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Lectura de Hoy

09-01-2024

Devocional

Devocional: Génesis 9–10

A pesar del alcance universal del castigo que significó, el Diluvio no sirvió para cambiar la naturaleza humana. Dios sabe muy bien que el asesinato, cometido por primera vez por Caín, volverá a ocurrir. Ahora se prescribe la pena capital (Génesis 9:6), no como medida disuasoria – la disuasión no se menciona para nada – sino para señalar que el asesinato pertenece a una categoría distinta de pecado, en cuanto que consiste en matar a un ser crea­do a la imagen de Dios. Pero hay otras señales de la persistencia del pecado. La promesa que Dios hace, sellada por el arco iris, que nunca más destruirá el mundo de aquella manera (9:12-17), es relevante, no en el sentido de apabullar tanto al ser humano, que no tiene más remedio que someterse, sino justamente porque Dios es perfectamente consciente de que volverá a producirse el mismo escenario una y otra vez. Y el mismo Noé a quien, con respecto a sus años anteriores al Diluvio, Pedro llama, con razón, “predicador de la justicia” (2 Pedro 2:5), ahora queda retratado como un borracho, con sus relaciones familiares en vías de desintegrarse.

Pero hay otro paralelo entre estos capítulos de Génesis y lo que ocurría antes del Diluvio. A pesar de las garras del pecado, hay individuos como Abel, cuyos sacrificios agradaban a Dios; hay personas que reconocen su gran necesidad de Dios, e invocan el nombre de Dios (4:26); está Enoc, séptimo desde Adán, que “anduvo fielmente con Dios” (5:22). En otras palabras, hay una raza dentro de la raza, una raza más pequeña, no intrínsecamente superior a la otra, mas dispuesta a la relación con Dios de tal manera que se dirige de hecho en una dirección totalmente distinta. Escribiendo al principio de del siglo V, Agustín de Hipona en el norte de África encuentra en estos primeros capítulos los comienzos de dos humanidades, dos ciuda­des – la ciudad de Dios y la ciudad de los hombres. (Véanse también la reflexión para el 27 de diciembre) El contraste se va desarrollando de varias maneras a lo largo de la Biblia, hasta que el libro de Apocalipsis lo hace entre Babilonia y la nueva Jerusalén. Empíricamente, los creyentes pertenecen a las dos ciudades; en lo que se refiere a su lealtad, pertenecen a una ciudad o a la otra.

Las mismas distinciones se restablecen después del Diluvio. La raza pronto demuestra que los problemas de rebelión y pecado están profundamente arraigados: constituyen una parte íntegra de nuestra naturaleza. No obstante, las distinciones también reaparecen. Mientras el pacto que Dios hace, según el cual promete no destruir jamás la tierra de la misma manera, es un pacto con todo ser viviente (9:16), los hijos de Noé se dividen, igual que los hijos de Adán. El ciclo tedioso vuelve a comenzar, pero no sin esperanza: la ciudad de Dios nunca se descarrila por completo, sino que anticipa las distinciones posteriores entre pactos, que están de hecho a la vuelta de la esquina, y el clímax glorioso que llegará al final de la historia de la redención.


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.

Devocional: Esdras 9

Puede resultar difícil para algunos cristianos inmersos en la herencia del individualismo e influenciados por el relativismo posmoderno, simpatizar con Esdras y su oración (Esdras 9). Un centenar o así de los israelitas retornados, de una población que en esa época sería de al menos cincuenta o sesenta mil personas, se habían casado con mujeres paganas de las tribus vecinas. Esdras considera este asunto un absoluto desastre y llora delante del Señor como si se hubiese hecho realmente un gran daño. ¿Ha caído la religión al nivel en que dice a sus fieles con quién pueden casarse? Además, las consecuencias de esta oración (sobre la cual reflexionaremos mañana) son bastante crueles, ¿no es así?

En realidad, la oración de Esdras revela a un hombre que ha meditado durante mucho tiempo en la historia de Israel.

En primer lugar, comprende cuál fue la causa del exilio, la destrucción formal de la nación, la dispersión del pueblo. No fue otra cosa que los pecados del pueblo, que, con una terrible frecuencia, habían sido fomentados por vínculos, sobre todo matrimoniales, entre el pueblo del pacto y las tribus vecinas. “Debido a nuestras maldades, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes fuimos entregados al poder de los reyes de los países vecinos. Hemos sufrido la espada, el cautiverio, el pillaje y la humillación, como nos sucede hasta hoy” (9:7).

