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Lectura de Hoy

19-12-2023

Devocional

Devocional: Zacarías 6

Ahora, se desarrollan la última de las ocho visiones y un oráculo (Zacarías 6). Esta última visión (6:1-8) es, en cierto modo, paralela a la primera. En aquella, había caballos, pero no jinetes; aquí, hay ambas cosas. En aquella, el entorno era un valle; aquí, dos montes. Allí los caballos venían a informar; aquí, son enviados; en realidad, están ansiosos por marchar. En ambas, forman parte de las patrullas mundiales del Señor.

Aunque se han proporcionado varias explicaciones con respecto a que los dos montes sean de bronce, la más probable recuerda las gigantescas columnas de bronce que flanqueaban la entrada del templo original (1 Reyes 7:15-22). Se utilizaba el bronce y el hierro para defenderse de los ataques (p. ej., Jeremías 1:18). Nadie puede forzar el acceso a la morada de Dios. No puedo tocar aquí las complicaciones de los colores y los destinos. El ángel intérprete le dice a Zacarías que los cuatro caballos/carros son “los cuatro espíritus [= vientos] del cielo, que salen después de haberse presentado ante el Señor de toda la tierra” (6:5). Como los vientos, son los mensajeros de Dios (Salmo 104:4), que se extienden sobre todo el mundo, porque este le pertenece a Dios. Los carros eran las divisiones motorizadas de la guerra antigua. Si ya controlaban “el país del norte” (6:6, 8), donde florecían los imperios paganos más poderosos, entonces lo dominaban todo. Al final de la visión, el ángel es más que un intérprete para el profeta. El verbo “me llamó [literalmente, ‘clamó’]” introduce una proclamación. Este ángel del Señor revela su identidad, porque habla en nombre de o como el Señor de toda la tierra. El descanso y la salvación prometidos se han logrado.

Con todo, el oráculo final (6:9-15) deja el capítulo con una sensación ligeramente distinta. El apogeo de los propósitos redentores de Dios no se halla en un templo ni en un ritual, sino en una persona. Al pedir una parte de la plata y el oro que acaban de llegar en una nueva caravana, enviados por los exiliados de Babilonia, Zacarías debe fabricar una corona espléndida (su magnificencia se da a entender en el plural hebreo). Esta corona es para la cabeza del sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac (6:11). Es algo tan impresionante que algunos comentaristas contemporáneos quieren enmendar el texto. Argumentan que el gobernante de la corona es, sin duda, el rey davídico y no el sumo sacerdote. Otros piensan que esto refleja un tiempo muy posterior cuando los sacerdotes asumieron más poder político. Pero la verdad es más sencilla: aquí, Dios reúne en una sola figura el simbolismo real y las funciones sacerdotales. Su nombre es el Renuevo (6:12; compárese el uso de este título en Isaías 4:2Jeremías 23:533:15). Los lectores del Nuevo Testamento no pueden tener dudas sobre dónde se debe encontrar su cumplimiento.

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Publicaciones Andamio, 2016. Usado con permiso.

Devocional: Apocalipsis 10

Muchas imágenes en el libro de Apocalipsis surgen del Antiguo Testamento. El antecedente del rollo que Juan se come (Apocalipsis 10:8-11) es una imagen parecida en Jeremías 15:6 y Ezequiel 2:8-3:3.

Cada uno de estos tres pasajes desarrolla, de manera un tanto distinta, la noción de comerse las palabras de Dios. Jeremías se contrasta a sí mismo con sus perseguidores y atormentadores, con la “compañía de burladores” (Jeremías 15:17), con quienes nunca hizo causa común. ¿Cómo iba a hacerlo? Se sentó solo porque la mano de Dios estaba sobre él. Percibió el pecado en la tierra y el juicio que amenazaba y se llenó de indignación. ¿Qué le hacía tomar esta postura? “Al encontrarme con tus palabras, yo las devoraba; ellas eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque yo llevo tu nombre, Señor, Dios Todopoderoso” (Jeremías 15:16).

