Plan

Lectura de Hoy

06-12-2023

Devocional

Devocional: Habacuc 1

La profecía de Habacuc, o, para ser más preciso, el oráculo “que el profeta Habacuc recibió”, no se emite como algo que tiene que comunicar a otros, sino como respuesta a su propia queja delante del Señor. Que se escribiera y se conservara en el canon significa que, en la providencia de Dios, Habacuc u otra persona pensó que sería importante que otros la leyeran. No debía permanecer como una comunicación privada (como las revelaciones personales que Pablo recibía a veces, 2 Corintios 12:1-10).

La naturaleza de la protesta del profeta se expone en Habacuc 1. El entorno es, aparentemente, alrededor del tiempo del ataque final de los babilonios (1:6). En un principio, la queja tiene que ver con el declive de su propio pueblo y cultura (1:2-5). Ha clamado al Señor pidiendo ayuda y espera que desde el cielo descienda un avivamiento. “¿Hasta cuándo, Señor, he de pedirte ayuda sin que tú me escuches? (1:2). El resto de su reclamación enumera los síntomas de una cultura que se desintegra: violencia, injusticia, mal, conflicto, lucha y paralización de la ley de Dios.

Pero Dios responde con palabras de Habacuc no desea oír. Él quiere un avivamiento; Dios promete juicio (1:6-11). Si Habacuc estaba tan preocupado por la injusticia, debería saber que Dios está a punto de hacer algo al respecto: va a castigarla. Hará algo asombroso: levantará a los babilonios, “ese pueblo despiadado e impetuoso, que recorre toda la tierra para apoderarse de territorios ajenos” (1:6). Llegarán “en son de violencia” y reunirán “prisioneros como quien recoge arena” (1:9). Dios no pretende hacer creer que los babilonios son buena gente. Tras describir la fuerza masiva de sus ejércitos, los define con mordacidad diciendo que “su pecado es hacer de su fuerza un dios”. Estos hombres culpables, intoxicados con la ferocidad de su propia violencia, son la nación que Dios va a utilizar para castigar a su propio pueblo del pacto, en respuesta a la oración de Habacuc para que Dios haga algo con respecto a la injusticia en el territorio.

La respuesta divina no satisface al profeta. La segunda queja (1:12— 2:1) llega al corazón de la cuestión. No cabe duda de que Dios es eterno y fiel a su pueblo del pacto; se da por sentado que es “demasiado puro para contemplar el mal” (1:13) y, por tanto, debe castigar a su propia comunidad del pacto; la pregunta candente permanece: “¿Por qué entonces toleras a los traidores? ¿Por qué guardas silencio mientras los impíos se tragan a los justos? (1:13; cursivas añadidas). Y es que, por impíos que sean los judaítas, los babilonios son peores. ¿Cómo puede Dios usar a los más perversos para castigar a los que lo son menos?

¿Qué otros ejemplos de esto encontramos en la historia, sagrada o profana?

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.

Devocional: 2 Crónicas 6:12–42

La oración de dedicación que hizo Salomón (2 Crónicas 6:12-42) es uno de los grandes momentos de la historia y teología del Antiguo Testamento. Muchos de sus elementos merecen una reflexión detenida. Aquí sólo haremos algunas consideraciones.

(1) Tanto el principio como el fin de la oración se aferran a Dios como el que cumple el pacto, el cumplidor de promesas original. En particular (y comprensiblemente), a Salomón le interesa la promesa de Dios a David en cuanto a que su linaje continuaría, que su dinastía sería preservada (6:14- 17). Algo similar ocurre en la doxología final: “Señor y Dios, no le des la espalda a tu ungido. ¡Recuerda tu fiel amor hacia David, tu siervo!” (6:42).

(2) A pesar de que el templo era, sin duda, una estructura magnífica, y aunque Salomón bien podría sentir algo de orgullo justificado al haberlo completado, su comprensión de la grandeza de Dios es lo suficientemente robusta para permitirle articular, de manera memorable, que ningún templo podría “contener” al Dios que sobrepasa los más altos cielos (6:18). No hay señal alguna de una domesticación tribal de Dios.

(3) La carga principal de la petición de Salomón se puede resumir de manera muy sencilla. En el futuro, cuando los israelitas pequen de manera individual o cuando la nación entera se hunda en uno u otro pecado, si se volvieran de su pecado y oraran hacia el templo, Salomón pide que Dios mismo escuche desde el cielo y perdone su pecado (6:21-39). Hay cuatro elementos asombrosos en estas peticiones.

