuestra reconciliación con Dios comienza en el perdón que Él nos ha ofrecido y en el costo que asumió por nosotros. De manera general, exceptuando las relaciones que hicieron un daño mayor, podemos decir que el propósito de Dios para nuestras relaciones solo se cumplirá si permanecemos en ellas, guiados por Él. Permanecer nos demanda asumir el costo del perdón. Mirar a Cristo en aquella cruz nos recuerda el costo de la reconciliación y nos alienta a hacer lo mismo con los demás.

El Espíritu Santo nos recuerda el compromiso de Dios de formarnos a imagen de Cristo. Centrar nuestra mirada en la obra de Dios nos permite permanecer en nuestras relaciones. A medida que comprendamos mejor Su agenda para nuestras vidas, podremos disfrutar de ser parte de

Su obra de redención como embajadores Suyos. Tenemos esperanza porque Aquel que comenzó la buena obra en nosotros la perfeccionará hasta que lleguemos a nuestro verdadero hogar (Fil 1:6).

Si deseas conocer más de este recurso, puedes leer este fragmento: 8 verdades consoladoras sobre las relaciones en tu vida.

Agostina Fassi es estudiante de Profesorado de Educación Primaria. Forma parte de Iglesia Bíblica Del Camino. Vive en Córdoba, Argentina, junto a esposo.

Acerca del Autor

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