En su visión, a Ezequiel se le muestra un rollo escrito por ambos lados con “lamentos, gemidos y amenazas” (Ezequiel 2:10). Dios le dice que abra su boca y se coma el rollo, y que luego vaya a hablarle a la casa de Israel (Ezequiel 3:1). “Y yo me lo comí, y era tan dulce como la miel” (Ezequiel 3:3). El contexto revela claramente el significado. A pesar de que el mensaje que Ezequiel transmitió estaba lleno de juicio y lamento, y aunque presentó a la comunidad del exilio los pecados de Jerusalén y predijo la caída catastrófica de la ciudad y del templo, él estaba tan alineado con la perspectiva de Dios, que las palabras del Señor le parecieron dulces. Aunque sea duro el mensaje, las palabras de juicio de Dios, si verdaderamente son suyas, le parecerán a Ezequiel más dulces que cualquier opinión recibida de pecadores que se autojustifican.

En su visión, a Juan se le instruye que tome el rollo y se lo coma. Se le dice que sabrá tan dulce como la miel, pero que se tornará amargo en su estómago (Apocalipsis 10:9-10). El contenido nuevamente es el juicio: Juan tiene que “volver a profetizar acerca de muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes” (10:11). No obstante, aquí el simbolismo funciona de manera un poco diferente. Todavía es importante que este rollo sepa dulce en la boca de Juan (es decir, que él se alinee de tal manera con Dios y con su verdad, que encuentre dulces los caminos y las palabras de Dios). Pero ahora se le añade un nivel adicional: si bien es importante y correcto adoptar la perspectiva de Dios, y, a pesar de que es vital decir “¡Amén!” al juicio bueno y necesario de Dios, la realidad es que el juicio sigue siendo tal. Al fin y al cabo, no se puede sentir placer ante la noción de la ira de Dios, aunque esa ira es completamente recta, pues el pecado que la ha provocado es absolutamente trágico, tanto en su propia realidad como en las consecuencias que genera.

2 Crónicas 22–23

Reinado de Ocozías

22 Entonces los habitantes de Jerusalén hicieron rey en su lugar a Ocozías, hijo menor de Joram, porque la banda de hombres que vinieron con los árabes al campamento había matado a todos los hijos mayores. Por lo cual Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá, comenzó a reinar. Ocozías tenía veintidós años cuando comenzó a reinar, y reinó un año en Jerusalén. El nombre de su madre era Atalía, nieta de Omri. Él también anduvo en los caminos de la casa de Acab, porque su madre fue su consejera para que hiciera lo malo. Hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR, como lo había hecho la casa de Acab, porque después de la muerte de su padre ellos fueron sus consejeros para perdición suya.

Ocozías también anduvo conforme al consejo de ellos, y fue con Joram, hijo de Acab, rey de Israel, a hacer guerra contra Hazael, rey de Aram, en Ramot de Galaad. Los arameos hirieron a Joram, este volvió a Jezreel para ser curado de las heridas que le habían hecho en Ramot, cuando peleó contra Hazael, rey de Aram. Entonces Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá, descendió a visitar a Joram, hijo de Acab, en Jezreel, que estaba enfermo.

La destrucción de Ocozías vino de Dios, por ir a visitar a Joram. Pues cuando llegó, salió con Joram contra Jehú, hijo de Nimsi, a quien el SEÑOR había ungido para exterminar la casa de Acab. Cuando Jehú estaba ejecutando justicia contra la casa de Acab, encontró a los príncipes de Judá y a los hijos de los hermanos de Ocozías que estaban al servicio de Ocozías, y los mató. También buscó a Ocozías, que lo prendieron cuando estaba escondido en Samaria. Lo llevaron a Jehú y lo mataron, pero le dieron sepultura, pues decían: «Es hijo de Josafat, que buscó al SEÑOR con todo su corazón». Así que no quedó nadie de la casa de Ocozías para retener el poder del reino.

Atalía usurpa el trono

10 Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo había muerto, se levantó y exterminó toda la descendencia real de la casa de Judá. 11 Pero Josabet, hija del rey, tomó a Joás, hijo de Ocozías, y lo sacó a escondidas de entre los hijos del rey a quienes estaban dando muerte, y lo puso a él y a su nodriza en la alcoba. Así Josabet, hija del rey Joram, mujer del sacerdote Joiada (pues era hermana de Ocozías), lo escondió de Atalía para que no le diera muerte. 12 Y Joás estuvo escondido con ellos en la casa de Dios seis años, mientras Atalía reinaba en el país.

