Vida Cristiana

Aplicando el consejo de Aslan: Alínea tu corazón con la Escritura

Una reflexión inspirada en la misión de Jill en “La silla de plata”

Uno de mis libros favoritos de Las crónicas de Narnia es La silla de plata, el sexto volumen de la saga. En este libro no seguimos a los conocidos hermanos Pevensie, sino a Jill Pole y a Eustace Scrubb (¡sin olvidarnos, por supuesto, de Charcosombrío!) en sus aventuras por el maravilloso mundo de Narnia.

La misión de Jill

En los primeros capítulos, Jill recibe una misión especial del mismísimo Aslan, poderoso león y creador de Narnia: «Esto es lo que te ordeno: busca al príncipe perdido hasta que lo hayas encontrado y conducido a la casa de su padre, o bien hayas muerto en el intento o bien hayas regresado a tu mundo» (p. 25).

La misión era, por supuesto, intimidatoria para una pequeña. La buena noticia es que Jill no estaría sin rumbo. Aslan ofreció cuatro indicaciones a través de las cuales guiaría a la niña en el cumplimiento de su misión.

Una vez que Jill recibió las cuatro señales, parecía lista para ponerse en marcha. Pero Aslan la detiene: «Niña —dijo Aslan, en una voz más dulce de la que había usado hasta entonces—, puede que no lo entiendas tan bien como crees. Pero el primer paso es recordar.

Repíteme, por orden, las cuatro señales» (p. 26). Con algo de esfuerzo y tras varios intentos, Jill logra recitar las cuatro señales. Antes de enviarla en su misión, el león exhorta por última vez a la pequeña:

Pero primero, recuerda, recuerda, recuerda las señales. Repítelas cuando despiertes por la mañana y cuando te acuestes por la noche, y cuando despiertes en la mitad de la noche. Y por extrañas que sean las cosas que puedan sucederte, no dejes que nada distraiga tu mente de seguir las indicaciones. Y en segundo lugar, te hago la siguiente advertencia. Aquí en la montaña te he hablado con claridad, pero no lo haré a menudo en Narnia.

Aquí en la montaña el aire es limpio y tu mente está despejada; cuando desciendas al interior de Narnia, el aire se espesará. Ten cuidado de que no aturda tu mente. Y las señales que has memorizado aquí no tendrán en absoluto el aspecto que esperas que tengan cuando las encuentres allí.

Por eso es tan importante saberlas de memoria y no prestar atención a las apariencias. Recuerda las indicaciones y cree en ellas. Nada más importa. Y ahora, hija de Eva, adiós… (pp. 26-27).

Aslan ordenó a Jill que no perdiera de vista las señales. ¿Cómo? Volviendo a ellas una y otra vez: recordando. Desafortunadamente, no pasó mucho tiempo antes de que Jill fallara y las cosas empezaran a salir muy mal en su travesía.

Quizá no debería sorprendernos a nosotros —hijos de Adán y Eva— que Jill, hija de Eva, se olvidara de recordar. Con demasiada frecuencia hacemos lo mismo.

Sí tienes una guía

Dicen que los clichés son clichés por una razón. Usualmente tienen algo de cierto. «La vida no viene con un manual de instrucciones» es uno de esos refranes tan conocidos que ya hasta rodamos los ojos al escucharlos. La parte cierta de este cliché es que ninguno de nosotros tiene una lista exacta de las cosas que debe estar haciendo a cada instante para vivir de manera adecuada. Pero el cliché no es totalmente cierto.

La realidad es que el Dios del universo, el Creador de la vida, ha decidido revelar Su persona y Su plan a través de un libro: la Biblia. Sí tenemos una guía acerca de para qué estamos aquí y cómo debemos conducirnos en el mundo.

Por supuesto, es ingenuo reducir la Escritura a «un manual de instrucciones», pero también es engañoso pretender que en ella no encontramos respuestas a las preguntas más profundas acerca del propósito del ser humano, acerca de en qué clase de cosas debemos invertir nuestro tiempo y cuál debe ser nuestro enfoque.

"La realidad es que el Dios del universo, el Creador de la vida, ha decidido revelar Su persona y Su plan a través de un libro: la Biblia"

A través de la Biblia, Dios —como Aslan a Jill en La silla de plata— nos ha dado una misión y mandamientos acerca de cómo debemos cumplir esa misión: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y primer mandamiento. Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas», resumió nuestro Señor (Mt 22:37b-40).

