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Jesús es mejor que trabajar para Jesús

«Dile a Bud que el ministerio no lo es todo. Jesús lo es».

Ray Ortlund Jr. cuenta la historia de las últimas palabras de su padre para él. Ray y su esposa estaban en el extranjero el 22 de julio de 2007, cuando Ray padre se despertó en su habitación del hospital de Newport Beach, California, y se dio cuenta de que ese día sería el último.

El resto de la familia se reunió para leer las Escrituras y cantar. Luego, el moribundo patriarca recorrió la habitación dirigiéndose a sus seres queridos con bendiciones y amonestaciones finales.

«Bud» no estaba en la habitación, así que Ray padre dejó estas memorables y hermosas últimas palabras para el hijo que le había seguido en el ministerio a tiempo completo.

Durante dos décadas, a partir de finales de los cincuenta, Ray padre había sido pastor de la Iglesia Congregacional de Lake Avenue en Pasadena, donde había pastoreado a un joven seminarista llamado John Piper y le había convencido de que, a pesar de las discusiones de finales de los sesenta, la iglesia local tenía futuro, y siempre lo tendría.

El nombre y la firma de Ray padre figuran en el certificado de ordenación de Piper, fechado el 8 de junio de 1975.

Ray padre amaba la iglesia y dedicó décadas de su vida al ministerio cristiano a tiempo completo. Así que, en su lecho de muerte en 2007, no era un crítico desde su sillón arrojando sombra sobre su amado hijo. Pero era un hombre que conocía su propio corazón y el de su hijo.

Conocía tanto las extraordinarias alegrías del trabajo pastoral como los peligros que conlleva.

Sabía dónde debía terminar su consejo final: en Aquel que es el Gozo soberano.

Buena labor, grandes alegrías

Al principio de los requisitos para ser pastor-anciano, el apóstol habla de gozo: «Si alguien aspira al cargo de obispo, buena obra desea hacer» (1 Ti 3:1). Esta labor está ligada a la aspiración, al deseo, al gozo.

Es literalmente una «buena obra». Buena obra desea hacer. El ministerio cristiano es una buena obra; una obra para ser hecha por aquellos que la desean. El ministerio no es para aquellos que realmente no quieren hacerlo pero pueden ejercitar su voluntad para hacer el sacrificio por Jesús. Más bien, en este llamado, la aspiración y el deseo de gozo no son negociables.

"El ministerio cristiano es una buena labor, y a menudo gozosa, que deben emprender quienes desean y anticipan los gozos que harán soportables sus muchas dificultades"

En la vocación pastoral, a diferencia de otras vocaciones, es esencial trabajar desde el gozo, con gozo y para el gozo. Según Hebreos 13:17, los pastores deben trabajar «con alegría y no quejándose» si quieren ser de «provecho» para la fe de su gente, en lugar de ser un obstáculo.

También Pedro exige que los pastores ancianos trabajen «no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios; no por la avaricia del dinero, sino con sincero deseo» (1 P 5:2).

El ministerio cristiano es una buena labor, y a menudo gozosa, que deben emprender quienes desean y anticipan los gozos que harán soportables sus muchas dificultades. Sin embargo, en este trabajo bueno y gozoso existe un peligro.

Es lo bueno, más a menudo que lo abiertamente malo, lo que se abre paso más allá de Cristo mismo como lo más importante en el corazón del ministro cristiano.

Gozos del ministerio, amén

Jesús mismo enfatiza con palabras sumamente poderosas este punto en Lucas 10:20.
Jesús había enviado a seis docenas de «otros», además de los doce discípulos, «delante de Él, a toda ciudad y lugar adonde Él había de ir» (Lc 10:1). Encomendó a estos setenta y dos con solemnidad, advirtiéndoles del rechazo y de ser «como corderos en medio de lobos» (Lc 10:2-16). Sin embargo, su ejercicio de adiestramiento resultó mucho más fructífero de lo que podían prever, y quedaron encantados.