Coronación de Joás

23 En el séptimo año, el sacerdote Joiada cobró ánimo, y tomó a estos capitanes de centenas: Azarías, hijo de Jeroham, Ismael, hijo de Johanán, Azarías, hijo de Obed, Maasías, hijo de Adaía, y Elisafat, hijo de Zicri, los cuales hicieron pacto con él. Y recorrieron Judá y reunieron a los levitas de todas las ciudades de Judá y a los jefes de las casas paternas de Israel, y vinieron a Jerusalén. Entonces toda la asamblea hizo pacto con el rey en la casa de Dios. Y Joiada les dijo: «Miren, el hijo del rey reinará, como el SEÑOR ha hablado respecto a los hijos de David. Esto es lo que harán: una tercera parte de ustedes, de los sacerdotes y los levitas que entran en el día de reposo estarán de porteros; otra tercera parte estará en la casa del rey, y otra tercera parte en la puerta del Cimiento; y todo el pueblo estará en los atrios de la casa del SEÑOR. Pero que nadie entre en la casa del SEÑOR, excepto los sacerdotes y los levitas que ministran; estos pueden entrar porque son santos. Y que todo el pueblo guarde el precepto del SEÑOR. Los levitas rodearán al rey, cada uno con sus armas en la mano; y cualquiera que entre en la casa será muerto. Ustedes estarán con el rey cuando entre y cuando salga».

Y los levitas y todo Judá hicieron conforme a todo lo que había ordenado el sacerdote Joiada. Cada uno de ellos tomó sus hombres, los que habían de entrar en el día de reposo, junto con los que habían de salir el día de reposo, porque el sacerdote Joiada no despidió a ninguno de los grupos. Entonces el sacerdote Joiada dio a los capitanes de cientos las lanzas y los escudos grandes y pequeños que habían sido del rey David, que estaban en la casa de Dios. 10 Y colocó a todo el pueblo, cada hombre con su arma en la mano, desde el lado derecho de la casa hasta el lado izquierdo de la misma, junto al altar y junto a la casa, alrededor del rey. 11 Entonces sacaron al hijo del rey y le pusieron la corona, le dieron el libro del testimonio y lo proclamaron rey. Y Joiada y sus hijos lo ungieron, y gritaron: «¡Viva el rey!».

Muerte de Atalía

12 Al oír Atalía el estruendo del pueblo que corría y alababa al rey, se llegó al pueblo en la casa del SEÑOR, 13 y miró que el rey estaba de pie junto a su columna a la entrada, y los capitanes y los trompetas estaban junto al rey. Y todo el pueblo del país se regocijaba y tocaba trompetas, y los cantores con sus instrumentos de música dirigían la alabanza. Entonces Atalía rasgó sus vestidos, y gritó: «¡Traición! ¡Traición!». 14 Pero el sacerdote Joiada sacó a los capitanes de centenas que estaban al mando del ejército, y les dijo: «Sáquenla de entre las filas; y al que la siga, mátenlo a espada». Porque el sacerdote les había dicho: «No la maten en la casa del SEÑOR». 15 Así que le echaron mano, y cuando ella llegó a la entrada de la puerta de los Caballos de la casa del rey, allí la mataron.

16 Entonces Joiada hizo un pacto entre todo el pueblo y el rey, de que ellos serían el pueblo del SEÑOR. 17 Y todo el pueblo fue a la casa de Baal y la derribaron, hicieron pedazos sus altares y sus imágenes y mataron delante de los altares a Matán, sacerdote de Baal. 18 Además, Joiada puso los oficios de la casa del SEÑOR bajo la autoridad de los sacerdotes levitas, a quienes David había designado sobre la casa del SEÑOR para ofrecer los holocaustos del SEÑOR, como está escrito en la ley de Moisés, con alegría y con cánticos conforme a la disposición de David. 19 Colocó porteros junto a las puertas de la casa del SEÑOR, de modo que no entrara ninguno que por alguna causa estuviera inmundo. 20 Después Joiada tomó a los capitanes de cientos, a los nobles, a los gobernantes del pueblo y a todo el pueblo del país, e hizo descender al rey de la casa del SEÑOR, entraron por la puerta superior a la casa del rey, y sentaron al rey sobre el trono real. 21 Y todo el pueblo del país se regocijó, y la ciudad quedó tranquila, porque Atalía había sido muerta a espada.