Primero, hay un reconocimiento asombrosamente realista de lo propensas que son las personas a pecar, incluso a hacerlo tan terriblemente, que algún día puedan ser exiliadas de la tierra. En una ocasión así, cualquier otro hombre se hubiera visto tentado a introducir toda una verborrea sentimental e ilusa sobre la lealtad perpetua y cosas así. Pero no Salomón. Es un hombre sabio y comprende que los pecadores pecan.

Segundo, independientemente de cuán central sea el templo como un foco para las oraciones del pueblo (particularmente, cuando pecan), Dios escuchará sus oraciones no desde el templo, sino desde el cielo, su morada. Una vez más, Dios no queda reducido a la estatura de las deidades tribales que adoraban los paganos de alrededor. La manera de articular esta petición repetida de perdón presenta el papel de Dios como lo crucial: el Dios que llena los cielos, no el templo.

Tercero, en cuanto al templo como un elemento crítico, se ve como el centro de la religión y de una adoración que trata del perdón de los pecados y por tanto restaura a los pecadores con Dios. El corazón del templo no es los coros y las ceremonias, sino el perdón de pecado. En esta época de una espiritualidad mal definida, es vital que recordemos este hecho.

Cuarto, la visión de Salomón se extiende lo suficiente como para incluir a los extranjeros (6:32-33): toda una perspectiva misionera.

2 Crónicas 6:12–42

12 Entonces Salomón se puso delante del altar del SEÑOR en presencia de toda la asamblea de Israel y extendió las manos. 13 Porque Salomón había hecho un estrado de bronce de 5 codos (2.25 metros) de largo, 5 codos de ancho y 3 codos (1.35 metros) de alto, y lo había puesto en medio del atrio; se puso sobre él, se hincó de rodillas en presencia de toda la asamblea de Israel y extendiendo las manos al cielo, 14 dijo: «Oh SEÑOR, Dios de Israel, no hay Dios como Tú ni en el cielo ni en la tierra, que guardas el pacto y muestras misericordia a Tus siervos que andan delante de Ti con todo su corazón; 15 que has cumplido con Tu siervo David mi padre lo que le prometiste; ciertamente has hablado con Tu boca y lo has cumplido con Tu mano, como sucede hoy. 16 Ahora pues, oh SEÑOR, Dios de Israel, cumple con Tu siervo David mi padre lo que le prometiste, diciendo: “No te faltará quién se siente en el trono de Israel, con tal que tus hijos guarden sus caminos para andar en Mi ley como Tú has andado delante de Mí”. 17 Ahora pues, oh SEÑOR, Dios de Israel, que se cumpla la palabra que hablaste a Tu siervo David.

18 »Pero, ¿morará verdaderamente Dios con los hombres en la tierra? Si los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener, cuánto menos esta casa que yo he edificado. 19 No obstante, atiende a la oración de Tu siervo y a su súplica, oh SEÑOR Dios mío, para que oigas el clamor y la oración que Tu siervo hace delante de Ti. 20 Que Tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta casa, sobre el lugar del cual has dicho que allí pondrías Tu nombre, para que oigas la oración que Tu siervo hará hacia este lugar. 21 Y escucha las súplicas de Tu siervo y de Tu pueblo Israel cuando oren hacia este lugar; escucha Tú desde el lugar de Tu morada, desde los cielos; escucha y perdona.

22 »Si alguien peca contra su prójimo, y se le exige juramento, y viene y jura delante de Tu altar en esta casa, 23 escucha Tú desde los cielos y obra y juzga a Tus siervos, castigando al impío, haciendo recaer su conducta sobre su cabeza, y justificando al justo dándole conforme a su justicia.

24 »Y si Tu pueblo Israel es derrotado delante del enemigo por haber pecado contra Ti, y se vuelven a Ti y confiesan Tu nombre, y oran y hacen súplica delante de Ti en esta casa, 25 escucha Tú desde los cielos y perdona el pecado de Tu pueblo Israel, y hazlos volver a la tierra que diste a ellos y a sus padres.

26 »Cuando los cielos estén cerrados y no haya lluvia por haber ellos pecado contra Ti, y oren hacia este lugar y confiesen Tu nombre, y se vuelvan de su pecado cuando Tú los aflijas, 27 escucha Tú desde los cielos y perdona el pecado de Tus siervos y de Tu pueblo Israel; sí, enséñales el buen camino por el que deben andar, y envía lluvia sobre Tu tierra, la que diste a Tu pueblo por heredad.