Regresan con gozo, exclamando: «Señor, hasta los demonios se nos sujetan en Tu nombre» (Lc 10:17).

Jesús, el maestro, aprovecha la importancia de este momento. Aquí hay una oportunidad de dejar una impresión para toda la vida y para toda la era de la iglesia. Ciertamente, no es malo regocijarse en los frutos del ministerio, hallar gozo en lo que el Dios Todopoderoso escoge por gracia realizar a través de Su pueblo en la vida de los demás, ya sea predicando y enseñando, u ofreciendo agua fría, o expulsando demonios.

Aquí los setenta y dos se maravillan, en parte, «hasta [de] los demonios». Sus alegrías no eran solo las del ministerio ordinario y constante, sino las palpitantes emociones de lo extraordinario, el deleite de lo inesperado, la sensación del poder sobrenatural.

Estaba claro que su ministerio había sido fructífero. Los setenta y dos no se equivocaron en lo que observaron e informaron. Jesús lo afirma, así como su alegría: «Les he dado autoridad para pisotear sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo el poder del enemigo» (Lc 10:19). «Sí», dice Jesús, en efecto. «Estas son alegrías verdaderas y buenas. Es justo regocijarse al ver avanzar el reino de Dios y liberar a las almas oprimidas».

Entonces viene el giro.

Diez mil veces mejor

Jesús deja atónitos a los encantados ministros al trasladar su canto a un registro diferente.

Él honra el gozo de los ministros, y lo hace llevándolos al cielo, haciendo que el momento sea eléctrico al llamar la atención sobre lo que es aún más importante:

Sin embargo, no se regocijen en esto, de que los espíritus se les sometan, sino regocíjense de que sus nombres están escritos en los cielos (Lc 10:20).

Por sorprendente que parezca, los espíritus sometidos a ti es realmente poca cosa a los ojos de Jesús. Aún mayor que lo que Dios hace a través de Sus ministros, incluso por encima de los poderes sobrenaturales, es lo que hace por ellos. Mucho mayor que el nombre de un ministerio abajo es el registro de sus nombres arriba. Con la declaración «sus nombres están escritos en los cielos», Jesús pone los gozos del ministerio en su lugar —para los setenta y dos y para nosotros— no hablando mal de ellos, sino hablando de algo aún mejor.

"Cuando trabajar para Cristo toma el lugar de Cristo mismo como el principal disfrute en el alma, el cambio es tanto sutil como significativo"

¿Cuánto mejor? Tan bueno y correcto como puede ser regocijarse en el fruto del ministerio, aquí Jesús quiere que sintamos la fuerza del contraste. Dice: «No se regocijen en esto…». Jesús no se opone a las alegrías del ministerio, ni nos ordena, universalmente, que nunca nos regocijemos en ellas. Más bien, Lucas 10:20 es una declaración claramente comparativa, lanzada en estos términos simples y crudos para enfatizar cuánto mayor puede ser, debe ser y será nuestro regocijo en lo que Dios hace por nosotros que en lo que Él elige hacer a través de nosotros.

Por eso importa tanto «los nombres escritos en el cielo».

Donde disfrutamos de Dios mismo

«Nombres escritos en el cielo» es tan significativo porque Dios mismo, en Cristo, es el Gozo soberano, el Gozo de todos los gozos, y el cielo es donde Él está. «Nombres escritos en el cielo» es el gozo sobremanera superior, no porque el cielo nos dé todo lo que nuestros corazones desean aparte de Dios, sino porque allí, en la presencia inmediata de Dios, entendemos la proximidad a Él, la cercanía a Él, un disfrute sin restricciones de Él.

En el cielo recibimos a Dios mismo. El cielo es donde, por fin, se eliminan las numerosas barreras, distracciones y velos de la tierra, para que, sin más obstrucciones ni distorsiones, podamos conocer y disfrutar más plenamente de Aquel para quien fuimos creados para conocer y disfrutar.