Apocalipsis 10

El ángel y el librito

10 Vi a otro ángel poderoso que descendía del cielo, envuelto en una nube. El arco iris estaba sobre su cabeza, su rostro era como el sol y sus pies como columnas de fuego. Tenía en su mano un librito abierto. Puso el pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra, y gritó a gran voz, como ruge un león. Y cuando gritó, los siete truenos emitieron sus voces. Después que los siete truenos hablaron, iba yo a escribir, cuando oí una voz del cielo que decía: «Sella las cosas que los siete truenos han dicho y no las escribas».

Entonces el ángel que yo había visto de pie sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano derecha al cielo, y juró por Aquel que vive por los siglos de los siglos, QUIEN CREÓ EL CIELO Y LAS COSAS QUE EN ÉL hay, Y LA TIERRA Y LAS COSAS QUE EN ELLA hay, Y EL MAR Y LAS COSAS QUE EN Él hay, que ya no habrá más demora. Porque en los días de la voz del séptimo ángel, cuando esté para tocar la trompeta, entonces el misterio de Dios será consumado, como Él lo anunció a Sus siervos los profetas.

La voz que yo había oído del cielo, la  de nuevo hablando conmigo: «Ve, toma el libro que está abierto en la mano del ángel que está de pie sobre el mar y sobre la tierra». Entonces fui al ángel y le dije que me diera el librito. Y él me dijo*: «Tómalo y devóralo. Te amargará las entrañas, pero en tu boca será dulce como la miel». 10 Tomé el librito de la mano del ángel y lo devoré, y en mi boca fue dulce como la miel; pero cuando lo comí, me amargó las entrañas.

11 Y me dijeron*: «Debes profetizar otra vez acerca de muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes».

Zacarías 6

Visión de los cuatro carros

6 Alcé de nuevo mis ojos y vi cuatro carros que salían de entre dos montes; y los montes eran montes de bronce. Del primer carro tiraban caballos rojos; del segundo carro, caballos negros; del tercer carro, caballos blancos; y del cuarto carro, fuertes caballos pintos.

Entonces pregunté al ángel que hablaba conmigo: «¿Qué son estos, señor mío?». Y el ángel me contestó: «Estos son los cuatro vientos del cielo que salen después de presentarse ante el Señor de toda la tierra. Con uno de ellos salen los caballos negros hacia la tierra del norte, y los blancos salen tras ellos, mientras los pintos salen hacia la tierra del sur. Briosos salían los caballos, impacientes por ir a recorrer la tierra». Y el ángel dijo: «Vayan, recorran la tierra». Y recorrieron la tierra. Entonces el ángel me llamó y me dijo: «Mira, los que salen hacia la tierra del norte aplacan Mi espíritu en la tierra del norte».

La corona simbólica

Y vino la palabra del SEÑOR a mí: 10 «Toma ofrendas de los desterrados, de Heldai, de Tobías y de Jedaías; y el mismo día ve y entra en la casa de Josías, hijo de Sofonías, adonde ellos han llegado de Babilonia. 11 Toma plata y oro, haz una corona y ponla en la cabeza del sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac. 12 Y dile: “Así dice el SEÑOR de los ejércitos: ‘Vendrá un hombre cuyo nombre es Renuevo, porque Él brotará del lugar donde está y reedificará el templo del SEÑOR. 13 Sí, Él reedificará el templo del SEÑOR, y Él llevará gloria y se sentará y gobernará en Su trono. Será sacerdote sobre Su trono y habrá consejo de paz entre los dos oficios’”».

14 «La corona será para Helem, Tobías, Jedaías y Hen, hijo de Sofonías, como recuerdo en el templo del SEÑOR. 15 Los que están lejos vendrán y reedificarán el templo del SEÑOR». Entonces sabrán que el SEÑOR de los ejércitos me ha enviado a ustedes. Esto sucederá si escuchan obedientes la voz del SEÑOR su Dios.

Juan 9

Curación de un ciego

9 Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y Sus discípulos le preguntaron: «Rabí, ¿quién pecó, este o sus padres, para que naciera ciego?». Jesús respondió: «Ni este pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él. Nosotros debemos hacer las obras del que me envió mientras es de día; la noche viene cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo, Yo soy la Luz del mundo».