28 »Si hay hambre en la tierra, si hay pestilencia, si hay pestes o plagas, langosta o saltamontes, si sus enemigos los sitian en la tierra de sus ciudades, cualquier plaga o cualquier enfermedad que haya29 toda oración o toda súplica que sea hecha por cualquier hombre o por todo Tu pueblo Israel, conociendo cada cual su aflicción y su dolor, y extendiendo sus manos hacia esta casa, 30 escucha Tú desde los cielos, el lugar de Tu morada, y perdona y da a cada uno conforme a todos sus caminos, ya que conoces su corazón (porque solo Tú conoces el corazón de los hijos de los hombres), 31 para que te teman y anden en Tus caminos todos los días que vivan sobre la superficie de la tierra que diste a nuestros padres.

32 »También en cuanto al extranjero que no es de Tu pueblo Israel, cuando venga de una tierra lejana a causa de Tu gran nombre y de Tu mano poderosa y de Tu brazo extendido, cuando ellos vengan a orar a esta casa, 33 escucha Tú desde los cielos, desde el lugar de Tu morada, y haz conforme a todo lo que el extranjero te pida, para que todos los pueblos de la tierra conozcan Tu nombre, para que te teman, como te teme Tu pueblo Israel, y para que sepan que Tu nombre es invocado sobre esta casa que he edificado.

34 »Cuando Tu pueblo salga a la batalla contra sus enemigos, por cualquier camino que los envíes, y oren a Ti vueltos hacia esta ciudad que has escogido, y hacia la casa que he edificado a Tu nombre, 35 escucha desde los cielos su oración y su súplica, y hazles justicia.

36 »Cuando pequen contra Ti (pues no hay hombre que no peque) y estés lleno de ira contra ellos, y los entregues delante del enemigo, y estos los lleven cautivos a una tierra, lejana o cercana, 37 si recapacitan en la tierra adonde hayan sido llevados cautivos, y se arrepienten y te suplican en la tierra de su cautiverio, diciendo: “Hemos pecado, hemos cometido iniquidad y hemos obrado perversamente”; 38 si se vuelven a Ti con todo su corazón y con toda su alma en la tierra de su cautiverio adonde hayan sido llevados cautivos, y oran vueltos hacia la tierra que diste a sus padres, hacia la ciudad que has escogido y hacia la casa que he edificado a Tu nombre, 39 escucha Tú desde los cielos, desde el lugar de tu morada, su oración y sus súplicas, hazles justicia y perdona a Tu pueblo que ha pecado contra Ti.

40 »Ahora, oh Dios mío, te ruego que Tus ojos estén abiertos y Tus oídos atentos a la oración elevada en este lugar. 41 Ahora pues, levántate, oh SEÑOR Dios, hacia Tu reposo, Tú y el arca de Tu poder; que Tus sacerdotes, oh SEÑOR Dios, se revistan de salvación y Tus santos se regocijen en lo que es bueno. 42 Oh SEÑOR Dios, no rechaces el rostro de Tu ungido; acuérdate de Tus misericordias para con Tu siervo David».

1 Juan 5

La fe que vence al mundo

5 Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios. Todo aquel que ama al Padre, ama al que ha nacido de Él. En esto sabemos que amamos a los hijos de Dios: cuando amamos a Dios y guardamos Sus mandamientos. Porque este es el amor de Dios: que guardemos Sus mandamientos, y Sus mandamientos no son difíciles. Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo. Y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe. ¿Y quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?

El testimonio acerca del Hijo

Este es Aquel que vino mediante agua y sangre, Jesucristo; no solo con agua, sino con agua y con sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo, y el Espíritu Santo, y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua, y la sangre, y los tres concuerdan. Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio de Dios: que Él ha dado testimonio acerca de Su Hijo.

10 El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo. El que no cree a Dios, ha hecho a Dios mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado respecto a Su Hijo. 11 Y el testimonio es este: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en Su Hijo. 12 El que tiene al Hijo tiene la vida, y el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida.

El conocimiento de la vida eterna

13 Estas cosas les he escrito a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna. 14 Esta es la confianza que tenemos delante de Él, que si pedimos cualquier cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye. 15 Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho.

16 Si alguien ve a su hermano cometiendo un pecado que no lleva a la muerte, pedirá, y por él Dios dará vida a los que cometen pecado que no lleva a la muerte. Hay un pecado que lleva a la muerte; yo no digo que se deba pedir por ese. 17 Toda injusticia es pecado, pero hay pecado que no lleva a la muerte.