En segundo lugar, entiende que Dios ha permitido a esta comunidad regresar a Judá con un propósito: “Pero ahora tú, SEÑOR y Dios nuestro, por un breve momento nos has mostrado tu bondad al permitir que un remanente quede en libertad y se establezca en tu lugar santo. Has permitido que nuestros ojos vean una nueva luz, y nos has concedido un pequeño alivio en medio de nuestra esclavitud” (9:8).

En tercer lugar, entiende que, a la luz de los dos primeros puntos, y de la prohibición explícita de las Escrituras contra los matrimonios mixtos, lo que ha ocurrido no es solamente ingratitud, sino un desafío concreto al Dios que alivió el dolor de Israel tanto en el éxodo, como también en el exilio.

En cuarto lugar, entiende la naturaleza compleja, corrosiva y colectiva del pecado. Como Isaías antes que él (Isaías 6:5), Esdras se incluye con el pueblo en su pecado (9:6). Comprende la dura realidad de que no se trata de errores individuales y nada más; es un medio por el cual el crudo paganismo y finalmente la relativización del Todopoderoso entran furtivamente en la congregación por la puerta de atrás. ¿Cómo podían haberse concertado esos matrimonios, incluso entre los sacerdotes, si otros muchos no hubiesen dado su aprobación, o al menos hecho la vista gorda? Ante todo, Esdras entiende que los pecados del pueblo de Dios son mucho peores que el castigo que han recibido (9:13-15).

¿Cómo deben dar forma actualmente estas líneas de pensamiento a nuestro concepto de los pecados del pueblo de Dios?


Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.

Génesis 9–10

Pacto de Dios con Noé

9 Y Dios bendijo a Noé y a sus hijos, y les dijo: «Sean fecundos y multiplíquense, y llenen la tierra. El temor y el terror de ustedes estarán sobre todos los animales de la tierra, sobre todas las aves del cielo, en todo lo que se arrastra sobre el suelo, y en todos los peces del mar. En su mano son todos entregados. Todo lo que se mueve y tiene vida les será para alimento. Todo lo doy a ustedes como les di la hierba verde. Pero carne con su vida, es decir, con su sangre, no comerán.

»De la sangre de ustedes, de la vida de ustedes, ciertamente pediré cuenta: a cualquier animal, y a cualquier hombre, pediré cuenta; de cada hombre pediré cuenta de la vida de un ser humano.

El que derrame sangre de hombre,
Por el hombre su sangre será derramada,
Porque a imagen de Dios
Hizo Él al hombre.
En cuanto a ustedes, sean fecundos y multiplíquense.
Pueblen en abundancia la tierra y multiplíquense en ella».

Entonces Dios habló a Noé y a sus hijos que estaban con él y les dijo: «Miren, Yo establezco Mi pacto con ustedes, y con su descendencia después de ustedes, 10 y con todo ser viviente que está con ustedes: aves, ganados y todos los animales de la tierra que están con ustedes, todos los que han salido del arca, todos los animales de la tierra. 11 Yo establezco Mi pacto con ustedes, y nunca más volverá a ser exterminada toda carne por las aguas del diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra».

12 También dijo Dios: «Esta es la señal del pacto que Yo hago con ustedes y todo ser viviente que está con ustedes, por todas las generaciones: 13 Pongo Mi arco en las nubes y será por señal de Mi pacto con la tierra.

14 »Y acontecerá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se verá el arco en las nubes, 15 y me acordaré de Mi pacto, con ustedes y con todo ser viviente de toda carne. Nunca más se convertirán las aguas en diluvio para destruir toda carne. 16 Cuando el arco esté en las nubes, lo miraré para acordarme del pacto eterno entre Dios y todo ser viviente de toda carne que está sobre la tierra». 17 Y dijo Dios a Noé: «Esta es la señal del pacto que Yo he establecido con toda carne que está sobre la tierra».

Noé y sus hijos

18 Los hijos de Noé que salieron del arca fueron Sem, Cam y Jafet. Cam fue el padre de Canaán. 19 Estos tres fueron los hijos de Noé, y de ellos se pobló toda la tierra.