Lo que nos lleva de nuevo a los peligros que acompañan a los gozos del ministerio, por muy buenos e importantes que sean.

Creados para algo más que el ministerio

Cuando trabajar para Cristo toma el lugar de Cristo mismo como el principal disfrute en el alma, el cambio es tanto sutil como significativo. Las incursiones incrementales pueden ser tan pequeñas que apenas sean reconocibles al principio, pero si el patrón persiste, el arco completo será totalmente devastador, tanto para el ministro mismo como para su gente.

Pablo pensó que era lo suficientemente peligroso como para advertir repetidamente a los ministros que prestaran mucha atención no solo al rebaño y a su enseñanza, sino también a sí mismos. «Tengan cuidado de sí mismos» (Hch 20:28). «Ten cuidado de ti mismo» (1 Ti 4:16).

"El ministerio cristiano es debilitado, y pronto totalmente corrompido y arruinado, cuando el ministerio mismo se convierte en lo primero y más importante en el alma"

El ministerio cristiano es debilitado, y pronto totalmente corrompido y arruinado, cuando el ministerio mismo se convierte en lo primero y más importante en el alma. La naturaleza del ministerio cristiano es tal que no puede funcionar por mucho tiempo, y al final no resultará fructífero (no importa cuán exitoso parezca en el momento), si se convierte en sí mismo como el gozo soberano.

La naturaleza misma del ministerio cristiano es que la persona y la obra de Cristo mismo son el origen y la esencia, no la persona y la obra del ministro por Él. La obra del ministro es importante, pero como segundo principio; la obra de Cristo, y Cristo mismo, es vital como primer y último principio.

El ministerio para el Rey puede ser traicionero si se convierte en una sustitución del Rey mismo. El peligro está en lo sutil y común que es este cambio, incluso para los obreros cristianos más sanos. Sin embargo, tenemos esta esperanza: con qué facilidad los corazones de los ministros sanos vuelven a su primer amor cuando se despiertan a las señales de ese cambio sutil.

"El ministerio para el Rey puede ser traicionero si se convierte en una sustitución del Rey mismo"

En la práctica, el retorno puede ocurrir cada nueva mañana, con nuestra nariz en la Palabra que humilla y en la oración. Se produce conociendo nuestro pecado y siendo honestos sobre nuestros continuos fracasos, debilidades y necesidades de cambio. Se produce, entonces, al no dejar que el peso y la maravilla de Mateo 9:2, que cambian el mundo, se conviertan en algo anticuado: «Anímate, hijo, tus pecados te son perdonados».

Aparte de nuestra iniciativa, llega a través de la especial providencia de Dios en nuestras vidas, Sus particulares momentos, estaciones y condiciones para cada uno de nosotros donde nos humilla. Él tiene sus caminos. Para algunos, es el matrimonio o la paternidad. Para otros, las finanzas. Para otros, la enfermedad, la discapacidad, el dolor crónico, el contratiempo devastador.

El ministerio no lo es todo

Las últimas palabras de Ray padre a «Bud» fueron penetrantes. Muy parecidas a las de Jesús a los setenta y dos. Todo pastor, ministro y misionero —todos aquellos con vocación ministerial a tiempo completo y, más allá, en todos los puestos de trabajo formales e informales— harán bien en prestar atención a las palabras de Ray padre, como hizo Bud, y más aún a las de Jesús.

Jesús es el Gozo de todos nuestros gozos. Sin Él como central y supremo, las alegrías del ministerio pronto se vuelven huecas y se echan a perder. Sin embargo, con el Rey de reyes mismo en el trono de nuestra alma, las alegrías ministeriales de compartirlo con los demás son reales y sustanciales, y nos llevan continuamente a Él.

Publicado originalmente en Desiring GodTraducido por Eduardo Fergusson.

David Mathis (@davidcmathis) es anciano en Bethlehem Baptist Church en Twin Cities, y es editor ejecutivo en Desiring God. Él escribe regularmente en www.desiringGod.org.

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