Declaraciones finales

18 Sabemos que todo el que ha nacido de Dios, no peca; sino que Aquel que nació de Dios lo guarda y el maligno no lo toca. 19 Sabemos que somos de Dios, y que el mundo entero está bajo el poder del maligno. 20 Y sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento a fin de que conozcamos a Aquel que es verdadero; y nosotros estamos en Aquel que es verdadero, en Su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna. 21 Hijos, aléjense de los ídolos.

Habacuc 1

Ruina total de Nínive

3 ¡Ay de la ciudad sanguinaria, Toda llena de mentira y de pillaje, Que nunca cesa en su rapiña! Chasquido de látigos, Ruido del crujir de ruedas, Galopar de caballos, Y saltar de carros; Carga de caballería, Flamear de espadas, Fulgor de lanzas; Multitud de heridos, Montones de muertos, Innumerables cadáveres; Tropiezan en los cadáveres. Todo por las muchas prostituciones de la ramera, La encantadora, la maestra de hechizos, Que seduce a las naciones con sus prostituciones Y a los pueblos con sus hechizos. «Aquí estoy contra ti», declara el SEÑOR de los ejércitos. «Levantaré tus faldas sobre tu rostro, Y mostraré a las naciones tu desnudez Y a los reinos tu vergüenza. Echaré sobre ti inmundicias, Te haré despreciable, y haré de ti un espectáculo. Y sucederá que todo el que te vea Huirá de ti, y dirá: “¡Asolada está Nínive! ¿Quién llorará por ella?”. ¿Dónde te buscaré consoladores?».

¿Eres tú mejor que Tebas, La asentada junto al Nilo, Rodeada de aguas, Cuyo baluarte era el mar Y las aguas su muralla? Etiopía era su fortaleza, También Egipto, y no tenía límite. Fut y Libia estaban entre los que la ayudaban. 10 Sin embargo, ella fue desterrada, Llevada al cautiverio; También sus niños fueron estrellados En todas las bocacalles. Sobre sus nobles echaron suertes, Y todos sus principales fueron atados con cadenas. 11 Tú también quedarás embriagada, Estarás escondida; Tú también buscarás refugio del enemigo. 12 Todas tus fortalezas son higueras Cargadas de los primeros frutos; Si se sacuden, caen En la boca de quien las va a comer. 13 Así es tu pueblo: solo mujeres en medio de ti. Las puertas de tu tierra se abren de par en par a tus enemigos; El fuego devora tus cerrojos. 14 Abastécete de agua para el asedio, Refuerza tus fortalezas, Métete en el lodo y pisa el barro, Toma el molde de ladrillos. 15 Allí te consumirá el fuego, Te destruirá la espada, Te devorará como el pulgón. Multiplícate como el pulgón, Multiplícate como la langosta. 16 Has multiplicado tus mercaderes Más que las estrellas del cielo; El pulgón despoja y vuela. 17 Tus oficiales son como la langosta, Tus jefes como nubes de langostas Posados sobre las tapias En un día de frío; Sale el sol, y se van, Y no se sabe donde están. 18 Duermen tus pastores, Oh rey de Asiria; Tus nobles reposan. Tu pueblo está disperso por los montes Y no hay quien lo reúna. 19 No hay remedio para tu quebranto, Tu herida es incurable. Todos los que oigan noticias de ti Batirán palmas sobre ti, Porque ¿sobre quién no pasó Constantemente tu maldad?

Lucas 20

La autoridad de Jesús puesta en duda

20 Aconteció que en uno de los días, cuando Jesús enseñaba a la gente en el templo y anunciaba el evangelio, se enfrentaron a Él los principales sacerdotes y los escribas con los ancianos, y le dijeron: «Dinos, ¿con qué autoridad haces estas cosas, o quién te dio esta autoridad?».

Jesús les respondió: «Yo también les haré una pregunta; quiero que me digan: El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres?». Y ellos razonaban entre sí, diciendo: «Si decimos: “Del cielo”, Él dirá: “¿Por qué no le creyeron?”. Pero si decimos: “De los hombres”, todo el pueblo nos matará a pedradas, pues están convencidos de que Juan era un profeta».

Y respondieron que no sabían de dónde eraJesús entonces les dijo: «Tampoco Yo les diré con qué autoridad hago estas cosas».

Parábola de los labradores malvados

Entonces comenzó a contar al pueblo esta parábola: «Un hombre plantó una viña, y la arrendó a labradores, y se fue de viaje por mucho tiempo. 10 Al tiempo de la vendimia envió un siervo a los labradores para que le dieran parte del fruto de la viña; pero los labradores, después de golpearlo, lo enviaron con las manos vacías. 11 Volvió a enviar otro siervo; y ellos también a este, después de golpearlo y ultrajarlo, lo enviaron con las manos vacías. 12 Después envió un tercero; y a este también lo hirieron y echaron fuera.