20 Noé comenzó a labrar la tierra, y plantó una viña. 21 Bebió el vino y se embriagó, y se desnudó en medio de su tienda. 22 Cam, padre de Canaán, vio la desnudez de su padre y se lo contó a sus dos hermanos que estaban afuera. 23 Entonces Sem y Jafet tomaron un manto, lo pusieron sobre sus hombros, y caminando hacia atrás cubrieron la desnudez de su padre. Como sus rostros estaban vueltos, no vieron la desnudez de su padre.

24 Cuando Noé despertó de su embriaguez, y supo lo que su hijo menor le había hecho, 25 dijo:

«Maldito sea Canaán;
Siervo de siervos
Será para sus hermanos».

26 Dijo también:

«Bendito sea el Señor,
El Dios de Sem;
Y sea Canaán su siervo.
27 Engrandezca Dios a Jafet,
Y habite en las tiendas de Sem;
Y sea Canaán su siervo».

28 Noé vivió 350 años después del diluvio. 29 El total de los días de Noé fue de 950 años, y murió.

10 Estas son las generaciones de Sem, Cam y Jafet, hijos de Noé, a quienes les nacieron hijos después del diluvio.

Los hijos de Jafet: Gomer, Magog, Madai, Javán, Tubal, Mesec y Tiras. Los hijos de Gomer: Askenaz, Rifat y Togarmá. Los hijos de Javán: Elisa, Tarsis, Quitim y Dodanim. De estos, las costas de las naciones se dividieron en sus tierras, cada uno conforme a su lengua, según sus familias, en sus naciones.

Los hijos de Cam: Cus, Mizrayim, Fut y Canaán. Los hijos de Cus: Seba, Havila, Sabta, Raama y Sabteca, y los hijos de Raama: Seba y Dedán.

Cus fue el padre de Nimrod, que llegó a ser poderoso en la tierra. Él fue un poderoso cazador delante del Señor. Por tanto se dice: «Como Nimrod, poderoso cazador delante del Señor». 10 El comienzo de su reino fue Babel, Erec, Acab y Calne, en la tierra de Sinar. 11 De aquella tierra salió hacia Asiria y edificó Nínive, Rehobot Ir, Cala, 12 y Resén, entre Nínive y Cala; aquella es la gran ciudad.

13 Mizrayim fue el padre de Ludim, de Anamim, de Lehabim, de Naftuhim, 14 de Patrusim, de Casluhim (de donde salieron los filisteos) y de Caftorim.

15 Canaán fue el padre de Sidón su primogénito, y de Het, 16 el antepasado del jebuseo, del amorreo, gergeseo, 17 heveo, araceo, sineo, 18 del arvadeo, zemareo y del hamateo. Y después las familias de los cananeos fueron esparcidas. 19 El territorio de los cananeos se extendía desde Sidón, rumbo a Gerar, hasta Gaza; y rumbo a Sodoma, Gomorra, Adma y Zeboim, hasta Lasa. 20 Estos son los hijos de Cam, según sus familias, según sus lenguas, por sus tierras, por sus naciones.

21 También le nacieron hijos a Sem, padre de todos los hijos de Heber, y hermano mayor de Jafet. 22 Los hijos de Sem: Elam, Asur, Arfaxad, Lud y Aram. 23 Los hijos de Aram: Uz, Hul, Geter y Mas. 24 Arfaxad fue el padre de Sala, y Sala de Heber.

25 A Heber le nacieron dos hijos: el nombre de uno fue Peleg, porque en sus días fue repartida la tierra, y el nombre de su hermano, Joctán. 26 Joctán fue el padre de Almodad, Selef, Hazar Mavet, Jera, 27 Adoram, Uzal, Dicla, 28 Obal, Abimael, Seba, 29 Ofir, Havila y de Jobab. Todos estos fueron hijos de Joctán. 30 Su territorio se extendía desde Mesa rumbo a Sefar, la región montañosa del oriente. 31 Estos son los hijos de Sem, según sus familias, según sus lenguas, por sus tierras, conforme a sus naciones.

32 Estas son las familias de los hijos de Noé según sus genealogías, por sus naciones. De ellos se propagaron las naciones sobre la tierra después del diluvio.