No solo eso, antes de partir, Jesús envió a Sus seguidores —incluyéndonos a nosotros— a cumplir esos mandamientos de una manera muy particular: «Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado» (Mt 28:19-20a). Esto, por supuesto, no es todo.

En la Biblia encontramos también abundante revelación para vivir una vida que, en medio del cumplimiento de los dos grandes mandamientos y la gran comisión, agrade a Dios:

«Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia» (2 Ti 3:16). ¡Y aún hay más!

La Biblia no solo nos ofrece propósito e indicaciones —no solo nos muestra para qué estamos aquí y cómo debemos vivir—, sino que hace algo mucho más glorioso: la Escritura nos muestra Quién es el Dios que nos envía. Desde Génesis hasta Apocalipsis, el Creador nos revela Su corazón de amor, justicia, misericordia, santidad, paciencia y mucho más.

En las páginas de la Palabra encontramos señales que nos indican por qué estamos aquí, cómo debemos caminar y Quién es el que nos ha formado y dado propósito.

Rápidos para olvidar

Jill no había pasado mucho tiempo en Narnia cuando empezó a olvidarse de recordar.

No regresó una y otra vez a las señales de Aslan y por ello fue torpe para seguirlas. ¡Qué parecidos somos a ella!

"La Biblia no solo nos ofrece propósito e indicaciones, la Escritura nos muestra Quién es el Dios que nos envía"

Con frecuencia pensamos que sabemos lo suficiente como para no necesitar ir a la Escritura para avanzar con rectitud por el camino de la vida. Jamás lo diríamos en voz alta, por supuesto, pero la manera en que andamos revela claramente la autosuficiencia que inunda nuestros corazones. Como Jill, nos olvidamos de recordar y acabamos extraviados.

Las palabras de Aslan a Jill nos transportan al libro de Josué, donde el Señor declara:

Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él día y noche, para que cuides de hacer todo lo que en él está escrito. Porque entonces harás prosperar tu camino y tendrás éxito. ¿No te lo he ordenado Yo? ¡Sé fuerte y valiente! No temas ni te acobardes, porque el Señor tu Dios estará contigo dondequiera que vayas (Jos 1:8-9).

Triste e irónicamente, muchos de nosotros pasamos más tiempo buscando una «nueva revelación» de parte de Dios cuando ya tenemos un tesoro abundante que somos rápidos para ignorar. Ya tenemos las señales que necesitamos para cumplir nuestra misión.

¡Regresemos a ellas una y otra vez! No dejemos que nuestro corazón las deje en el olvido.
Vayamos a la Palabra de Dios cada día, para refrescar nuestras mentes y afinar nuestros corazones a la verdad del Señor. Así podremos caminar de manera que le honre en medio de la misión que Él nos ha encomendado.

El Rey endereza nuestros caminos

Jill se olvidó de Aslan y sus palabras, pero Aslan jamás se olvidó de Jill. A pesar de la desobediencia de la pequeña, el león los guió para que la misión se cumpliera.

Cuando la niña finalmente se encuentra con Aslan, leemos que «Jill [recordó] cómo había ayudado a echar por la borda casi todas las señales y también todas las discusiones y peleas.

Y deseó decir “lo siento” pero le fue imposible hablar. Entonces el león los atrajo hacia él con los ojos, se inclinó, rozó sus rostros pálidos con la lengua y dijo: “No piensen más en eso. No siempre vengo a regañar a la gente. Han llevado a cabo la tarea para la que los envié a Narnia”» (p. 185).

¡Cuánta más gracia hay en Cristo Jesús! A pesar de nuestra torpeza, podemos confiar en que el Señor cumplirá Sus propósitos perfectos en nosotros. Él endereza nuestras veredas y no nos permite extraviarnos para siempre.

La misión de Jesús está cumplida —¡consumado es!—; nosotros tenemos el privilegio de ser parte de lo que Él está haciendo para poner en su lugar todas las cosas. Abracemos ese privilegio con gozo, buscando ser fieles a cada paso, sin olvidarnos de recordar Sus palabras.

Ana Ávila es escritora senior en Coalición por el Evangelio, Química Bióloga Clínica, y parte de Iglesia El Redil. Es autora de «Aprovecha bien el tiempo: Una guía práctica para honrar a Dios con tu día». Vive en Guatemala junto con su esposo Uriel y sus dos hijos. Puedes encontrarla en YouTubeInstagram y Twitter.

Acerca del Autor

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