Habiendo dicho esto, escupió en tierra, e hizo barro con la saliva y le untó el barro en los ojos al ciego, y le dijo: «Ve y lávate en el estanque de Siloé» (que quiere decir Enviado). El ciego fue, pues, y se lavó y regresó viendo.

Entonces los vecinos y los que antes lo habían visto que era mendigo, decían: «¿No es este el que se sentaba y mendigaba?». «Él es», decían unos. «No, pero se parece a él», decían otros. Él decía: «Yo soy». 10 Entonces le decían: «¿Cómo te fueron abiertos los ojos?». 11 Él respondió: «El hombre que se llama Jesús hizo barro, lo untó sobre mis ojos y me dijo: “Ve al estanque de Siloé y lávate”. Así que fui, me lavé y recibí la vista». 12 «¿Dónde está Él?», le preguntaron. Y él les dijo*: «No lo sé».

13 Llevaron* ante los fariseos al que antes había sido ciego. 14 Y era día de reposo el día en que Jesús hizo el barro y le abrió los ojos. 15 Por eso los fariseos volvieron también a preguntarle cómo había recibido la vista. Y él les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, y me lavé y veo».

16 Por eso algunos de los fariseos decían: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el día de reposo». Pero otros decían: «¿Cómo puede un hombre pecador hacer tales señales?». Y había división entre ellos. 17 Entonces preguntaron* otra vez al ciego: «¿Qué dices tú de Él, ya que te abrió los ojos?». «Es un profeta», les respondió.

18 Pero los judíos no le creyeron que había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, 19 y les preguntaron: «¿Es este su hijo, el que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?». 20 Entonces sus padres les contestaron: «Sabemos que este es nuestro hijo, y que nació ciego; 21 pero cómo es que ahora ve, no lo sabemos; o quién le abrió los ojos, nosotros no lo sabemos. Pregúntenle a él; ya es mayor de edad, él hablará por sí mismo». 22 Sus padres dijeron esto porque tenían miedo a los judíos; porque los judíos ya se habían puesto de acuerdo en que si alguien confesaba que Jesús era el Cristo, fuera expulsado de la sinagoga. 23 Por eso sus padres dijeron: «Ya es mayor de edad; pregúntenle a él».

24 Por segunda vez los judíos llamaron al hombre que había sido ciego y le dijeron: «Da gloria a Dios; nosotros sabemos que este hombre es un pecador». 25 Entonces él les contestó: «Si es pecador, no lo sé; una cosa sé: que yo era ciego y ahora veo». 26 Ellos volvieron a preguntarle: «¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?». 27 Él les contestó: «Ya les dije y no escucharon; ¿por qué quieren oírlo otra vez? ¿Es que también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?».

28 Entonces lo insultaron, y le dijeron: «Tú eres discípulo de ese hombre; pero nosotros somos discípulos de Moisés. 29 Nosotros sabemos que Dios habló a Moisés, pero en cuanto a Este, no sabemos de dónde es».

30 El hombre les respondió: «Pues en esto hay algo asombroso, que ustedes no sepan de dónde es, y sin embargo, a mí me abrió los ojos. 31 Sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguien teme a Dios y hace Su voluntad, a este oye. 32 Desde el principio jamás se ha oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. 33 Si Este no viniera de Dios, no podría hacer nada».

34 Ellos le respondieron: «Tú naciste enteramente en pecados, ¿y tú nos enseñas a nosotros?». Y lo echaron fuera.

35 Jesús oyó decir que lo habían echado fuera, y cuando lo encontró, le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del Hombre?». 36 Él le respondió: «¿Y quién es, Señor, para que yo crea en Él?». 37 Jesús le dijo: «Pues tú lo has visto, y el que está hablando contigo, Ese es». 38 Él entonces dijo: «Creo, Señor». Y lo adoró. 39 Y Jesús dijo: «Yo vine a este mundo para juicio; para que los que no ven, vean, y para que los que ven se vuelvan ciegos».

40 Algunos de los fariseos que estaban con Él oyeron esto y le dijeron: «¿Acaso nosotros también somos ciegos?». 41 Jesús les dijo: «Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado; pero ahora, porque dicen: “Vemos”, su pecado permanece.

Nueva Biblia de las Américas Copyright © 2005 por The Lockman Foundation, La Habra, California. Todos los derechos reservados. Para más información, visita www.exploranbla.com

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