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Mateo 9

Curación de un paralítico

9 Subiendo Jesús en una barca, pasó al otro lado del mar y llegó a Su ciudad. Y le trajeron un paralítico echado en una camilla; y Jesús, viendo la fe de ellos, dijo al paralítico: «Anímate, hijo, tus pecados te son perdonados». Y algunos de los escribas decían para sí: «Este blasfema». Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué piensan mal en sus corazones? Porque, ¿qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate, y anda”? Pues para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados», entonces dijo* al paralítico: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa».

Y levantándose, el paralítico se fue a su casa. Pero cuando las multitudes vieron esto, sintieron temor, y glorificaron a Dios, que había dado tal poder a los hombres.

Llamamiento de Mateo y la cena en su casa

Cuando Jesús se fue de allí, vio a un hombre llamado Mateo, sentado en la oficina de los tributos, y le dijo*: «¡Ven tras Mí!». Y levantándose, lo siguió.

10 Y estando Él sentado a la mesa en la casa, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y se sentaron a la mesa con Jesús y Sus discípulos. 11 Cuando los fariseos vieron esto, dijeron a Sus discípulos: «¿Por qué come su Maestro con los recaudadores de impuestos y pecadores?».

12 Al oír Jesús esto, dijo: «Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. 13 Pero vayan, y aprendan lo que significa: “Misericordia quiero y no sacrificio”; porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

Pregunta sobre el ayuno

14 Entonces los discípulos de Juan se acercaron* a Jesús, diciendo: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, pero Tus discípulos no ayunan?». 15 Y Jesús les respondió: «¿Acaso los acompañantes del novio pueden estar de luto mientras el novio está con ellos? Pero vendrán días cuando el novio les será quitado, y entonces ayunarán. 16 Nadie pone un remiendo de tela nueva en un vestido viejo; porque el remiendo al encogerse tira del vestido y se produce una rotura peor. 17 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque entonces los odres se revientan, el vino se derrama y los odres se pierden; sino que se echa vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan».

Curación de una mujer y resurrección de la hija de un oficial

18 Mientras Jesús les decía estas cosas, vino un oficial de la sinagoga y se postró delante de Él, diciendo: «Mi hija acaba de morir; pero ven y pon Tu mano sobre ella, y vivirá». 19 Levantándose Jesús, lo siguió, y también Sus discípulos. 20 Y una mujer que había estado sufriendo de flujo de sangre por doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de Su manto; 21 pues decía para sí: «Si tan solo toco Su manto, sanaré». 22 Pero Jesús, volviéndose y viéndola, dijo: «Hija, ten ánimo, tu fe te ha sanado». Y al instante la mujer quedó sana.

23 Cuando Jesús entró en la casa del oficial, y vio a los flautistas y al gentío en ruidoso desorden, 24 les dijo: «Retírense, porque la niña no ha muerto, sino que está dormida». Y se burlaban de Él. 25 Pero cuando habían echado fuera a la gente, Él entró y la tomó de la mano; y la niña se levantó. 26 Y esta noticia se difundió por toda aquella tierra.

Curación de dos ciegos y un mudo

27 Al irse Jesús de allí, dos ciegos lo siguieron, gritando: «¡Hijo de David, ten misericordia de nosotros!». 28 Después de entrar en la casa, se acercaron a Él los ciegos, y Jesús les dijo*: «¿Creen que puedo hacer esto?». «Sí, Señor», le respondieron*. 29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: «Hágase en ustedes según su fe». 30 Y se les abrieron los ojos. Y Jesús les advirtió rigurosamente: «Miren que nadie lo sepa». 31 Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron Su fama por toda aquella tierra.

32 Al salir ellos de allí, le trajeron un mudo endemoniado. 33 Después que el demonio había sido expulsado, el mudo habló; y las multitudes se maravillaban, y decían: «Jamás se ha visto cosa igual en Israel». 34 Pero los fariseos decían: «Él echa fuera los demonios por el príncipe de los demonios».

Ministerio de Jesús

35 Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. 36 Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor. 37 Entonces dijo* a Sus discípulos: «La cosecha es mucha, pero los obreros pocos. 38 Por tanto, pidan al Señor de la cosecha que envíe obreros a Su cosecha».