13 »Entonces el dueño de la viña dijo: “¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizá a él lo respetarán”. 14 Pero cuando los labradores lo vieron, razonaron entre sí, diciendo: “Este es el heredero; vamos a matarlo para que la heredad sea nuestra”. 15 Y arrojándolo fuera de la viña, lo mataron. Por tanto, ¿qué les hará el dueño de la viña? 16 Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará la viña a otros». Y cuando ellos oyeron esto, dijeron: «¡Nunca suceda tal cosa!».

17 Pero Él, mirándolos fijamente, dijo: «Entonces, ¿qué quiere decir esto que está escrito:

“LA PIEDRA QUE DESECHARON LOS CONSTRUCTORES, ESA, EN PIEDRA ANGULAR SE HA CONVERTIDO”?

18 Todo el que caiga sobre esa piedra será hecho pedazos; y sobre quien ella caiga, lo esparcirá como polvo».

El pago del impuesto a César

19 Los escribas y los principales sacerdotes procuraron arrestar a Jesús en aquella misma hora, porque comprendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temieron al pueblo. 20 Para sorprender a Jesús en alguna declaración, lo acechaban, enviando espías que fingieran ser justos, y así lo podrían entregar al poder y autoridad del gobernador.

21 Y le preguntaron: «Maestro, sabemos que hablas y enseñas rectamente, y no te guías por las apariencias, sino que enseñas con verdad el camino de Dios. 22 ¿Nos es lícito pagar impuesto a César, o no?». 23 Pero Jesús, percibiendo su astucia, les dijo: 24 «Traigan un denario. ¿De quién es la imagen y la inscripción que lleva?». «De César», contestaron.

25 Entonces Jesús les dijo: «Pues den a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios». 26 Y no podían sorprender a Jesús en palabra alguna delante del pueblo; y maravillados de Su respuesta, se callaron.

Pregunta sobre la resurrección

27 Acercándose a Él algunos de los saduceos, los que dicen que no hay resurrección, 28 Le dijeron: «Maestro, Moisés nos escribió: “SI EL HERMANO DE ALGUIEN MUERE, siendo casado, Y NO DEJA HIJOS, QUE SU HERMANO TOME LA MUJER Y LEVANTE DESCENDENCIA A SU HERMANO”. 29 Eran, pues, siete hermanos; y el primero tomó esposa, y murió sin dejar hijos; 30 y el segundo 31 y el tercero la tomaron; y de la misma manera también los siete, y murieron sin dejar hijos. 32 Por último, murió también la mujer. 33 Por tanto, en la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa la mujer? Porque los siete la tuvieron por mujer».

34 Jesús les respondió: «Los hijos de este siglo se casan y son dados en matrimonio. 35 Pero los que son tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan ni son dados en matrimonio. 36 Tampoco pueden morir, pues son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. 37 Pero que los muertos resucitan, aun Moisés lo enseñó, en aquel pasaje sobre la zarza ardiendo, donde llama al Señor, EL DIOS DE ABRAHAM, Y DIOS DE ISAAC, Y DIOS DE JACOB. 38 Él no es Dios de muertos, sino de vivos; porque todos viven para Él».

39 Algunos de los escribas respondieron: «Maestro, bien has hablado». 40 Y ya no se atrevían a hacer más preguntas.

Jesús, Hijo y Señor de David

41 Entonces Jesús les preguntó: «¿Cómo es que dicen que el Cristo es hijo de David? 42 Pues David mismo dice en el libro de los Salmos:

EL SEÑOR DIJO A MI SEÑOR: “SIÉNTATE A MI DIESTRA, 43 HASTA QUE PONGA A TUS ENEMIGOS POR ESTRADO DE TUS PIES”».

44 «David, por tanto, lo llama “Señor”. ¿Cómo, pues, es Él su hijo?».

Advertencia contra los escribas

45 Mientras todo el pueblo escuchaba, dijo a Sus discípulos: 46 «Cuídense de los escribas, a quienes les gusta andar con vestiduras largas, y son amantes de los saludos respetuosos en las plazas, y de ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los lugares de honor en los banquetes; 47 que devoran las casas de las viudas, y por las apariencias hacen largas oraciones; ellos recibirán mayor condenación».

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com

Acerca del Autor

0.00 avg. rating (0% score) - 0 votes
Mostrar Más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Verifique también
Close
Back to top button