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Esdras 9

Oración de Esdras

9 Acabadas estas cosas, se me acercaron los príncipes y me dijeron: «El pueblo de Israel, los sacerdotes y los levitas no se han separado de los pueblos de las tierras y sus abominaciones: de los cananeos, hititas, ferezeos, jebuseos, amonitas, moabitas, egipcios y amorreos; sino que han tomado mujeres de entre las hijas de ellos para sí y para sus hijos, y el linaje santo se ha mezclado con los pueblos de las tierras; es más, la mano de los príncipes y de los gobernantes ha sido la primera en cometer esta infidelidad». Cuando oí de este asunto, rasgué mi vestido y mi manto, y arranqué pelo de mi cabeza y de mi barba, y me senté atónito. Entonces se reunieron conmigo todos los que temblaban ante las palabras del Dios de Israel por causa de la infidelidad de los desterrados, y estuve sentado atónito hasta la ofrenda de la tarde.

Pero a la hora de la ofrenda de la tarde, me levanté de mi humillación con mi vestido y mi manto rasgados, y caí de rodillas y extendí mis manos al Señor mi Dios; y dije: «Dios mío, estoy avergonzado y confuso para poder levantar mi rostro a Ti, mi Dios, porque nuestras iniquidades se han multiplicado por encima de nuestras cabezas, y nuestra culpa ha crecido hasta los cielos. Desde los días de nuestros padres hasta el día de hoy hemos estado bajo gran culpa, y a causa de nuestras iniquidades, nosotros, nuestros reyes y nuestros sacerdotes hemos sido entregados en mano de los reyes de estas tierras, a la espada, al cautiverio, al saqueo y a la vergüenza pública, como en este día. Pero ahora, por un breve momento, ha habido misericordia de parte del Señor nuestro Dios, para dejarnos un remanente que ha escapado y darnos un refugio en Su lugar santo, para que nuestro Dios ilumine nuestros ojos y nos conceda un poco de vida en nuestra servidumbre. Porque siervos somos; pero en nuestra servidumbre, nuestro Dios no nos ha abandonado, sino que ha extendido Su misericordia sobre nosotros ante los ojos de los reyes de Persia, dándonos ánimo para levantar la casa de nuestro Dios y para restaurar sus ruinas, y dándonos una muralla en Judá y en Jerusalén.

10 »Y ahora, Dios nuestro, ¿qué diremos después de esto? Porque hemos abandonado Tus mandamientos, 11 que por medio de Tus siervos los profetas nos ordenaste: “La tierra a la cual ustedes entran para poseerla es una tierra inmunda con la impureza de los pueblos de estas tierras, con sus abominaciones que la han llenado de un extremo a otro, y con su impureza. 12 Ahora pues, no den sus hijas a sus hijos ni tomen sus hijas para sus hijos, y nunca procuren la paz de ellos ni su prosperidad, para que ustedes sean fuertes y coman lo mejor de la tierra y la dejen por heredad a sus hijos para siempre”.

13 »Y después de todo lo que nos ha sobrevenido a causa de nuestras malas obras y nuestra gran culpa, puesto que Tú, nuestro Dios, nos has pagado menos de lo que nuestras iniquidades merecen, y nos has dado un remanente que ha escapado como este, 14 ¿hemos de quebrantar de nuevo Tus mandamientos emparentándonos con los pueblos que cometen estas abominaciones? ¿No te enojarías con nosotros hasta destruirnos, sin que quedara remanente ni quien escapara? 15 Oh Señor, Dios de Israel, Tú eres justo, porque hemos quedado un remanente que ha escapado, como en este día. Ahora, estamos delante de Ti con nuestra culpa, porque nadie puede estar delante de Ti a causa de esto».


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Hechos 9

Conversión de Saulo

9 Saulo , respirando todavía amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, fue al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos que pertenecieran al Camino, tanto hombres como mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén.

Y mientras viajaba, al acercarse a Damasco, de repente resplandeció a su alrededor una luz del cielo. Al caer a tierra, oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?».

«¿Quién eres, Señor?», preguntó Saulo. El Señor respondió: «Yo soy Jesús a quien tú persigues; levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer».

Los hombres que iban con él se detuvieron atónitos, oyendo la voz, pero sin ver a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque sus ojos estaban abiertos, no veía nada; y llevándolo por la mano, lo trajeron a Damasco. Estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió.

Ananías visita a Saulo

10 Había en Damasco cierto discípulo llamado Ananías; y el Señor le dijo en una visión: «Ananías». «Aquí estoy, Señor», contestó él. 11 El Señor le dijo: «Levántate y ve a la calle que se llama Derecha, y pregunta en la casa de Judas por un hombre de Tarso llamado Saulo, porque él está orando, 12 y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entra y pone las manos sobre él para que recobre la vista».

13 Pero Ananías respondió: «Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuánto mal ha hecho a Tus santos en Jerusalén, 14 y aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan Tu nombre».

15 Pero el Señor le dijo: «Ve, porque él es Mi instrumento escogido, para llevar Mi nombre en presencia de los gentiles, de los reyes y de los israelitas; 16 porque Yo le mostraré cuánto debe padecer por Mi nombre».

17 Ananías fue y entró en la casa, y después de poner las manos sobre él, dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo». 18 Al instante cayeron de sus ojos como unas escamas, y recobró la vista; y se levantó y fue bautizado. 19 Tomó alimentos y cobró fuerzas.

Y por varios días estuvo con los discípulos que estaban en Damasco.

Saulo predica en Damasco

20 Enseguida se puso a predicar de Jesús en las sinagogas, diciendo: «Él es el Hijo de Dios». 21 Y todos los que lo escuchaban estaban asombrados y decían: «¿No es este el que en Jerusalén destruía a los que invocaban este nombre, y el que había venido aquí con este propósito: para llevarlos atados ante los principales sacerdotes?». 22 Pero Saulo seguía fortaleciéndose y confundiendo a los judíos que habitaban en Damasco, demostrando que este Jesús es el Cristo.

Saulo escapa de los judíos

23 Después de muchos días, los judíos tramaron deshacerse de él, 24 pero su plan llegó al conocimiento de Saulo. Y aun vigilaban las puertas día y noche con el intento de matarlo; 25 pero sus discípulos lo tomaron de noche y lo sacaron por una abertura en la muralla, bajándolo en una canasta.

Saulo en Jerusalén

26 Cuando Saulo llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le temían, no creyendo que era discípulo. 27 Pero Bernabé lo tomó y lo presentó a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto al Señor en el camino, y que Él le había hablado, y cómo en Damasco había hablado con valor en el nombre de Jesús.

28 Y estaba con ellos moviéndose libremente en Jerusalén, hablando con valor en el nombre del Señor. 29 También hablaba y discutía con los judíos helenistas; pero estos intentaban matarlo. 30 Pero cuando los hermanos lo supieron, lo llevaron a Cesarea, y de allí lo enviaron a Tarso.

31 Entretanto la iglesia gozaba de paz por toda Judea, Galilea y Samaria, y era edificada; y andando en el temor del Señor y en la fortaleza del Espíritu Santo, seguía creciendo.

Curación de Eneas

32 Mientras Pedro viajaba por todas aquellas regiones, vino también a los santos que vivían en Lida. 33 Allí encontró a un hombre llamado Eneas, que había estado postrado en cama por ocho años, porque estaba paralítico. 34 Y Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te sana; levántate y haz tu cama». Y al instante se levantó. 35 Todos los que vivían en Lida y en Sarón lo vieron, y se convirtieron al Señor.

Resurrección de Dorcas

36 Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido al griego es Dorcas; esta mujer era rica en obras buenas y de caridad que hacía continuamente. 37 Y sucedió que en aquellos días se enfermó y murió; y lavado su cuerpo, lo pusieron en un aposento alto. 38 Como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, al oír que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, rogándole: «No tarde usted en venir a nosotros».

39 Entonces Pedro se levantó y fue con ellos. Cuando llegó lo llevaron al aposento alto, y todas las viudas lo rodearon llorando, mostrando todas las túnicas y ropas que Dorcas solía hacer cuando estaba con ellas.

40 Pero Pedro, haciendo salir a todos, se arrodilló y oró, y volviéndose al cadáver, dijo: «Tabita, levántate». Ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó. 41 Él le dio la mano y la levantó; y llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva. 42 Esto se supo en todo Jope, y muchos creyeron en el Señor. 43 Pedro se quedó en Jope muchos días con un tal Simón, que era curtidor.

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